La pesca de descarte, descartada

Una parte muy importante de la pesca se arroja de nuevo al mar antes de llegar a las costas por tratarse de especies sin interés comercial, un grave problema al que la UE desea poner solución lo antes posible
1 octubre de 2008
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La pesca de descarte, descartada

Las redes de pesca son inmisericordes. Atrapan todo lo que cae en ellas, pero no todo tiene interés comercial. Tortugas, aves marinas o delfines quedan atrapados de forma accidental en las artes de pesca. Su destino: vuelta al mar, ya muertos, o con pocas probabilidades de sobrevivir. Se descartan porque no se consumen o porque se trata de pescados alevines que no cumplen con la talla mínima reglamentaria.

Diversas fuentes cifran en 20 millones de toneladas anuales, una cuarta parte de la pesca a nivel mundial, los descartes. Un estudio de 2005 de la FAO calculaba que los descartes representan el 8% de las capturas a nivel mundial, aunque los datos pueden variar mucho en función de la zona o de la pesquería. Así, según ese estudio, sólo el 4% del total de las capturas en pesquerías locales artesanas se descarta, mientras que en la pesca de arrastre se puede descartar el 50% de las capturas o más. En algunos casos, el volumen del pescado arrojado puede equivaler al 70% de las capturas totales, es decir, en casos extremos se arroja por la borda casi tanta cantidad como la comercializada después.

Un despilfarro natural y económico

Aunque la falta de datos reales impide conocer la escala real de los descartes, ya que no hay forma de saber “oficialmente” qué volumen de pesca arrojan cada barco, se tiene constancia de que no son minucias. La UE define los descartes como un “despilfarro” natural y económico, que socava la biodiversidad y las poblaciones de peces, aumenta la presión pesquera, y no reporta ningún beneficio nutricional ni económico.

Un estudio de 2001 del Instituto de Investigación de la Haya, que intentaba calcular el valor económico de los descartes en algunas pesquerías europeas, cifraba en 160 millones de euros el valor de los descartes en la pesquería de arrastre de vara en los Países Bajos en 1998. La cifra equivalía al 70% del valor de las capturas desembarcadas ese año por esa misma pesquería. Y el resultado más llamativo del estudio se concretaba en los descartes en la pesquería francesa de cigala, que suponían, en valor económico, el 100% de la captura desembarcada al año, mientras que en peso equivalían sólo a la mitad.

Para acabar con el despilfarro, el Parlamento europeo ha aprobado este año un informe en el que se plantean mecanismos para reducir las capturas accidentales y eliminar los descartes en la pesca. En él se recoge que una de las formas más sensatas de abordar el problema es la selección de algunas pesquerías para ensayar esas fórmulas, como la pesca de arrastre de vara y las pesquerías de bacalao, dos de las que más descartes generan.

Desde este organismo europeo se habla de incentivos más que de penalizaciones, como permitir acceso preferencial a zonas parcialmente cerradas a los barcos que usen redes más selectivas o el aprovechamiento de los descartes. No se trata de pescar más sino aprovechar lo que ya ha sido capturado y que no se desperdicie. La UE no puede permitir, dice el Parlamento europeo, “una política que permita echar a perder más de un millón de toneladas de pescado (en Europa) saludable cada año”.

El objetivo, por tanto, es dar una salida comercial a los peces y crustáceos que se descartan y destinarlos a la fabricación de harinas de pescado, aceites o al consumo humano, en los casos en que sea posible. En España, varios chefs colaboran con universidades como la de Cádiz, Zaragoza, Cáceres o Granada, con el fin de hallar nuevas fórmulas culinarias para esos peces en forma de embutidos o concentrados de caldos. Sin embargo, la comercialización de los descartes, advierten a su vez desde la UE, debe hacerse con cautela para evitar el efecto perverso de crear un mercado alternativo que lleve, también a esas especies, a la sobreexplotación.

Replantear el sistema

Para dar paso a esta comercialización de los descartes, hace tiempo que se habla de replantear el sistema de Totales Admisibles de Capturas (TAC) y cuotas de pesca. Concebidas para evitar la sobrepesca, las cuotas son, paradójicamente, una de las causas de los descartes. La razón es que los pescadores arrojarán cualquier ejemplar de menor valor, a fin de que la cuota que tienen asignada quede cubierta con las capturas de mayor valor. Por eso, desde hace un tiempo se está estudiando la posibilidad de descontar los descartes de la cuota, es decir, que no computen como parte de la cuota al llegar a puerto. De esta forma, los buques no arrojarían al mar ese volumen de biomasa que representa un gran interés nutricional y económico.

No obstante, en zonas como el Mediterráneo, donde no funciona el sistema de cuotas excepto para el atún rojo, las medidas a aplicar deberían ser otras, como la reducción del esfuerzo pesquero, el cierre temporal de zonas de pesca o la implementación de redes más selectivas. Al fin y al cabo, las pescas accidentales y los descartes son también una consecuencia directa del sobreesfuerzo pesquero. No obstante, muchos expertos aclaran que las mejores medidas pasan por llevar a cabo una buena gestión de las vedas y hacer más coherente la actual reglamentación de pesca. En el Mediterráneo, por ejemplo, apenas hay vedas, así que hay mucho por hacer en ese sentido.

En Europa, Escocia ha iniciado este año un novedoso sistema de cierre voluntario de zonas para la pesquería del bacalao. Impulsado por la industria escocesa en cooperación con el Gobierno, el sistema implica la presencia de observadores imparciales a bordo de los pesqueros. Estos observadores controlan que las capturas de alevines no sean elevadas y, en caso de que así fuera, toman muestras y proponen el cierre temporal de zonas de hasta 15 millas cuadradas.

Por otro lado, y respecto a la coherencia del reglamento, algunos expertos ya han denunciado ciertos “absurdos legales” que permiten redes que, por el tamaño de su malla, capturan ejemplares de tallas inferiores a las reglamentarias. En estos momentos se trabaja en implementar nuevas redes más selectivas, como la malla cuadrada, y se estudia la supervivencia de los organismos que escapan de ella -una red selectiva no es realmente eficaz si no permite sobrevivir a las especies que deben escapar de ella-.