Juan Velarde Fuertes, doctor en Económicas, catedrático y consejero del Tribunal de Cuentas

"La dependencia del petróleo es hoy menor que en los años 70"

1 noviembre de 2004
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Los medios de comunicación generalistas destinan cada vez más páginas y espacio a difundir noticias sobre economía. ¿A qué se debe este interés?

Desde hace muchos años, los viernes por la tarde compro las flores de la semana para mi casa en un puesto de la calle Lista. La dueña escucha Radio Intereconomía, y un día no pude dejar de asombrarme y preguntarle por qué tenía sintonizado aquello. Me respondió que era una emisora muy interesante pues le ayudaba a manejar sus ahorros. Para mí, éste es un ejemplo de que la cultura económica española ha aumentado. Antes, la información se limitaba a cubrir lo que ocurría en la bolsa. Que hoy día la ciudadanía atienda a la actualidad económica con interés denota un cambio, sin duda positivo, pues ayuda a que la gente actúe más racionalmente.

Raciocinio que se echa de menos en el tema de la vivienda. En los últimos años se ha edificado más que nunca en España, y sin embargo, la vivienda es más cara y de difícil acceso. ¿Qué es lo que falla?

La oferta ofrece precios caros y la demanda los acepta. A mi juicio, esto sucede como consecuencia de una desacertada decisión del Tribunal Constitucional, que consideró inconstitucional la Ley del Suelo de 1992 reformada en 1997. Esta ley consideraba que la regulación del suelo era competencia del Estado y abría la posibilidad de edificar en cualquier suelo que no estuviera protegido por motivos culturales, medioambientales, cívicos… etc. El Alto Tribunal no lo entendió así y determinó que el suelo fuera regulado y controlado por las Autonomías y los Ayuntamientos. Éstos deciden restringir la oferta y liberar sólo aquel suelo que quieren que sea urbanizable y, además, señalan cómo, quién y cuánto puede ser construido. Esto encarece la oferta.

¿Y qué pasa después con la demanda?

Esta restricción de suelo coincide con una demanda condicionada por tres cuestiones. La primera es que el suelo se compra a plazos porque los tipos de interés son muy bajos, “me endeudo porque puedo hacerlo, dado que los créditos son baratos, y ya iré pagando poco a poco”. La segunda cuestión se refiere al número de demandantes, que ha crecido en los últimos años y no sólo por la emancipación de los jóvenes: no podemos ignorar a los inmigrantes, que al principio lo pasan mal pero cuando consolidan su situación económica también desean una casa en propiedad. Y en tercer lugar hemos de estimar la importancia que en España tienen las zonas costeras. Además de servir al veraneante para disfrutarlas, se está consolidando el llamado “fenómeno Florida”. Las viviendas consideradas como segunda residencia empiezan a ser la primera en uso para muchas parejas mayores de toda Europa, que quieren pasar los últimos años de su vida en una zona costera. En definitiva, la demanda de vivienda seguirá produciéndose.

¿Se esquivará, entonces, la llamada burbuja inmobiliaria?

Muchas veces se usan mal los términos o se exagera la realidad. La primera burbuja financiera, acuñada como tal, se produjo en el comercio de los Mares del Sur… hace ya varias decenas de años. Entonces la gente invirtió en valores para especular y hubo un momento en que aquello que se vendía y compraba era sólo la avaricia de ganar más que el otro. Para llegar a hablar con propiedad de una burbuja inmobiliaria hay que llegar al límite, como sucedido en Japón hace escasos años, cuando el valor de la superficie del palacio imperial de Tokio pasó a valer tanto como todo el terreno de California. Mientras no se llegue a esto, no hay burbuja.

¿La gente es ahora más rica o se le está haciendo creer que lo es?

La gente tiene más dinero y más poder económico, y también más cultura y más preparación. En estos momentos, en España nos acercamos al poder adquisitivo de los primeros países de la Comunidad Europea, pero lo que es más importante, la distribución de riqueza, según lo publicado en el último informe del Banco Mundial, nos equipara a la francesa y estamos mejor que los ingleses. Este dato es alentador.

¿Cuánto debe la creación de riqueza a la tecnología?

Mucho. Si contemplamos nuestra historia en los últimos 20 siglos, nos damos cuenta de que en la actualidad vivimos en una situación radicalmente nueva. La sociedad de hasta el siglo XIX la podríamos tildar de casi Neolítica. Pocas diferencias había entre el habitante romano coetáneo de Julio César y el francés de Napoleón. De hecho, las batallas de ambos militares y su forma de entender la guerra es muy parecida. La primera revolución industrial cambia el mundo de forma radical. Después, la revolución tecnológica le da otra vuelta de tuerca. Y ahora, la revolución de las telecomunicaciones provoca, usando un término matemático, un desarrollo exponencial. Y sigue acelerándose.

Sin embargo, esta rapidez conlleva una vulnerabilidad tremenda. Bush confunde deflación y devaluación y causa una fuerte caída del yen de forma inmediata. ¿Las variantes económicas son tan frágiles?

Los movimientos financieros son instantáneos. Esto es así como consecuencia de la caída del Muro del Berlín que envuelve al mundo en la tranquilidad, rebaja aranceles, consolida la Unión Europea y permite la existencia de un solo patrón financiero, el Fondo Monetario Internacional. En definitiva, se produce el fenómeno de la globalización. Por eso los políticos deben de ser muy prudentes.

Habla del Muro de Berlín, pero ahora es el 11 de septiembre de 2001 el que parece marcar la historia. ¿También en economía esa fecha está señalada en rojo?

Sí, porque aparece una situación nueva en el marco internacional motivada por las aspiraciones del mundo islámico por extenderse. Recordemos que la guerra fría, en la que tal vez no hubiera batallas pero que desde luego fue una guerra, se declaró sencillamente por un artículo firmado con una X (hoy sabemos que fue el Departamento de Estado). Tras el ataque terrorista en Nueva York nos encontramos de nuevo en una situación de conflicto en la que hay dos partes.

¿Motivó esto la guerra de Iraq o fueron las razones económicas?

En Iraq había un dictador nacional socialista árabe, Sadam Hussein, que se consideró peligroso para la extensión del fundamentalismo musulmán. Había intereses económicos, siempre los hay, pero creo que hoy, todavía, es pronto para concluir, y siempre es más prudente dejar que la historia juzgue esta guerra.

Hablando de prudencia, ¿incurrir en déficit público en este momento es positivo, o recomienda el ajuste presupuestario? ¿Hasta qué punto es erróneo saltarse la disciplina presupuestaria?

/imgs/20041101/entrevista01.jpgNo sólo es imprescindible el ajuste, yo recomiendo el superávit. España es uno de los países que tiene un mayor déficit exterior, del orden del 3% del PIB, que no puede mantenerse indefinidamente. Para arreglar esta situación tenemos dos instrumentos: bloquear o bajar los salarios, algo impensable; tener superávit en el sector público para poder pagar. Por lo tanto, según mi criterio no tenemos mucho margen, nos guste o no.

El primer ministro de India, Nerhu, dijo que en su país “eran tan pobres que no se podían dar el lujo de no hacer ciencia”. ¿España es tan rica que no la necesita?

Para España la investigación es fundamental, pero la inversión pasa por una modificación educativa de base. Cuando Hobbes, allá en el siglo XVII, investigó el florecimiento de la industria textil de Manchester, llega a la conclusión de que la salud de ese comercio es debido a que en Inglaterra se estudia bien Filosofía, lo que produce buenos matemáticos, lo que permitirá que algunos sean buenos astrónomos que, a su vez, investigarán cómo mejorar la navegación para que ésta sea segura y, así, garantizar que los barcos lleguen a buen puerto con su mercancía, antes y mejor que los de sus competidores. Sin duda, la inversión en educación es la mejor inversión económica. Y ésta, según mi criterio, debiera ser más exigente de lo que es actualmente. Los niños y niñas están en la escuela para aprender.

Por lo tanto, para huir de la tiranía del petróleo, ¿deberíamos leer más a Platón?

La situación que vivimos ahora no es idílica, pero nada tiene que ver con la situación vivida en los años 78 y 79. Sus consecuencias no son tan terribles, pues la dependencia de la economía del petróleo es menor que entonces. Los hidrocarburos son claves para los transportes y para la agricultura, pero no para la electricidad, por ejemplo. Por lo tanto, la repercusión del precio del crudo no está muy clara, pues ha cambiado la dependencia energética.

Lo que sí está claro es que la incursión de la mujer en el mundo laboral provoca una revolución en el sistema económico que todavía hoy no está normalizado.

Un emigrante noruego en Estados Unidos, Veble, que se convirtió en un economista muy influyente en el gobierno, nos cuenta cómo la mujer siempre ha tenido una función clave en la sociedad, pero relegada a aquello que el hombre quería. El varón reservaba para él el trabajo, llamémosle divertido o creativo: la caza, la guerra, la política. La mujer se ocupaba de la agricultura, de la economía doméstica, de labores rutinarias. Llega un momento en que es la propia mujer la que, gracias al feminismo, comienza a exigir otro estatus en la sociedad, una sociedad que, por cierto, precisa de mayor mano de obra.

¿Explica esto que las mujeres cobren menos o que apenas aparezcan en los cuadros directivos?

Los gráficos que estudian la incorporación de la mujer española al mundo laboral muestran claramente cómo hace 50 años la mujer comenzaba antes a trabajar y, por consiguiente, lo hacía con un nivel menor de preparación. Como consecuencia del matrimonio, la curva femenina caía radicalmente, mientras la masculina avanzaba paulatinamente. La mujer volvía a incorporarse al ámbito de trabajo cuando los hijos habían crecido, pero lógicamente con una desventaja de preparación y méritos respecto a quien fuera su colega masculino. Hoy, la incorporación es paralela y, aunque la curva femenina se mantiene por debajo de la masculina, ya no se produce un corte. Sin embargo, el mundo empresarial sigue pensando que la mujer tiende a atender a su familia más que el varón, por lo que le ofrece menos seguridad, su trabajo es menos valorado y, por ende, peor pagado. Sin embargo, creo que esa situación, a medio plazo, cambiará, pues la mujer se ha visto obligada a demostrar su capacidad más allá de lo exigible y ha dejado patente su valía.

Sin embargo, también el sistema nos conduce, según muchos indicios, a un mundo donde el trabajo va a ser cada día menos importante en la vida de una persona, y el ocio va a sustituirle como valor. ¿El sistema lo podrá soportar?

De hecho, este cambio lo pronosticó Keynes en una conferencia que ofreció en 1930 en la Residencia de Estudiantes en Madrid. Afirmó entonces que, salvo grandes catástrofes o guerras, a mediados del siglo XXI el conjunto de la producción de los países occidentales que tuvieran políticas económicas equilibradas iba a ser tan espectacular que multitud de problemas económicos de carencia desaparecerían, y en consecuencia surgiría uno nuevo: el uso del tiempo del ocio. En 1999, Fogel, premio Nobel de Economía, publicó un artículo sobre el cumplimiento de una tesis, según la cual, un reducido número de horas de trabajo iban a lograr artículos en beneficio de la calidad de vida, y la preocupación por trabajar iba a ser sustituida por la preocupación por saber gestionar el ocio, sobre todo en la edad de la jubilación, etapa cada vez más larga. En relación con esto, me atrevo a vaticinar una cosa: en pocos años va a estar socialmente muy mal visto que alguien no dedique parte de su tiempo de forma voluntaria y gratuita a la sociedad.

¿Avistamos un nuevo Estado de Bienestar, está el actual agotado?

Algo que debemos tener presente es que el Estado de Bienestar actual se concibe y desarrolla hace más de 50 años, con unas variantes que han sufrido un cambio radical. Por ejemplo, la esperanza de vida o el desarrollo de la ciencia médica. Estamos en los albores de la medicina regenerativa y no cabe duda de que ésta va a ser la medicina del futuro, pero sus beneficios estará restringidos a unos pocos, a aquellos que puedan costeárselos, que no será el Estado, que hasta ahora ha igualado gracias a la atención médica a las clases sociales. Entonces… ¿cómo se mantiene el Estado de Bienestar sin salud universal? Probablemente el Estado de Bienestar habrá que reconvertirlo. Será más caro para cada contribuyente, disminuirá el tiempo de jubilación… en definitiva, cambiará el sistema actual.

¿Será posible garantizar el sistema público de pensiones? ¿Qué le parece que un Gobierno publicite la necesidad de que sus ciudadanos se hagan un plan privado de pensiones?

Es, sin duda, un anticipo de cambios. De cualquier forma, me sirve la pregunta para alertar de algo que yo creo que es preocupante. Cuando se empieza a hablar de la eutanasia con tanta ligereza conviene que se reflexione un poco antes de defenderla, pues los viejos dejaremos de ser útiles y seremos muy costosos. Y todos, si tenemos suerte, seremos viejos, inútiles y costosos.

Pero… ¿quién dirigirá el mundo? ¿Las grandes empresas o los consumidores?

A comienzos de los años 80 se reunieron en el hotel Plaza de nueva York los 7 países más ricos del mundo y acordaron el cambio de la cotización del dólar. Ahora, eso sería imposible, pues es el conjunto quien está mandando: consumidores, inversores, trabajadores…