Capa de ozono, un agujero venido a menos
El papel estelar del cambio climático como el principal problema medioambiental en el mundo ha ocultado otras cuestiones que, sin remontarse demasiado en el tiempo, estaban entre los asuntos más acuciantes para evitar una catástrofe ecológica. Uno de los más destacados fue el de la capa de ozono, que hace no muchos años, acaparaba portadas de diarios y minutos de informativos de radio y televisión. Lo cierto es que ésta es una cuestión que parece haber registrado una mejora importante, aunque aún no se ha producido su “curación” completa. La colaboración de todos los ciudadanos ha sido determinante, y lo será en el futuro, para que el agujero se reduzca aún más.
La disminución de este filtro gaseoso, presente en la estratosfera a unos 25 kilómetros de altura, acarrea un mayor paso de la radiación ultravioleta solar. De esta manera, se producen diversos efectos negativos, como cáncer de piel o cataratas, reducción de la respuesta del sistema inmunitario, y afección al crecimiento del fitoplancton oceánico.
Conscientes del grave problema al que se enfrentaba el planeta, a principios de los años 70 los científicos descubrieron que los clorofluorocarbonos (CFC), unos gases muy utilizados en la industria del frío y en los aerosoles de uso cotidiano (desodorantes, lacas, etc.), podían desempeñar un papel fundamental en la destrucción del ozono. En 1987, el Protocolo de Montreal, firmado en la actualidad por 191 países de todo el mundo, prohibía el consumo y fabricación de los CFC.
Más de veinte años después, el compromiso internacional parece estar dando sus frutos. Los responsables de las industrias de estos sectores buscaron de inmediato sustitutos para los CFC y lo consiguieron además sin grandes repercusiones en sus cuentas de resultados. Así, desde comienzos de la presente década, las mediciones del instrumento Total Ozone Mapping Spectrometer (TOMS), instalado en un satélite de la NASA para hacer el seguimiento del agujero de ozono sobre la Antártida, manifiestan una clara tendencia de su reducción.
Precisamente, la NASA ha señalado que en 2007 el agujero de ozono sobre la región antártica, del tamaño de América del Norte, se ha reducido un 15% respecto al año anterior. Por su parte, la Agencia Espacial Europea (ESA), basándose en las estimaciones realizadas por el satélite Envisat, ha afirmado que incluso esa cifra podría alcanzar el 30%, lo que supondría que la pérdida de ozono alcanzó un tope de 27,7 millones de toneladas, frente a los 40 millones de 2006.
Por ello, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advierten de que la capa de ozono podría regresar a niveles previos a 1980 para el año 2049 en gran parte de los cinco continentes, si bien esta recuperación podría retrasarse hasta 2065 en la Antártida. Por su parte, las previsiones de la NASA señalan que hasta 2060 no se alcanzarán los niveles anteriores a 1980.
En España, según el Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, el problema fundamental no es la capa de ozono de la estratosfera, como en la Antártida, sino la acumulación de ozono troposférico, más próximo a la superficie terrestre, que en determinadas épocas del año registra valores elevados, fundamentalmente en verano, provocando la irritación de las mucosas y los tejidos pulmonares.
No bajar la guardia
No obstante, la OMM recuerda que estas optimistas cifras no deben relajar las medidas que tan buenos resultados parecen estar dando, ya que todavía faltan varias décadas para su recuperación, por lo que las espectaculares mejoras registradas en 2007 deben valorarse con cautela.
Tras varias décadas de buenos resultados, 2006 produjo un dato negativo en el que el agujero volvió a ser sorprendentemente grande, alcanzando 29,5 millones de Km2 (algo más del doble de la extensión de la Antártida). De esta manera, al comparar los datos con los registrados en 2007, que volvieron a ser positivos de nuevo, la mejora parece tan significativa.
Los científicos señalan que esta reducción del agujero se debe, en gran parte, a las variaciones naturales de temperaturas y de dinámica atmosférica. Aseguran que las erupciones volcánicas en las próximas décadas podrían aplazar la recuperación del ozono por varios años y el cambio climático también podría tener su impacto, retrasando o acelerando su recuperación.
Por otro lado, la Agencia de Investigación Ambiental, una ONG londinense, subraya que todavía hay un exceso de producción y comercio de CFC. Sus responsables señalan a algunos países del tercer mundo, donde empresas multinacionales estarían fabricando estos CFC por su menor coste de fabricación.
La importación ilegal de estas sustancias es más barata que su reciclaje legal . Se estima que el mercado negro de sustancias que dañan el ozono podría mover en todo el mundo entre 20.000 y 30.000 toneladas cada año. Desde el Laboratorio de Climatología alicantino no se tiene constancia real de estas afirmaciones, pero en cualquier caso recomiendan a los organismos internacionales que no bajen la guardia.
Qué pueden hacer los consumidores
Los consumidores pueden contribuir a la recuperación de la capa de ozono evitando el uso de productos que contengan CFC u otro tipo de sustancias que la perjudiquen. Además de los CFC, hay una lista de más de cien productos, como los HCFC, halones, bromuro de metilo, tetracloruro de carbono o metilcloroformo, que también contribuyen a la disminución del ozono estratosférico.
Todos los ciudadanos deben ser conscientes de la necesidad de protegerse de los rayos del sol, en especial a partir de mayo y hasta octubre, con cremas protectoras, siempre que se tome el sol en la playa o en el campo y, en cualquier caso, evitar la exposición prolongada.
- Los incrementos en la radiación ultravioleta ya se observan en diferentes partes del planeta, por lo que se trata de un fenómeno global. De igual manera, los CFC se reparten de forma homogénea.
- Naciones Unidas pronostica que con pérdidas anuales del 10 % de ozono durante varias décadas, el aumento en casos de cáncer de piel podría rondar los 250.000 por año.
- El “agujero” en realidad no es tal, sino que es un adelgazamiento en la capa en la estratosfera que tiene lugar en determinadas épocas del año. Los científicos han observado que desciende durante la primavera en las regiones polares y se recupera durante el verano. El problema es más significativo en la Antártida debido a las condiciones meteorológicas extremas que sufre este continente.