Queso rallado

Queso rallado: el mejor no siempre es el más caro

Los quesos rallados nos permiten ahorrar tiempo y esfuerzo, pero conviene prestar atención porque podemos encontrar grandes diferencias entre ellos. A continuación, mostramos algunas claves para conocer este producto.
1 enero de 2022

Queso rallado: el mejor no siempre es el más caro

El queso es uno de los alimentos que no suele faltar en la cesta de la compra. Para hacernos una idea, cada persona consumió 7,8 kg de queso en España durante 2019. Es decir, una cantidad equivalente a casi ocho piezas de queso curado de un kilo cada una o a unas 53 bolsas de queso rallado. Este elevado consumo se debe entre otras cosas a que se trata de un alimento muy versátil. Por ejemplo, es habitual comerlo en trozos o en lonchas acompañado de un poco de pan, pero también solemos darle muchos otros usos: lo empleamos en postres, sándwiches, tostas o en recetas de carne, como hamburguesas, sanjacobos o cachopos. Aunque si hablamos de platos calientes, sin duda las recetas en las que utilizamos queso con más frecuencia son las pizzas y la pasta.

En estos platos solemos emplear queso rallado para cubrir la superficie y gratinar (como en una pizza o una lasaña), o bien, queso en polvo para mezclar con el alimento (como en unos espaguetis). Para ello podemos utilizar una pieza de queso y rallarla directamente en el momento, o comprar una bolsa de queso rallado. Esta última opción es muy habitual, sobre todo porque nos permite ahorrar tiempo y esfuerzo. Pero si nos decidimos por ella debemos prestar atención, porque existen notables diferencias entre los distintos productos.

No es queso todo lo que parece

A primera vista todos los quesos rallados pueden parecer similares. Quizá las diferencias más importantes se encuentran en cuestiones como el precio, la marca, el diseño del envase o la variedad de queso, por ejemplo, si se trata de emmental o de una mezcla de cuatro quesos. Pero antes de fijarnos en esos detalles deberíamos tener presente un aspecto más relevante: las diferentes categorías comerciales que existen. En este grupo de productos podemos distinguir tres tipos:

  • Queso. Es lo que normalmente esperamos encontrar cuando adquirimos estos productos. Se trata simplemente de queso que ha sido rallado para obtener así esas pequeñas virutas con las que preparamos diferentes recetas. Se elabora a partir de leche, gracias a la coagulación que se produce por la acción del cuajo o de otros coagulantes permitidos. Además de leche –ya sea entera o desnatada total o parcialmente–, se pueden emplear otros ingredientes lácteos, como nata, suero de mantequilla o una mezcla de algunos o de todos ellos, siempre que la relación entre la caseína (la principal proteína de la leche) y las proteínas del suero (líquido que se desprende después de la coagulación) sea igual o superior a la de la leche.
  • Queso fundido. Este producto no es queso, sino queso que ha sido sometido a un proceso de fusión. Concretamente se obtiene a partir de la transformación del queso mediante diferentes procedimientos. Normalmente se muelen uno o varias variedades, se mezclan entre sí o con otros ingredientes, se funden y se emulsionan, es decir, se amasan o se baten hasta obtener una mezcla homogénea. Se pueden añadir leche o productos lácteos –por ejemplo, suero lácteo, nata o mantequilla– y otros ingredientes permitidos, como colorantes, potenciadores del sabor o sales fundentes.
  • Sucedáneos de queso. Son todos los productos que parecen queso o queso fundido, pero no encajan en ninguna de esas dos categorías porque no cumplen los requisitos necesarios para ello. Suele tratarse de productos compuestos principalmente por una mezcla de grasas o aceites a los que se añaden una pequeña proporción de queso y otros ingredientes. Es decir, se trata de productos de baja categoría comercial y que son más baratos que los anteriores. El principal problema es que su envase puede despistarnos. Por ejemplo, suelen mostrarse palabras como “sándwich”, “pizza” o “burger”, junto a imágenes de esos alimentos, de modo que si no leemos la etiqueta con atención podemos acabar metiendo en la cesta de la compra algo que no tiene mucho que ver con lo que queríamos comprar, dada su escasa proporción de queso.

Para saber de qué tipo de producto se trata es importante leer la denominación legal de venta, que normalmente se muestra encima de la lista de ingredientes. Entre los productos analizados no se incluyó ningún sucedáneo de queso porque es poco frecuente encontrarlo en el supermercado. Lo que sí hay entre los productos seleccionados son dos quesos fundidos (El Caserío Filatto y El Caserío en polvo), mientras que el resto son quesos. En estos últimos la denominación de venta también nos ofrece información importante acerca de la variedad de queso, que es un factor clave, ya que determina las características del producto: composición, sabor, aroma, textura, precio…

Análisis

Para realizar esta guía de compra se seleccionaron quesos rallados o en polvo elaborados por marcas líderes en el mercado, en los que se analizó principalmente:

  • Los ingredientes. Para conocer la calidad comercial, especialmente en lo que respecta al contenido de leche y al tipo de queso.
  • Puntuación Nutri-Score. La valoración viene determinada por el aporte de calorías y la cantidad de grasa, proteínas y sal.
  • La información comercial. Analizamos si aporta información de valor o si esta puede resultar confusa o llevar a engaño al consumidor.
  • Precio. No fue un criterio para evaluar la calidad, pero la relación calidad-precio se ha tenido en cuenta para las posiciones del ranking.
  • El etiquetado. Se analizó si cumple la legislación vigente.

Tres ingredientes, mil quesos

Es curioso cómo con apenas tres ingredientes (leche, cuajo y sal) se pueden obtener infinidad de quesos diferentes, algo que viene determinado, sobre todo, por la forma de elaboración. Entre los productos seleccionados, hay siete variedades diferenciadas (mozzarella, emmental, maasdam, gouda, cheddar, Parmigiano Reggiano y Grana Padano). Cinco productos contienen una sola variedad: Millán Vicente y Arla, mozzarella; Ferrarini, Parmigiano Reggiano; Eroski Seleqtia, Grana Padano, y Eroski, emmental. El resto contiene de dos a cuatro variedades: President Especial Pizza, mozzarella y emmental; El Caserío 4 quesos, maasdam, gouda, cheddar y queso curado, y President 4 quesos, emmental, gouda, mozzarella y queso semicurado.

Dos de esas variedades gozan de denominación de origen protegida, Parmigiano Reggiano (parmesano) y Grana Padano, lo que significa que deben cumplir unas condiciones concretas, como elaborarse a partir de leche y animales de una determinada región y siguiendo unos procedimientos específicos. Es decir, es un sello que garantiza la calidad del producto. En este caso se trata de quesos curados italianos de sabores y aromas intensos. El resto de las variedades son versiones genéricas o “industriales” de quesos tradicionales. Todas ellas están elaboradas con leche de vaca, pero tienen diferentes características:

  • Mozzarella. Tradicionalmente se elabora con leche de búfala y goza de denominación de origen protegida (en cuyo caso se denomina Mozzarella di bufala campana), pero en su versión genérica se elabora con leche de vaca. Este tipo de queso se caracteriza por su pasta blanda de textura elástica y sabor suave.
  • Emmental. Queso curado de origen suizo, famoso por tener agujeros de considerable tamaño. El original goza de denominación de origen protegida (en cuyo caso se llama Emmentaler). Se elabora en piezas de gran tamaño que se dejan madurar entre unos tres y seis meses. Tiene un sabor y un aroma suaves, que recuerdan a nueces.
  • Maasdam. Queso que procede de los Países Bajos y que guarda muchas similitudes con el emmental, tanto en apariencia (también tiene agujeros), como en sabor y aroma, dado que se elabora de forma parecida. De hecho, surgió para competir con él. La principal diferencia es que el sabor del maasdam es más suave y su textura más blanda, porque tiene más humedad que el emmental, debido a que su tiempo de maduración es más corto (entre uno y tres meses).
  • Gouda. Este queso también procede de los Países Bajos, pero no tiene agujeros. Durante la elaboración, la cuajada se lava con agua, lo que reduce la cantidad de lactosa presente en el producto. Eso hace que durante la fermentación se forme menos ácido láctico, lo que explica que este queso tenga un sabor dulce. El sabor y el aroma cambian notablemente según el grado de maduración, que puede ir desde las cuatro semanas hasta más de 12 meses, intensificándose a medida que pasa el tiempo.
  • Cheddar. Queso de origen inglés, de pasta dura y brillante, sin agujeros, que normalmente es de color anaranjado debido a la adición de colorantes, que comenzaron a utilizarse en la versión original para simular el color de la leche procedente de vacas alimentadas con pastos. El sabor y el aroma del cheddar original es intenso, un poco picante y con matices que recuerdan al olor de la tierra, pero sus versiones industriales suelen tener sabores y aromas mucho más suaves y planos.

Entre las variedades de queso que se incluyen en El Caserío y en President 4 quesos, también aparecen algunas como “queso curado” o “queso semicurado”, sin ninguna especificación acerca de ellos. Es una práctica que está permitida por la legislación, pero ofrece poca información acerca de sus características. Podemos interpretar que se trata de quesos genéricos parecidos a los que más se venden en España, es decir, quesos de pasta dura similares al manchego.

La comodidad se paga

Si consultamos el precio de una cuña de 300 gramos de queso parmesano Ferrarini, veremos que tiene un precio de 7,45 €, es decir, 0,75 € por ración (30 g). Ese mismo producto en formato de queso rallado (que se comercializa en bolsas de 60 gramos) tiene un precio de 2,29 €, o lo que es lo mismo, 1,15 € por ración (30 g). En este caso, el formato de queso rallado cuesta un 53% más. Esta diferencia se explica por los mayores costes de producción: hay que emplear energía para rallarlo, se necesita una mayor cantidad de materiales para envasarlo y requiere un sistema de envasado en atmósfera protectora. Además de un precio más alto, el queso rallado presenta otros inconvenientes, como una menor duración y un mayor impacto sobre el medio ambiente (sobre todo porque requiere más cantidad de envases). Por otra parte, presenta la ventaja de que al estar rallado ahorramos tiempo y esfuerzo. Pero esa comodidad se paga, así que conviene valorar cada caso para decidir si nos interesa asumir esos costes. Por ejemplo, hay productos donde no tenemos alternativa porque no existen otros formatos, como ocurre con el queso fundido.

Descifrando la lista de ingredientes

En los productos que están constituidos por una sola variedad de queso, la lista de ingredientes suele ser sencilla y relativamente fácil de interpretar. Lo vemos en productos como Millán Vicente, Ferrarini, Arla, Eroski Seleqtia y Eroski, en los que los ingredientes son básicamente leche, cuajo y sal, que son los elementos imprescindibles para elaborar un queso. Algunos, además, contienen fermentos lácticos entre sus ingredientes –Millán Vicente, Arla y Eroski–, mientras que otros no: Ferrarini y Eroski Seleqtia.

Esto se explica porque los primeros se elaboran a partir de leche pasteurizada, tal y como se indica en su etiquetado. Es decir, leche que ha sido sometida a un tratamiento térmico que elimina las bacterias presentes, entre las que se encuentran, tanto las patógenas como las que participan en la fermentación que permite la elaboración del queso. Por eso es necesario añadir posteriormente esas bacterias. Por su parte, los quesos Ferrarini y Eroski Seleqtia están elaborados con leche cruda, tal y como establecen los requisitos de la Denominación de Origen a la que pertenece cada uno de ellos (Parmigiano Reggiano y Grana Padano, respectivamente), por lo que no es necesaria la adición de esos fermentos, ya que están presentes en la leche de forma natural.

Productos con más de una variedad

En los productos que están constituidos por dos o más variedades de queso, la lista de ingredientes suele ser mucho más austera. Por ejemplo, en El Caserío 4 quesos y President Especial Pizza no se indican los ingredientes de cada queso, sino que solo se muestran los nombres de sus variedades. Por ejemplo, no se muestran de esta forma: “queso maasdam: leche, cuajo y sal; queso gouda: leche, cuajo y sal”; sino de esta otra, “queso maasdam, queso gouda”.

Esto es posible porque la legislación permite omitir los ingredientes en alimentos como el queso, siempre que esté constituido por productos lácteos, enzimas alimentarias (cuajo), fermentos lácticos y sal. En estos productos solo se incluyen algunos datos acerca de los quesos, como la proporción en la que se encuentran (por ejemplo, mozzarella, 78%). En este sentido conviene saber que los ingredientes deben enumerarse en orden, según su peso en el producto, y si alguno de ellos se destaca de algún modo en el envase debe especificarse su cantidad, tal y como se hace en estos casos.

En la lista de ingredientes de estos quesos también se indica la presencia de algún compuesto extraordinario. En el caso de “Queso Cheddar (contiene colorante caroteno)”, o la advertencia de que contienen algún alérgeno. Como en President Especial Pizza, que destaca la palabra “leche” junto al nombre de cada variedad de queso. En realidad, esto último no es necesario, ya que bastaría con destacar la palabra “queso”, tal y como se hace en El Caserío 4 quesos, dado que la legislación entiende que eso es suficiente para que los consumidores estén informados a este respecto.

La mala fama del queso fundido

En los quesos fundidos la lista de ingredientes suele ser más larga, porque además de contener queso, incorporan otros productos lácteos –como suero lácteo, mantequilla, proteínas de la leche o leche desnatada– y otros ingredientes como agua, sales fundentes, correctores de acidez o conservantes. Este es uno de los motivos por los que suelen ser vistos con recelo por muchos consumidores. Generalmente los quesos fundidos tienen menor valor comercial que los quesos, sobre todo porque contienen menos proporción de ingredientes lácteos.

Pero eso no significa que se trate de un producto indeseable. Su característica más destacable es que se elaboran “a la carta” para lograr que se comporten de una determinada manera cuando hacemos uso de ellos: por ejemplo, para que se fundan sobre una lasaña sin quemarse y sin que se separe la grasa del resto del producto, como sí puede ocurrir con muchos quesos que no son fundidos. Para conseguirlo se elaboran aplicando diferentes procedimientos (fusión, agitación…) y distintos parámetros (temperatura, velocidad de agitación…) en función del resultado que se quiera obtener. Además, se utilizan sales fundentes, como polifosfatos o citrato sódico, que cumplen la función de cambiar la estructura interna del queso para evitar que se produzca esa separación de la grasa durante el cocinado.

¿Por qué llevan patata?

Circulan infinidad de mitos, bulos y rumores acerca de los quesos rallados y los quesos fundidos, que hacen desconfiar a muchas personas sobre su composición. Se dice, por ejemplo, que algunos productores añaden patata o incluso madera para abaratar el producto. En realidad, lo que se emplea en algunos casos es celulosa, almidón o fécula de patata, pero no para hacerlos pasar por queso, sino porque cumplen una función tecnológica: estos compuestos absorben humedad, lo que evita así que el queso rallado o en polvo se apelmace. Podemos encontrar celulosa en El Caserío 4 quesos y fécula de patata en Millán Vicente, Arla, President y Eroski emmental. Este último es el único en el que se hace alguna referencia a la cantidad, para advertir que no supone más de un 3% del producto. En El Caserío en polvo y El Caserío Filatto encontramos almidón modificado y dextrina de maíz, que en principio podrían ejercer esa misma función, aunque esta última se declara en la lista de ingredientes como “fibra”.

Grasa y proteínas

El queso es un alimento que está compuesto básicamente por grasa y proteínas. Su proporción depende del grado de maduración, ya que a medida que pasa el tiempo el producto va perdiendo agua por evaporación y los nutrientes se van concentrando. Es decir, en un queso fresco la proporción de grasa y proteínas es menor que en un queso maduro que tenga el mismo peso. Esto explica las diferencias existentes entre algunos de los productos analizados. Así, Ferrarini, Eroski Seleqtia y Eroski, que se elaboran con los quesos con mayor grado de maduración, son también los que presentan la mayor proporción de grasas y proteínas, 62% y 56%, respectivamente.

Por su parte, los quesos Millán Vicente (48%), Arla (45%) y President Especial Pizza (46%) resultan los que contienen menor proporción de estos nutrientes debido a su mayor contenido en agua, al tratarse de variedades con menor grado de maduración. En cualquier caso, los productos que presentan las proporciones más bajas de grasa y proteínas son los quesos fundidos El Caserío en polvo (40%) y El Caserío Filatto (42%), debido a que en su elaboración se utiliza agua y otros ingredientes con menor proporción de grasa y proteínas que el queso, como leche desnatada o suero lácteo.

En definitiva, por lo general la proporción de grasa y proteínas puede orientarnos acerca de la calidad del queso, ya que a menudo guarda una relación directa con su valor comercial. Los quesos maduros, que son también los más apreciados, presentan una elevada proporción de estos nutrientes, mientras que los quesos menos valorados, como los frescos y, sobre todo, los fundidos, presentan valores más bajos. Aunque este criterio no es infalible.

Esto suele entrar en contradicción con los aspectos nutricionales debido, entre otros aspectos, a la elevada proporción de grasas que habitualmente contienen los quesos maduros. Como era de esperar, los que presentan los valores más altos de grasas son Ferrarini (30%), El Caserío 4 quesos (28%), Eroski Seleqtia (29%) y Eroski (29%). Por eso son también los que tienen mayor proporción de grasas saturadas (entre un 18% y un 20%) y los que aportan más calorías, especialmente Eroski Seleqtia (398 kcal/100 g) y Ferrarini (402 kcal/100 g). Esto se traduce en unas 120 kcal por ración (30 g), es decir, una cantidad equivalente a las calorías que aportan dos manzanas o una magdalena. No todo se reduce a contar calorías (no es lo mismo comer magdalenas que comer manzanas), pero es conveniente tener en cuenta el aporte calórico del queso, sobre todo porque solemos añadirlo a platos que ya son de por sí muy calóricos, como pasta o pizza. Por ejemplo, un plato de espaguetis a la boloñesa aporta unas 500 kcal.

La sal marca la diferencia

El queso se encuentra entre los alimentos que más sal aportan a nuestra dieta, según el estudio Anibes 2015, debido a que lo consumimos con relativa frecuencia y a que contiene una cantidad considerable de esta sustancia. Para hacernos una idea, se considera que un alimento contiene mucha sal cuando supera el 1,25%. Esta cifra es superada por casi todos los quesos analizados, a excepción de President Especial Pizza (1%), President 4 quesos (1,1%) y Eroski emmental, que sorprendentemente solo contiene un 0,7% de sal. Esto es especialmente llamativo, ya que se trata de un queso maduro y son precisamente estos los que más sal suelen contener, ya que su proporción aumenta a medida que se evapora el agua durante el proceso de curación. Es lo que ocurre con Ferrarini (1,6%), Eroski Seleqtia (1,5%) o El Caserío 4 quesos (1,45%), que son los quesos que más sal contienen. Los quesos fundidos merecen mención aparte porque la cantidad de sal que se muestra en la etiqueta es desorbitada, concretamente 6,2% para El Caserío en polvo y 5,6% para El Caserío Filatto.

Estas cantidades tan elevadas se explican porque a la hora de calcular la sal que figura en la etiqueta lo que se tiene en cuenta no es la sal de mesa (cloruro sódico), sino el sodio total, que puede encontrarse en cantidades notables también en otros ingredientes, como el glutamato sódico (potenciador de sabor que está presente, por ejemplo, en El Caserío Filatto) y, sobre todo, las sales fundentes, como el citrato de sodio. Los cálculos se hacen de este modo porque es el sodio (y no solo la sal) la sustancia que se relaciona con efectos adversos cuando es consumido en exceso, concretamente con un aumento del riesgo de sufrir hipertensión y enfermedades cardiovasculares.

Por eso la Organización Mundial de la Salud recomienda consumir menos de dos gramos al día de sodio, que equivale a menos de 5 g de sal al día. En España cada persona consume en torno a 10 g de sal cada día, procedente en su mayoría (el 77%) de alimentos elaborados, como embutidos, platos precocinados, conservas, pan o quesos. Cuando tomamos estos quesos normalmente no ingerimos 100 gramos, sino más bien unos 30 g, así que la cantidad de sal que consumimos no está en torno a 1,5 gramos, sino que más bien ronda los 0,5 gramos. Pero en cualquier caso, es una cifra significativa para una cantidad tan pequeña de alimento, y no digamos ya si hablamos de los quesos fundidos, en los que la cantidad de sal por ración está en torno a 1,8 gramos. Por eso en este aspecto el queso más recomendable es Eroski emmental, con un 0,7% de sal, es decir, 0,2 gramos de sal por ración.

El podio más salado*
  • El Caserío en polvo: 6,2%
  • El Caserío Filatto: 5,6%
  • Ferrarini: 1,6%
  • Eroski Seleqtia: 1,5%
  • El Caserío 4 quesos: 1,45%
  • Arla: 1,4%
  • Millán Vicente 1,1%
  • President 4 quesos: 1,1%
  • President Especial Pizza: 1%
  • Eroski emmental: 0,7%

*Contenido de sal. En los productos El Caserío, las cifras tan elevadas se explican por la presencia de citrato de sodio, que se contabiliza como sal. Se considera que un alimento contiene mucha sal cuando supera el 1,25%.

Gasto de una familia al año

  • Eroski emmenta:l 37 €
  • Millán Vicente: 66 €
  • El Caserío en polvo: 80 €
  • El Caserío Filatto: 80 €
  • President Especial Pizza: 83 €
  • President 4 quesos: 83 €
  • El Caserío 4 quesos: 84 €
  • Eroski Seleqtia Grana Padano: 99 €
  • Arla: 108 €
  • Ferrarini: 238 €

Datos de una familia de cuatro miembros con un consumo de una ración (30 g) por semana.

No es para consumo habitual

En resumen, los quesos contienen proporciones notables de grasas, grasas saturadas y sal y aportan una cantidad importante de calorías. Todos estos factores son puntuados de forma negativa en el sistema Nutri-Score, lo que explica que todos obtengan una D. Ahora bien, esto no significa que no podamos comer queso. En realidad, es un alimento que tiene cabida dentro de una dieta saludable, pero no para un consumo diario. Si nos fijamos en una guía dietética de referencia, como la de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, veremos que la recomendación es “limitar el consumo”. Además, es importante tener presente que no todos los quesos son iguales. De hecho, conviene priorizar el queso fresco sobre el resto.

El envase importa

Los quesos rallados se venden generalmente en bolsas de plástico que pueden parecer muy similares, pero en realidad existen algunos detalles diferentes entre ellas. Quizá el que primero llama la atención es el tamaño. Los quesos analizados se comercializan en formatos comprendidos entre los 60 g de Ferrarini y los 200 g de Eroski emmental, aunque lo más habitual es encontrar envases de 150 g. El tamaño guarda relación con el tipo de queso. Las variedades de queso curado, como parmesano y Grana Padano, tienen poca agua, así que ocupan menos volumen que otros más frescos, como la mozzarella. Además, los primeros tienen sabores y aromas intensos, así que normalmente necesitamos añadir poca cantidad a los platos. Por eso se comercializan en formatos más pequeños que cuando se trata de otras variedades más suaves, como mozzarella. De este modo se consigue que el precio no sea tan elevado, ya que esas variedades suelen ser más caras que esta última.

El envase tiene una importancia fundamental en la conservación. Por ejemplo, en los quesos maduros se utilizan bolsas completamente opacas, ya que son más sensibles a volverse rancias, un proceso que se ve favorecido por la exposición a la luz. En otras variedades menos curadas y también menos sensibles a la luz, el envase tiene una pequeña parte transparente que permite ver el producto.

La mayoría de los quesos están envasados en atmósfera protectora, es decir, van acompañados de una mezcla de gases inocuos –normalmente dióxido de carbono, nitrógeno y oxígeno– que tienen la misión de alargar su vida útil. Esto no ocurre en los quesos fundidos, ya que reciben un tratamiento térmico de pasteurización y, además, contienen conservantes, concretamente sorbato potásico, que evita el desarrollo de mohos.

En cualquiera de los casos, cuando abrimos el envase se pierde la protección, así que la vida útil se reduce drásticamente: la duración es de aproximadamente cinco días. Por eso, si no vamos a comerlo todo de una vez, es deseable cerrar bien la bolsa para que el producto se conserve mejor y no entren aire, humedad o microorganismos, como mohos. Para ello los productos analizados incluyen un sistema de cierre, que en todos los casos es de tipo zip, salvo en Millán Vicente, que consiste en una tira adhesiva, lo cual puede resultar más incómodo.

Grandes diferencias de precio

Los precios de los productos analizados están comprendidos entre 1,03 € de El Caserío en polvo y El Caserío Filatto y los 2,59 € de Arla. Pero para hacer una comparación más justa conviene evaluar el precio por ración, que está comprendido entre 0,18 € de Eroski emmental y 1,15 € de Ferrarini. Era de esperar que este último se encontrara entre los más caros, dado que se trata de un queso de alto valor comercial –se elabora con un queso italiano curado y con denominación de origen–, pero su precio parece demasiado elevado, sobre todo teniendo en cuenta que Eroski Seleqtia reúne esas mismas características y es mucho más asequible (0,48 €). También parece excesivo el precio de Arla (0,52 €), cuando hay otras mozzarellas, como Millán Vicente, con un precio sensiblemente inferior (0,32 €). En cualquier caso, el que presenta una mejor relación calidad-precio es Eroski emmental (0,18 €).

Conclusiones

Los quesos rallados tienen un contenido de sal muy significativo y una proporción elevada de grasa, lo que hace además que su aporte calórico sea alto. Por eso no son recomendables para un consumo habitual. En cualquier caso, hay notables diferencias entre ellos. Para empezar, hay que distinguir entre quesos y quesos fundidos. Estos últimos, como El Caserío Filatto y El Caserío en polvo se comportan mejor ante el calor (no se separa la grasa del resto del producto), pero tienen menos proporción de grasas y proteínas debido a su menor contenido de ingredientes lácteos. Por eso son de una categoría comercial inferior, lo que explica su bajo precio (0,39 €/ración). Además, tienen una cantidad muy elevada de sodio (lo que se traduce en aproximadamente un 6% de sal), así que conviene decantarse por los quesos.

Entre los quesos podemos encontrar diferentes opciones; por ejemplo, con un solo tipo o una mezcla de ellos, o con variedades de mayor o menor grado de maduración. En este sentido, la elección depende sobre todo de nuestros gustos (sabor, aroma y textura) y del uso que le vayamos a dar. Por ejemplo, si vamos a cocinar una pizza quizá nos interese utilizar mozzarella. En este caso la mejor elección sería Millán Vicente, que es el que tiene una mejor relación calidadprecio (0,32 €/ración).

Si lo que queremos es un queso curado de sabor intenso y de alta calidad comercial podemos optar por Ferrarini o por Eroski Seleqtia, que gozan de denominación de origen protegida. Entre ellos la mejor elección es, sin duda, Eroski Seleqtia, con una relación calidad-precio muy buena (0,48 €/ración). En términos generales, la mejor elección es Eroski emmental, que destaca sobre todos los demás, no solo por su buena relación calidad-precio, con tan solo 0,18 €/ración, sino también por su escaso contenido de sal (0,7%).

Recomendaciones de compra
  1. Tipo de producto. Observa la etiqueta para saber si se trata de un sucedáneo de queso, de queso fundido o de queso. La mejor elección es el queso, que además nos da información de la variedad.
  2. Ingredientes. Es importante saber si el producto contiene leche o si en su lugar tiene otros derivados lácteos menos apreciados, como suero de leche, proteínas lácteas…
  3. Información nutricional. Generalmente cuanto mayor es la proporción de grasa y proteínas, más apreciado es el queso.
  4. Cantidad de sal. Más de 1,25% se considera una cantidad excesiva.
  5. Precio. Varía mucho entre diferentes productos. En algunos de los más caros el precio no parece justificado, considerando sus características.

Atención a los detalles: el tipo de producto, los ingredientes y el precio