Dietas extremas, llevar al límite la salud
El deseo de adelgazar -y los intentos sucesivos por lograrlo- obedece muchas veces a una motivación estética, más que de salud. Así, en lugar de entender la dieta y la alimentación saludable como un estilo de vida, como un concepto más amplio, más interesante y más rico, se las enfoca como un simple medio para alcanzar un fin: estar más guapos y delgados que antes, volver a usar la ropa que se ha quedado pequeña en el armario y ajustarse, en definitiva, a los cánones estéticos que imperan en la actualidad. Para no pocas personas, los modelos de belleza pesan más que la salud o los kilos que les enseña la báscula. Y es allí, en ese deseo, en la esperanza y las expectativas, donde fructifican las dietas milagrosas, los famosos quemagrasas y los falsos gurús. A continuación, se reseñan cuatro propuestas dietéticas extremas que, además de ser ineficaces, ponen en jaque la salud de quienes las siguen.
Cuatro ejemplos para no seguir
Cuesta imaginar un libro de arquitectura que contradiga en sus páginas los principios fundamentales de la construcción de edificios y estructuras, o uno de ingeniería que viole las leyes de la física, las matemáticas o la aerodinámica. Sin embargo, los libros de dietética que se saltan con alegría los fundamentos de la nutrición humana son, por desgracia, la norma. No solo campan a sus anchas, sino que incluso ocupan los primeros puestos en los “top ventas”. No extraña que un consejo muy repetido por los expertos sea “no se fíe de los libros, acuda a un dietista-nutricionista”.
Para reconocer dichos libros o reconocer cuándo estamos ante una propuesta dietética engañosa, resulta útil considerar si dicho libro o manual está indexado en la biblioteca de una Universidad de Nutrición Humana y Dietética. Si no lo está (o pertenece a secciones denominadas “dietas milagro”, “milongas dietéticas”, “despropósitos nutricionales” o similares) lo apropiado es no abrir sus páginas.
- Dieta de la cerveza. Hay “sanadores” que obvian sin miramientos que el consumo habitual de alcohol es perjudicial para la salud y que se atreven a proponer barbaridades como “la dieta de la cerveza”, cuya valoración por parte de la ciencia de la nutrición es tan breve como rotunda: “ineficaz y peligrosa”. Esta dieta no tiene en cuenta que el alcohol es, después del tabaco, la segunda causa de mortalidad prevenible en occidente. Tanto es así que una de cada diez muertes que se producen en Europa es atribuible al consumo de alcohol, muchas de ellas por cáncer. En ocasiones (y con razón) esta dieta se tilda de “tóxica”.
- Dieta “depurativa” a base de sustancias varias. En el mercado podemos hallar otras dietas tan tóxicas como la anterior. Es el caso de las que usan diferentes preparados farmacológicos como hormonas tiroideas, anfetaminas, diuréticos o laxantes, para “depurarnos” o “desintoxicarnos”. La incorporación de estas sustancias (muchas de ellas aderezadas con el adjetivo “natural” o “vegetal”) altera el delicado equilibrio del sistema corporal, puede deshidratar, dañar de forma irreversible el hígado, los riñones o la glándula tiroides, y en absoluto es útil para perder peso o mejorar la salud. La gran mayoría de estos preparados se clasifican como ilegales por la Agencia Española del Medicamento, que los retira del mercado por decenas cada año. Es por ello que la Dirección General de Farmacia aconseja desconfiar de los anuncios como “producto natural”, “hecho con plantas” o “de venta en farmacias”.
- Ayunos “terapéuticos”. Ayunar un día no tiene consecuencia alguna sobre la salud. Sin embargo, cuando esta práctica se alarga y un “doctor” propone el ayuno de 7 a 11 días, las consecuencias pueden ser nefastas. De entre ellas vale la pena citar las siguientes: intolerancia al frío, sequedad de piel en general, sequedad de boca, halitosis, cefalea, etc. Al margen de los efectos puntuales, lo más grave de esta propuesta es que no solo es ineficaz para educarnos en la alimentación saludable, sino que genera el efecto contrario: una desorientación patente que incapacita al individuo para ser dueño de su propia salud.
- Dieta del sol, denominada Sungazing (que se traduce al castellano como “contemplar al sol”). Es una variante de la dieta anterior que consiste en mirar de forma directa al sol con la creencia de que ello permite, gracias a la energía solar, complementar, mejorar o incluso (y esto es lo más grave) reemplazar la alimentación. Es una insensatez porque nuestros ojos no poseen la clorofila que permite llevar a cabo la fotosíntesis que realiza un helecho para convertir la energía solar en combustible. Además, aunque tuviéramos clorofila, el área de nuestros ojos es muchísimo más pequeña que la de las hojas, y el gasto calórico de nuestro cuerpo muy superior al de una planta. Eso por no mencionar que mirar al sol deteriorará sin duda la salud ocular. Ya hay varias personas han muerto tras practicar este disparate.
- Beber agua de mar. El cuerpo humano no está diseñado para beber agua de mar, como tampoco lo está para respirar gas butano. Esta dieta no sirve para mejorar la salud o perder peso, mientras que sí puede empeorar de forma patente el estado de diferentes órganos y sistemas corporales. No hay que seguirla nunca.
Aunque parezca fácil reconocer estos timos peligrosos y, más que eso, no caer en la tentación de probarlos, lo cierto es que no resulta tan sencillo. Casi todos -por no decir todos- vienen muy bien presentados, incluyen opiniones de presuntos especialistas, citan estudios inexistentes o poco fiables de universidades a veces también inexistentes, incluyen “testimonios” que generan cercanía y, si son libros, suelen estar bien escritos. En suma, resultan muy atractivos y verosímiles, y consiguen colarse en nuestras estanterías, que se apoyan en ese deseo de vernos bien, de mejorar nuestro aspecto.
Por todo ello -y porque seguirán apareciendo artífices de ilusiones y promesas- conviene recordar que estas dietas extremas se articulan en algo llamado “pensamiento mágico”, un proceso que el libro Anomalistic Psychology (Psicología anómala) definió como: cualquier explicación de fenómenos experimentales o de comportamiento que violan alguna ley de la naturaleza o que sugiere, sin evidencia que la respalde, la existencia de principios, fuerzas o entidades desconocidas para a la ciencia. Todas las “dietas” descritas antes violan las leyes de la naturaleza y carecen de un razonamiento sensato que las avale.