¿Qué diferencia a un turista de un viajero?
Hoy, muchos turistas no son viajeros simplemente porque carecen de tiempo. Salvo que se recorra el país de cada uno, con tres semanas de vacaciones no se puede ser viajero, pero sí es posible ser un buen turista. Es el caso de los viajeros de espíritu. No les queda más remedio que pasar por una agencia, porque necesitan que alguien les organice con eficacia los escasos días de que disponen. Pero, antes de emprender el viaje, se interesan por el lugar de destino, saben que hay un festival al que les apetece acudir o tienen claro qué lugares quieren visitar. Esos turistas son los viajeros del siglo XXI.
¿Cuánto dinero hay que gastar para realizar el viaje de nuestros sueños?
Depende del país y de las condiciones que se busquen. Yo no iría a un hotel de cinco estrellas, elegiría pensiones, hostales y hoteles familiares que nos hacen sentir más a gusto y más integrados en la forma de vivir local. También estamos condicionados por el presupuesto del que disponemos: con 1.000 euros podemos conocer Marruecos usando transporte público y comiendo menús.
¿Es tan necesario, para viajar, hablar inglés?
Sí, pero es suficiente con el inglés del viajero, preguntas y respuestas básicas para poder funcionar. También conviene aprender diez frases del idioma local: buenos días, gracias, las preguntas básicas… Esto denota y trasmite respeto del turista hacia los lugareños y nos abrirá puertas. Y, por último, en ocasiones nos haremos entender mejor en nuestra propia lengua, porque nos expresaremos con más convencimiento y la comunicación será más efectiva que si chapurreamos inglés, un idioma que, a menudo, tampoco nuestro interlocutor conoce bien.
¿Y la tarjeta de crédito?
Es un gran invento. Fácil de ocultar, ahorra dinero y nos proporciona seguridad. En casi todos los países del mundo podemos conseguir dinero con ella, y en las grandes ciudades podremos abonar compras, comidas y otros servicios.
¿Ha conseguido el euro ser una moneda tan internacional como el dólar?
Lo es cada vez más, y su implantación ha sido muy rápida. Un inconveniente es que, a diferencia de lo que se hizo con el dólar, no se hayan emitido billetes de un euro con lo que las propinas y redondeos se hacen muy difíciles. Es un error que la UE debería solventar.
¿Qué debemos valorar preferentemente a la hora de programar un viaje?
Lo primero, determinar qué es lo que más nos gusta. Si no disfrutamos con la contemplación de la naturaleza, es absurdo ir a un safari en el que tendremos que levantarnos a horas intempestivas para ver leones. Y si no soportamos el frío, mejor no viajar al Círculo Polar Ártico, por muy de moda que esté. Así como debemos de dejar a un lado los tópicos que nos separan del destino soñado, debemos superar los mitos que tanto nos atraen a él. La alta montaña puede ser muy atractiva… para un montañero. Simplificando, que antes de hacer un viaje tenemos que pensar en el dinero con que contamos, en nuestros gustos y en la época del año en que vamos a viajar.
¿Cuál es el número de personas idóneo para viajar?
Lo ideal es encontrar al compañero de viaje perfecto, y para ello es preciso saber con qué amigo o familiar empatizamos cuando vamos de viaje. Dos es una buena cifra, pero tres empieza a ser inadecuada salvo si hay una muy buena relación entre todos. Y en viajes con más de tres personas, para evitar discusiones es preferible seguir un programa pactado de antemano.
¿Y viajar solo?
Es la mejor forma de conocer gente, pero hay que estar preparado psicológicamente y querer hacerlo.
¿Siguen los destinos turísticos demasiado ligados a la moda?
Claro que sí. Y también a lo que dicen los medios de comunicación. Cuando se proyectó Memorias de África, todo el mundo quería conocer las sabanas africanas. Y este año, con todo lo que se ha dicho sobre la neumonía asiática, nadie quiere ir a Asia.
¿Cómo se puede reconocer una buena guía turística?
Hay muchos tipos de guías, algunas ofrecen información útil y muy precisa: especifican tarifas, advierten de los peligros, recomiendan tiendas para comprar. Son prácticas, pero quizá prefiramos una guía que detalle las expresiones artísticas y culturales de la zona y responda al por qué de las cosas. Las guías anglosajonas, por ejemplo, nos dirán dónde podemos comer hamburguesas estilo americano en India. Seguramente, un español no busca eso, pero tal vez sí quiera saber dónde hay cuartos de baño europeos.
¿Qué países es preferible dejar para más adelante?
Los países en guerra conviene evitarlos. Pero esto se sabe con un poco de sentido común y escuchando a quien tiene experiencia. No quiero decir que haya que seguir las indicaciones exageradas, como las que dicen que la neumonía asiática está presente en todo Asia, cuando el número de muertos que esa enfermedad ha producido es inferior a los fallecidos en carretera en un puente largo en España. Pero, de todos modos, hay que ser precavido. Hemos de ser previsores. Si viajo en tren por China no se me ocurre dejar el equipaje sin atar, pero en Irán puedo olvidar las cámaras en una plaza, pues sé que a la vuelta seguirán allí. En definitiva, hay que mirar lo hacen los autóctonos e imitarles.
Queda claro que es un enamorado de Irán, ¿puede viajar allí una mujer?
Los países chiítas son uno de los destinos privilegiados para que una mujer viaje sola. Eso sí, siguiendo unas recomendaciones para evitar apuros. Por ejemplo, conviene que diga que está casada y que lleve una anillo de alianza. Si le preguntan por qué viaja sola, tan sólo tendrá que explicar que su marido está trabajando en Irán y que ella aprovecha para conocer el país. De esta forma, será tratada con respeto y se sentirá segura.
¿Cuál es su decálogo para viajar bien?
La máxima es no tratar de cambiar la manera de pensar de los demás. En todo caso, debemos adoptar nuestra forma de actuar a la de los habitantes del país que visitamos. Si en ciertos lugares hay que ir con pantalón largo, hagámoslo. Al final, se aprenden pequeños trucos para viajar más a gusto. Una buena fórmula para salir airoso de situaciones peliagudas es no olvidar que una sonrisa abre muchas puertas y que los malos gestos ponen a la gente en contra. Recuerdo que en Argelia nos saltamos, sin darnos cuenta, un control militar en la carretera. Nos persiguieron, nos pidieron explicaciones y se las dimos. Al final, nos invitaron a té y estuvimos comentado el papel de su país en el Mundial de fútbol.
¿Viajando se rompen mitos o, por el contrario, se afianzan?
Cuando viajamos debemos hacerlo con los ojos muy abiertos, escuchándolo todo y sin ideas preconcebidas. En mi primer viaje a Irán no pude evitar ciertos prejuicios, pensaba que estaba lleno de fundamentalistas. Mi primera conversación fue con una chica que fotografiaba unas flores y resultó ser directora de cine, especialista en el clásico francés. Entonces comencé a aprender algo más sobre de mí mismo. Las novelas informan más sobre un país que un libro de viajes al uso, porque muchas guías son, en parte, interesadas: un gobierno quiere promocionar su país, con lo que el redactor no opinará sobre política. No dirá que los marroquíes, por ejemplo, jamás hablan de su rey y no porque gentes con tanta elocuencia carezcan de opinión sobre ese tema. Las guías sirven para lo que sirven, para guiarnos.