Aerofobia

Volar sin miedo

Dos de cada tres pasajeros padecen un temor que es posible superar con ayuda
1 abril de 2006
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Volar sin miedo

El temor es un molesto equipaje para un elevado número de personas que utilizan el avión como medio de transporte. Una encuesta realizada por la empresa aeronáutica Boeing sobre el miedo a volar lo deja claro: dos de cada tres pasajeros sufren trastornos cuando vuelan y una de cada cinco personas evita subirse a un avión. Manuales, cursos y terapias son herramientas útiles para perder el pánico que genera la sola idea de montarse en una aeronave, una fobia que es posible superar.

La ayuda no sólo es recomendable para las personas a las que el miedo impide volar. También resulta muy indicada para quienes experimentan esa desagradable sensación de terror cuando el aparato despega, aterriza o atraviesa una zona de turbulencias, aunque logren controlar y disimular su pánico momentáneo.

Causas

Al igual que ocurre con otros temores y fobias, el miedo a volar nace en la parte inconsciente de la persona y no hay una razón objetiva para explicarlo, salvo la respuesta lógica de que volar no es natural para el ser humano. No obstante, tampoco lo es dejarse transportar a 200 kilómetros por hora sobre raíles y esto no genera tanta aprensión. Quienes sufren ante la mera idea de acercarse a un avión reconocen que en su rechazo a volar se mezclan el recuerdo de accidentes reales o ficticios vistos en la televisión o el cine, el desconocimiento de la tecnología que permite que un avión no se estrelle e incluso la sensación de vulnerabilidad por no tener el control de la nave y cedérselo al piloto. Las personas que más posibilidades tienen de sentirse así son, por lógica, las que viajan de manera constante y, por lo tanto, ven aumentar la probabilidad de sufrir un accidente, junto con las que vivieron una mala experiencia durante un vuelo. Pero el miedo a volar puede aparecer en cualquier persona.

Cursos: 14 horas, 380 euros, simulador y vuelo real

Los manuales de autoayuda específicos o las terapias con profesionales son algunas opciones para quienes desean superar este problema. Pero hay incluso cursos en grupo impartidos por psicólogos y pilotos: tienen lugar los fines de semana, duran alrededor de 14 horas (distribuidas en dos sesiones) y cuestan en torno a 380 euros./imgs/20060401/miscelanea01.jpg

Las compañías aéreas y las empresas de dirección y recursos humanos son sus principales clientes. Además de explicaciones teóricas y nociones sobre técnicas de relajación, estos cursos incluyen como terapia la reflexión individual sobre las causas del miedo. La preparación concluye con la experiencia en un simulador y, posteriormente, en un vuelo real como prueba del éxito de lo aprendido.

La terapia psicológica deviene fundamental en estos cursos porque es necesario conocer los factores desencadenantes del miedo. Las clases técnicas ayudan a racionalizar el conocimiento que se tiene del avión y de todos los protocolos que acompañan al vuelo. El simulador permite experimentar, en un entorno seguro, las sensaciones que generan miedo y comprobar si se han interiorizado las claves para evitar la aparición de un temor irracional.

Razones para volar sin miedo:

  • Confíe en la tripulación. Los pilotos son profesionales extraordinariamente bien preparados, con una forma física y psíquica excelente.
  • Recuerde lo que confirman los datos objetivos: el avión es el medio de transporte más seguro. En 2003 se produjeron en el mundo 162 accidentes aéreos de vuelos civiles. En ellos fallecieron 1.204 personas. Ese mismo año se produjeron 4.084 muertes sólo en las carreteras españolas.
  • Este medio de transporte se vale de la tecnología, los procedimientos y los materiales más sofisticados, por lo que resulta difícil cometer errores en el espacio aéreo.
  • Tenga en cuenta que los recursos de seguridad y salvamento en el avión son numerosos. Los accidentes aéreos no son siempre catastróficos, pueden provocar un aterrizaje forzoso sin mayores consecuencias para el pasaje.
  • Si siente miedo en algún momento del viaje, reclame ayuda al personal de vuelo. Es una de sus funciones.
Viajar cómodo también ayuda
  • Prepare el equipaje con tiempo, para evitar una espiral de estrés y el desánimo.
  • Llegue descansado al avión.
  • Coma hidratos de carbono: pastas, pizza, arroz y dulces tres horas antes de volar, y caramelos durante el vuelo (estimulan el sueño y calman la ansiedad).
  • No mire por la ventanilla del avión. Quizás se sienta peor.
  • Trate de volar acompañado con alguien en quien confíe. Los miedos se reducen de forma muy sustancial.
  • Evite el alcohol y las comidas copiosas en el avión.
  • Beba un vaso de agua por cada hora de vuelo. El aire de la cabina es seco y con agua se diluye la adrenalina.
  • Sepa que el famoso Síndrome de la Clase Turista (trombosis en los miembros inferiores) sólo puede aparecer en vuelos de larga duración y que evitarlo es muy sencillo: camine y levántese cada cierto tiempo o tome una aspirina cada 12 horas.
  • Con turbulencias, coloque la almohada, la manta o un abrigo doblado sobre el abdomen y ajuste fuertemente el cinturón de seguridad, a la manera de una faja que sujete las vísceras. Disminuirá la sensación desagradable de los movimientos gravitatorios y antigravitatorios. Recuerde que la turbulencia no reviste ningún peligro.
  • Sepa que la fila de emergencia es la más cómoda. Conviene sentarse del ala hacia delante, zona en la que los movimientos son menos bruscos y el nivel de ruido disminuye.
  • Reduzca las posibilidades de sentirse nervioso o intranquilo. Para ello:
    • Vaya al baño antes de abordar el avión (se puede tardar más de media hora en permitir desabrocharse los cinturones).
    • Quítese las lentes de contacto o utilice lágrimas artificiales. No use maquillaje (las auxiliares se valen de maquillaje para climas desérticos).
    • Escuche música “tranquila” de los canales de audio.
    • Trate de distraerse (libros de chistes, revistas con fotos, palabras cruzadas, manualidades, etc.).
    • Utilice ropa cómoda y de algodón. Zapatos sin tacón, acordonados y con suela de goma, o zapatillas.