¿Es consciente de su capacidad como prescriptor y de la responsabilidad profesional y ética que entraña que desde un programa de tanta audiencia y prestigio como “Discópolis” se elogie un determinado disco?
Por supuesto, tengo conciencia de ello. Estudié Periodismo y atendí mucho a la asignatura de Ética y Deontología. Sabiendo que quería ser periodista y que aspiraba a estar ligado profesionalmente a la música, tuve la precaución de ir al Conservatorio a formarme y todavía no he dejado de estudiar. Reconozco que recibimos presiones de las compañías de discos, no en vano es uno de sus cometidos, pero te aseguro que no logran variar nuestro criterio: como periodista de una cadena pública, tengo muy claro que estoy aquí para poner mis conocimientos musicales al servicio de la sociedad.
Soy absolutamente independiente. Como profesional de la comunicación mi función es dar noticias, en este caso de música, y no tengo intereses en ninguna empresa que no sea RNE. Mi público es la sociedad, y para ella me abastezco de toda la música posible. En Radio 3 contamos con medios para llegar a todo tipo de músicas, los propios autores nos entregan sus discos editados o las maquetas, además pertenezco a una red europea de críticos que me permite hacerme con discos de cualquier punto del mundo de forma rápida. Tras esta recopilación permanente de material, sólo queda presentar las novedades, y a eso yo le sumo un cierto toque propio, el académico, porque intento enseñar algo. Empecé con el programa Discópolis el 5 de enero de 1987 cuando una panda de locos, Peter Gabriel y algún otro que hacía una música diferente dentro del rock, crean un sello que luego abarcaría a lo que más tarde se llamó la world music. Era una apuesta arriesgada, una mezcla de rock con sonidos de raíces étnicas y toques folk, algo que todavía no estaba muy perfilado, pero yo confié en este movimiento. Al final, se trata de abrirte a autores que hacen cosas nuevas, que mezclan músicas y culturas distintas en igualdad de condiciones, que unen lenguajes, que crean…
Su programa ha apostado desde siempre por la mezcla de culturas, en lo que parece una toma de postura ante la creciente llegada de inmigrantes a nuestro país. Hoy, que tanto se discute la multiculturalidad al asociarse este concepto a la existencia de ghettos de cada etnia en las ciudades, ¿sigue siendo válido lo “multicultural”?
Esta música te lleva a reconocer que quien tienes al lado, aunque provenga de un país que queda a miles de kilómetros del nuestro, es igual que tú y tiene tus mismos derechos. El concepto que yo desarrollo en mi programa es la mezcla, pero hay un problema semántico, de terminología, con la multiculturalidad. En Discópolis se habla de música de mezcla, de hecho se emite también por radio Multiculti de Berlín. Recurrimos al pensador José Monleón, para que nos orientara sobre cómo tratar esta cuestión. Si entendemos que hacemos una mezcla igualitaria y permeable de las culturas, que se opone a que permanezcan en ghettos, acertaremos hablando de multiculturalidad. Si hemos luchado contra el apartheid, hemos de ser coherentes. Pero, cuidado, las mezclas hay que hacerlas bien. Por ejemplo, en la música no vale todo, porque puedes conjugar dos estilos que acaban no funcionando. En el ámbito social, nos serviría de mucho recordarnos que venimos de distintas raíces y que la mezcla enriquece.
¿Qué opina sobre el tan repetido comentario de que el rock ha muerto y de que las bandas actuales no hacen sino repetir con ínfimas variaciones esquemas y caminos trazados por grandes grupos como Beatles, Rolling Stones, Velvet, Genesis, King Crimson, Pink Floyd, Kinks o Led Zeppelin…? ¿No se ha hecho nada importante en los veinte últimos años? ¿Son los Smiths, Nirvana, Talking Heads, Oasis y U2, por ejemplo, sólo un calco de lo anterior?
El rock no ha muerto, ni mucho menos, aunque el anuncio de su muerte ha sido mil veces repetido. Lo que muere son las ganas de conocer cosas nuevas. Al oyente puede no interesarle lo que se está haciendo hoy mismo, pero los profesionales tenemos que estar abiertos a las novedades para exponerlas y explicarlas, conscientes de que la oferta está sobredimensionada y de que la capacidad de atención del receptor es limitada, no puede con todo.
Las “tribus urbanas” se pueden definir por los estilos musicales de los que son seguidores. Si nos centramos en la música electrónica y dance, nos preguntamos si las características específicas de esta música explican el consumo de drogas sintéticas, tan asociado al estruendo rítmico y repetitivo del dance.
El otro día, aquí en el estudio, un grupo de compañeros manteníamos un coloquio sobre la polémica que acompaña a estos conciertos. Recordábamos nuestros guateques de los años 60 que, en realidad, eran lo mismo, escuchar música, divertirse y buscar el contacto con los demás. Los conciertos y fiestas de ahora son tal vez los guateques de entonces. Es obvio que las pastillas están asociadas al dance y al tecno pero la pregunta es si son necesarias para disfrutar de la música, yo creo que no. En ese aspecto soy naturista, el cuerpo es capaz de segregar por sí mismo sustancias naturales que te colocan. La música tiene una capacidad de sumergirte en un trance que las pastillas no tienen. A lo mejor estas drogas sintéticas lo hacen de forma más rápida, pero no hay duda de que es más auténtico, más sano y más real dejarte poseer por la música sin sustancias psicotrópicas.
¿Por qué la moda de los discos unplugged, o desenchufados ?
Responden a la idea de marketing de dar lo mismo que ya se había ofrecido antes, que ya se conoce, con un formato distinto, el acústico. Eric Clapton, por ejemplo, había hecho varios discos de grandes éxitos pero el público demanda más, y para complacerlo y así vender más, se recurre a este formato de “desenchufado”. Al final, se trata de las mismas canciones con otro tono. En algunos casos hemos salido ganando porque se ha mimado ese disco, pero no deja de ser lo mismo contado de otra forma.
Con lo que terminamos inundados de versiones…
En los años 60 cada disco de un grupo era mejor que el anterior. Los músicos buscaban no sólo superarse, sino ofrecer frescura, experimentación, novedad, cosas que no se parecieran a lo que ya habían hecho. Los Beatles se superaban en cada grabación: sonaban distintos y mejores año tras año. Y no eran los únicos, Rolling Stones, Pink Floyd y otros grupos intentaban crecer como artistas, evolucionar en su lenguaje. En los años 80 eso se pierde, los grupos sólo buscan hacer discos que se parezcan al anterior y que sea perfectamente identificable como suyo. Se vende la marca, se admite una nueva tendencia del grupo pero siempre dentro de la misma clase, con la garantía de que no va a decepcionar a su clientela. U2, por ejemplo, sacan discos buenos pero siempre son reconocibles, te suenan de los anteriores. Hay algunos grupos que escapan de esto, pero la mayoría, una vez logran su imagen sonora, tratan de mantenerla y recurren a hacer, en la práctica, versiones de sí mismos en lugar de evolucionar y cambiar.
¿En qué propuestas musicales centra ahora su atención?
Estamos viviendo un momento de eclosión de música de mezclas de intereses y de público. Por ejemplo, se edita el disco de Cesaria Évora en España antes que en Francia, con Pedro Guerra cantando una canción de Luis Pastor. Nosotros fomentamos eso, lo apoyamos, pero no lo ponemos de moda, más bien lo descubrimos al público. Somos indomables, apoyamos lo que nos gusta, lo que vemos que tiene algo, pero sucede que las empresas discográficas no son tontas y son capaces de adaptarse.
Desde Radio 3 ha comentado en los últimos 20 años y siempre como especialista consumado, discos de folk y étnico, flamenco, rock sinfónico, rock duro, heavy, minimalista, new age y de ambiente, ruidista y de vanguardia, y, por supuesto, canción de autor. Últimamente parece haberse decantado más por el rock de los 70 y por la última música de raíz o étnica a nivel local y planetario. En su larga y fértil trayectoria sólo le queda por abordar la música electrónica y de baile, por un lado, y por otro, el pop menos rockero de grupos como Radiohead, Oasis, Suede o los novísimos Strokes. ¿Es una casualidad o se trata simplemente de sus gustos personales?
Sí que he pinchado música de la corriente electrónica y de baile. Es más, en el 84 la bauticé como el club de los ruidos, con fanzine incluido. Entonces vivíamos el génesis de la música electrónica, y recuerdo que mi programa lo emitía el sábado por la noche, cuando sólo había una televisión en la que además ponían la mejor película de la semana. Me escuchaban tres gatos. Esa música electrónica es baile, sin despreciarla, no es mi hueco. Para quien la prefiera está “Siglo XXI”, que me sigue cada día en la programación, especializado en la música electrónica.
La música es arte y, a la vez, un producto cultural. Sin embargo, los discos soportan un IVA del 16%, mientras que los libros disfrutan de un IVA reducido, del 7%. ¿A qué atribuye esta discriminación?
Hay un hecho significativo: las ediciones más baratas se venden más que las novedades, porque éstas cuestan mucho más caras. Si puede, el aficionado compra música legal, porque le compensa (mayor calidad, libretos, etc.) y no discos piratas. Pero, respondiendo a tu pregunta, no toda la música es cultura: hay discos comerciales para los que sí tiene sentido el 16% de IVA, y otros que se deberían proteger, como hechos culturales que son, mediante un IVA reducido. Pero surgiría el problema de quién establece qué es cultura y qué no. De cualquier manera, todo lo que sea bajar el precio de los discos lo veo correcto y apropiado.
El sistema educativo se halla en pleno proceso de reforma, pero son muy pocas las voces que han reivindicado la asignatura de Música. Aunque nuestra tradición académica no nos permite soñar con el nivel educativo de otros países europeos en esta materia, ¿cómo cree que debería enfocarse la Música en los programas escolares?
Lo que irrita a un profesional de la música como yo es que no haya un mínimo de cultura musical en la población. Puedes encontrar melómanos jóvenes que están al día en estilos actuales, que compran y escuchan mucha música, pero que no saben quién es Wagner. Pero no hace falta ir a la música clásica: cuando en una selección de personal para una tienda de discos se preguntó a los candidatos quién era Ringo Star, muchos no lo reconocieron como miembro de los Beatles. La carencia en la enseñanza musical llega a todos los niveles, no sólo en la escuela. En las facultades universitarias de Humanidades obvian la música, y esto significa olvidar una expresión artística universal. Algo habría que hacer.