Se estima que más de un centenar de niños mueren cada año en España ahogados en playas, piscinas, ríos y embalses
Nunca es suficiente
Cada año se producen en nuestro país medio centenar de lesiones medulares debido a zambullidas, cifra que supone el 6% del total de este tipo de lesiones. Se trata, en alrededor del 85% de los casos, de varones de 15 a 25 años que no adoptaron las debidas precauciones antes de sumergirse en el agua. El ahogamiento, por su parte, es una de las principales causas de muerte infantil. Entre 70 y 150 niños fallecen cada año en España ahogados en piscinas, playas, ríos y embalses. Y el 80% de esas muertes por ahogamiento se produce en la piscina de casa, según la Federación Española de Salvamento.
Estas cifras adquieren mayor vigencia en el periodo estival, más proclive a que la gente recurra a baños y chapuzones para calmar el calor, y se suman al elevado índice de rescates sin consecuencias graves que los socorristas efectúan en las playas, las picaduras de medusas o erizos de mar que han de atender, a los cortes de digestión y calambres musculares que ocurren en el agua y a las molestas dermatitis que el cloro de las piscinas puede provocar.
En las siguientes líneas CONSUMER aporta información práctica para evitar situaciones de peligro en las zonas de baño de nuestras costas y del interior, y para saber cómo actuar ante circunstancias menos graves pero fastidiosas, como un contagio de hongos en la piscina.
Ojo con las zambullidas. Las lesiones de columna son uno de los accidentes más peligrosos que pueden sufrirse en zonas acuáticas, por el peligro de pérdida de movilidad que acarrea. La causa más común de lesiones en la columna es la zambullida en una ola, tras tocar fondo con la espalda o la nuca, mientras que el 10% de los casos se debe a saltos desde trampolines, plataformas altas o miradores.
Además de la mayor o menor profundidad del agua, para prevenir estas lesiones es fundamental una buena técnica de inmersión en el agua. Hay dos reglas básicas: comprobar la profundidad del agua y realizar la primera inmersión de pie, y saltar siempre con los brazos extendidos hacia delante. Las velocidades alcanzadas en estas zambullidas no permiten, incluso en aguas claras, ver el fondo y a menudo no hay tiempo para reaccionar. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mayoría de las lesiones ocurre en aguas poco profundas, de menos de metro y medio de profundidad.
Buceo: cuidado con la descompresión. Además de someterse a presiones más altas de las habituales, practicar submarinismo implica una reducción de la capacidad de los sentidos: bajo el agua se pierde visibilidad, los sonidos se perciben de forma diferente y el tacto varía. Por ello, se recomienda bucear en grupo o en parejas, ya que el buceador inexperto puede desorientarse. También es aconsejable contar con una buena preparación física, con el corazón y los pulmones en buen estado, puesto que la inmersión provoca cambios en el sistema cardiovascular. El mayor riesgo asociado al submarinismo es el relacionado con el proceso de descompensación o ascenso rápido, que puede causar vómitos, mareos, dolores en las articulaciones y hasta pérdida de la consciencia.
Prudencia en las zonas de baño
- Vigile siempre a los niños cuando se bañan. No delegue esa tarea en el socorrista.
- Báñese en lugares vigilados por socorristas.
- Respete las banderas. Recuerde que la roja prohíbe entrar en el agua.
- Si no sabe nadar bien, no deje que el agua supere su cintura.
- Extreme las precauciones en el uso de flotadores y colchonetas, ya que la resaca puede arrastrarle mar adentro.
- No se zambulla en lugares de los que desconoce su profundidad. Podría chocar contra el fondo o con rocas.
- Si se siente arrastrado por una corriente, nade de forma paralela a la playa. Escapará de su fuerza y podrá dirigirse hacia la orilla.
- Salga del agua si siente escalofríos intensos, náuseas, alteraciones en la visión o zumbidos de oídos, así como enrojecimiento intenso de la piel, y abríguese bien.
- En las piscinas sea muy precavido al lanzarse de cabeza o hacia atrás desde un trampolín o desde el bordillo, al menos si quiere evitar lesiones en la espalda y cervicales.
Piscinas: dermatosis y hongos
Uno de los problemas de bañarse en las piscinas es la exposición a las grandes concentraciones de cobre de sus aguas. El fuerte poder desengrasante del cloro favorece la aparición de xerosis o piel seca. La dermis se muestra agrietada, frágil y con pequeñas escamas, sobre todo en los labios, los brazos y las piernas.
También es frecuente la aparición de picor, a la vez que se elevan las posibilidades de sufrir infecciones por hongos o bacterias.
Calor y humedad son caldo de cultivo para las micosis (infecciones por hongos). Se contagian por contacto del cuerpo desnudo con el borde de la piscina, zona de duchas o toallas. Las micosis son contagiosas, contumaces y pueden convertirse en crónicas. Se manifiestan con unas manchas blanquecinas que aparecen en la superficie de la piel, constituyendo la pitiriasis versicolor. Otros tipos de hongos dan lugar al denominado pie de atleta, una de las infecciones micóticas más frecuentes, sumamente contagiosa. Este hongo provoca lesiones en forma de piel descamada o macerada, vesículas o áreas de color rosáceo situadas entre los dedos de los pies, y que se acompañan de picor intenso.
También en los pies puede aparecer el papiloma plantar, cuyo contagio se produce al pisar descalzos zonas próximas al agua, y que provoca la aparición de una verruga de forma plana en la planta del pie que provoca molestias al caminar.
Bañarse comporta otros riesgos: lesiones de médula, mordeduras y picaduras, hongos …
Para evitar lesiones medulares en las zambullidas, comprobemos la profundidad del aguas y saltemos con los brazos extendidos hacia delante
Picaduras, mordeduras...
El contacto de las medusas con nuestra piel causa lesiones en forma de edema o gran inflamación, junto con una sensación de intenso picor. Posteriormente se forman unas vesículas de coloración violáceo muy dolorosas. Esas picaduras se infectan con facilidad, por lo que se deben tratar adecuadamente. Tras lavar la zona afectada con amoniaco o alcohol, un analgésico calmará el dolor y una pomada antihistamínica aliviará el picor y la hinchazón. Si el cuadro alérgico se agrava, hay que consultar inmediatamente con un médico.
Los erizos de las costas españolas no son venenosos. El principal inconveniente de las lesiones causadas por erizos radica en la fragilidad de la punta de sus púas, ya que una vez dentro de la piel se parten y se quedan incrustadas. Ante una lesión causada por uno de esto animales marinos, no se debe apoyar el pie en el suelo para evitar que la espina se rompa, y si no lo ha hecho ya, para que duela menos. Tras desinfectar la zona, se han de extraer las púas con unas pinzas de punta estrecha, ya que de lo contrario pueden provocar una infección en la piel afectada. En tal caso, se debe acudir al médico para la cura adecuada de la herida y la posible administración de antibióticos.
En nuestras costas existen varios tipos, aunque la más habitual es la araña pequeña (también llamada víbora del mar), que pica a los bañistas que la pisan sin que éstos se percaten de ello. Su veneno es dañino para el sistema nervioso y causa un gran dolor en la zona afectada, además de una inflamación que se extiende por toda la extremidad (brazo o pierna) donde se localiza la picadura y que puede durar varios días. Los síntomas alcanzan el máximo punto de dolor a los 60-90 minutos. La picadura puede necrosarse (muerte del tejido) y sobreinfectarse con gérmenes.
Su veneno es termolábil, se destruye con el calor, por tanto el mejor tratamiento consiste en sumergir la zona afectada en agua muy caliente durante 60-90 minutos, además de tomar analgésicos para el dolor, antihistamínicos para el picor y corticoides para la inflamación.
La salamandra común y muchas variedades de sapos (sapo verde, sapo común, ranita de San Antonio), son habituales en España.
Su piel secreta una sustancia tóxica y muy irritante, por lo que se deben lavar las manos tras tocar a uno de ellos. Al entrar en contacto con la piel o mucosas, se produce una mucositis o inflamación de las mucosas afectadas, o una conjuntivitis si se afecta la conjuntiva del ojo. Si se ingiere esa sustancia accidentalmente, aparece un cuadro que consiste en náuseas, vómitos, dolor abdominal y, en los casos severos, hipotensión, bradicardia y síndrome confusional.
El tratamiento consiste en lavar con abundante agua la zona de contacto. Hay antídotos, como la atripona.
Problemas en el agua
Se trata de un shock provocado por la diferencia térmica entre el cuerpo de la persona y las frías aguas de mares, ríos o piscinas. Practicar ejercicio intenso, sudar abundantemente o exponerse al sol, cuando éstos tienen lugar antes del baño, son factores que favorecen el corte de digestión. Pero es durante la digestión cuando el proceso se agrava, porque una parte importante de la sangre circula por el estómago y los intestinos en detrimento del riego sanguíneo de otros órganos. Para evitarlo, báñese una o dos horas después de las comidas, entre progresivamente en el agua para habituar al organismo a la nueva temperatura y evite las bebidas muy frías y los ejercicios violentos antes del baño.
Cuando alguien ingiere una buena cantidad de agua en el mar, en un río o en la piscina, para ayudarle hay que recostarle boca abajo y propinarle unos golpecitos secos en la espalda. Si la víctima tose o siente náuseas, es conveniente provocarle el vómito para que elimine todo el líquido ingerido. Si el afectado no reacciona, debe ser conducido de inmediato a un puesto de socorro.
Constituyen un auténtico peligro para el nadador, ya que el espasmo doloroso deja sin control los músculos afectados y dificulta mantenerse a a flote. Al primer síntoma debemos dirigirnos hacia la orilla sin forzar el músculo y ejerciendo presión con una mano o con la otra pierna, para intentar frenar el espasmo.
Los calambres se alivian estirando el músculo hacia delante, mientras se flota haciendo el muerto, y llevando hacia nosotros la pierna o el brazo afectados.
Se recomienda, a quien sufre calambres habitualmente, la toma regular de sal y magnesio.