¿El divulgador científico tiene algo de predicador?
En nuestro país, el divulgador científico sí tiene mucho de predicador. En una sociedad en la que, para la mayoría, la ciencia no forma parte de la cultura, y en la que, desde el punto de vista institucional, las deficiencias son enormes, insistir, como lo he hecho con frecuencia en mis libros de historiador, en artículos de opinión y en reseñas científicas, en que la ciencia es divertida, la ciencia es importante… tiene una faceta muy clara de predicador.
¿De predicador en el desierto?
Hombre, si considerase que predico en el desierto cerraría y me dedicaría a otras cosas. En los desiertos también hay oasis. No soy capaz de considerar si, en esto que yo predico, España es un desierto. Creo que se acerca en algunos ámbitos que son especialmente importantes, como el político o gubernamental. Los gobiernos, parlamentos e instituciones que representan a la ciudadanía y tienen el poder de implementar novedades deberían tener asesores o departamentos científicos. Y esto es la excepción más que la regla. Ahora bien, yo me escapo con mucha facilidad porque encuentro mucha satisfacción en lo que hago, y me satisface más encontrar a una persona en la calle a la que he podido ayudar para comprender, para amar la ciencia, que en cualquier otro nivel.
¿La situación no ha mejorado?
Bueno, la situación en cuanto a producción científica está mejor. Faltaría más. La cuestión no es que haya mejorado, que indudablemente ha sido así. La cuestión es, en primer lugar, si los jóvenes científicos tienen las oportunidades para desarrollar todo su potencial, y, en segundo lugar, la ciencia no es sólo conocimiento como cultura, es una competición, es una carrera. En la medida en que es una cuestión de Estado, es algo que implica llegar el primero, producir e implementarlo en el tejido industrial productivo, y con la idea de ser los primeros, los más originales. Es decir, que no sólo se haga ciencia, sino la mejor ciencia del mundo. No está claro que esto suceda así en España. Yo tiendo a pensar que la respuesta es negativa. No está claro si la distancia relativa que nos separa de esos países que producen ciencia y que crean riqueza para sus países haya disminuido. Ésta es la cuestión, lo otro es demagogia.
disminuido la distancia
que nos separa de los
países que producen
ciencia y que crean
riqueza con ella”
¿Le habría gustado nacer en otro país?
No. Soy hijo de mi país y me gusta vivir
en él. No me gustan muchas cosas pero
sería infeliz en otro lugar. He vivido varios
años en Inglaterra y en Estados
Unidos. Admiro la cultura inglesa, pero
no me gustaría vivir allí. En Estados
Unidos me gustaba cómo se comportaba
la gente de mi entorno, pero la cultura
del dinero, la lucha por la vida, la noción
exagerada de Estado-imperio… no
me gusta.
Ante ese panorama que dibuja y que no es precisamente idílico para la ciencia en España, ¿qué se puede hacer? ¿esperar generaciones?
No es una cuestión de cambio rápido. Por eso es tan importante lo que siempre se ha dicho, un pacto de Estado, que forme parte de la cultura política común. Yo creo que en la ciencia no es difícil. Habría que mantenerse firme en ese proyecto, que no es tan rápido y que necesita tiempo. No creo que se fabrique un Premio Nobel tan rápido como un campeón olímpico. Sin embargo, cuando ha interesado se han establecido proyectos que han producido campeones olímpicos. Es absurdo. Esto, que es un juego, no tiene que ver ni con la salud, ni la cultura… mientras que la ciencia tiene que ver con la riqueza, con el bienestar intelectual, con ser más libres desde el punto de vista de nuestro conocimiento del mundo, con la economía, con la salud pública, y no se ha hecho. La ciencia debe introducirse en la cultura y eso es responsabilidad de los gobernantes. En ocasiones se ha hecho, pero desde mi punto de vista no se ha hecho con la misma intensidad con que se le hace a un escritor, artista o centenarios del cine….Se dice que la ciencia es más aburrida y más difícil, desde luego que sí, es más difícil, pero no más aburrida. Se necesita, eso sí, un entrenamiento. Insisto, la ciencia es divertida y, desde luego, más divertida que las declaraciones que nos hacen los futbolistas, porque siempre dicen lo mismo, claro.
¿Y los científicos no tienen también su parte de responsabilidad?
Claro. El científico debe mostrarse a la sociedad, debe esforzarse, entre otras cosas, en ser un ciudadano como otro cualquiera y debe tratar al mismo tiempo de que su voz se escuche en foros culturales y políticos. La situación ha mejorado, pero no es suficiente. La presencia pública debe ser mayor. Para ello hay que tener algo que decir, al margen de un laboratorio, y eso es complicado. Hay que potenciar habilidades, que yo creo que no es demasiado pedir, como escribir o expresarse con claridad o gracia, etc. Los científicos se deben introducir en el tejido social, como hacen en otros países, y también habría que pedirles honestidad, y esto va más allá de los científicos españoles. Cuántas promesas se han hecho y luego cuántas se han cumplido. Hay que ser más honesto y honrado en la presentación de lo que se está haciendo.
Como conclusión, ¿la ciencia en España tiene futuro?
Yo lo voy a decir de otra manera. No estoy seguro de que España como país tenga el futuro que al menos yo querría. Sin utilizar la ciencia para mejorar la capacidad industrial y económica, tendrá un futuro diferente al que a mí me gustaría. Tendrá un futuro que cada vez es más complicado mantener, que es el de un país de servicios.
un Premio Nobel como un
campeón olímpico”
¿El futuro que le gustaría lo ve poco probable?
Sí, lo veo muy difícil. Dicen que el número de citas de científicos españoles es mayor en revistas internacionales, pero eso es trampa. Es mejor que antes, pero eso no es. Una cosa es la ciencia como cultura, y otra la ciencia en la producción competitiva.
¿Qué debería hacer un ciudadano para considerar que su conocimiento científico es aceptable?
Tener unos rudimentos, unos conocimientos generales. Si una persona no sabe decir algo de Newton, Lavoisier, Maxwell, Einstein, y de no sólo de sus teoría sino de los libros que produjeron… hay que pensar en que algo cojea en nuestra cultura. Las personas deberían pensar que entonces su formación no es completa. Ese problema se resuelve en la enseñanza secundaria, en la enseñanza media. Ahí es donde se marcan las barajas, las cartas de la cultura de un país.
Usted es miembro de la Real Academia de la Lengua Española, ¿A qué parte de la lengua aplica eso de limpiar, fijar y dar esplendor?
Desde que entré he trabajado junto con
otros científicos, sobre todo en una comisión
de vocabulario científico y técnico.
Dudo mucho que un país, una
cultura, quiera vivir al margen de la tecnología
y la ciencia. Es imposible, aunque
sus ciudadanos no se den cuenta. La
sociedad cambia de la mano de la ciencia
y la tecnología, y también se introducen
términos científicos y técnicos.
Pero no sólo aquellos que son patrimonio
de unos pocos, usamos todo tipo de
términos. Prestemos atención, por ejemplo,
a lo que aporta únicamente el mundo
de la informática… La Academia
Española se preocupa por recoger en su
diccionario la mayor parte, aquellos términos
más generales (sólo la descripción
de las partes de un avión daría
para escribir un volumen), los que forman
parte del lenguaje más cotidiano…
y ahí se crean más términos que en
cualquier otra área de la vida. Pero es
que ésta es una parte.
¿Cuál es la otra?
La Real Academia Española nació en
1713 y va cumplir 300 años de existencia.
El primer diccionario, llamado
Diccionario de Autoridades, apareció en
el siglo XVIII. Y la actualización y mejora
ha sido una constante desde entonces. El
diccionario es tan rico, tan amplio, que
corregirlo y adecuarlo en todos los aspectos
de las definiciones, pero en particular
en las científicas y técnicas, es un trabajo
ímprobo.
¿La Ciencia en España habla un inglés españolizado?
Es evidente que los anglicismos penetran por todas partes, hasta en nuestro diccionario. Es algo imparable en un mundo en el que la lengua franca es el inglés. También es verdad que en ocasiones es difícil, pero posible, defenderse en castellano en ámbitos científicos. Además, el científico debe darse cuenta no sólo de que tiene una deuda, sino una necesidad para reforzar sus posiciones con la sociedad en la que vive y debe tratar de involucrarse y eso lo tiene que hacer a través del idioma que habla su comunidad. Hay que cuidar el castellano, en nuestro caso, y hablarlo con la mayor nobleza posible. Si no se hace así es por la falta de personalidad que existe y que debería combatirse porque el científico también va al teatro, lee literatura, periódicos… Debe saber distinguir con claridad los escenarios en los que se mueve. Si no, será una figura ridícula cuando se exprese de esa manera.
Los científicos, ¿hablan o perpetran el castellano?
Hay de todo, pero en general creo que no utilizan el castellano con el cuidado que deberían y que pueden hacer. No estoy pidiendo peras al olmo, ni pidiendo que publiquen sus mejores resultados en español.
Ese nivel de conocimiento científico al que debería aspirar a tener todo ciudadano, ¿lo ha encontrado entre sus colegas de Academia?
Lo que he encontrado en ellos es una simpatía por la Ciencia y por estar abiertos a la Ciencia, a darse cuenta de la importancia de sus limitaciones que, con toda sinceridad, no encuentro en otros lugares. Hablamos de un colectivo en el que hay filólogos, lexicólogos, novelistas, poetas. Además puedo ofrecer un ejemplo: mi penúltimo libro es con Antonio Mingote, cuya educación científica es muy reducida pero acertó a participar en este proyecto con una amplitud de miras, con interés…
Es curioso, pero usted ha entrado antes en la Academia de las Letras que en la de las Ciencias. ¿A qué se debe?
En primer lugar debo aclarar que yo no soy un científico, y si soy Académico correspondiente es como historiador que escribe, que hace la historia de la Ciencia. En ese sentido no ha habido muchos. Que yo sepa, sólo ha tenido un académico de número que fuera historiador.
divertida que las
declaraciones de los
futbolistas, que siempre
dicen lo mismo”
El hecho de que primero entrara en la Academia de las Letras y luego en la de las Ciencias, ¿no es un reflejo de que en la comunidad científica se ve a la persona que quiere acercar la ciencia a la ciudadanía como un científico de segunda?
Sí. Yo ahora no soy un científico, y cualquiera que aspire a abordar con profesionalidad la historia, la filosofía o la sociología de la ciencia no lo puede pretender. Entre los científicos, y no lo digo por mí que he sido cocinero antes que fraile, surge en ocasiones un cierto desdén por aquellos que se ocupan de la Ciencia y no hacen Ciencia, bien a través de la Historia, como es mi caso, de la Filosofía, etc.
Y es un error.
Sí, porque no hay ninguna competición.
La historia de la Ciencia aporta mucho a
la ciencia y no sólo en el sentido de que
sea mejor comprendida, sino para que
los propios científicos comprendan
mejor su disciplina. A mí me hubiera
gustado contar con esa ayuda cuando
me enseñaron mecánica cuántica, que
más o menos aprendí a manipular, pero
no comprendí. Entonces, aquello me parecía
un milagro. Pues en ese momento
me habría gustado tener mi libro de
Historia de la Física Cuántica. Si lo hubiera
tenido, creo que habría sido un
mejor físico.