Necesarias para unos, contaminantes para otros
El debate de qué hacer con la ingente cantidad de basura que generamos -1 kilogramo al día por persona en países desarrollados- parece no tener fin. Tras quedar patente que acumular residuos y retirarlos de nuestra vista ya no resulta factible, la controversia surge al tratar de dar con fórmulas que permitan deshacerse de los residuos sólidos urbanos de la manera más inocua para los humanos y más respetuosa con el medio ambiente. Las famosas 3R (reciclar, reutilizar y recuperar) ayudan a paliar la multiplicación de residuos, sin embargo, no solucionan el problema porque distan mucho de ser una práctica habitual (en España, el 70% de los residuos va al vertedero, sólo el 11% se recicla; en países como Holanda se recicla el 30%). Aunque criticada por organizaciones ecologistas como Greenpeace debido a las dioxinas que se liberan, la opción de incinerar basuras para producir energía es una salida contemplada por algunos para destruir residuos sólidos urbanos. Sus defensores remarcan que la comunidad científica no se ha manifestado rotundamente sobre la toxicidad vital de las dioxinas. En Europa hay modelos, como el francés y el belga, que apuestan abiertamente por la utilización de las basuras como combustible, pero países como Alemania prácticamente descartan esta opción. En España funcionan ocho incineradoras que producen energía, pero la polémica y el rechazo social que suscitan ha motivado que se paralizaran casi treinta proyectos de construcción de estos hornos gigantes.
Sustitución de vertederos
Quienes defienden el uso de incineradoras anteponen la necesidad de concienciar a la sociedad en el hábito del reciclaje, pero contemplan las plantas de tratamiento y combustión controlada como la sustitución inmediata de los vertederos. Reconocen que está en entredicho su peligrosidad, aunque afirman que no se aportan pruebas concluyentes y apelan a que la comunidad científica no ha demostrado que las dioxinas y furanos residuales -cuerpos químicos que se generan al quemar a baja temperatura productos que contienen cloro, como papel o plástico- sean nocivos para la salud.
Así pudiera deducirse del último informe emitido por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos referido a dioxinas, que si bien las vincula directamente con el cáncer, no concluye que sea debido a la actividad de las incineradoras, sino a la combustión de PVC. Por otra parte, la legislación es severa y permite que mediante la incineración se generen cantidades mínimas no sólo de dioxinas, sino de muchos otros compuestos potencialmente tóxicos.
La clave está, por tanto, en quemar la basura a temperaturas elevadas y cumpliendo la legislación, con controles previos y posteriores. Hay que recordar que en los vertederos actuales la basura se quema por si misma -fermentada con recalentamiento de la materia orgánica y desprendimiento de metano inflamable-. Y, según los defensores de las plantas incineradoras, esa combustión natural es más contraproducente que la controlada, debido a que se produce a una temperatura baja.
En suma, los defensores de las incineradoras proponen dos vías complementarias y urgentes para paliar el problema de los residuos sólidos urbanos: reducir la cuantía de residuos o al menos frenar su imparable incremento y, mientras se logra ese objetivo, sustituir urgentemente vertederos por plantas de tratamiento integral de las basuras, incluida la combustión del sobrante final.
Contaminación de aire, agua y suelo
En el otro lado de la polémica se encuentra la postura de quienes entienden que en el proceso de quema de las incineradoras surgen productos tóxicos que contaminan aire, agua y suelo. Consideran la incineración como el sistema que permite seguir explotando recursos naturales y sostienen que las incineradoras frenan el desarrollo de tecnologías limpias y ralentizan la promulgación de normas que favorecen la reducción en origen de residuos, la reutilización y el reciclaje de los componentes de las basuras.
Sin embargo, su principal preocupación es que la incineración constituye una de las fuentes principales de emisión de dioxinas, sustancias tóxicas, persistentes y bioacumulativas. Apelan a que la legislación fije ciertas prácticas, como la obligatoriedad de retornar siempre envases de vidrio, o que se prohíba usar materiales como PVC, presente en muchos productos cotidianos.
En este sentido se manifiestan las asociaciones ecologistas. Critican el despilfarro que a su entender supone la incineración de residuos: el ahorro de energía que el reciclaje de residuos permite es cuatro veces superior a la energía que se obtiene incinerándolos. Los grupos ecologistas consideran, asimismo, que a medida que aumente la cantidad de residuos recuperados disminuirá la de materiales disponibles para incinerar, y denuncian que las incineradoras necesitan mantener su volumen de incineración para continuar siendo rentables para las empresas que las gestionan. Así, por cada tres toneladas de residuos incinerados se produce una tonelada de cenizas y escorias que se consideran residuos tóxicos y peligrosos, obligando a su almacenamiento en depósitos de seguridad.
Alternativas a la incineración
El Ayuntamiento de Córdoba implantó una forma racional e integrada para tratar residuos sólidos urbanos. En 1993 se inició la recogida selectiva en origen. La singularidad de Córdoba parte de un proceso fuertemente participado, implantado desde la base que avanza paso a paso y que culminó en 1996 con la creación de la Planta de Reciclaje y compostaje. Los productos son reinsertados en el ciclo productivo a través de empresas de economía social y el compost se utiliza en la agricultura local.
En Navarra se desarrolla una interesante experiencia de protección del medio que incluye la prevención, tratamiento, reciclaje y recuperación de residuos en toda su gama y una política integral de tratamiento de aguas. El ciclo se cierra con el aprovechamiento de los lodos de las depuradoras y de los residuos orgánicos para obtener compost de uso agrícola. La experiencia en residuos se centra preferentemente en las comarcas de Pamplona y Estella. La mejora en la calidad de las aguas navarras permite actualmente la vida piscícola y la práctica de agricultura ecológica en amplias zonas, incluida la propia capital, Pamplona.
¿Qué contiene nuestro cubo de basura?
Aunque la práctica a la que hay que aspirar es reducir el material que va al cubo de la basura, limitando la compra de productos de usar y tirar (vasos, platos y bolsas), desechando aquellos que estén excesivamente empaquetados, eligiendo envases familiares y adquiriendo productos frescos y a granel, y reutilizando o intercambiando envases, ropa, libros, muebles o juguetes, nunca está de más analizar en qué se compone nuestra basura.
- Materia orgánica (restos de comida y de jardinería ): 44%
- Papel y cartón: 21%
- Envases de metal, plástico y tetra-briks: 15%
- Textiles: 3%
- Vidrio: 7%
- Otros (pilas, restos de plásticos y metales, madera, gomas): 10%
Reciclado según materiales
- Materia orgánica: (formada sobre todo por restos de comida) sirve como abono natural y compost, muy rico en nutrientes.
- Papel y cartón: actualmente existen en España un contenedor por cada 940 habitantes. Una tonelada de papel reciclado evita la tala de 15 árboles adultos.
- Vidrio: España es el cuarto país de Europa que más vidrio recicla. Con este reciclado se ahorran 700.000 toneladas de materia prima y más de 73.000 toneladas de petróleo.
- Tetra-brik: el papel de las capas de aluminio y polietileno ya se pueden reutilizar para fabricar sacos, bolsas o cartón para envases. En 1998 se recuperaron en España 3.150 toneladas.
- Latas: en latas de aluminio se recuperan 4.900 toneladas, en latas de acero se recuperan 73.900 toneladas.
- Plástico: La mayor parte va a los vertederos, un 5% se incinera, y un 7% se recicla. El año 2000 se recuperaron 1.500 toneladas.
- Residuos especiales: Son los más peligrosos del hogar (pilas, pinturas, barnices, lacas, aceite usado para freír, medicamentos). Hay que evitar tirarlos al cubo de basura. No se debe tirar el aceite por el fregadero.
- Voluminosos y textiles: muebles, colchones, electrodomésticos y escombros. Cada año se recogen más de 18.000 toneladas de escombros domésticos; pero aún más son vertidos de forma incontrolada.
Cuánto vive la basura
-
1 año
El papel, compuesto básicamente por celulosa, no le da mayores problemas a la naturaleza para integrar sus componentes al suelo. Si queda tirado sobre tierra y le toca un invierno lluvioso, no tarda en degradarse. Lo ideal, de todos modos, es reciclarlo para evitar que se sigan talando árboles para su fabricación. -
5 años
Un trozo de chicle masticado se convierte en ese tiempo, por acción del oxígeno, en un material superduro que luego empieza a resquebrajarse hasta desaparecer. El chicle es una mezcla de gomas de resinas naturales, sintéticas, azúcar, aromatizantes y colorantes. Degradado, casi no deja rastros -
10 años
Ese es el tiempo que tarda la naturaleza en transformar una lata de gaseosa o de cerveza al estado de óxido de hierro. Por lo general, las latas tienen 210 micrones de espesor de acero recubierto de barniz y de estaño. A la intemperie, hacen falta mucha lluvia y humedad para que el óxido la cubra totalmente. -
10 años
Los vasos descartables de polipropileno contaminan menos que los de poliestireno -material de las cajitas de huevos-. Pero también tardan en transformarse. El plástico queda reducido a moléculas sintéticas; invisibles pero siempre presentes. -
30 años
Los envases tetra-brik no son tan tóxicos como uno imagina. En realidad, el 75 % de su estructura es de a (celulosa), el 20 de polietileno puro de baja densidad y el 5 por ciento de aluminio. Lo que tarda más en degradarse es el aluminio. La celulosa, si está al aire libre, desaparece en poco más de 1 año. -
30 años
Lacas, espumas…Es uno de los elementos más polémicos de los desechos domiciliarios. Primero porque al ser un aerosol, salvo especificación contraria, ya es un agente contaminante por sus CFC (clorofluorocarbonos). Por lo demás, su estructura metálica lo hace resistente a la degradación natural. El primer paso es la oxidación. -
30 años
La aleación metálica que forma las tapitas de botellas puede parecer candidata a una degradación rápida porque tiene poco espesor. Pero no es así. Primero se oxidan y poco a poco su parte de acero va perdiendo resistencia hasta dispersarse. -
100 años
De acero y plástico, los encendedores descartarles se toman su tiempo para convertirse en otra cosa. El acero, expuesto al aire libre, recién comienza a dañarse y enmohecerse levemente después de 10 años. El plástico, en ese tiempo, ni pierde el color Sus componentes son altamente contaminantes y no se degradan. La mayoría tiene mercurio, pero otras también pueden tener cinc, cromo, arsénico, plomo o cadmio. Pueden empezar a separarse luego de 50 años al aire libre. Pero se las ingenian para permanecer como agentes nocivos. -
100 a 1.000 años
Las botellas de plástico son las más rebeldes a la hora de transformarse. Al aire libre pierden su tonicidad, se fragmentan y se dispersan. Enterradas, duran más. La mayoría está hecha de tereftalato de polietileno (PET), un material duro de roer: los microorganismos no tienen mecanismos para atacarlos. -
Más de 100 años
Los corchos de plástico están hechos de polipropileno, el mismo material de las pajitas y envases de yogur. Se puede reciclar más fácil que las botellas de agua mineral (que son de PVC, cloruro de polivinilo) y las que son de PET (tereftalato de polietileno). -
150 años
Las bolsas de plástico, por causa de su mínimo espesor, pueden transformarse más rápido que una botella de ese material. Las bolsitas, en realidad, están hechas de polietileno de baja densidad. La naturaleza suele entablar una “batalla” dura contra ese elemento. Y, por lo general, pierde. -
200 años
Las zapatillas están compuestas por cuero, tela, goma y, en algunos casos, espumas sintéticas. Por eso tienen varias etapas de degradación. Lo primero que desaparece son las partes de tela o cuero. Su interior no puede ser degradado: sólo se reduce. -
300 años
La mayoría de las muñecas articuladas son de plástico, de los que más tardan en desintegrarse. Los rayos ultravioletas del sol sólo logran dividirlo en moléculas pequeñas. Ese proceso puede durar cientos de años, pero desaparecen de la faz de la Tierra. -
Más de 1.000 años
Tiempo que tardan en desaparecer las pilas. -
4.000 años
La botella de vidrio, en cualquiera de sus formatos, es un objeto muy resistente. Aunque es frágil porque con una simple caída puede quebrarse, para los componentes naturales del suelo es una tarea titánica transformarla. Formada por arena y carbonatos de sodio y de calcio, es reciclable en un 100%.
Se trata de plantas industriales a las que los camiones de la basura transportan los residuos. Disponen de un foso de recepción en el que se depositan los desperdicios para que una grúa los traslade a una caldera de combustión, donde se queman a altas temperaturas. En la parte baja de esta caldera se recogen las cenizas residuales y desde ella los vapores y gases generados pasan a una caldera secundaria en la que se les somete a un proceso de limpieza, añadiéndoles cal y carbón activo (que absorben las sustancias tóxicas como dioxinas y furanos, metales pesados, etc). Finalmente, estos gases y vapores pasan a través de un filtro que retiene las partículas y sustancias, y se emiten por chimenea. En las plantas más modernas el vapor caliente se aprovecha y se recalienta para alimentar una turbina que genera energía eléctrica, que se suministraría a la red general. Así pues, mediante las incineradoras se reduce la cantidad de basura y se produce energía.