Reciclaje y solidaridad, de la mano
Reducir, reutilizar y reciclar. Se trata de las celebérrimas “tres erres” del ecologismo que como ciudadanos y consumidores deberíamos llevar más a la práctica. Aunque cada vez son más quienes reciclan el papel, el vidrio o el plástico generado en sus hogares, las tres erres no acaban aquí. Hay otros productos de uso cotidiano, como medicinas, aparatos electrónicos o gafas que también pueden ser objeto de estas prácticas, además de servir para realizar una obra solidaria.
Por ello, unas gafas viejas o que han sido reemplazadas por un nuevo modelo pueden ser vitales para otras personas: sólo hay que enviarlas a las sedes de las organizaciones que se dedican a esta labor humanitaria o depositarlas en la óptica más cercana que participe en estas campañas. ‘Ayudemos a un Niño’, ‘Natural Optics’, ‘Ayuda en Acción’, ‘Ópticos x mundO (OxO)’, ‘Unión por la Visión’ o el ‘Club de Leones’ son algunas de estas organizaciones que, en colaboración con algunas de las principales ópticas del país, se encargan de recoger y distribuir las gafas para que puedan ser reutilizadas en diversos países subdesarrollados.
Los medicamentos son, al igual que los aparatos electrónicos como teléfonos móviles u ordenadores, muy peligrosos para el medio ambiente, pues a pesar de su pequeño tamaño pueden ser sumamente contaminantes. Los fármacos guardados en los botiquines domésticos pueden, asimismo, resultar perjudiciales para la salud: uno de cada tres ingresos hospitalarios se debe al consumo de medicamentos en mal estado y a la automedicación.
Los fabricantes de teléfonos móviles y material informático llevan años trabajando en sistemas de recogida y reciclaje cada vez más eficaces y menos costosos. Así, por ejemplo, la Unión Europea subvenciona el proyecto Tragamóvil, al que se han sumado otros dos, Ecopilas y Ecofimática, para el reciclaje de pilas y diversos aparatos electrónicos. Sin embargo, a pesar de estos voluntariosos proyectos, la distancia entre la venta de móviles y su reciclado es aún enorme: los más de 12 millones de móviles vendidos en 2002 estarían ya en desuso en 2004 y ese año el proyecto Tragamóvil recogió alrededor de 550.000 unidades. Para acortar esta distancia, un Real Decreto basado en la legislación europea obliga desde el 13 de agosto a los fabricantes de aparatos eléctricos y electrónicos a disponer de sistemas de recogida y reciclado de sus productos, un trabajo que recaía hasta ahora en ayuntamientos y comunidades autónomas. El sector afronta una factura que estima en 80 millones de euros, aunque la normativa permite repercutir el coste al consumidor si se detalla en el etiquetado.
Asimismo, la vida media que en los países más desarrollados se da a los aparatos electrónicos es más bien baja – la de los ordenadores generalmente no supera los 5-6 años y en el de los móviles ronda los 18 meses – puesto que se reemplazan no porque se hayan estropeado, sino porque ya no pueden hacer frente a las últimas aplicaciones de un mercado vertiginoso o simplemente por no estar a la moda. Por ello, estos aparatos también pueden ser reutilizados solidariamente. ONG como Ingenieros Sin Fronteras o Telecomunicaciones Solidarias en el caso de los ordenadores, o Cruz Roja o la Fundación Entreculturas en el caso de los móviles, con la colaboración de empresas e instituciones, han desarrollado iniciativas que ofrecen este tipo de aparatos a personas que puedan necesitarlos, a la vez que se cuida el medio ambiente.
En cuanto a los medicamentos, las casi 20.000 farmacias de nuestro país cuentan con contenedores específicos desde 2002 dentro del denominado Sistema de Gestión de Residuos de Envases del Sector Farmacéutico (SIGRE), impulsado por laboratorios farmacéuticos, distribuidores, autoridades medioambientales y colegios profesionales. Para un correcto reciclaje, es importante depositar los medicamentos con su caja y prospecto, mientras que no se deben echar termómetros, pilas, gasas, apósitos, agujas, objetos cortantes, prótesis o radiografías, ni tampoco las medicinas elaboradas con fórmulas magistrales, es decir, medicamentos cuya composición es indicada por el médico en la receta. Los envases que no se pueden separar del medicamento, como pomadas o jarabes, y los restos de fármacos se destinan a la denominada “valorización energética”, una técnica que permite reaprovecharlos para producir energía, algo que el año pasado supuso el aporte similar a la iluminación de 40 colegios de 500 alumnos durante un año.
A pesar de ello, el reciclaje de medicamentos tiene todavía mucho camino que recorrer. Según el SIGRE, en España se recogieron en 2004 casi 1.700 toneladas de envases, lo que supuso un aumento del 21% respecto al año anterior. Sin embargo, se generan en torno a 32.000 toneladas al año de este tipo de basura. En cuanto a la posibilidad de enviar los medicamentos sobrantes al Tercer Mundo, en este caso la OMS recomienda que en su lugar se recauden fondos para que las ONG farmacéuticas puedan enviar medicamentos nuevos.
- Resulta básico reducir el uso del agua y la energía que se utiliza, así como los productos tóxicos y contaminantes. Asimismo, los productos de usar y tirar producen una cantidad de residuos que podrían ser evitados con la utilización de alternativas de varios usos.
- La reutilización significa aprovechar al máximo los objetos de consumo, con lo que se produce menos basura y se reduce la explotación de materias primas y energía. La utilización de botellas de vidrio retornables, el uso de las hojas de papel por ambas caras o el ofrecimiento de cualquier objeto que ya no usemos a otras personas que puedan utilizarlo son buenas prácticas de reutilización que todos deberíamos poner en práctica.
- En cuanto al reciclaje, se trata de volver a utilizar materiales para fabricar de nuevo productos similares, cuando ya no se ha podido reducir ni reutilizar. Los restos de papel, cartón, cristal, el plástico e incluso restos de comida que se producen en nuestros hogares son materiales reciclables que, convenientemente diferenciados, pueden ser depositados en los contenedores habilitados para tal fin.