Caminando sobre la Historia
A lo largo de 980 kilómetros, durante un largo mes de caminata, el peregrino que recorre la Vía de la Plata (que se incluye en la guía del Camino de Santiago de CONSUMER EROSKI) vive una sucesión de contrastes. En su discurrir del Sur al Norte, en la muda del clima Mediterráneo al Atlántico, del paisaje de mesetas y encinas a montes de hayas y robles, alcanza un encuentro particular con la historia. Se acerca por la antigua calzada romana a conocer por sí mismo aquello que descubrió en el año 812 el ermitaño Pelayo en un castro cercano a Iria Flavia: los restos del Apóstol Santiago el Mayor. El hallazgo generó el fenómeno de las peregrinaciones jacobeas. A lo largo de los siglos, millones de peregrinos han emprendido este viaje a pie, un andar de superación personal, de búsqueda y de encuentro.
El alminar de lo que fue la mezquita, hoy Catedral Renacentista de Sevilla, queda a la espalda del caminante peregrino que emprende el viaje hacia la Catedral románica, gótica y barroca de Santiago de Compostela. El paseo discurre entre la historia y el arte de la civilización romana que levantó ciudades, circos, templos, acueductos, puentes, arcos y fortalezas, todavía hoy visibles, en ocasiones en ruinas, en otras conservadas, y en muchas rehabilitadas. El caminante obtiene el bautizo del legado romano en las ruinas de Itálica, la antigua ciudad bética romana; alcanza la Roma hispana o Emérita Augusta, es decir, Mérida., cruza Cáceres, Salamanca y Zamora, y llega a Asturica Augusta, o lo que es lo mismo, a la Urbs Magnífica o Astorga. Desde allí cambiará de camino y de tiempo. La brújula le indicará el oeste y las piedras románicas le acercarán a la Edad Media.
La Vía de la Plata discurre sobre el Itinerario de Antonino, un trayecto que equivaldría a la calzada número XXIV entre Mérida y Zamora, y a la XXVI entre Zamora y Astorga. Se trazó durante la invasión romana a finales del siglo I antes de Cristo con un fin puramente militar, y adquirió gran importancia como red comercial. Su recorrido Sur-Norte es el más directo posible, lo que demuestra que el trazado responde a una extrema racionalidad, cualidad propia de los ingenieros romanos. Su marcada dirección meridiana nunca sufre forzadas desviaciones, no se observan giros de ángulo pronunciado sin motivo aparente, y a pesar de discurrir en dirección transversal a la de los principales elementos del relieve, a través de un medio físico muy variado y en ocasiones adverso, salva con acierto las barreras naturales.
El sobrenombre ‘de Plata’ continúa siendo un misterio, pero nada tiene que ver con el metal, ni con su comercio ni con supuestas minas. Se decía que derivaba del término latino delapidata, que traducido al castellano define una calzada empedrada, sin embargo, el catedrático José Manuel Roldán Hervás, en su obra Iter Ab Emerita Asturicam, asegura que deriva de la palabra árabe BaLaTa, que significa enlosar: “Así que el pueblo tomó el sonido extraño del árabe y lo hizo suyo en la palabra homófona castellana que más se le aproximaba y que era plata”.
Colocados cada 1.480 metros -la milla romana que equivalía a mil pasos dobles- los miliarios marcaban las distancias. Todavía hoy se conservan algunas de estas columnas cilíndricas de granito que llevan grabado, además del número de milla, el nombre del emperador que mandaba construir o modificar las vías. Pero el símbolo por excelencia de la Vía de la Plata es el Arco de Cáparra, el tetrapylum, erigido con el único fin de loar y recordar la grandeza y la superioridad de Roma.
También la naturaleza de la Vía de la Plata es magnánima. Dehesas y llanuras, prados de alcornoques y encinas, arroyos, horizontes interminables dirigen al caminante que ha de ayudarse de las flechas amarillas. Pintadas en el suelo, en piedras o en cubos granito, son el mejor aliado para no perderse entre las pistas que equivocan la línea recta. Su dirección es siempre el norte, y en este punto cardinal desaparecen. Cuando la vía gira al oeste, le suplantan las conchas de Santiago al mismo tiempo que llegan los bosques de hayas y robles, los montes y largas subidas, los recovecos y los meandros de caminos. Se ha culminado la calzada precisa y racional de la Vía de la Plata. Se ha abandonado la época romana. Se ha recorrido un tiempo pretérito hacia el futuro.