La eficacia de las mamografías, cuestionada
En sus investigaciones, los científicos daneses llegaron a la conclusión de que hacer rutinariamente mamografías no reduce significativamente la mortalidad por cáncer de mama. Afirman que esta prueba, que se efectúa (tras décadas de sensibilización social al respecto) periódicamente a millones de mujeres a partir de los 50 años para detectar precozmente lesiones cancerosas en las mamas, sirve para bien poco.
Esta aseveración tan rotunda en una cuestión tan sensible para la población ha generado, además de inquietud y dudas entre las propias mujeres, una gran polémica entre los científicos y médicos dedicados a la detección y tratamiento del cáncer de mama. La inmensa mayoría de ellos, entre los que figuran destacados responsables de programas de detección, discrepan de los resultados de esta investigación y mantienen que la mortalidad por cáncer de mama ha disminuido en los diez últimos años gracias a estos programas preventivos, que conducen a muchas mujeres a hacerse cada año mamografías con el objetivo de detectar lo antes posible la temida enfermedad.
El estudio ha vertido una perniciosa sombra de duda sobre una práctica preventiva que ha costado mucho esfuerzo implantar y que ha requerido de costosas campañas de comunicación realizadas por las autoridades sanitarias y por diversos colectivos sociales, preferentemente femeninos.
Los resultados de este estudio, como es lógico, van a obligar a revisar las investigaciones realizadas anteriormente al respecto y que constituían la base argumental en la que se apoyaban las autoridades sanitarias que instaban a las mujeres a someterse a las pruebas, ya que la mamografía se realiza a millones de mujeres en los países desarrollados, con los enormes costes económicos y sanitarios que ello supone. Además de las molestias que puede ocasionar en las usuarias, que aun no siendo físicas, ya que es una prueba incruenta y que no genera problema alguno salvo el de la incertidumbre que atenaza a algunas mujeres que han de someterse a la prueba.
Naturalmente, la realización de la mamografía supone también a las usuarias desplazamientos a centros especializados y una mínima gestión de las informaciones que generan, además de un poco de inquietud, pero estos son inconvenientes secundarios. Siempre que, por supuesto, la prueba sea eficaz en el tratamiento de la enfermedad.
El resto de estudios demuestran lo contrario
El artículo publicado en “The Lancet”, una de las más prestigiosas publicaciones del mundo médico y que se caracteriza por seleccionar concienzudamente los informes que saca a la luz, ha tenido una gran difusión a través de la prensa no especializada, de los medios de comunicación de masas: radio, TV, diarios y revistas, lo que ha introducido el germen de la desconfianza entre la población femenina y, en consecuencia, puede afectar negativamente al efecto persuasivo de las campañas de detección precoz del cáncer de mama.
Sin embargo, hasta que esta revista publicó los resultados de esa polémica investigación, los ocho grandes estudios con valor estadístico y científico que se habían realizado anteriormente en todo el mundo coincidían en asegurar que con las mamografías se conseguía una reducción de entre un 15% y un 40% de la mortalidad por cáncer de mama entre mujeres de más de 50 años, y, de media, un 25%, lo que hablando de vidas humanas es un enorme logro. Y en mujeres de menos de 50 años, sólo en dos de los ocho estudios citados no se registraba una significativa reducción de la mortalidad.
En pocas palabras, que la evidencia clínica sigue señalando que la mamografía es una exploración útil para la detección del cáncer de mama. Y que su realización no entraña riesgo alguno. La Sociedad Española de Oncología Médica se ha pronunciado sobre este asunto y considera que “las evidencias acumuladas en relación al valor diagnóstico y terapéutico del cáncer de mama son indiscutibles y se traducen en un claro descenso de la mortalidad por esta causa”.
No hay por tanto, motivos fundados para desesperanzar y desestabilizar a las mujeres y, mucho menos, para cuestionar o desterrar una campaña como la detección precoz del cáncer de mama, que contribuye a que los casos diagnosticados con antelación suficiente puedan requerir tratamientos menos mutilantes, más precoces, y garantizar una mejor supervivencia y calidad de vida de las afectadas por esta enfermedad.
Muy frecuente en las mujeres
El de mama es el cáncer más frecuente en las mujeres. En las sociedades occidentales está aumentando su incidencia y, cada vez con más frecuencia, se ve en mujeres jóvenes aunque su mayor incidencia se da a partir de los 50 años.
La mama está compuesta por una serie de lóbulos, de 6 a 9, y dentro de cada lóbulo hay unos lobulillos que finalizan en docenas de pequeños bulbos que pueden producir leche, la cual a través de unos pequeños y finos conductos, desemboca en el pezón. La mama es rica en tejido graso, que rellena los espacios que quedan entre los lóbulos y los ductos. Tiene también una rica red de vasos sanguíneos y linfáticos, a través de los cuales, en caso de cáncer, las células cancerosas se diseminan y viajan hacia otras partes del cuerpo.
Están registrados varios tipos de cáncer de mama, pero el más frecuente es el carcinoma ductal, que se origina en los ductos. Otro tipo también común es el carcinoma lobulillar, que nace en los lobulillos. El resto son poco frecuentes.
El cáncer de mama no avisa: cuando empieza a desarrollarse no produce dolor ni ninguna otra molestia. Al crecer, puede dar lugar a un bulto, un cambio en la forma o tamaño de la mama, una pérdida de líquido por el pezón, o una retracción del mismo, o bien cambios en el aspecto de la piel de la mama, o en su sensibilidad. A veces, el primer síntoma es un bulto en la región de la axila. Cualquier mujer que note alguno de estos síntomas debe acudir a su médico inmediatamente, para que se le haga un estudio que desemboque en un diagnóstico correcto.
Pero no hay que alarmarse: afortunadamente, no todos los bultos son cánceres, y hay que efectuar una serie de pruebas (ecografía, biopsia con aguja fina y aspiración, biopsia quirúrgica…) para determinar la naturaleza de la tumoración, que en muchas ocasiones será una tumoración benigna, un fibroquiste.
La importancia de la detección precoz
La detección precoz deviene, en muchos casos, fundamental para evitar la extirpación de la mama (mastectomía) , las metástasis, garantizar la supervivencia, y curar definitivamente la afección si ello es posible. La detección precoz se basa en la mamografía, la exploración clínica de la mama y la autoexploración (es la propia mujer quien se palpa). Son muchas las mujeres que se exploran ellas mismas de forma periódica. La mama sufre muchos cambios con el paso del tiempo y también motivados por el ciclo menstrual, el embarazo, la menopausia y la toma de anticonceptivos u otras hormonas.
En opinión de los especialistas, para las mujeres de más de 50 años la rutinaria autoexploración de la mama no debe un sustituir la realización periódica de las mamografías.
La mamografía es una radiografía específica de la mama. Utiliza un nivel muy bajo de radiación y normalmente se realizan dos radiografías de cada mama, una de lado y otra desde arriba. La mama tiene que ser aplastada un poco entre dos placas para que la imagen sea clara y nítida; resulta algo incómodo para la paciente pero es cuestión de pocos segundos. En algunos tumores, que no en todos, se pueden visualizar las lesiones antes de que proporcionen síntomas o puedan palparse. Así, se ven quistes y diminutos granitos de calcio (microcalcificaciones), que, aunque en la mayoría de las ocasiones tienen carácter benigno, pueden alertar precozmente del cáncer. Que, como es sabido, puede presentarse en cualquier tejido del organismo humano y sobreviene cuando las células se dividen y multiplican de forma anárquica, sin orden ni control, como si se hubieran escapado al control natural del organismo. Cuando las células se multiplican de este modo, se origina una masa se células que adquiere el temido nombre de tumor.
También es conocido que los tumores pueden ser benignos o malignos; cuando son malignos, y sólo entonces, hablamos de cáncer. Los benignos suelen estar localizados, y no se extienden ni invaden tejidos vecinos ni otras partes del organismo. Sin embargo, los malignos, el cáncer, sí lo hace. Las diseminaciones a otros territorios y órganos se denomina metástasis.