Las edades de la nutrición, de 0 a 3 años: los cimientos de la salud
Los primeros mil días de desarrollo del ser humano son considerados como una oportunidad para favorecer el crecimiento y la salud adecuados, no solo en los meses inmediatos, sino también en la futura edad adulta. Desde el nacimiento hasta los 4 o 6 meses, aproximadamente, el bebé es capaz de succionar y deglutir, pero aún no ha desarrollado la capacidad de digerir ciertas proteínas y sus riñones no están completamente desarrollados. El intestino también sigue evolucionando a lo largo de esos primeros años: en ese tiempo, se produce la maduración de la función de digestión y de absorción. Lo mismo ocurre con los demás sistemas y órganos vitales, como el cerebro, el hígado o el sistema inmunitario, entre otros, que van alcanzando su madurez desde la etapa fetal hasta los 2 años.
Por eso, las estrategias de alimentación y de hábitos saludables durante estos primeros meses de vida resultan determinantes. “Se calcula que los genes son responsables, como mucho, del 20% de nuestra salud a lo largo de la vida, y que al menos el 80% del riesgo de presentar una enfermedad no trasmisible se debe al entorno y a elementos como los hábitos de vida y la nutrición”, explica la doctora Marta Cabrera Lafuente, neonatóloga del Hospital Universitario La Paz, de Madrid.
Lactancia materna, buena para la madre…
Para la experta del hospital La Paz, la leche materna –además de ser un alimento que no precisa fabricación, envase ni transportes, con la consiguiente redución de las emisiones, de los residuos y del consumo de energía– tiene numerosas ventajas para la salud de la madre. Estas son algunas, según la doctora.
- Favorece la involución uterina y disminuye la hemorragia postparto.
- Retrasa la ovulación: eso no quiere decir que sea un método anticonceptivo eficaz, pero ayuda a espaciar las gestaciones.
- Contribuye a la pérdida de peso tras el embarazo.
- Reduce el riesgo de cáncer de mama, ovario y útero.
- En madres sin historia de diabetes gestacional, la duración del amamantamiento está asociada a una disminución del riesgo de diabetes tipo 2.
- Reduce la incidencia de enfermedad cardiovascular y de osteoporosis. Además, poner al bebé al pecho fomenta un mejor establecimiento del vínculo afectivo.
… y para el bebé
La lactancia materna también repercute positivamente en la salud del bebé. Es un alimento equilibrado para las necesidades metabólicas y nutricionales del recién nacido en cuanto al aporte de hidratos de carbono, proteínas y grasas, además de oligoelementos, minerales y vitaminas. Asimismo, es capaz de variar su composición con el tiempo de lactancia y durante la toma, como apunta la doctora Marta Cabrera.
El calostro, la leche que se produce en las primeras 48 horas tras el parto, constituye “la primera vacuna”: en las primeras 24 horas, el recién nacido recibe unos 300 mg de la llamada IgA secretora, una inmunoglobulina presente en secreciones salivales, respiratorias y digestivas, que actúa como barrera protectora impidiendo que los virus o las bacterias penetren en la sangre. El calostro también tiene un efecto prebiótico, favoreciendo el crecimiento de lactobacilos e impidiendo el de bacterias patógenas, así como estimulando los movimientos intestinales. El estómago del recién nacido tiene poca capacidad y, en sus primeras 24 horas de vida, puede saciarse con 1,5 ml por toma, cada 2 o 3 horas. Ese calostro da paso a la leche de transición, hasta los siete días después del nacimiento y, posteriormente, la leche madura.
Según la neonatóloga Marta Cabrera, las proteínas de la leche materna se toleran y absorben mejor. “Los ácidos grasos poliinsaturados de la serie omega 3 y 6, implicados en el desarrollo neuronal y retiniano, son más abundantes en este tipo de alimento”, explica la experta. Su elevada concentración de oligosacáridos favorece el crecimiento de bifidobacterias intestinales beneficiosas, actuando como agentes prebióticos.
Entre otros múltiples componentes –como factores de crecimiento local, citoquinas, vitaminas, minerales, hormonas o péptidos antimicrobianos– podemos destacar los nucleótidos: nutrientes esenciales para el lactante que estimulan el sistema inmune del tracto digestivo, favoreciendo el crecimiento del mismo y la reparación de cualquier posible daño. Además, mejora la absorción del hierro y regula el metabolismo de los lípidos. La lactoferrina, por su parte, que se encuentra en mayores concentraciones en la leche materna, actúa como antimicrobiano y protege de las infecciones del tracto digestivo. Modula el sistema inmune, tiene propiedades antiinflamatorias, favorece la absorción de calcio y su fijación al hueso, y también la absorción del hierro.
Es importante que la madre sepa que no se pueden ofrecer suplementos (agua, suero glucosado u otros líquidos) a los bebés, salvo que estén indicados por el médico.
La comunidad médica no alberga dudas al respecto, según Marta Cabrera, neonatóloga del Hospital Universitario La Paz. La lactancia materna reduce el riesgo de desarrollar enfermedades propias de la edad adulta. La OMS recoge alguno de los estudios que avalan estas ventajas, como La lactancia materna y el uso de la leche humana, publicado por la Asociación Americana de Pediatría, que ofrece los siguientes datos:
- Disminución de la tasa de obesidad entre un 15-30% en adolescentes y adultos. Los lactantes alimentados al pecho autorregulan el volumen de la toma, y se cree que es esta autorregulación temprana la que adecuará la ingesta del adulto y la ganancia de peso.
- Se ha encontrado un 30% menos de diabetes mellitus tipo 1 en lactantes alimentados exclusivamente con leche materna. Otro estudio de la Sociedad Americana de Nutrición apunta una disminución del 40% en la incidencia de diabetes mellitus tipo 2 (primera causa de insuficiencia renal terminal).
- Se ha encontrado un efecto protector de la lactancia materna frente a la leucemia infantil y el linfoma.
- Mejores puntuaciones en los test de inteligencia verbal y del desarrollo cognitivo en pacientes alimentados con leche materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida.
La alimentación de la madre
Al igual que en el periodo de gestación, durante el tiempo que estén dando el pecho, las mamás deben cuidar al máximo lo que comen. Tanto es así que nutricionistas como Eduard Baladia, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética, recomiendan que los hábitos alimenticios de la mujer “se rijan exactamente por los mismos principios saludables que siguieron en el embarazo”. Hay que tener en cuenta que, en esta ocasión, tampoco se debe comer por dos, ya que los requerimientos nutricionales que la madre precisa para producir leche no se traducen en una necesidad de aumentar la ingesta.
Nutrientes que no deben faltar
Según apunta la Organización Mundial de la Salud, una dieta sana es aquella que contiene una cantidad equilibrada de energía, proteínas, vitaminas y minerales obtenidos mediante el consumo de diversos alimentos. “Es decir, una dieta saludable rica en frutas y hortalizas, legumbres, cereales de grano entero, aceite de oliva, lácteos, huevos, pescado, carnes magras”, apunta Baladia. “Esta rutina se adapta a los requerimientos ligeramente aumentados en esta etapa de lactancia de forma natural, a través de los reflejos de apetito y saciedad de la madre, de la misma forma que ocurría durante su embarazo”.
El dietista-nutricionista recomienda “dar prioridad a alimentos poco procesados, limitar la ingesta de alimentos ultraprocesados o, mejor aún, favorecer el acceso a alimentos saludables y limitar el acceso a aquellos poco saludables (como bollería industrial y bebidas azucaradas), es decir, productos con un elevado número de calorías que llenan, pero no nutren”. También hay que reducir significativamente la ingesta de cafeína. Y, conviene recordar que hay que eliminar o, al menos, reducir al máximo el consumo de tabaco. ¿Producto prohibido? Sin duda, el alcohol. “Aunque es cierto que el traspaso al bebé sería en poca cantidad, creo que deberíamos tenerlo como sustancia a evitar”, precisa el experto de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
¿Son convenientes los suplementos?
De forma sistemática, no. Los expertos están de acuerdo en que a veces es imposible obtener, solo a través de la alimentación, las cantidades necesarias de ciertos nutrientes aumentadas en el periodo de lactancia; no obstante, es fundamental consultar con el médico antes de tomar cualquier vitamina o mineral. “Las pruebas apuntan a suplementación cuando se necesite; o sea, cuando se detecten estados carenciales o se diagnostique una deficiencia abierta. Eso sí, siempre prescrita por el especialista”, concluye Baladia.
¿Y las dietas para perder peso?
A diferencia del embarazo, donde los planes de adelgazamiento están terminantemente prohibidos, en la lactancia sí se pueden iniciar dietas restrictivas en energía sin poner en riesgo al bebé, tal como señala Eduard Baladia: “Cuando la lactancia materna esté establecida, las madres con exceso de peso pueden ayudar a la pérdida de kilos alargando la lactancia y empezando una restricción energética; es decir, dieta de adelgazamiento moderada, sin que por ello se vea afectada la producción de leche ni su calidad”. Eso sí, siempre bajo la supervisión de un médico o un dietista-nutricionista y, por su puesto, sin tomar por su cuenta productos adelgazantes sin el control de un profesional de la salud.
La postura adecuada para dar el pecho
Lo importante es encontrar una o varias en las que tanto el lactante como la madre se sientan cómodos. La Guía para madres que amamantan, publicada por el el Departamento de Salud del Gobierno Vasco, hace algunas recomendaciones para facilitar el agarre del bebé y el vaciado adecuado del pecho.
- La madre debe recostarse ligeramente hacia atrás para facilitar el amamantamiento.
- El cuerpo del bebé tiene que estar en estrecho contacto con el de la madre. La cabeza debe estar colocada frente al pecho, con el pezón a la altura del labio superior-nariz. Es preferible acercar el bebé al pecho en lugar de que se mueva la madre.
- La cabeza y el cuerpo del bebé tienen que estar bien alineados: el cuello no debe estar flexionado, ni la cabeza girada.
- Resulta muy útil el llamado “afianzamiento espontáneo” (o agarre espontáneo), que consiste en colocar al lactante con su nariz a la altura del pezón y el mentón apoyado en el pecho. El bebé echará la cabeza hacia atrás para buscar el pezón y abrirá la boca. Es normal que necesite varios intentos antes de conseguir agarrar espontáneamente el pezón. Es preciso dar tiempo al bebé hasta que lo logre, sin que la madre se precipite a metérselo en la boca. Bastará con ayudarle, si tiene dificultades.
Si no se consigue el agarre espontáneo, puede ser útil el agarre dirigido. Una de las técnicas más empleadas es la del sándwich: para facilitar el agarre profundo hay que dar al pecho la forma ovalada de la boca del bebé. Para ello se colocan los dedos de la mano sobre el pecho, en forma de C, en el mismo sentido que los labios del niño (en paralelo a ellos) y se presiona ligeramente. Es importante dejar la areola libre para no interferir con el agarre.
- En el momento en el que el bebé abre la boca, la madre lo atrae hacia el pecho y dirige el pezón por encima de la lengua (apuntando al paladar blando).
- Se mantiene sujeto el pecho hasta que se confirma que el agarre es el idóneo.
- Un 40% de los lactantes de 0 a 6 meses se alimentan exclusivamente con leche materna.
- Se recomienda el inicio inmediato de la lactancia materna en la primera hora de vida.
- Se recomienda introducir alimentos complementarios seguros y nutricionalmente adecuados a partir de los 6 meses, continuando la lactancia materna hasta los 2 años o más si madre y lactante así lo desean.
- Se recomienda que sea la única fuente de alimento del bebé durante los primeros seis meses (incluidos los prematuros, los gemelos y los niños enfermos).
- No hay ninguna otra intervención en la salud que tenga un beneficio tan grande para las mamás y sus bebés: en los países en vías de desarrollo, los niños que reciben este tipo de alimentación tienen 13 veces más posibilidades de sobrevivir, mientras que amamantar desde el nacimiento reduce la mortalidad del recién nacido en un 45%.
Fuentes: Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef, Asociación Española de Pediatría y Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica.
Lactancia artificial
Si la madre no puede amamantar a su hijo porque la leche que produce no resulta idónea para una correcta nutrición; porque su situación social o laboral se lo impide o, sencillamente, porque ha optado por no darle el pecho, la lactancia artificial o formulada resulta adecuada para el crecimiento del bebé. Tal como explica la doctora Mireia Roselló, pediatra especializada en urgencias pediátricas del Hospital Universitario Doctor Peset, de Valencia, en ella se emplean leches modificadas, normalmente derivadas de leche de vaca, que simulan la composición bioquímica de la leche humana. “Y cubren las necesidades energéticas que precisa el lactante para poder realizar los procesos metabólicos para su adecuado desarrollo y que se traducen en un 40-60% de carbohidratos, 30-45% de lípidos y un 7-15% de proteínas; además de vitaminas y minerales”, comenta.
¿Cómo elegir la mejor leche de fórmula?
La elección de la leche de fórmula dependerá de las preferencias de la madre, asesorada por el pediatra, siempre teniendo la tranquilidad de que todas las comercializadas han pasado estrictos controles de seguridad y presentan los requerimientos nutricionales necesarios para el bebé. Existen distintas fórmulas: las de inicio o tipo 1, indicadas a partir de 0 meses, así como las de continuación o tipo 2, indicadas a partir de los 6 meses de vida. A partir del año, ya se puede administrar leche entera de vaca o fórmulas de crecimiento. Entre los 4 y 6 meses, las necesidades de hierro son más elevadas y es preciso administrar alimentación complementaria, ya que, a partir de esa edad, la dieta basada exclusivamente en la leche favorece la anemia ferropénica.
¿Existen leches adaptadas?
En el mercado encontramos las conocidas como “leches especiales”: preparaciones diseñadas para cubrir las necesidades nutritivas de los lactantes con algún tipo de trastorno metabólico. Para elaborarlas, se suelen basar en leches infantiles convencionales, a las que se realizan las modificaciones oportunas. Y, a la hora de emplearlas, las recomendaciones del pediatra son, aún si cabe, más importantes.
Leches sin lactosa. Son derivadas de leche de vaca, en las que la lactosa se ha sustituido por otro tipo de carbohidrato (como, por ejemplo, la soja). Están indicadas en caso de que exista una deficiencia de la enzima lactasa. Se recomienda su uso hasta que se recupere la actividad enzimática.
Fórmulas antirregurgitación. Indicadas para niños en los que el paso del alimento del estómago a la boca es habitual (reflujo gastroesofágico). En estas leches se utilizan agentes espesantes que dificultan el ascenso de la leche del estómago a la cavidad bucal.
Fórmulas hidrolizadas. Son leches en las que las proteínas están fragmentadas por hidrólisis (desdoblamiento de las moléculas por acción del agua) en unidades más pequeñas (proteínas menores o incluso aminoácidos), facilitando así su digestión y absorción en niños intolerantes a las proteínas de la leche de vaca, con problemas de absorción intestinal o alergia a ese tipo de proteínas.
Fórmulas para problemas metabólicos. Un defecto en el funcionamiento de una enzima determinada puede provocar enfermedades cuyo tratamiento es únicamente dietético. Así, deben suprimirse en la dieta los nutrientes que necesitan dicha enzima deficiente. Estas leches son específicas para cada caso y requieren un estricto control médico para su utilización.
Fórmulas para prematuros y recién nacidos de bajo peso. Los neonatos con bajo peso y los prematuros requieren unas condiciones nutricionales determinadas, ya que tienen una reserva de nutrientes muy escasa y una función digestiva y metabólica inmadura. Estas leches deben aportar los nutrientes necesarios para cubrir sus requerimientos teniendo en cuenta la inmadurez de los mismos.
Biberones y tomas: dudas más frecuentes
¿Cómo se sabe qué tipo de leche de fórmula necesita el bebé? La necesidad de la alimentación del bebé con fórmulas especiales debe ser determinada por el pediatra, en función de la historia clínica, la exploración del lactante y, en ocasiones, los resultados de pruebas complementarias. En general, la mayoría de los bebés se alimentan de manera adecuada con las fórmulas de inicio (hasta 6 meses) y de continuación (a partir de 6 meses), que les aportan todos los nutrientes para un correcto desarrollo. Ahora bien, hay algunas necesidades especiales frecuentes, como la intolerancia a la proteína de leche de vaca, debida a la inmadurez del tubo digestivo del bebé para absorber proteínas grandes. En la inmensa mayoría de los casos, este problema se resuelve espontáneamente antes del año de edad, cuando ha habido una maduración digestiva.
¿Qué hay que tener en cuenta para preparar un biberón? Una adecuada preparación del biberón resulta fundamental, ya que una relación inapropiada de la fórmula con el agua, es decir, utilizar más o menos polvo del indicado, puede producir cuadros de deshidratación o desnutrición en el bebé. Por eso, se seguirán las normas de preparación o reconstitución dadas por el fabricante. Se puede emplear tanto agua potable del grifo (en función de su calidad, puede ser recomendable hervirla un minuto durante los primeros meses) como agua mineral natural (se recomiendan aguas bajas en sodio), que no necesita hervirse. Antes de dárselo al lactante, hay que comprobar que la temperatura es la adecuada, vertiendo unas gotas en el dorso de la mano de quien lo prepare. Por supuesto, antes de la preparación del biberón es imprescindible el lavado de manos. En nuestro país, con las condiciones sanitarias actuales, no es necesario hervir los biberones ni las tetinas cada vez que se utilicen, sino que es suficiente el lavado con agua y jabón y un cepillo (solo para este uso) con agua abundante.
En cuanto a cantidades, ¿debe ser a demanda o hay que seguir las pautas que fije el pediatra? Cuando la lactancia está establecida, el lactante debe tomar de 160 a 180 ml por kg de peso al día. Para el cálculo de las tomas, el pediatra se basa en el peso del bebé y en el ritmo de su crecimiento. “En cuestión de cantidades, tampoco hay que ser estricto, sino que debemos adaptarnos a cada niño y aceptar cierta flexibilidad”, dice la doctora Roselló. Nunca se debe forzar al lactante a que acabe todo el contenido del biberón. “En ocasiones, nos encontramos a lactantes con problemas de regurgitaciones frecuentes y cólicos, debido a una sobrealimentación. Eso sí, si deja de tomar muchos biberones, se deberá consultar con el pediatra para establecer la causa”, aclara la pediatra.
¿Qué tiempo debe transcurrir entre toma y toma? No hay que ser rígidos con el número de tomas ni con el horario. En el primer mes de vida, la ingesta diaria se ajusta en función del peso del lactante, de su evolución y del crecimiento valorado en las tablas de percentiles de seguimiento, que marcará su médico. En general, se recomienda administrar de 7 a 8 tomas diarias (una cada tres horas), sobre todo en el primer mes de vida, ya que el estómago de los bebés es muy pequeño y se vacía rápidamente, pudiendo producirse hipoglucemias (bajadas de azúcar) si se espacia más el tiempo. A partir de los 15 días, si el bebé lo permite, se puede realizar una pausa nocturna de cuatro a seis horas. A medida que el niño va madurando y creciendo, se pueden espaciar las tomas y administrarse cada 3 horas y media o cada 4 (es decir, cinco o seis tomas al día). En cuanto a la duración de la toma, dependerá del bebe. Por norma general, no deben durar más de 20 minutos.
¿Cómo saber que la leche elegida es la adecuada? Según la pediatra Mireia Roselló, tendremos certeza de que el niño está bien nutrido:
- Si orina con frecuencia (al menos cinco veces al día).
- Si depone con normalidad.
- Si aumenta de peso de forma adecuada (unos 200 g/semana). Es importante también que el bebé tenga las mucosas húmedas, la piel hidratada y muestre interés en interaccionar con el medio y con quienes lo rodean.
De 6 meses a 3 años
A partir de los 6 meses de edad empieza la alimentación complementaria y, con ella, nuevas dudas. ¿Qué tenemos que darle? ¿Cómo debemos ofrecérselo? Alargar la lactancia materna todo lo que se pueda, ofrecer a probar nuevos alimentos de uno en uno y no preocuparse por si come mucho o poco de lo que le ofrecemos son algunos de los aspectos primordiales.
Ofrecer alimentos apropiados para la edad es el inicio de la diversificación alimentaria que prepara e introduce al bebé en el que será su sistema de alimentación en el futuro próximo –pero no ahora–, y lo realmente importante e indispensable es iniciarla cuando aún está tomando leche materna, porque eso disminuye el riesgo de que los nuevos alimentos que pruebe –con gluten y posibles alérgenos– le sienten mal.
La alimentación complementaria se inicia en torno a los 6 meses de edad porque, por lo general (aunque no siempre), los bebés presentan suficiente desarrollo para aceptar otros alimentos. Hay tres señales que nos indican que el bebé está preparado para esto:
- Se mantiene sentado y con la cabeza erguida.
- Es capaz de coordinar su cuerpo para ver los alimentos, cogerlos y llevárselos a la boca.
- Cuando se los pone en la boca, no los echa con la lengua para afuera (reflejo de extrusión).
Como todo en la vida, habrá bebés que a los 6 meses cumplirán con esas pautas, pero otros necesitarán algo más de tiempo. Es posible que algunos bebés con estas habilidades cojan y se coman los nuevos alimentos que se les ofrezcan; sin embargo, otros solamente los manipularán, y es posible que un tercer grupo ni siquiera quiera cogerlos. Todo es absolutamente normal, y no hay que hacer nada especial para cambiarlo, solo dar el pecho o la leche de fórmula, seguir ofreciéndoles alimentos saludables y disfrutar del espectáculo.
Cuándo y cómo introducir los alimentos
Antes existía un estricto calendario de incorporación de alimentos en función de la edad, en el que se especificaban tipos de alimentos, cantidades y texturas apropiadas. A medida que se avanza y se ahonda en el conocimiento, se ha ido flexibilizando, hasta tal punto que el formato calendario ha desaparecido. En su lugar, han quedado unas recomendaciones ciertamente más sencillas de seguir y seguramente más adecuadas. Las recuerda Eduard Baladia:
- Ofrecer primero el pecho o la leche de fórmula: la leche seguirá siendo el alimento principal.
- A partir de los 6 meses: la recomendación es elegir alimentos que sean saludables, que resulten blandos (que se puedan aplastar sin mucha fuerza con dos dedos), y que no sean alimentos con un alto riesgo de atragantamiento. Por ejemplo, pasta, arroz, quinoa, mijo integral bien cocido, hortalizas al vapor, carne de pavo o pollo, pescado al vapor, aguacate, frutas seleccionadas. Se pueden ofrecer a trozos que pueda sujetar, chupar y mordisquear, y excepto la fruta y el aguacate, la mayoría de poductos se puede transformar en hamburguesas o palitos (triturado) que aseguran una textura homogénea pero que se pueden coger con los dedos y ser mordisquedaos.
- A partir de los 12 meses:
- Si el bebé toma leche materna, los lácteos se dejarán para más tarde. En el caso de los bebés que toman leche adaptada, a partir de los 12 meses se recomienda dejarla e iniciar el consumo de lácteos enteros.
- Acelgas, espinacas y pescados de gran tamaño se pueden tomar a partir de los 12 meses pero en pequeñas cantidades, debido a la presencia de nitratos (en esas hortalizas) y de metales pesados (en el caso de los pescados).
- A partir de los 3 años, ya se puede empezar a ofrecer sólidos más pequeños, como frutos secos enteros, palomitas, uva entera (o similares) y otros alimentos de textura dura como la zanahoria cruda. A esta edad una amplia mayoría de bebés presenta un nivel de desarrollo (coordinación, dentición, gestión del bolo alimentario) suficiente para evitar un atragantamiento severo.
- Alimentos superfluos: azúcares, miel, mermeladas, chocolate, bollería (incluye galletas) o los embutidos son alimentos cuyo consumo hay que retrasar y limitar todo lo que se pueda.
Edad de incorporación y duración aproximada
Leche materna. 0 – 6 meses / 3 años
Leche adaptada (en niños que no toman leche materna). 0 – 6 meses / 6 – 12 meses
Cereales –pan, arroz, pasta, etcétera– (con o sin gluten), frutas, hortalizas1, legumbres, huevos, carne2 y pescado3, aceite de oliva, frutos secos chafados o molidos. Se pueden ofrecer pequeñas cantidades de yogur y queso tierno a partir de los 9-10 meses. 6 – 12 meses / 3 años
Leche entera*, yogur y queso tierno (en más cantidad) *En caso de que el niño no tome leche materna. 12 – 24 meses / 3 años
Sólidos con riesgo de atrangantamiento (frutos secos enteros, palomitas, granos de uva enteros, manzana o zanahoria cruda). 3 años
Alimentos superfluos (azúcares, miel4, mermeladas, cacao y chocolate, flanes y postres lácteos, galletas, bollería, embutidos y charcutería). Cuanto más tarde y en menos cantidad, mejor (nunca antes de los 12 meses)
1. Hortalizas: hay que evitar las espinacas y las acelgas antes de los 12 meses (y si se utilizan, que no supongan más del 20% del contenido total del plato) por su contenido en nitratos. A partir del año y hasta los 3 años, es necesario que estas hortalizas no supongan más de una ración al día. Si el niño sufre una infección bacteriana gastrointestinal, se deben evitar estas dos hortalizas.
2. Carne: la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recomienda que los niños menores de 6 años no deberían consumir carne procedente de animales cazados con munición de plomo porque causa daños neuronales.
3. Pescado: por su contenido en mercurio, en niños menores de 3 años, hay que evitar el consumo de pez espada o emperador, cazón, tintorera y atún (en niños de 3 a 12 años, limitarlo a 50 g/ semana o 100 g/2 semanas y no consumir ninguno más de la misma categoría la misma semana). Además, a causa de la presencia de cadmio, los niños deben evitar el consumo habitual de cabezas de gambas, de langostinos y de cigalas o el cuerpo de crustáceos parecidos al cangrejo. En el caso de los adultos, el nivel necesario de exposición para producir daño es más alto.
4. Se recomienda evitar la miel en niños más pequeños de 12 meses por el riesgo de botulismo. A partir de esa edad, los niveles de la bacteria causante de la enfermedad (Clostridium Botulinum) presentes en este producto no representan un problema.
Fuente: Adaptación de Recomendaciones para la alimentación de la primera infancia (de 0 a 3 años), Agencia de Salud Pública de Cataluña.