Demasiados defectos de seguridad
Los parques infantiles y las áreas de recreo en los que están ubicados los columpios, toboganes, balancines… se erigen en lugares de encuentro donde además de pasar un rato agradable y divertido, los niños desarrollan la tan necesaria sociabilidad y adquieren diversas habilidades y una mayor destreza motriz.
Los padres son conscientes del valor que encierran estos parques y por esta y otras razones más domésticas, son muy frecuentes las visitas que realizan a estos lugares en compañía de sus hijos más pequeños. Sin embargo, pasan desapercibidos para muchos adultos (y, por supuesto, para los niños) aspectos tan importantes como la seguridad, la calidad o el estado de conservación de los aparatos de juego infantil. Se da por sentado que el niño se encuentra a salvo de percances, por el simple hecho de que está jugando junto a otros pequeños con unos aparatos construidos ex profeso para su disfrute.
Pero lo que muchos adultos ignoran es que con este planteamiento confiado y poco previsor se minusvaloran ciertos riesgos que pueden derivar en accidentes más o menos graves. Dicho de otro modo, las zonas de juego infantil no son tan seguras como podría pensarse: en 1998, el 4% de los accidentes registrados en España se produjeron en áreas de esparcimiento y ocio. Y de todas las actividades que realizaban los accidentados, una de cada tres era de tipo lúdico, sin incluirse las deportivas.
Un centenar de zonas de juego y 490 aparatos, inspeccionados
Para la realización de este informe, los técnicos de CONSUMER visitaron y analizaron, en diciembre y enero pasados, un total de 490 aparatos de juego instalados en 101 zonas públicas de juego infantil ubicadas en Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Burgos, Logroño, Madrid, Barcelona, Valencia, Castellón, Alicante y Málaga. En total, se inspeccionaron 80 columpios, 52 toboganes, 30 balancines, 140 oscilantes, 79 estructuras multijuego y 109 de otras características. Las zonas y aparatos inspeccionados representan aproximadamente entre el 1% y el 10% de los existentes en las ciudades incluidas en el informe. Por tanto, los datos son más significativos en términos generales que en lo que respecta a la situación de cada una de las ciudades. No se trata, pues, tanto de calificar el estado de los parques de cada ciudad como de esbozar una radiografía de cómo se encuentran, en general, en nuestro país.
Ya en los resultados del estudio, se demuestra que la calidad y seguridad de estos aparatos deja mucho que desear, debido fundamentalmente a que no siempre ofrecen las condiciones necesarias para que los niños se diviertan sin poner en riesgo su integridad física. Veamos los datos: la mayoría (el 74%) de los aparatos de juego inspeccionados y de los parques infantiles (91%) visitados presentaban fallos de diversa importancia, cuya causa reside con frecuencia en evidentes carencias de mantenimiento y limpieza.
Lo más importante es que el 36% de los aparatos adolecía de defectos graves que comprometen la seguridad de sus usuarios, los niños. Otra conclusión es que la situación difiere mucho de unas a otras ciudades. Las urbes cuyas zonas de juego estudiadas albergaban más aparatos con defectos graves fueron Málaga (el 75% de ellos), Vitoria (el 57%, con defectos graves), Bilbao, con el 51%, y San Sebastián, con el 44%.
Alicante, Barcelona y Valencia fueron las capitales con aparatos más seguros, con sólo el 10% de ellos con defectos graves. Por otro lado, los aparatos a los que más atención deben prestar padres y niños son los balancines (el 67% con fallos graves de seguridad), toboganes (62%) y columpios (48%).
Las características que, en estos aparatos de juego, confieren a un defecto la cualidad de grave son muy diversas: partes rotas que pueden provocar cortes a los niños, piezas sueltas que reducen estabilidad a los aparatos, sistemas de fijación inadecuados, tornillos que sobresalen con riesgo de provocar tropiezos o brechas, alturas demasiado elevadas sin protección, pavimentos no aconsejables por demasiado duros, presencia de cristales en los alrededores, maderas astilladas, defectos de instalación, inexistencia de espacios de seguridad, sistemas de amortiguación poco efectivos o inexistentes, posibilidad de atrapamientos… También se ha considerado que un aparato presenta defectos graves cuando, a pesar de no entrañar un riesgo claro de accidente, esas carencias contribuyen a que el estado de conservación del aparato sea lamentable o a que el evidente deterioro de su aspecto no invite a su uso.
En mantenimiento, suspenso
Por otra parte, se han calificado como defectos leves los que restan calidad al uso de las zonas o aparatos de juego. Afectan a la estética, funcionalidad o limpieza de los mismos: falta de pintura, grafitis, papeles y suciedad en el perímetro… Entre éstos destacan las zonas oxidadas, las partes abolladas en las rampas de descenso y las basuras en los perímetros de los aparatos.
Las deficiencias leves más frecuentes tienen su origen en el incorrecto o insuficiente mantenimiento de los equipos de juego. Las cifras hablan por sí solas: el 5% de los aparatos no funcionaba (los que peor lo hacían eran los balancines y columpios y las causas eran la falta de piezas, las estructuras endebles o poco estables, la ausencia de asientos en los que sentarse…) y en el 61% de los aparatos se echó en falta una mano de pintura. Además, el 46% lucían partes oxidadas, en el 23% se vieron partes rotas o sueltas y en el 32% el grafitti o las pintadas decoraban el mobiliario lúdico. El vandalismo urbano es causa directa de este deterioro, pero es también común que los aparatos hayan quedado obsoletos y que el mal estado de los mismos se deba a la carencia de unas revisiones y mantenimientos adecuados.
Las condiciones de conservación e higiene de estas zonas de juegos infantiles no son tampoco su punto fuerte. El 29% de los perímetros de los aparatos se encontraba sucio el día de la inspección. Las ciudades con peores datos en este sentido son Pamplona (el 65% de aparatos con su entorno sucio), y San Sebastián (60%). Por el contrario, Alicante y Bilbao, sin apenas problemas de limpieza, contaban con los espacios más impolutos. Los motivos por los que se encontraban sucias estas zonas lúdicas son muy diversos. Se han encontrado, por ejemplo, preservativos, excrementos de perro, cristales e innumerables colillas y mondaduras de fruta.
Llama la atención que en el 10% de las zonas no había una sola papelera. Y en el 14% de las zonas con papeleras se comprobó suciedad alrededor de las mismas, lo cual induce a pensar que no son suficientes o que el vaciado de las papeleras no se efectúa con la diligencia o la frecuencia requeridas. Además, en un parque de cada tres las papeleras no se encontraban en buen estado. Los defectos más habituales: óxido y grafitis.
Un sistema de valoración exigente y penalizador
Los usuarios de estos aparatos son inocentes, poco precavidos, acelerados e incluso un poco temerarios. Son, en definitiva, niños. Por esta razón, CONSUMER ha diseñado un sistema de valoración exigente a la hora de analizar la calidad y seguridad de las zonas de juego. La rigidez del sistema, bastante penalizador, obedece a que, como han asegurado a esta revista los expertos consultados, los aparatos de juego son elementos extraños para el niño (no son objetos cotidianos en su entorno), y en los que el peligro es intrínseco a su propia naturaleza.
Esto, unido a la limitada psicomotricidad de los niños (sus movimientos son frecuentemente torpes e imprecisos) hace que aumente el riesgo de accidente ante fallos o imperfecciones de los aparatos de juego, aun siendo algunos de ellos aparentemente insignificantes.
La ONU establece en la Declaración de Derechos del Niño de 1959 que “el niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, que deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho”. En posteriores declaraciones, el alto organismo internacional hace hincapié en la necesidad de este tipo de actividades para el correcto desarrollo de la personalidad infantil.
Por otro lado, el derecho de los menores al esparcimiento y al juego se recoge también en la Constitución española, que determina que los poderes públicos fomentarán la educación sanitaria, la educación física y el deporte, así como la adecuada utilización del ocio.
Los adultos también juegan su papel
Para que los niños disfruten del juego en un parque infantil y lo hagan con el menor riesgo posible, no sólo cuenta la calidad y el estado de conservación de los aparatos de juego y la zona donde se hallan ubicados. Deviene también fundamental la educación que esos niños reciben de sus padres.
Si un adulto lleva a un niño a un parque, ha ser consciente de que hasta los que cuentan con los materiales y diseño más eficaces, ergonómicos y seguros tienen sus limitaciones. En otras palabras, que los accidentes no sólo ocurren por defectos en los aparatos e instalaciones.
Frecuentemente, vienen precedidos por acciones temerarias de los niños que superan las posibilidades de prevención del diseño de los aparatos involucrados en el accidente. Los niños necesitan experimentar los equipos por sí mismos, no les sirven los consejos. Para que los niños eviten que el peligro les sorprenda, los adultos deben hacerles comprender, de la forma más didáctica y amena posible, los riesgos existentes.
Es muy conveniente que compartan el juego con los niños y les enseñen a valerse por sí mismos. Y que les enseñen a respetarse y a no empujarse, sobre todo en los lugares elevados. En los toboganes, por ejemplo, está muy bien acostumbrar a los niños a esperar a que termine de bajar el último antes de lanzarse el siguiente. Hay que mentalizarles también de que deben rodear los equipos en movimiento, especialmente los columpios, causantes habituales de encontronazos y golpes. Asimismo, conviene que se habitúen a evitar los resbalones, fijándose en la superficie que pisan, y a agarrarse firmemente en las estructuras de trepar.
Otra medida de precaución, con muy poco predicamento en estos parques, es que los niños mayores tomen conciencia de la vulnerabilidad de los más pequeños, que los respeten e intenten no atropellarlos. Una última, y cívica, buena costumbre: avisar a las autoridades de los defectos de seguridad y mantenimiento que detecten en estas zonas de juego infantil. Y, naturalmente, exigir las reparaciones oportunas.
No hay normativa
Lamentablemente, no existe una legislación española que regule cómo han de ser los parques infantiles en cuestión de seguridad y calidad de aparatos e instalaciones. Por esta razón, CONSUMER se ha basado en normativas europeas (la comunitaria EN 1176 y 1177, y la alemana DIN-7926) a la hora de establecer criterios de evaluación del estado de los aparatos. Con frecuencia, las deficiencias de equipamiento detectadas en los aparatos de juego tienen su referencia en estas normativas. Por ejemplo, en el 23% de los columpios, toboganes, balancines y conjuntos estudiados hay defectos contemplados en ellas (altura excesiva, ausencia de vallas protectoras, pavimentos inadecuados). Esto, en relación al total de aparatos estudiados (490), significa que uno de cada 10 presentaba alguna carencia enunciada por las normativas europeas.
Un aspecto clave en materia de prevención de accidentes es el tipo de suelo sobre el que reposan los aparatos. El pavimento sintético, de caucho o materiales similares, es el más seguro y recomendable (en caso de caída del niño, el que mejor amortigua la posible lesión), si bien resulta el más caro de instalar. El informe ha constatado que las autoridades van asumiendo la cuestión: casi el 40% de los aparatos inspeccionados se hallaba sobre una superficie de caucho o material sintético. El 37% lo era de arena, interesante ante los accidentes pero algo problemático en materia de higiene. Además, la arena puede apelmazarse y convertirse en una superficie dura en caso de caídas. Pero aún son demasiados los aparatos que resposan sobre superficies nada aconsejables, como el hormigón (11%) y los adoquines de piedra (el 5%).
Por ciudades, la situación más encomiable se ha registrado en San Sebastián, cuyos aparatos de juego estudiados reposaban en un 81% en caucho, mientras que en el polo contrario en Castellón ninguno lo hacía. Otra situación muy mejorable es la de Pamplona: el 70% de los pavimentos son de hormigón o de adoquines de piedra. Ya en niveles de menor importancia, se ha comprobado que la grava, el césped y los troceados o cortezas de madera (más aceptables) están en el 3,5%, el 3% y el 4% de los aparatos, respectivamente.
El material más común de los aparatos de juego es el metal, ya que el 86% de ellos tenían partes metálicas. Los oscilantes y columpios son casi todos de metal. La madera está presente en el 67% de los aparatos. Los multijuegos son los que más recurren a este material. El PVC es menos frecuente: sólo aparece en el 46% de los aparatos y es más común en los multijuegos. Otros materiales más secundarios fueron la goma de los asientos, la cuerda para trepar… Los expertos consideran que, en la medida de lo posible, convendría sustituir los aparatos de metal por otros de madera o plástico.
Una vez que entren en vigor las normas europeas EN sobre equipos de áreas de juegos, se deberían incorporar a la legislación española. Hasta entonces, podrían adoptarse medidas con el fin de que se aprueben unas reglas técnicas para la normalización de los equipamientos de las zonas de juego infantiles, que acrediten la calidad y seguridad de dichos elementos. Así, los técnicos municipales encargados de esta cuestión podrían saber a qué atenerse. Además, otras iniciativas podrían ser:
- Tráfico: defender suficientemente las áreas de juego frente al tráfico rodado (entraña ruidos y peligro), separándolas de él por medios naturales (setos) o artificiales (muros o vallas). O, mejor, instalando los nuevos parques en zonas alejadas de la circulación viaria.
- Niños minusválidos: mejorar la accesibilidad de los parques para estos usuarios con necesidades especiales.
- Sustituir las superficies duras y poco seguras (hormigón, piedra…) por pavimentos (caucho, material sintético) que amortiguan golpes y caídas. Si son de arena (un material aceptable), requieren constante llenado y renovación.
- Sustituir los elementos metálicos de los aparatos por maderas tratadas y plásticos.
- Mejorar la conservación e higiene de estas zonas. Inmediata reparación o retirada de equipos que generan riesgos. Una inspección con la periodicidad adecuada parece la mejor medida.
- Más información: carteles con indicaciones sobre centros sanitarios próximos que presten atención en caso de accidente, y sobre dónde hay que comunicar los desperfectos observados en las instalaciones.
- Diferenciar, en función a la edad aconsejable de sus usuarios, los aparatos de juego, o los diversos espacios de cada parque.
- Favorecer, en padres y niños, la concienciación sobre los riesgos derivados del uso de estas áreas.
- Vigilancia rutinaria y específica, por parte de las autoridades públicas, de las áreas de juegos infantiles.
Anclajes peligrosos
Por lo que respecta a los anclajes que fijan los aparatos al suelo, son muy pocos los que no se encuentran fijados al pavimento. Se aconseja más como prevención ante actos vandálicos que por motivos de seguridad, aunque los anclajes evitan que los aparatos vuelquen. Se constató que el 15% de los aparatos no estaba bien sujeto al suelo ya que sobresalía parte de la base, que debe ir soterrada. Esta situación entraña riesgo en caso de caídas. Por otro lado, en el 10% de los aparatos se encontraron tornillos (que los fijan al suelo) que sobresalían demasiado, con el riesgo que supone en caso de caída de los niños. Málaga es la única ciudad en la que no se han encontrado estos peligrosos tornillos.
Emplazamientos inadecuados y muy poca información
El 56% de las zonas de juego analizadas están delimitadas por algún vallado, muro o murete. Estas delimitaciones, o la ausencia de las mismas, suponen peligro para los niños en el 13% de las zonas visitadas. Un estudio del Defensor del Pueblo sobre los parques infantiles concluía, “es necesario alejar las zonas de juego de lugares cercanos al tráfico”. Todavía queda mucho por hacer, ya que en casi la mitad de los parques hay tráfico que afecta al desarrollo de las actividades de juego, por ruidos o por riesgo de atropellos. Así sucede en el 90% de las zonas de juego visitadas de San Sebastián, en el 75% de las de Castellón y el 62% de Alicante. Los mejores resultados se registraron en Bilbao y Logroño.
Asimismo, se comprobó la inexistencia de informaciones de utilidad en las áreas de juego (en el 82% no había cartel informativo de ningún tipo), como las relativas a centros sanitarios (sólo en el 1% de las zonas visitadas) a los que acudir en caso de accidente o a técnicos de mantenimiento (sólo en el 6%, casi todas en Bilbao) que puedan reparar los desperfectos en las instalaciones. De la misma manera, es muy poco frecuente (sólo en el 10% de las zonas, casi todas en Barcelona) la diferenciación de los diversos espacios y aparatos en función de la edad de los usuarios.