Cada vez más reducidos y amenazados
A medida que la huella humana se deja notar en la superficie de nuestro planeta desaparecen los espacios salvajes, afectados por la actividad humana que construye infraestructuras y urbaniza ciudades emergentes, al tiempo que habilita para la agricultura grandes zonas y en otras genera deforestación. Los últimos estudios hablan alto y claro: los humanos hemos dejado que nuestra presencia se deje notar en el 83% de la superficie del planeta. Los espacios salvajes, es decir, las partes del globo terrestre a las que el hombre no ha tenido acceso, son cada vez menos y las que existen se encuentran en peligro de ver su extensión recortada debido a la acción humana. Estas áreas salvajes son cruciales para la supervivencia del planeta: contribuyen a mantener las variaciones del clima, las precipitaciones y, sobre todo, constituyen una reserva imprescindible para mantener la biodiversidad.
Explotación del suelo
Según los últimos estudios realizados por el CIESIN (Internacional Earth Sciencie Information Network), el 83% de la superficie tiene impresa la huella humana de alguna de las siguientes formas: cuenta con una densidad demográfica superior a una persona por kilómetro cuadrado, se encuentra a menos de 15 kilómetros de una carretera importante o en una zona rural o agrícola, se sitúa a menos de dos kilómetros de un poblado o estación de ferrocarril o emite una luz de noche que se puede detectar desde un satélite.
El aviso es claro: disminuye la superficie de tierras vírgenes y allí por donde pasa el ser humano la integridad de los ecosistemas se resiente duramente. Además, según los últimos datos de la FAO (el organismo de la ONU para la alimentación), se cultiva arroz, maíz o trigo en el 98% de la superficie del planeta en la que es posible hacerlo, lo que significa que la explotación del suelo, una de las causas por las que se acaba con los espacios salvajes, mantiene unas cuotas altísimas.
Espacios fuera del alcance del hombre
37 regiones permanecen actualmente fuera del alcance del hombre, aunque cada vez más amenazadas por el avance de la civilización. Estos espacios salvajes se extienden por todos los continentes, desde la Amazonía (América) hasta el desierto del Sahara (África). De entre esas regiones, cinco se consideran extraordinarias por su riqueza en biodiversidad, pero destacan los tres grandes bosques tropicales del mundo: la Amazonía (con más de 30.000 especies de flora), la selva central del Congo de África y la isla de Nueva Guinea. La mayor extensión de estas regiones salvajes es el bosque boreal, que forma un anillo de 16 millones de metros cuadrados, justo debajo del Círculo Polar Ártico, y se extiende desde Alaska y Canadá hasta el norte de Europa y Asia.
Otros espacios que hay que destacar por su riqueza biológica son las altas mesetas del Tíbet y Mongolia y la región Miompo-Mopane, que cubre las áreas boscosas y las praderas de varios países del sur de África y representa la segunda región del mundo más rica en mamíferos, reptiles y aves. El área salvaje más pequeña del planeta es el Sundarbans, con 10.000 kilómetros cuadrados y que constituye el mayor bosque lacustre de manglares del mundo. Se encuentra entre la India y Bangladesh, en el delta del Ganges.
Los datos aportados por el estudio del CIESIN permiten conocer las zonas en las que todavía la biodiversidad se mantiene íntegra y de ellos se extraen dos lecturas diferentes: por un lado, la importancia de preservar las zonas vírgenes que todavía quedan; por otro, la necesidad de transformar la huella humana. En definitiva, hay que mejorar la administración de los recursos para que las consecuencias de la actividad humana no vayan a más en las zonas que ya se encuentran afectadas.
El Amazonas, una selva en agonía
Colombia comparte con Brasil y Perú parte de la selva amazónica, la más grande de la Tierra y también el mayor bosque tropical. Este pulmón del planeta destaca por la extrema multiplicidad de hábitat, que se debe a la diversidad de su vegetación, fauna y, sobre todo, flora. La Amazonía constituye en la actualidad un gran conjunto de ecosistemas que interactúan entre sí, de tal forma no se sabe todavía cuántas especies vegetales dependen de una sola animal, pero sí podemos estar seguros de que la extinción de una especie animal podrá traer consigo la extinción de muchas plantas dependientes y viceversa.
Según el ritmo de actividad que se mantiene en los últimos 20 años en esta parte tan preciada del planeta, se calcula que para el año 2020 solamente un 5% de la Amazonía conservará su estado salvaje, cerca del 50% de la selva estará muy degradada y más de un 90% perderá su carácter impoluto. Pero la Amazonía lleva muchos años luchando por sobrevivir. La destrucción a la que se ha visto sometida habla de 20.000 kilómetros cuadrados de terreno destruidos al año. Aunque hasta el momento la deforestación ha afectado principalmente a las zonas meridional y oriental, la construcción de carreteras está permitiendo a las empresas madereras llegar a la zona interior de la selva. Y es esa precisamente la gran lacra que debe arrastrar esta selva, ya que la empresa maderera encuentra en ella una fuente de material muy preciada pero agotable.
La Península no cuenta en su superficie con ningún espacio salvaje, pero dentro de las 200 eco-regiones prioritarias para la conservación de la biodiversidad de nuestro plantea se encuentra la región Mediterránea, que se ha identificado como una de las más importantes, valiosas y amenazadas. De las 25.000 especies vegetales presentes en el Mediterráneo, el 50% son autóctonas y España, con un 18,6% de flora endémica, es el segundo país más rico en especies únicas en la eco-región, después de Turquía. Actualmente hay 105 especies de árboles autóctonos en nuestro país, aunque únicamente 80 forman bosques.
El valor ecológico de bosques como Pinares de la Sierra de Gúdar (Teruel), sabinares de Cabrejas-Calatañazor (Soria) o el bosque mixto de O Caurel (Lugo) es extraordinario, pero algunos de ellos ya han comenzado a verse afectados por el nuevo uso del suelo. Además de los incendios (cada año se pierde el 1% de la superficie forestal), el sobrepastoreo, la urbanización y turismo incontrolados, la contaminación y la fragmentación de los bosques están afectando gravemente al estado de esos bosques, que representan la parte más salvaje de los espacios españoles. A excepción de los bosques canarios, el estado de conservación general no es demasiado favorable: sólo el 8% de ellos posee algún tipo de protección. Destaca, por su extensión, la mala conservación de los encinares, ya que de los 5,5 millones de hectáreas existentes, sólo 260.000 pueden considerarse de alta calidad.