Astronomía

Una oportunidad para leer el cielo

Se trata de adquirir una habilidad semejante a la lectura de una partitura.
1 julio de 2003
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Una oportunidad para leer el cielo

La astronomía es una disciplina científica al alcance de cualquier curioso con paciencia, intuición y ganas por descubrir el cielo. Aprender a distinguir las estrellas, reconocer los planetas y seguir las efemérides resulta relativamente sencillo, y precisamente el verano es una estación privilegiada para comenzar. Si bien las noches son más cortas, las condiciones meteorológicas alejan las nubes y la humedad, y los días de vacaciones permiten robarle horas al sueño con los ojos fijos en el universo. Todo lo que podemos observar está ahí, pero hay que saber dónde y cuándo se puede ver, pues el cielo es un lienzo que depende de la perspectiva de quien lo mira.

Lo primero: un planisferio celeste

Para poder leer e interpretar una carta estelar no se precisan conocimientos astrofísicos ni un complejo equipo. Por menos de 5 euros hay en el mercado esferas muy completas que señalan la imagen del firmamento en cada hora de todas las noches del año. Este planisferio está diseñado en función de la latitud, es decir, de los grados a los que se encuentra el observador (España está a 41 grados), y se guía por horas solares (1 hora menos en invierno y dos en verano). Siguiendo su dictado, se podrá comprobar cómo a simple vista se distinguen muchos de los astros que aparecen. Aprender los nombres y las figuras es el siguiente paso. El interés será la clave para ir obteniendo poco a poco la capacidad de ver arriba y para alfabetizarse con las representaciones y las nomenclaturas. Se trata de adquirir una habilidad semejante a la lectura de una partitura. Quienes lo logran aseguran que produce un gran placer y una extraña sensación de pertenencia al cosmos.

Mejor unos prismáticos que un telescopio

Galileo Galilei necesitó tan sólo un juego de espejos que ofrecía una visión aumentada por 10 para descubrir la naturaleza estelar de la Vía Láctea, las manchas solares, el relieve de la Luna, las fases de Venus, los 4 satélites mayores de Júpiter y el anillo de Saturno. Desde entonces la astronomía ha logrado un desarrollo extraordinario, el hombre ha llegado a la Luna y la tecnología espacial es puntera en la investigación humana. No obstante, unos prismáticos de 7×50 (7 lentes de aumento, y 50 milímetros de diámetro) son suficientes para iniciarse en la observación. Un telescopio ofrece mayor lejanía de visión, pero el diámetro que abarca su lente es una reducida parte del cielo, mientras que ángulo de la esfera celeste que abarcan los prismáticos es mayor. Además, con ellos el aficionado realizará una inversión menor -por 150 euros se pueden adquirir unos buenos prismáticos- y dejará la complejidad de un telescopio para cuando la afición se consolide.

Unir puntos

El objetivo del observador amateur es localizar las constelaciones uniendo mentalmente los puntos formados por los grupos de estrellas visualmente cercanas entre sí. Su posición no varía apreciablemente y permite que siempre que se mire una constelación se vea igual, con lo que nos familiarizamos rápidamente con sus formas. La mayor desventaja para disfrutar del cielo en nuestros días es, sin duda, la contaminación lumínica, que obliga a alejarse del núcleo urbano para buscar un cielo donde distinguir las estrellas más brillantes que diferencian a las principales constelaciones. Para orientarnos en un cielo tan grande tenemos que guiarnos por las figuras más significativas e imaginar las líneas y formas geométricas que las unen. Al principio costará descubrir algunas constelaciones que sólo veremos por momentos, pero la experiencia lleva a guiarse en el paisaje nocturno.

Algunas pistas

  • La Osa Mayor: la constelación más famosa en el hemisferio norte. Fácil de identificar por su forma de carro. Sirve de guía hacia otras constelaciones.
  • La Estrella Polar: en el hemisferio norte siempre está al norte y no cambia de posición.
  • Casiopea o la W: se encuentra en línea con la Polar y al lado opuesto de la Osa Mayor.
  • Vega de Lira: la noche del once al doce de agosto, hacia media noche, se sitúa en el cenit (punto que tenemos justo sobre nuestras cabezas) la estrella Vega, de la constelación de Lira, la más brillante que podemos ver en verano.
  • El triángulo de verano: Vega, Deneb y Altair representan los tres vértices de un triángulo llamado el triángulo de verano, por ser tres estrellas bastante destacables y características de la época estival.
  • Arturo de Boyero: estrella fácil de encontrar tomando como referencia la cola de la Osa Mayor. Es la gigante roja más cercana a nosotros, se encuentra a tan sólo treinta y cinco años luz y se distingue enseguida por su brillo.

Las perseidas o lágrimas de San Lorenzo

Durante dos milenios la humanidad ha venido observando en el cielo estival la lluvia de estrellas fugaces llamada Perseidas. Esta cita obligada para los aficionados a la astronomía se repite todos los años en torno a la festividad de San Lorenzo, entre el 10 y el 15 de agosto. Aunque en principio no hay una dirección privilegiada hacia donde dirigir la observación, siempre se recomienda mirar hacia el Norte o el Este alejados de una ciudad. Se verán estrellas fugaces, es decir, meteoros tan pequeños como partículas de polvo que se desintegran a unos 100 kilómetros de altura.