¿Qué ingredientes incluye una receta de conciliación perfecta?
La igualdad. Por un lado de género, entre hombres y mujeres. Pero también igualdad entre los dos polos de la conciliación, que son el cuidado de niños, mayores, discapacitados, enfermos, y el mundo laboral. El problema es que, hasta ahora, el mundo de la producción ha tenido prioridad.
Y sin embargo, ¿cuál es la primera palabra que se le viene a la cabeza cuando piensa en conciliación?
Desigualdad, claro. Aunque tengo que decir que la palabra conciliación no me entusiasma.
¿Qué término utilizaría, entonces?
Tal vez corresponsabilidad, que suele entenderse como responsabilidad compartida entre mujeres y hombres. Pero también entre instituciones, Estado, redes sociales…
Usted es experta en género, familia y empleo. ¿Conciliar sigue siendo una cuestión de género en España? ¿Es más difícil para una mujer?
Está cambiando. Los hombres se han incorporado a las tareas de cuidado de manera efectiva. La imagen de la paternidad está cambiando. Lo que falta es que ellos reivindiquen sus derechos en el mundo doméstico y en el de sus hijos. La conciliación ha ganado posiciones. Dio un salto de gigante del 2004 a 2010, con medidas como el aumento del permiso de paternidad a 15 días y la Ley de Igualdad.
¿Cuáles son los puntos negros de la conciliación en España?
Me referiré a los menores. Las madres trabajadoras señalan cuatro. El primero, las enfermedades banales de los niños (como gripes y gastroenteritis), que impiden que acuda al colegio. Hay permisos para enfermedades graves, pero no para estos casos. El segundo, la falta de coordinación entre horarios laborales y escolares. Y sus vacaciones, que son mucho más largas. Por último, la paralización del plan Educa3 para crear plazas escolares de cero a tres años. Tenemos un problema enorme con el cuidado de los niños de esa edad.
Si existiera un ministerio de Empleo y Conciliación con usted al frente, ¿por dónde comenzaría?
Mi programa como ministra se basaría en los servicios públicos, crearía desde escuelas infantiles hasta ludotecas y aulas matinales, y extendería los permisos de conciliación. Para ello, haría falta dinero. El Estado necesita bases fiscales sólidas para mantener sus políticas sociales. Y entre ellas, las de conciliación. El problema es que en esta crisis económica se están socavando.
Un dato que parece favorable. En 2008 las mujeres en consejos de administración de las empresas del Ibex 35 eran el 5%. Hoy son el 12,5%, según un estudio de la Universidad de Navarra. ¿Son pasos hacia la conciliación e igualdad en España? ¿Aún es insuficiente?
Por supuesto que es insuficiente, pero también un éxito enorme. La igualdad tiene que ser transversal: se trata de combatir la violencia de género, pero también de luchar por la paridad en los consejos de administración.
Usted es pesimista. Ha afirmado que los recortes en las políticas sociales pueden hacer que las mujeres tiren la toalla en el terreno laboral.
Es un riesgo cierto. Las mujeres, igual que los hombres, tienen dificultad para acceder a un empleo. A su vez, los empleos tienen una remuneración cada vez menor, mientras que las políticas sociales son más restrictivas. Por lo tanto, encontrar recursos que permitan la conciliación también se pone más difícil. Si los salarios son bajos y hay que pagar los servicios de guardería durante las horas laborales, no es impensable que llegue un momento en que a las mujeres no les compense trabajar.
En esa situación, ¿para usted conciliar es una quimera o una realidad posible?
Es una necesidad. Porque lo es también la actividad laboral de las mujeres. La cualificación femenina es mayor que la masculina. Y donde se prevé la creación de empleo es en el cualificado. El aporte de las mujeres es fundamental y, por tanto, también la conciliación.
¿Diría que España es un país que concilia?
Es un país que concilia como puede. Hay un protagonismo desmedido de las redes familiares. Por el contrario, el papel de empresas y Estado es menor del deseable. Faltan servicios y faltan políticas de conciliación.
Para finalizar, le propongo usar la imaginación. ¿Dónde ve la conciliación en España dentro de, digamos, cinco años?
El ámbito ya no puede ser España. La escala tiene que ser Europa. Saldremos de esta si Europa es algo más que una suma de estados y reivindica su protagonismo político, económico y social. La batalla de la conciliación está en la suficiencia financiera europea.