Un caramelo esculpido en el corazón del Pirineo
Comienza el verano en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Con las primeras luces del día, la figura dorada de un quebrantahuesos otea las cumbres de las Tres Sorores, pico emblemático del parque. Mientras, mil metros por debajo, un grupo de sarrios se despereza entre manchas de pino negro y mantos de vistoso rododendro. En el fondo del valle, la corriente del río Arazas se desploma en la mítica cascada de la Cola de Caballo, que aguarda la llegada de montañeros avezados y excursionistas.
Escalada al centenario
Las expediciones del botánico y geólogo francés Ramond de Carbonnières, que holló por primera vez la cima de Monte Perdido en 1802; el trabajo divulgador del fotógrafo y escritor Lucien Briet y las andanzas de otros pirineístas contribuyeron a que en 1918 el valle de Ordesa fuera declarado Parque Nacional. Es el segundo más longevo de España, tras Picos de Europa, y fue ampliado en 1982 hasta las 15.608 hectáreas que hoy conforman el macizo de Monte Perdido y los valles de Ordesa, Pineta, Escuaín y Añisclo.
Conocer y sentir la montaña
La mejor toma de contacto con el Parque oscense tiene lugar en el centro de visitantes de Torla. El reto, la sabiduría y la fuerza que representan las montañas se dejan sentir en la combinación de paneles informativos, maquetas y piezas audiovisuales que están a disposición del público. Este punto de información y exposición permanente recoge aspectos de la flora, fauna, geología, etnografía y hasta la mandíbula fósil de un cocodrilo que habitó en Ordesa hace 57 millones de años.
Sin temor pero con respeto
Varias decenas de rutas señalizadas surcan todas las vertientes del Parque Nacional. Hay que acudir a la montaña en compañía, sin temor pero con respeto y con la experiencia y la forma física que exige el itinerario que se desea realizar. La ropa y el equipo debe ser el adecuado, ya que que puede variar el tiempo y la temperatura durante la marcha, y siempre hay que consultar los partes meteorológicos que proporciona el personal del Parque. En los puntos de partida hay carteles con consejos, la normativa vigente y las características y duración aproximada de cada ruta. El recorrido más transitado de Ordesa es el que conduce hasta la fotogénica cascada de la Cola de Caballo. El trayecto salva un desnivel de 550 metros. La senda atraviesa un tupido bosque mixto y descubre a su paso las cascadas de Arripas, La Cueva y El Estrecho. Superado el desnivel se accede al circo de Soaso, un inmenso cuenco tapizado de hierba donde se forma el salto de agua más fotografiado del Parque.
Una senda hacia el cielo de Ordesa
Los más preparados pueden tomar desde la pradera de Ordesa la exigente Senda de los Cazadores. La subida salva un desnivel positivo de 650 metros en algo más de una hora y media y va trazando un excalestric por el hayedo hasta alcanzar los dominios del pino negro (Pinus uncinata), un auténtico equilibrista de los roquedos que crece a partir de los 1.600 metros de altitud y que pace acompañado de rododendros. Durante el ascenso fascina el Circo de Cotatuero rasgado por su interminable cascada y las vistas, cada vez más lejanas, del aparcamiento y la pradera. En el alto espera el mirador de Calcilarruego, un anfiteatro de vértigo con vistas frontales al Racón, el Gallinero y la Faja de las Flores. Con las reservas de oxígeno restablecidas, se llanea a continuación por la Faja de Pelay, un cinturón bajo la Sierra de las Cutas desde el que se obtiene una vista casi aérea del valle de Ordesa. Un encuadre privilegiado del surco que deja el río Arazas entre las hayas, del Circo de Soaso, Sierra Custodia y las figuras dominantes de las Tres Sorores.