Usted dejó en los años 60 un puesto fijo en un banco para lanzarse a vivir de los tebeos. Será uno de los pocos que ha dado la espalda a los bancos y ha vivido para contarlo.
Hice como Hernán Cortés, quemar las naves. Y la verdad es que no era lo normal. En aquellos años, en lugar de marcharse así, diciendo “ahí os quedáis”, se pedía la excedencia, por si acaso. Pero yo ni la pedí. Lo único malo fue comunicarlo en casa, con mi padre que me decía : “Estás loco, estás loco, hijo mío”. Luego ya, cuando empecé a ganar dinerito, ya me decía “bueno, bueno, parece que no está tan mal”.
Su producción de historietas es inmensa. Sólo de Mortadelo y Filemón ha publicado más de 150 álbumes. ¿No tendrá, como Alejandro Dumas, un ejército de colaboradores?
No, qué va. Ni colaboradores, ni el clásico negro de la literatura. Nada, no hay nada. Cuando hace algunos años venían los periodistas, casi todos muy jóvenes, a casa a hacerme entrevistas se sorprendían, porque entraban en el estudio y no veían nada, ni ordenadores…nada, sólo una máquina de escribir y vieja. Los jóvenes de ahora no conciben que todavía se pueda hacer algo sin recurrir a ese repugnante aparato llamado ordenador.
¿Usted hace todo el proceso?
Sí, claro. Cuando una persona lee una historieta sólo se fija en el dibujo, dibujo y dibujo, piensa sobre todo en la parte gráfica. Pero lo difícil, y lo que tiene verdadera importancia, es lo otro, es la letra en sí, es la idea.
Usted asegura además que no dibuja bien. ¿Falsa modestia?
Como dibujante soy normalito. Cuando veo los dibujos de algunos de mis compañeros, que perfectamente podrían colgarse en el Prado, a mí se me cae la baba. Yo no llego a eso, nunca he llegado. Mis dibujos son “normalillos”, con un guión en el que paso muchas, muchas, muchas horas limando y perfilando.
Dedica más tiempo, entonces, a pensar la historia que a desarrollarla
A mí cuando me preguntan el tiempo que tardo en hacer una página, les digo que la parte gráfica pueden ser cinco o seis horas y lo otro… pues puede ser que uno esté inspirado y tarde 10 minutos en hacer una buena historia o que tenga una nubecilla y tarde una hora o dos, o tener un nubarrón y ahí pasan las horas y pasan… y no hay manera de salir de ahí.
¿Qué proceso sigue para crear una historia?
Esto no tiene nada de particular. Se podría comparar al trabajo del músico, que coge un pentagrama y va pensando las melodías, las va anotando, luego las termina y coge la trompeta y va probando y se pone a interpretar. Yo hago lo mismo, mi papel pautado es un bloc normal y corriente, empiezo a idear, lo voy anotando todo allí, lo voy uniendo y cuando está listo el guión, en lugar de coger la trompeta, cojo el lápiz y empiezo a dibujar.
¿Cuántas horas dedica a ello al día?
Todas, todas las del día. Incluso días festivos. Yo no conozco vacaciones ni fines de semana, siempre dale que te pego, siempre encadenado al tablero.
Como lector se lo agradezco infinito, pero me imagino que a su familia mucha gracia no le hará.
Imagínate. Me dicen “sí, ganarás dinero, pero para qué demonios lo quieres si no podemos ir a ninguna parte…” y lo peor es que tienen toda la razón del mundo.
Usted disfruta haciendo este trabajo.
Bueno, he vivido temporadas, cuando estaba en la antigua editorial, en que he llegado a hacer veinte páginas en una semana. En esta profesión el hacer cuatro o cinco máximo seis paginitas a la semana está bien, es lo normal. Hacer diez es una heroicidad, casi increíble, y hacer veinte es una locura. Y yo lo estuve haciendo. Yo disfrutaría con mi profesión si en lugar de hacer diez o veinte pudiera hacer menos páginas, aunque estuviera las mismas horas trabajando, pero recreando más en ellas. Es que hay ocasiones en las que llego a odiar a los personajes y luego me reconcilio, mantengo una relación amor-odio. Hay momentos en los que los quemaría todos. Precisamente, en marzo del año pasado disfruté mucho cuando me hicieron en Valencia una falla, yo estaba allí y a mi alrededor todos los personajes, y me invitaron a encenderla… y disfruté tanto de aquel momento, cuando se quemaban…. Después de 50 años, ya es hora de quemarlos, pensé. Pero luego se pasa.
Con 50 años en la profesión y autor de los personajes de cómic más conocidos en España con diferencia, ¿le siguen presionando, llamando por teléfono, para que entregue las páginas a la editorial, o tiene ya un estatus?
Ya no me llaman tanto, son conscientes de que con el tiempo se agria un poco el carácter y que igual les puedo decir: “iros a hacer puñetas”… Ya lo dice mi mujer, “tus historietas tendrán una gracia loca pero, hijo, aquí en casa tienes un carácter insoportable” y creo que también tiene razón.
Pero ahora vive menos presionado, más a gusto, ¿no?
Bueno, pero se hacen muchas páginas. Ten en cuenta que estoy trabajando en un promedio de unos seis álbumes anuales, que dicho así tampoco es nada, pero fíjese: el resto de compañeros de esta profesión suelen hacer un álbum cada año o cada dos o tres años.
¿Pero los seis álbumes los hace por amor al arte o agobios hipotecarios o económicos?
Por agobios hipotecarios no. El cómic sigue una línea descendente: antes cada semana salían 200 colecciones, el capitán Trueno, Tormenta, Relámpago…todos los efectos atmosféricos tenían su capitán. Esto como dibujo realista. Como dibujo cómico estaba Pulgarcito, Tiovivo. Ya no queda nada, sólo Mortadelo. Así que hay que pensar que mientras este personaje aguante, vamos a trabajar, a seguir aprovechando el momento.
¿Y usted no está cansado de Mortadelo y Filemón?
Sí, claro que sí. Tengo ya setenta y pico, me quiero jubilar. Pero me dicen otro año, otro…
¿Hasta cuándo entonces?
No me pongo fecha. Siempre digo que no me gustaría estar tanto tiempo como un magnífico compañero mío, Escobar, el autor de Zipi Zape, Carpanta… que estuvo hasta sus últimos días, ya enfermo de Alzheimer.
¿Sus nietos estarán encantados de tener un abuelo tan divertido como usted?
Son muy pequeños, uno de cuatro meses y otro de cuatro años y ya les gusta lo que hago, ya. Eso me satisface muchísimo, la verdad. El mayor me dice: “yayo, cuéntame un cuento…pero de Mortadelo”.
Usted dedica mucho tiempo a atender a su público. Ya les gustaría a muchos firmar tantos ejemplares como lo hace usted.
Sí, sí, seguro. Yo soy el que más firma de España. En una ocasión, en Jaén, empecé a firmar a las seis de la tarde y acabé a las doce de la noche, cada vez llegaba más gente….Yo firmo a todos, si hay mil personas firmo de la una a la mil, a todos, aunque luego no pueda levantarme de la silla. Siempre. El público es estupendo. Me dicen: “no lo dejes nunca, no te pongas enfermo…”
Además, no se limita sólo a poner: “Con afecto: Paco Ibáñez”
No, no. Les pongo una cara de Mortadelo disfrazado de bicho…a cada uno una cosa. Y se van la mar de contentos.
Comenta que no dibuja muy bien pero, ¿usted es consciente de las miles y miles de personas que han tomado como modelo un dibujo a Mortadelo y Filemón?
Miles, una infinidad. A veces me traen los niños dibujos y digo: “mira el puñetero, ¡pero si lo hace mejor que yo! ¡Si yo supiera hacer esto…!”
¿Qué sensación tiene cuando ve el éxito que ha tenido en otros países como Alemania, donde se han vendido 50 millones de copias de Mortadelo y Filemón, en Dinamarca, Holanda…?
Sí, sí, se venden en toda Europa, excepto en Inglaterra, ya sabemos que son un poco rarillos y creo que ahí nunca salieron. Los gags que yo hago gustan en todo el mundo. En Alemania tuvimos la enorme suerte de contar con un traductor genial, que supo adaptar muy bien la forma de hablar, la psicología del personaje a su propio guión y se empezó a vender muy bien allí.
¿Usted sigue leyendo cómic?
No, no me da tiempo. Además, ya no hay. Aquí lo único que se ha quedado es El Jueves, pero eso es una revista satírica. Queda algo en las tiendas especializadas, pero yo considero que el cómic está vivo si lo veo en los quioscos, si no, no. Y ya no se ven.
¿Y libros?
Sí, eso sí. Soy un enamorado de la lectura. En los sitios más inverosímiles (risas), pero sí, leo.
La fórmula de empezar de muy jovencitos leyendo tebeos y acabar leyendo libros, ¿la recomendaría para fomentar la lectura?
Claro, yo lo he dicho en muchas ocasiones. Si hay algo que temen los niños es a esos bichitos negros llamadas letras. El pequeño cuando coge un cómic ya ha vencido el primer obstáculo, los bichitos negros, porque casi no hay letras, sólo las que aparecen en los bocadillos. Y esas poquitas letras sí las consigue ir tragando poco a poco, y de ahí es normal que pase a novelas juveniles. Ahora con las maquinitas ni los bichitos negros ni nada, ya no se lee, ahora todo es audiovisual.
¿Por eso le tiene tanta manía a los ordenadores?
Yo siempre he sido muy amante de las cosas que se hacen con las manos. Yo nunca he sabido cómo funciona un ordenador. Mi nieto de cuatro años sabe más que yo, me da una vergüenza…. Mi hija me compró una vez uno, me dijo: “deja de usar ya el tam tam”, pero no me hacía con él, no me aclaraba. Y cuando alguna vez lograba hacer un texto, como yo utilizo mucho las onomatopeyas, aquel estúpido cacharro me decía que eso estaba mal escrito, que lo corrigiera, y yo le decía “cállate” y nada. Lo metí en un armario.
¿Cómic o tebeo?
Tebeo. No por nada, pero pertenezco a la época en que se llamaba tebeo y el cómic se presta a confusión porque es más general.
¿Qué fórmula utiliza para que las historietas de Mortadelo y Filemón gusten, no a una o dos, sino a tres generaciones distintas, y que gusten por igual?
Me doy cuenta que la gente que rechazaba algunos personajes era por la monotonía, por la repetición. Yo cuando ya llevaba unos años con Mortadelo me dije: “vamos a enriquecer esto”, y le metí en las filas de la TIA, y gustó mucho a los lectores. Inventé personajes, el Bacterio…. Cuando esto empiece a fracasar ya veremos si invento otra cosa, o si se acabó Ibáñez.
Si hay algo que define las historietas de Mortadelo y Filemón son los disfraces de Mortadelo, ¿cómo se le ocurrió ?
Pues fue, precisamente, otra idea para sacarlo de la rutina, de la monotonía, de esa inercia de los personajes. Al principio el personaje ya se disfrazaba, y sacaba los disfraces de un sombrero, pero pensé “ayyyy, le estoy engañando al lector”, y así, en lugar de disfrazarle, lo convertí en un transformista. Así, se ha disfrazado desde una pulga hasta el mismísimo Dios.
¿Queda algo de lo que no se haya disfrazado Mortadelo?
Qué va, si me vuelvo loco buscando disfraces.
Y usted se ha disfrazado alguna vez, de Mortadelo, ¿por ejemplo?
Sí, una vez me disfracé con un traje de etiqueta, cuando me casé, pero ya no lo vuelvo a hacer, je, je…
Si hay un personaje real que aparece en sus viñetas es usted mismo, y lo hace además con mucha ironía. No se le puede negar la capacidad que tiene de reírse de sí mismo.
Sí, sí. Siempre, con mucha humildad. Eso le gusta mucho a la gente.
Aparte del trabajo, ¿qué se toma en serio?
El trabajo y el trabajo. Bueno, a los nietecillos. Fíjate que yo en casa cuando tenía que salir a algún sitio decía: “Que nadie me toque nada, que se arma la gorda”, y allí no entraba nadie. Ahora, mi nieto entra, me toca los pinceles, todo… y encima a mí se me cae la baba. Ya ves. Eso sí me lo tomo en serio.
Dice que la historieta ahora mismo está reducida a un ámbito casi de tiendas especializadas.
Es una pena. Hay muchos que me dicen, mejor para ti, así sin competencia, pero no es eso. Si hubiera afición por el cómic seguro que habría publico para los mil compañeros que estuviéramos trabajando en ellos. No pasaría nada. Da mucha pena que a una profesión a la que he dedicado 60 años, se caiga, se caiga, ¡y que no hayamos sabido mantenerla….!
Y no hay posibilidad de cambiarlo
Bueno, es muy difícil Yo creo que cambiará de soporte. Podrá salir en forma de videojuegos… por ahí sí.
¿Es verdad eso de que Mortadelo lo leíamos más los niños y Zipi y Zape las niñas?
No, no tiene que ver. En general, los lectores de los cómic han sido más niños que niñas. Como ahora, que los principales seguidores son adultos, pero adultos, adultos. En ocasiones, en las firmas, acuden señores de 80 y 90 años a los que les pregunto por el nombre el nieto y me dicen, no, no, si es para mí, que soy un seguidor de toda la vida. El público femenino se ha inclinado más por los productos específicos que se hicieron para ellas, que si Florita, Mari Luz, Esther… Por cada 100 dibujantes de historietas masculinos habrá habido 7 ó 8 femenino, pero no sé por qué.
¿Huye de lo políticamente correcto?
Huyo de lo político, sencillamente y no me dejo guiar por modas…
¿Es tan detallista en la vida real como en los dibujos?
Pues sí. Soy bastante. En los dibujos soy muy exigente conmigo mismo, hasta el último detalle… y en la vida real también, siempre estoy pendiente de la más mínima cosita. Mi mujer ya me dice: “qué chinche eres”, y tiene razón.
¿Dónde aprendió a dibujar?
En ningún sitio. Te dedicas a esto porque te gusta y desde pequeño. Verás, el primer dibujillo que yo hice, con cuatro años, en aquellos tiempos difíciles donde no había papel ni nada, hice un ratoncillo en una esquina de un periódico, y a mi padre le gustó mucho, lo recortó y lo llevó toda la vida en la cartera guardado hasta el último día. Así son las cosas, te gustan o no te gustan.
-Todas las ilustraciones han sido cedidas por “Ediciones B”-