Cuando el cielo se abre
En septiembre y octubre algunas de las zonas de la Península Ibérica ven su cielo cubierto de chubascos y tormentas de extraordinaria violencia y de poca duración. Se trata de la gota fría, resultado de la suma de tres factores habituales en esta época del año, especialmente en la zona mediterránea: mar caliente, atmósfera inestable en la superficie y aire frío en la altura. Catástrofes como las inundaciones de Bilbao a finales de agosto de 1983 o la rotura de la Presa de Tous (Valencia) en octubre de 1982 han pasado a la memoria colectiva de un país que, tanto por las condiciones climatológicas como orográficas, está destinado a vivir codo a codo con la estacional gota fría.
Cómo se genera la gota fría
- El mar se encuentra a temperaturas altas. El Mediterráneo, por ejemplo, puede alcanzar al final del verano treinta grados en zonas cercanas a la costa.
- Se desprende mucho vapor de agua, como el agua caliente de un baño o una ducha.
- Si en estas condiciones climáticas llega una borrasca o un frente frío y hay una bolsa de aire frío en altura, se produce una situación de inestabilidad.
- El vapor de agua, que el mar libera en grandes cantidades, asciende arrastrado por la inestabilidad y se condensa al encontrarse con la zona fría, formándose una nube.
- Esta nube puede ir agrandándose a gran velocidad porque el vapor ascendente encuentra mucha facilidad para subir al encontrarse con zonas más frías, y con este frío va condensándose cada vez más agua.
Así, en muy pocas horas se pueden formar grandes nubes tormentosas que aunque no tengan una gran extensión horizontal pueden medir más de diez kilómetros de altura. Estas nubes descargan una fuerte lluvia, normalmente acompañada de un gran aparato eléctrico y de granizo. Sin embargo, algunos meteorólogos afirman que la gota fría no siempre va asociada a lluvias intensas o catastróficas.
Daños y la importancia del suelo
Algunos especialistas prefieren utilizar el término DANA (Depresión Asilada de Niveles Altos) para referirse a este fenómeno meteorológico, ya que el de gota fría lo consideran impreciso. Lo cierto es que al margen de la denominación que se utilice, los daños que pueden ocasionar este tipo de lluvias torrenciales no dependen únicamente de su intensidad, sino también del estado del suelo.
En laderas con mucha pendiente y desprovistas de vegetación, el agua corre muy rápidamente y arrastra con fuerza el suelo, provocando una gran erosión. Si, además, las laderas terminan en un valle encajonado, puede formarse una gran riada que empuje con fuerza todo lo que encuentra. En la zona mediterránea española es frecuente que los cauces de los ríos permanezcan secos muchos meses al año y sean ocupados por cultivos o edificaciones. Esto motiva que en las grandes crecidas los daños sean mayores: por un lado, porque se destruye lo que estaba ahí construido; por otro, porque se impide la libre salida del agua y se hace mayor la crecida.
En cambio, en laderas suaves y cubiertas de vegetación, el agua que cae es frenada por las plantas y absorbida con más facilidad por el suelo, con lo que baja por la ladera menos agua y a menor velocidad. La erosión resulta así mucho menor. De ahí la importancia de mantener los bosques y la cubierta vegetal del terreno para prevenir los daños que los fenómenos climatológicos violentos producen.
Qué hacer si nos sorprende en la carretera
- Hay que atender las informaciones de las emisoras de radio locales o informarse de la situación meteorológica en las zonas a las que vamos a desplazarnos.
- Evitaremos viajar de noche, y si nos vemos obligados a hacerlo, conduciremos con prudencia comprobando el funcionamiento de los frenos periódicamente.
- No debemos cruzar en automóvil, aunque conozcamos perfectamente el trazado, las carreteras inundadas o puentes ocultos por las aguas.
- Si debemos conducir por una zona inundada, lo haremos muy lentamente y en primera marcha, para evitar que el motor se moje y llegue a pararse. Tendremos en cuenta que los frenos funcionan mal con las ruedas todavía empapadas después de atravesar un terreno inundado.
- Cuando el agua alcanza el eje del vehículo o llega más arriba de las rodillas, hay que salir de él y dirigirse a zonas más altas. Si se encuentran dificultades para abrir las puertas, hay que evacuarlo por las ventanillas sin pérdida de tiempo.
- Prestaremos atención a corrimientos de tierra, socavones, cables de conducción eléctrica y, en general, a todos los objetos caídos.
- Si el motor se ha parado y no es posible volver a arrancarlo, hay que encender las luces de emergencia (doble intermitente) y empujar el coche hacia la cuneta, si las condiciones lo permiten, para tratar de sacar el vehículo todo lo posible de la calzada. Las ráfagas de luz larga pueden servir también para pedir auxilio de noche. No olvide el código Morse de socorro: tres ráfagas cortas, tres largas y tres cortas (SOS). Puede que alguien entienda lo que estos destellos significan.
- Conviene revisar el tejado y bajantes de agua, así como la cuneta o acequia próxima a la vivienda, evitando toda acumulación de escombros, hojas, tierra, etc.
- Hay que estar provisto de una linterna con pilas de repuesto, una radio de pilas, un pequeño botiquín de primeros auxilios y los medicamentos que se usen habitualmente, sin olvidar alimentos y ropa de abrigo.
- Se han de retirar del exterior de la casa muebles y objetos que puedan ser arrastrados por las aguas y colocar todos los productos tóxicos (herbicidas, insecticidas, etc.) fuera del alcance del agua.
- Es importante sintonizar las emisoras de radio locales para estar informado y seguir las normas sanitarias de higiene (sobre limpieza, alimentación…) dictadas por las autoridades.
- Si se observa alguna posibilidad de inundación repentina en la zona, hay que acudir inmediatamente un lugar más seguro, no esperar instrucciones y notificar a las autoridades el peligro.
- Se deben localizar los puntos más altos de la zona en la que nos encontremos, para subirnos a ellos en caso de riada.
- Se desconectarán los aparatos o equipos eléctricos, pero sólo los tocaremos si no estamos mojados o pisando agua.
- Pasado el peligro y antes de volver definitivamente a la vivienda, hay que efectuar una inspección por si existiera riesgo de derrumbamiento o hubieran aparecido grietas, deformaciones en los muros, etc.