Emilia Herranz, médico y presidenta de MSF España

"Se está pidiendo a las ONG que se posicionen, y esto es muy perverso"

1 octubre de 2004
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¿Corremos el riesgo vacunarnos contra la miseria?

Cuando persiste una saturación de mensajes, las personas podemos perder la perspectiva, sobre todo ahora que se está abusando de las crisis mediáticas. Y me explico. Iraq, Afganistán y Palestina acaparan la casi totalidad de información sobre guerras y conflictos, y si bien es cierto que lo que allá sucede es horrible, existen mayores injusticias humanas, si éstas se pudiesen cuantificar, pero que al no ser publicitadas por los medios de comunicación ni usadas por los políticos, no cuentan. Lo que sucede en Sudán y en otros conflictos olvidados del planeta no son crisis políticas, “sólo” son crisis humanas que generan miles de muertos y desplazados y ninguna noticia.

Actualmente la discusión en Dafur Norte está centrada en si se está produciendo un genocidio o no. Es precisamente un lugar que MSF conoce muy bien, pues lleva varios años trabajando allí. ¿Qué le supone esto?

Lo que está sucediendo en Sudán es intolerable, se llame como se llame. Hay miles de personas que se están muriendo y no tendrían por qué hacerlo. Por eso es tan importante estar informado y querer conocer la realidad. Si te cuentan que una familia está en su casa, con mayor o menor miseria pero en su hogar, y llegan unos hombres armados que violan y matan a la hija, rematan al marido en el suelo, queman la casa y que la madre tiene que coger a su bebé en brazos y comenzar a caminar no sabe adónde, hasta que llega a un campo donde estará hacinada y donde morirá su bebé por desnutrición… es difícil no sentirse involucrado. Este panorama es espeluznante, y muy común.

También querrá saber por qué pasa.

Eso no es lo importante, lo fundamental de la información es que sirva para convencer a la sociedad española, a la francesa, a la belga, a cualquiera, de que haga algo. La sociedad civil en nuestros países puede presionar a sus dirigentes, tenemos unos políticos que hemos elegido y a quienes se les pueden exigir actos concretos. Hay ejemplos de que esa presión funciona, pero por desgracia la propia sociedad no es consciente de su poder. En un mundo tan globalizado como el nuestro, el mundo es responsable del mundo y si bien Occidente no es la solución, ni la única causa, es responsable, pues el que más tiene y más debe dar. Ahí también entramos las ONG, aunque nuestra labor no sea solucionar los problemas. Nosotros decimos lo que está pasando y señalamos a quien debe que tomar medidas. Esto lo compartimos con la sociedad para juntas realizar la acción humanitaria. Específicamente, la labor de las ONG es la práctica de ayuda humanitaria, es decir, la asistencia de las sociedades vulnerables y vulneradas de la que nos ocupamos sobre el terreno.

Una ayuda que cada vez les es más difícil de prestar. Han tenido que abandonar Afganistán, están planteándose su presencia en el Cáucaso Norte. ¿Hasta qué punto las ONG son objetivos militares?

Cuando acudes a lugares en conflicto asumes un riesgo, pero nunca la posibilidad de ser objetivo, porque no somos parte del conflicto. Nuestro amparo es el Derecho Internacional Humanitario. Hasta el 11-S era válido, pero una preocupación en la actualidad es que empieza a ser violado sistemáticamente. A nosotros nos importa la población de un país y para atenderla llegas, al menos llegabas, a un acuerdo con todas las partes para que se respete el espacio donde trabajamos. Ahora nos es cada vez más difícil y te ves obligado a irte, pues un cooperante muerto no sirve para nada. Y es muy triste, es horroroso tener que abandonar después de 24 años un país porque no puedes hacer nada. Podrías seguir, pero con protección, lo cual te convierte en parte del bando que te protege. De hecho, se está pidiendo a las ONG que se posicionen y esto es muy perverso. Médicos Sin Fronteras somos afortunados porque económicamente somos independientes y eso nos hace libres, pero no todas las organizaciones lo son y cada cual debe tomar sus decisiones. En cualquier caso será una decisión legítima ya que el fin último, y primero, es ayuda a la población civil. Pero es una decisión muy difícil.

Si unos les quieren convertir en sus aliados, otros les tomarán por enemigos. ¿Estamos asistiendo al epílogo de las organizaciones no gubernamentales tal y como las conocíamos?

Creo que se están confundiendo algunos términos. Cuando los militares utilizan los mismos coches que los cooperantes y ofrecen raciones alimenticias y medicamentos, no se perciben con claridad las responsabilidades de unos y de otros. Las partes del conflicto manipulan, y esto degenera en que la población civil, que siempre es la que pierde, termine sin recibir ayuda. Y hoy en día, ser civil es más peligroso que ser militar, por lo que necesita más ayuda. El Derecho Internacional Humanitario, al que me refería antes, determina que quien atiende humanitariamente a la población civil no debe tener ningún vínculo político. Las ONG no somos actores políticos, sí decimos a los políticos qué tienen que hacer, aportando causas, datos y soluciones, pero no hacemos política ni tenemos vínculos políticos. Los militares, obviamente, son una parte política.

En ocasiones las cifras de damnificados, las estadísticas que contagios de SIDA, por ejemplo, son tan exageradas que hace que se desconfíe de la verdad de esa información.

Es cierto, a veces las cifras se corrompen. Un mismo país, si necesita ayuda, las infla; si precisa inversión, las corrige. Pero en el caso del SIDA, las cifras que se manejan de la OMS (Organización Mundial para la Salud) son incluso menores que las reales, pues hay mucha población que no sabe que está infectada. Para comprobarlo sólo hace falta ir a África. Quienes visitamos aquellos países antes y después de la pandemia lo percibimos. El SIDA está cambiando la estructura social de estos pueblos. África se está quedando sin población activa. Es una catástrofe humanitaria cuyos efectos da miedo predecir. Hoy por hoy es la mayor causa de mortalidad del mundo. La que más morbilidad o enfermos genera continúa siendo la malaria, pero las muertes las está produciendo el SIDA. Y a mí, personalmente, me da vergüenza. El SIDA no era una enfermedad de los países pobres relacionada con la miseria o la falta de higiene. En el Norte se tomó muy en serio y si sigues su evolución histórica, ves que cuando empiezan a bajar las cifras estalla en el Sur, cuando nosotros ya sabíamos cómo controlar la enfermedad. Las medidas que se han tomado han sido un fracaso, pues se diseñaron bajo pautas occidentales. Hemos llegado a un punto en que si bien la prevención es importante, es imprescindible desarrollar una política de tratamiento farmacológico.

¿Tanto cuesta acercarlo al Sur?

No hay voluntad política. La única solución a este problema es entenderlo como un mal mundial al que hay que hacer frente. Y un punto de partida es asumir que las empresas farmacéuticas también puedan ser reguladas, y ahí entra la voluntad política a través de las instituciones públicas.

¿Qué les supuso ser merecedores del premio Nobel de la Paz?

(Sonríe). Tantos años trabajando en guerras y nos dan el Nobel de la paz… Aquello fue importantísimo. Por un lado, debido a la satisfacción que supone ver reconocido el esfuerzo de miles de personas y el apoyo de miles de socios; por otro, porque el dinero del premio fue muy bien recibido y muy bien gastado; y por último, pero tal vez lo más importante, porque el Nobel es un salvoconducto que confiere un estatus diferente a quien lo recibe. Desde su concesión, puertas cerradas durante mucho tiempo se nos abrieron.