Ante el calor, cómo parar el golpe
Cielos despejados, tiempo libre, jornadas playeras, excursiones y calor. No se trata del anuncio de un viaje sino de los principales reclamos por los que muchos esperan a que llegue el verano. Claro que pocos son los que ven detrás el peligro que esconde alguno de ellos, como por ejemplo el calor. Aunque algunas personas se declaren más amigas del calor que del frío y demuestren su militancia con sesiones maratonianas bajo el sol, el cuerpo humano no está preparado para soportar el calor asfixiante. Las altas temperaturas que se registran durante el verano, y en especial, cuando se originan olas de calor pueden producir el temido golpe de calor, un cuadro que llega a ser grave y mortal si no se actúa con celeridad. Por eso, conviene tener en cuenta una serie de precauciones para evitar poner en peligro nuestra salud y bienestar, y ante todo no dejarse el sentido común en casa. Buscar la sombra, beber con frecuencia, refrescarse, abanicarse y evitar salir a la calle en las horas centrales del día parecen medidas lógicas que toda la población debería aplicar cuando el sol y el calor aprietan. Pero, por desgracia, los casos de golpe de calor que se registran cada verano demuestran que el sentido común brilla por su ausencia y que para prevenirlo la población aún debe pasar de la teoría a la práctica.
¿Qué es un golpe de calor?
El calor suave resulta agradable, pero en exceso puede llegar a producir problemas serios como el golpe de calor. Este fenómeno se origina cuando los mecanismos de regulación del cuerpo fallan y la temperatura corporal sube por encima de los 40 grados. El organismo humano funciona a unos 37 grados de temperatura y es bastante sensible a las variaciones de las temperaturas externas, sobre todo de las más calurosas. Para ello, dispone de mecanismos que regulan su temperatura, como el sudor, y distribuyen el calor mediante la sangre y lo expulsan hacia el exterior. Cuando se sufre un golpe de calor, todos estos mecanismos dejan de funcionar, sube la temperatura corporal y se pierden abundantes líquidos corporales, todo ello eleva las probabilidades de padecer daños neurológicos e, incluso, de morir.
Síntomas y víctimas
No hay una temperatura concreta por la que se origina el golpe de calor. Debe ser alta, pero varía según la fragilidad de cada individuo y de la localización geográfica. Hay que tener en cuenta que sus efectos pueden observarse durante los tres primeros días y hasta una semana después del golpe de calor. Es más probable que las personas lo padezcan durante el inicio del verano y no hacía al final, debido, según distintos estudios, a que el cuerpo aún no se ha aclimatado al calor. Los principales síntomas que delatan que el calor nos ha golpeado son los siguientes:
- Aumento importante de la temperatura corporal (39ºC o más).
- Piel enrojecida, caliente y sin sudor.
- Aumento de las pulsaciones o frecuencia cardiaca.
- Dolor de cabeza punzante
- Pérdidas de memoria
- Pérdida de conocimiento
centrales del día son medidas esenciales
El golpe de calor, como indica su denominación, ataca a sus víctimas de forma inesperada, ya que sus síntomas pueden aparecer de repente. Las personas más vulnerables son los menores de seís años y los mayores de 65. En ambos casos sus mecanismos de regulación de temperatura corporal no funcionan bien, sudan menos y soportan peor el calor. Los enfermos crónicos o con otras patologías previas, como las mentales, las respiratorias y, sobre todo las cardiovasculares, tienen un riesgo mayor de sufrir estos episodios ya que el calor eleva el riesgo de infarto. Las personas con alguna discapacidad psíquica o física, y las que toman medicación con capacidad para interferir en la regulación de la temperatura corporal son también más vulnerables.Tres son los grupos de fármacos que pueden interaccionar con las altas temperaturas: los que agravan el agotamiento y la deshidratación (diuréticos, antiinflamatorios no esteroideos, antihipertensivos, fármacos para la insuficiencia cardiaca, antidiabéticos orales, antimigrañosos, sales de litio y hormonas tiroideas); los que elevan la temperatura corporal (neurolépticos y antidepresivos); y los que empeoran de forma indirecta los efectos del calor al reducir la capacidad de reaccionar del organismo (somníferos, ansiolíticos y antihipertensivos).
Hay otro gran colectivo de personas más vulnerables: los turistas. Los que viajan de áreas geográficas frías a otras más cálidas son más sensibles de padecer un golpe de calor. Y es que cada persona está adaptada a su propio clima y que, cuando sale de los rangos de temperatura acostumbrados, es más sensible a los efectos del calor.
Actuar con celeridad es clave para salvar a la víctima del
golpe de calor. De lo contrario, puede sufrir secuelas a
nivel neurológico o incluso morir. Las personas que han
sufrido uno de estos graves episodios, en principio, no
tienen más probabilidades de padecer otro, salvo si no se
toman las precauciones oportunas.
Ante un golpe de calor, se debe avisar de manera inminente
a los servicios sanitarios y, enseguida, enfriar a la
víctima, apartarla del sol, situarla en un lugar fresco y mojarla
con agua fría para bajarle la temperatura corporal. Estas
son las medidas que deben aplicarse hasta que llegue
el servicio sanitario. Una vez en el hospital, el tratamiento
consiste en bajar la temperatura corporal e hidratar a la
persona.
Prevención: aplicar el sentido común
La prevención es la mejor arma para combatir las altas temperaturas. Cuando se notan sus síntomas, puede ser demasiado tarde. Los planes preventivos, dirigidos por las autoridades sanitarias a la población, proponen medidas al alcance de cualquier persona.
- En casa: controlar la temperatura. Durante las horas de sol, deben bajarse las persianas de las ventanas y, durante la noche, abrilas para refrescar la casa. Se aconseja permanecer en las habitaciones más frescas y recurrir a algún tipo de climatización, como los ventiladores o el aire acondicionado.
- En la calle: evitar el sol directo, cubrirse la cabeza con gorros y sombreros, caminar por la sombra, permanecer bajo una sombrilla cuando se esté en la playa y descansar en lugares frescos de la vía pública o en lugares cerrados que estén climatizados. Es importante llevar agua y beber a menudo, así como mojarse un poco la cara e, incluso, la ropa, que debe ser ligera (como la de algodón), de colores claros y holgada.
- De viaje: es crucial evitar desplazarse durante las horas de más sol. Si no es posible, hay que seguir al pie las recomendaciones anteriores y más si se viaja con niños.
Con los demás: vigilar a las personas que viven solas, visitarlas una vez al día, ayudarlas a seguir los consejos para combatir el calor (sobre todo si son mayores), y si toman medicación, revisarla con su médico por si puede influir en la termorregulación. En ese caso, debe ajustarse o cambiarse.
- En el botiquín: los fármacos deben guardarse en un lugar de la casa a salvo de la exposición directa al sol y de las altas temperaturas. El calor puede afectar a su calidad y provocar alteraciones en sus propiedades. Por eso, cuando se adquiere un fármaco por primera vez es crucial leer el prospecto para saber a qué temperatura conservarlos. De hecho, para asegurar su estabilidad y efectividad, hay algunos medicamentos que exigen refrigeración.
- En los días de más calor, alejarse del sol y refrescarse a menudo con duchas frecuentes y rápidas y toallas mojadas con agua.
- Permanecer el mayor tiempo posible en lugares frescos, a la sombra y climatizados. Si no se tiene aire acondicionado o ventilador, intentar pasar al menos dos horas al día en lugares que sí lo tengan como grandes almacenes, bibliotecas o cines.
- Anticiparse a la sed: beber agua abundante y zumos de fruta, incluso sin tener sed, y hacer que los niños y los ancianos también beban.
- No tomar bebidas alcohólicas.
- Evitar las comidas muy calientes y calóricas.
- Reducir la actividad física al mediodía, que es cuando hace más calor.
- Evitar realizar esfuerzos físicos y actividades muy intensas en las horas de más calor.
- Usar ropa clara, ligera y de algodón para que deje transpirar.
- Mantener las medicinas en un lugar fresco, porque el calor puede alterar su composición y efectos.
- Permanecer el mayor tiempo posible en lugares frescos, a la sombra y climatizados,
Fuente: Xavier Basagaña, del CREAL, plan POCS del Departamento de Salud de Cataluña y Ministerio de Sanidad, Política Social y Consumo