El sueño en los niños

Niños que no duermen

Nadie discute que la salud es un componente fundamental en nuestra calidad de vida. Lo que quizá menos personas saben es el impacto que los trastornos del ritmo sueño-vigilia tienen sobre la salud.
1 diciembre de 1998
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Niños que no duermen

Se puede estar muchos días sin ingerir alimentos, hasta incluso tres semanas, pero unos pocos días sin dormir pueden alterar la personalidad del individuo hasta el extremo de convertirlo, a ojos de sus seres más queridos, en casi un desconocido.

El sueño ha sido desde hace siglos objeto de atención de los científicos, pero es en las últimas décadas cuando se efectúan investigaciones epidemiológicas que demuestran que los trastornos del sueño son muy comunes.

Todos los estudios coinciden en que los trastornos del sueño aumentan conforme lo hace la edad. Los porcentajes de prevalencia son elevados. Uno de cada cuatro hombres adultos y una de cada tres mujeres padecen anomalías en el sueño. También se sabe que con la edad, y especialmente entre las mujeres, aumenta el consumo de psicofármacos para dormir. Se estima que hoy el 7% de los españoles adultos toman habitualmente píldoras para poder conciliar el sueño.

A pesar de que casi uno de cada tres bebés y niños padecen alteraciones del sueño, no hay investigaciones concluyentes al respecto. Se suele decir que mientras el adulto no puede dormir a pesar de que lo desea, el niño no quiere aunque puede. Pero esta sentencia es poco más que un tópico, a pesar de que muchos niños “utilizan” los minutos previos al sueño como medio para conseguir que se les dispense más atención, caricias, protección y cercanía física, o para conseguir regalos o ventajas de cualquier tipo.

Curiosamente, hasta hace poco se entendía normal que los niños durmieran mal, debido a su carácter más inquieto y excitable. La realidad es que los niños sufren de insomnio igual que los adultos. Y que, en la mayoría de los casos, esta dificultad para dormir se debe a hábitos adquiridos desde la infancia. Según los especialistas, el trastorno más frecuente del sueño entre niños es el insomnio por costumbres incorrectas, que afecta desde a lactantes hasta a niños de 5 ó 6 años.

Son niños que -según sus padres- a los que “les cuesta coger el sueño”, que nunca han dormido bien y que se despiertan a menudo. A veces, estos problemas surgen a raíz de una enfermedad, o de un cambio drástico en las costumbres familiares, o debido a la presencia en casa de abuelos u otros parientes. A muchos niños les cuesta conciliar el sueño si permanecen solos en su habitación. Requieren la presencia de un adulto y se despiertan por la noche para comprobar si continúan acompañados. Exigen, sin duda más protección de la debida. Y de la aconsejable. Las consultas de psicólogos y psiquiatras están llenas de adultos sobreprotegidos por sus (normalmente) madres en la infancia y adolescencia. Que, ya en plena madurez biológica, presentan serios problemas: una baja autoestima, depresiones, incapacidad para la toma de decisiones importantes, crisis de identidad, descontrol de la afectividad, problemas de personalidad, …

Algunos padres planifican estrategias muy elaboradas para conseguir que los niños duerman como es debido. Pero es frecuente que fracasen y desistan de su empeño. Esta negativa del niño a dormir puede durar una temporada, lo que sería admisible. Pero si persiste en su actitud puede originar un problema en la estructura de su sueño: si no duerme las horas necesarias, se puede convertir en una persona muy irritable y pueden manifestarse trastornos en su conducta.

Esta tensión altera, además, la dinámica familiar y agota a los padres. Conviene saber que, una vez instaurado este trastorno en el niño, el único método efectivo es la reeducación de hábitos con técnicas conductuales. Por ello, hay que evitar las conductas que distorsionan las circunstancias en las que se debe conciliar el sueño. No son pocos los niños que prefieren ceder al sueño frente al televisor, ni los que exigen que se les cante antes de dormir, o que se les narren cuentos uno detrás de otro. También los hay que piden agua varias veces, o que exigen dormir con los padres metidos en su cama, con luz, o con música, … Si son hechos aislados, no tienen trascendencia. Pero cuando se repiten día tras día hay que preocuparse un poco.

Otros problemas del sueño.

Aparte de este problema de insomnio, a algunos padres les preocupa el “chirriar de dientes”, o bruxismo, de los niños durante el sueño. Se produce por una contractura excesiva de los músculos maxilares. No altera el sueño ni tiene trascendencia aunque si la contractura es fuerte puede provocar alteraciones de las piezas dentarias, lo que aconsejaría el uso de una prótesis de protección nocturna para los dientes. El bruxismo es habitual en los niños con malformaciones maxilofaciales con mala oclusión dentaria.

Por otro lado, la somniloquia, o emisión de sonidos verbales durante el sueño (frases muy cortas, a veces ininteligibles, acompañadas en ocasiones de gritos o risas,) no tiene importancia. Se produce preferentemente en niños de entre 3 y 6 años. Aunque pueda alarmar a los padres más susceptibles, pueden estar tranquilos. No hay motivo para despertar al niño, ni para estar encima de él. Otro motivo de consulta es el niño roncador.

El Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño (SAOS) no es exclusivo de los adultos. Lo habitual, entre los pequeños, es que se produzca en niños de dos a siete años. Si bien antes de la pubertad afecta por igual a chicos que a chicas, después de esta época los varones se ven más afectados.

Los niños que roncan por la noche lo hacen con un ronquido frecuente, intenso y casi continuo. El de los adultos es más fuerte y alterna con momentos de silencio. Además, los niños presentan periodos prolongados de apnea, ausencia de respiración, dificultad de respiración y respiración bucal. Y durante el día acusan una somnolencia excesiva. Y, a veces, problemas de comportamiento, acompañados de dolor de cabeza.

En los casos severos y en los niños de más corta edad, el ronquido puede provocar retrasos en la madurez. El origen del ronquido es, normalmente, una reducción del calibre de las vías aéreas superiores por hipertrofia de las amígdalas, adenoides, pólipos nasales, rinitis alérgica, y otras afecciones que dificultan la penetración del aire. También puede ocurrir un SAOS transitorio en niños con infecciones de vías aéreas superiores, pero aparece con la infección y desaparece junto a ella. Si un niño presenta ronquido continuo, sobresaltos nocturnos o dificultad respiratoria, conviene llevarlo al pediatra.

Diagnosticado el SAOS y visto su origen, el tratamiento es efectivo en la mayoría de las ocasiones.

El sueño en los niños, tan complejo como en los adultos
  • Tres de cada diez niños sufren trastornos del sueño. Sufren de insomnio igual que los adultos. En la mayoría de los casos, se debe a hábitos incorrectos adquiridos desde la más tierna infancia. A un niño o niña con trastornos del sueño le puede resultar más difícil alcanzar la madurez. Y, también, manifestar un carácter muy irritable. Los padres han de controlar estas irregularidades del sueño en sus hijos. Pueden (en pocos casos) revestir importancia.
  • Hábitos incorrectos para que los niños duerman: que lo hagan frente a la TV, que duerman siempre en la habitación de los padres, meterse con ellos a su cama, contarles cuentos durante horas, mantenerles despiertos hasta que se caigan de sueño, …
  • Hemos de acostumbrar a los niños a dormir en su cama, solos y siempre a la misma hora, sin excesivos protocolos ni concesiones.
  • Si los niños sufren problemas serios de sueño, los padres no deben adoptar iniciativas, más allá de la de consultar a su pediatra.
  • El “chirriar de dientes” durante el sueño, o bruxismo, se produce por una contractura excesiva de los músculos maxilares. No altera el sueño, ni tiene trascendencia, aunque si la contractura es muy fuerte puede provocar alteraciones de las piezas dentarias.
  • La somniloquia, o emisión de sonidos durante el sueño (normalmente, frases muy cortas acompañadas en ocasiones de gritos o risas) es frecuente y no tiene importancia.
  • Si un niño ronca mucho y de modo continuo, con sobresaltos nocturnos o dificultad respiratoria, llevémosle al pediatra. Diagnosticados el problema y su causa, el tratamiento es casi siempre efectivo.