Objetivo: una boca sana
Nuestra dentadura es, además de una importante tarjeta de presentación, la primera parte del aparato digestivo. Una correcta masticación de los alimentos, por ejemplo, evita determinados problemas de estómago, y sólo se puede realizar si nuestros molares se encuentran en buen estado. Otros problemas que puede ocasionar una incorrecta higiene de la boca son caries, gingivitis o infecciones, las patologías más frecuentes de la boca. Para que sea efectiva, la limpieza bucal se debe realizar de la forma y con las herramientas adecuadas. Unos minutos al día de dedicación aseguran una dentadura sana y bonita para toda la vida.
- Es conveniente que las visitas al dentista se realicen de forma rutinaria desde los 3 años, ya que a esa edad ya se ha completado la erupción primaria de los dientes. A partir de esta edad los controles rutinarios son necesarios cada 6 meses o, al menos, una vez al año, y siempre que detecte algún tipo de problema como úlceras, caries, mal aliento, sangrado de encía, movilidad dentaria, alteraciones de la saliva…
- La alimentación es de gran importancia para la boca; los azúcares cariogénicos (presentes en caramelos y dulces) la dañan, mientras que las verduras limpian y fortalecen la salud bucodental. La leche y los derivados lácteos aportan el calcio necesario para los dientes en la fase de formación de éstos.
- No fuerce su dentadura partiendo frutos secos, y evite tomar bebidas o alimentos excesivamente fríos o calientes.
El tabaco perjudica la salud de la boca, ya que contribuye a empeorar la enfermedad de las encías.
El arte del cepillado
- Procure cepillarse los dientes después de cada comida (desayuno, almuerzo y cena). No deje pasar más de quince minutos entre el final de la comida y el cepillado.
- En caso de que sólo pueda limpiárselos una vez al día, hágalo antes de acostarse, ya que durante el sueño la producción de saliva y los movimientos linguales disminuyen, lo que favorece la formación de placa bacteriana si no se ha realizado una buena higiene dental.
- Elija un cepillo de dientes con cabezal de punta redondeada y pequeño para llegar fácilmente a todos los dientes. Sus filamentos han de ser suaves y de puntas redondeadas para evitar lesiones en las encías. Cambie de cepillo cada dos meses.
- Use dentífricos con flúor. Refuerzan la estructura del esmalte y reducen entre un 20% y 40% la posibilidad de que se formen caries.
- Cepille las piezas en grupos de dos o tres. Asegúrese de que el cepillo llegue a todas las superficies dentarias. Para ello hágalo poco a poco y siguiendo un orden: empiece por los dientes de la mandíbula superior, y siga con los de la inferior. El tiempo calculado para realizar la limpieza de modo óptimo es de tres a cuatro minutos.
- Lávese los dientes suavemente, y siempre partiendo de la encía, para no arrastrar la suciedad hacia ella. Recuerde que un cepillado demasiado vigoroso puede dañar sus dientes y encías, y provocar hipersensibilidad dental.
- No se olvide de la limpieza de la lengua. En ella se acumulan gran cantidad de bacterias, por lo que su cuidado es necesario para mantener la salud bucal. Para limpiarla, frótela con suavidad hacia delante usando el cepillo de dientes o un limpiador lingual.
- Cuide los espacios interdentales. Si no tiene apenas espacio entre los dientes, use la seda dental. Si entre sus dientes tiene suficiente espacio (por perdidas o por movimientos dentarios), utilice un cepillo especial llamado cepillo interproximal.
- El uso de la seda dental es sólo aconsejable en los niños a partir de los doce años, ya que a esta edad ya han alcanzado el desarrollo neuromuscular adecuado para un control efectivo de la técnica.
- Mueva la seda de arriba abajo sobre la cara lateral del diente. No olvide pasar la seda sobre las caras laterales de las últimas muelas. Tras el uso de la seda, enjuáguese la boca para eliminar los restos de alimentos o de placa desprendida.