Ángel Huélamo, Responsable de Proyectos de cooperación de Farmacéuticos sin Fronteras

"Intentamos que los fármacos imprescindibles lleguen a todo el mundo"

1 octubre de 2005
Img entrevista

Los datos evidencian que en nuestro país se consumen muchos medicamentos y que su ingesta no se realiza todo lo bien que debiera. ¿Qué grado de conocimiento otorga al consumidor?

En general es alto, sobre todo en lo que se refiere a los medicamentos básicos. El problema es efectivamente el uso que se hace de ellos. Primero, echamos mano con demasiada facilidad de los fármacos, sobre todo para automedicarnos, y además somos muy anárquicos a la hora de seguir un tratamiento. La mayoría de pacientes no toman los antibióticos durante el número de días prescrito. Cuando se terminan los síntomas del malestar abandonan el tratamiento y esto disminuye su eficacia. Asimismo, existe una infravaloración del farmacéutico como profesional sanitario capacitado para ejercer la atención al paciente. Es un eslabón en la sanidad que no se utiliza debidamente. Se olvida que hay patologías leves que no hacen necesario el paso por una consulta y que el farmacéutico puede ofrecer un asesoramiento gratuito o bien derivar a una consulta de Atención Primaria a un paciente que no da importancia a un síntoma y pudiera tenerla.

¿Esa infravaloración no puede deberse a que en las farmacias comparten espacio medicamentos y productos generales?

Todos los productos que se venden en ellas, incluidos los que no son medicamentos, tienen un permiso concreto y son sometidos a un estricto control para que puedan ser comercializados en una oficina de farmacia. A esto se añade que quien entra a una farmacia no lo hace como si lo hiciera a un comercio general, sino con la expectativa de recibir asesoramiento del profesional que le atiende, que conoce aquello que vende y tiene licencia para venderlo

Permítame que insista. ¿Cómo pueden las farmacias vender productos adelgazantes o contra la calvicie, por citar sólo dos ejemplos, cuando su eficacia científica es, cuando menos, dudosa?

Si se dispensan es porque es legal hacerlo. Convertir la farmacia en un comercio más heterogéneo depende de cada cual.

Se destina mucho dinero a la investigación de cremas anticelulíticas o píldoras para la disfunción eréctil mientras la penicilina es un producto de lujo en algunos países. ¿Qué papel juega en esto Farmacéuticos sin Fronteras?

/imgs/20051001/entrevista.jpg Nuestra misión es conseguir que los fármacos incluidos en la Lista de Medicamentos Esenciales confeccionada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que actualmente suman 325, lleguen a todo el mundo. Para ello contamos con la ayuda de la industria farmacéutica. En nuestros inicios se debatió sobre la conveniencia de acudir a ella, pero decidimos no entrar a cuestionar su actividad. Entendemos que como entidad empresarial que es le mueven intereses de mercado y está en su derecho. Es más, en algunos proyectos son nuestras mejores aliadas mediante la donación de fármacos, e incluso en ocasiones realizan todas las gestiones necesarias para colocar envíos en las aduanas.

Precisamente denuncian que es en las aduanas donde mayores problemas encuentran. ¿Por qué?

Por su mala política y por la corrupción que impera. No es rara la vez que retienen contenedores en las aduanas, sólo para tener que abonarles más aranceles. Esto demora la entrada al país de una partida de medicamentos que está admitida y con todos los papeles en regla, pero esa tardanza en dar el permiso de entrada reporta cuantiosos beneficios a quienes administran las aduanas. En otras ocasiones nos encontramos con que han cambiado la lista de medicamentos que admite el país sin esgrimir razones para hacerlo, con lo que se embarga determinado fármaco, que se pierde. Aunque cueste decirlo, las mayores dificultades nos las imponen los gobiernos de los países a los que queremos llegar.

Una vez dentro, ¿no tropiezan con intereses de las propias industrias o con los despachos de medicamentos?

Nuestro radio de acción no son las grandes ciudades. En todas ellas hay oficinas y laboratorios. Nuestras aspiraciones son más modestas, queremos llegar a comarcas en las que la población tiene que recorrer muchos kilómetros para poder hacerse con un fármaco básico. La manera de actuar consiste en recorrer zonas con lo que llamamos un botiquín, es decir, un pequeño contenedor bien surtido y accesible a la economía de esa sociedad a la que nos dirigimos. Precisamente, el coste económico de los medicamentos es su principal dificultad. Atendiendo a su pregunta, le diré que un dispensario social no suele tener problemas de actuación si se limita a ofrecer lo más básico de lo básico, evitando entrar en competencia con farmacias particulares de la zona.

En esa línea, las ONG abogan por involucrar al mayor número de personas autóctonas en sus actividades. ¿Encuentran la manera de hacerlo?

En algunos países se mantienen parámetros de caridad. Pero así no se logra el propósito final de abastecimiento autónomo, el único que posibilita un reparto real y justo. Nuestra forma de actuar va encaminada a atender a la población que lo necesite, pero intentando en todo momento dotarles de medios y de infraestructura necesaria para que la gestión del reparto sea autónoma.

No es raro que una persona que viaje a África o Sudamérica se plantee la conveniencia de llevar medicamentos para entregarlos allá. ¿Qué le parece?

Si se trata de un particular, le diría que, siguiendo las instrucciones de la OMS, mejor que no lo haga. Además de estar introduciendo un producto sanitario sin ponerlo en conocimiento de las autoridades, lo que le puede generar un serio problema, el turista raramente llega a conectar con quienes aspira a ayudar. Por otra parte, ¿qué fármaco lleva, en qué lengua está escrito el prospecto y para qué es? Cuando hacíamos recogida de medicamentos entre particulares teníamos que seleccionar los productos, porque encontrábamos algunos contra el colesterol, por ejemplo, inútiles en lugares en los que la pandemia es el hambre o la desnutrición. De cualquier forma, es más habitual que un colectivo tenga la iniciativa de remitir medicamentos. Entonces ofrecemos nuestra ONG como cauce. Si prefieren ser ellos quienes gestionen la donación, les ponemos en contacto con grandes laboratorios de medicamentos genéricos, sin ánimo de lucro y especializados en Cooperación al Desarrollo y Emergencias, con los que nosotros trabajamos. Es la manera más económica de llevar adelante el tema porque la burocracia a la que te enfrentas es enorme. Un contenedor vale mucho dinero, por lo que se aprovechan otros envíos para exprimir al máximo las cuentas.

Si de lo que se trata es paliar una crisis fruto de una tragedia o catástrofe, ¿cómo actúan?

La experiencia nos dice que lo más eficaz es trabajar con otras ONG. En el caso del tsunami asiático, nosotros nos pusimos en contacto con Mensajeros de la Paz, que ya estaban trabajando en la zona, y fue a ellos a quienes les remitimos las donaciones que gestionamos.

¿Sirven los mismos medicamentos en cualquier lugar del mundo?

En términos generales, sí. Ahora en los países desarrollados necesitamos antibióticos de tercera generación, más fuertes y, por cierto, con más efectos secundarios. Pero la medicina de prevención, que es la más eficaz, sirve igual en todas partes. Son cada vez más los países en disposición de poner en marcha campañas infantiles de vacunación con las que proteger a su población.

Precisamente se escucha en los últimos tiempos que debido a la inmigración y al mayor movimiento de personas por el mundo se están importando enfermedades, o reaparecen patologías que se pensaban superadas. ¿Tienen constancia de ello?

Excepto las enfermedades tropicales o exóticas que se puede traer un viajero, es muy difícil afirmar que se importan o exportan enfermedades.

¿Es también una leyenda urbana aquello de que determinadas comunidades no saben usar profilácticos?

Es cierto, aunque el problema también es cultural y de mala información. Sobre todo cuando el uso del preservativo se liga al SIDA, una enfermedad en ocasiones entendida como un castigo divino, lo que le confiere la naturaleza de inevitable. Además, a algunas poblaciones se les ha llevado el mensaje de que es el preservativo el que produce el SIDA, con el fin de que no lo usen. Si a estos mensajes mentirosos les sumas una cultura en las que las relaciones sexuales no tienen ese estigma maligno que algunas tradiciones quieren imponer, y que su disfrute es mucho más natural, no es de extrañar que el monstruo de la enfermedad sea cada día mayor.

Regresando a nuestra sociedad, ¿por qué no se aboga con mayor fuerza por la investigación de remedios para enfermedades poco frecuentes?

Este es un campo que para la industria puede no ser rentable, por lo que debería ser cubierto por los Estados porque a ellos les corresponde servir a toda la población, también a la minoritaria, y deberían ser los equipos científicos de investigación de un país quienes deberían dar con los remedios. De todas formas, las carambolas en la investigación hacen que muchas veces se logren objetivos que no se buscaban, y así puede suceder con algunos fármacos. Desde punto de vista del profesional farmacéutico, se está intentando colaborar para que se puedan desarrollar este tipo de investigaciones.