Buceo

Descubrir el mundo submarino

El ser humano siempre ha sentido fascinación por el mar y sus criaturas.
1 julio de 1998
Img miscelanea listado

Descubrir el mundo submarino

Se sabe que los fenicios de la ciudad de Tiro (actual Líbano), que extraían de un pequeño crustáceo un tinte rojo muy apreciado en la época, se sumergían en el interior de unas grandes campanas, llenas de aire, para poder respirar durante unos instantes. Desde entonces, han sido muchos los intentos de los humanos de emular a los peces. Hoy ya podemos disfrutar, a modo de casi criatura marina, de gran parte de las maravillas que esconde el inmenso universo líquido: los océanos ocupan tres cuartas partes de nuestro planeta.

El submarinismo, tal como se conoce hoy o buceo con escafandra autónoma, pudo desarrollarse gracias al aparato que inventaron en 1943 los franceses Emile Gagnan y Jacques Yves Cousteau, uno ingeniero y el otro marino.

Denominaron “pulmón acuático” a lo que hoy se conoce como “regulador”, un aparato que adapta el aire comprimido de las bombonas a la presión ambiental que en esos momentos tiene el buceador y que sus pulmones pueden soportar. Con él se puede respirar bajo el agua igual que si se estuviera en la superficie. Con el invento del regulador, el ser humano se dotó de un instrumento para investigaciones marinas in situ.

Desde entonces, los conocimientos sobre las criaturas marinas, de cuya biología y hábitos de vida poco se sabía, se han ido ampliando asombrosamente. La primera impresión cuando uno se embute en un traje de neopreno, se coloca la máscara, la botella, el chaleco… y, sobre todo, los plomos es exclamar: “¡Ay, no puedo moverme!”. Pero la impresión se esfuma en cuanto se está sumergido en el agua. La movilidad crece, el mundo cambia y la ingravidez es tan atractiva que se acaba uno olvidando de que lleva unos cuantos kilos de equipo encima.

Todos los fondos marinos se pueden explorar

El buceo permite, cuando uno se encuentra cerca de la costa, experiencias que van más allá de las meras vacaciones. Pese a que hay destinos de buceo emblemáticos como el Mar Rojo o el Caribe, no hay fondos malos. En Cataluña, por ejemplo, las islas Medas constituyen un espacio protegido donde la vida marina alcanza su máxima expresión. En cada comunidad, hay un lugar donde merece la pena vestirse el traje y realizar una inmersión.

Hay que tener en cuenta que lugares que no parecen revestir interés en tierra firme, debajo del agua son verdaderos paraísos de fauna y flora. Un bosque de posidonia (Mediterráneo) puede albergar tanta vida como uno de laminarias (Atlántico). Mientras se bucea, además, se hace deporte y se disfruta la sensación de descubrir un mundo nuevo, silencioso y maravilloso: pulpos, corales, pequeños seres, grandes pelágicos, plantas, algas, medusas, peces de todo tipo, color y forma…

Un deporte para todos

El buceo es un deporte que todas las personas (en Navarra, por ejemplo, hay más de 1.500 aficionados) se puede practicar. Basta con hacerse un chequeo médico y descartar cualquier problema que impida sumergirse en el mar. Actualmente, en España hay unas 50.000 personas con la titulación necesaria para practicar este deporte.

Bucear es positivo para luchar contra el estrés, y resulta saludable para los pulmones de los fumadores, para la circulación periférica de las mujeres, para personas con sobrepeso -es un deporte que pueden practicar sin problemas-, y para quienes sufren discapacidad física. En USA, los hospitales lo recomiendan como terapia para niños (en España hay que tener más de 14 años para obtener el título básico). Ver a un mero en una grieta, a las gorgonias mecerse en las tenues corrientes submarinas, por ejemplo, ayudará a estos niños a tener una mejor comprensión de su entorno y a ser más respetuosos con los océanos y su fauna y flora.

Curso para obtener un título

El placer de descubrir el “mundo submarino de Cousteau” bien vale sacarse un título, enfundarse un traje de neopreno, cargar las botellas a la espalda y sumergirse. Este mismo verano puede ser la esperada ocasión. El buceo no es un deporte difícil, pero la titulación es fundamental para saber qué se debe hacer y cómo actuar en un medio que no es el nuestro. Lo mejor es consultar en cada Federación Territorial de Actividades Subacuáticas (el teléfono de la Española es el 93-2006769), donde orientan sobre dónde se imparten los cursos. El básico puede ser de 24 horas intensivo, de dos fines de semana o más.

El precio para el curso de dos fines de semana ronda las 50.000 pesetas e incluye clases de teoría, prácticas en piscina, salidas en barco al mar, el alquiler del equipo necesario, las cargas de aire, la tramitación de la titulación y un seguro de accidentes. En la actualidad también existen cursos complementarios de fotografía, vídeo o biología marina.

El equipo básico de un submarinista. Puede salir a partir de unas 100.000 pesetas. Como siempre, una buena relación calidad/precio es lo más conveniente. Asesórese con expertos. Lo que necesitaremos, además de nuestra titulación y seguro, será: máscara, tubo, botella, regulador, chaleco estabilizador, ordenador para controlar el tiempo, las presiones, las profundidades…; las aletas, el traje isotérmico, los plomos y unos guantes.

Consejos para bucear sin peligro

Como en cualquier otra actividad deportiva, en el buceo también hay peligros, que casi siempre derivan de una actitud temeraria de los practicantes. Veamos algunas recomendaciones.

  • No bucear nunca solos
  • Planificar bien las inmersiones
  • Recurrir a la ayuda de un monitor que conozca el área
  • Controlar bien todo el equipo antes de cada inmersión.
  • Conocer y no sobrepasar nuestros propios límites.

Si bajo el agua y antes de saltar a ella, mantenemos una actitud responsable, es improbable que se produzcan accidentes.