Fernando Roch, catedrático de urbanismo

"Los adosados son lugares sin futuro"

1 octubre de 2009
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¿Qué labor realiza un urbanista?

Es una buena pregunta. Alguno diría que somos los colaboradores indispensables del desastre nacional, de esta especie de festival del ladrillo en el que nos hemos embarcado. Y puede que haya algún urbanista que lo haya hecho. Siempre hay una colaboración necesaria en todo crimen. Pero creo que no, que la mayoría no ejercemos ese papel. Un urbanista trata de hacer buenas ciudades. ¿Qué es una buena ciudad? Aquella donde los ciudadanos son felices. Nosotros trabajamos la dimensión espacial de una sociedad (vida pública, relaciones sociales, relaciones productivas…), un objeto por cierto extraordinariamente complejo. Si uno no sabe navegar en él, se pierde. Los urbanistas, o somos buenos navegantes o nos ahogamos en un océano demasiado complicado.

¿De qué se compone ese océano?

De todo. Es el mundo, la vida misma, trufada, y hoy por hoy dominada, por intereses económicos. El principal problema que tenemos es que la economía se ha convertido en la única disciplina que habla de la ciudad. Hemos convertido un fenómeno social, la ciudad, en un fenómeno económico.

“El 60%-70%
de las licencias de
construcción que se
conceden en Francia
son para rehabilitar
viviendas. Aquí eso
supone un 10%”

Y la economía no piensa precisamente en la felicidad de los ciudadanos.

Piensa en el beneficio. Las ciudades en este momento son el espacio principal del poder. Hubo un tiempo que era el campo, o una combinación de los dos ámbitos. Ahora no, ahora sólo es la ciudad. Y eso ocurre en todo el mundo. Incluso en África, en las zonas con menor desarrollo, aparece un mundo francamente urbanizado. Las poblaciones rurales van a la ciudad como sea, a las ciudades de allí o a las ciudades de aquí, y se juegan la vida si es necesario. Esto ha creado un problema mundial de difícil solución, que son estas mega-ciudades, rodeadas de periferias informes donde se acumulan millones y millones de personas.

¿Qué consecuencias tiene?

Nuestras ciudades se dibujan más y están al servicio de los ciudadanos medios, ya estratificados y agrupados por niveles de renta y patrones de consumo. En lugar de ser una ciudad de ciudadanos libres, un gran teatro cívico en el que se discute, en el que la diversidad es la norma, hablamos de un mundo estratificado, estanco, que empieza ya en la vivienda, porque la vivienda es el primer espacio de habitación y la primera forma de consumo. En la vivienda se dibuja tu manera de vivir.

¿Cómo es esa manera de vivir?

Bueno, casi ya no hay ni comedor, porque se come rápido o fuera. Hay dormitorios, muchos cuartos de aseo y un sitio para ver la tele. Eso es una vivienda moderna. Hace 40 años, fui a París a cursar el doctorado y había en el metro unos carteles que decían “metro, trabajo, tele y a dormir”. Yo no he visto en los tratados de urbanística una mejor descripción de la vida del ciudadano medio. Y no sólo sigue siendo así, creo que se ha acrecentado. Ahora, los fines de semana se ha incluido la barbacoa con el cuñado, que forman un tándem inseparable. Ayer veía un programa de televisión fantástico sobre las periferias de estos adosados interminables. Y sus propietarios estaban encantados de vivir allí, pese a que ni el jardín es un jardín, ni la piscina es una piscina… Todo es simbólico, ideológico. La única compensación que tenían estas personas, que todos los días tenían que recorrer cien kilómetros en coche atravesando Madrid, era la barbacoa con la familia.

¿Es tan nociva la cultura del adosado?

Lo primero que hay que decir es que quien gobierna la construcción de la ciudad es el sistema inmobiliario, una máquina de crecimiento que no se puede detener. Éste es el grave problema. Hemos construido un mundo físico que está por encima de nuestras necesidades. Es como esos perros que están de moda, que tienen una piel que parece de un hermano mayor y que se pliega por su cuerpo. A mí me intranquilizan mucho porque cuando los veo, veo el sistema inmobiliario. El sistema inmobiliario español está basado en la creación de vivienda nueva, que conduce a la creación de más periferias, de más infraestructuras de transporte… Madrid debe tener como 2.000 kilómetros de autovías para abastecer todo un sistema metropolitano que está a 30, 40, 50 kilómetros de la ciudad. ¿Y qué ocurre? Que un tercio de los pisos de Madrid están vacíos. Esto se ha hecho aquí, pero no se ha hecho en Francia. El 60%-70% de las licencias de construcción que se conceden en Francia son para rehabilitar viviendas. Aquí eso supone un 10%. Ésa es la diferencia. Ellos recuperan un patrimonio urbano que ya tiene las calles, el alumbrado y los servicios hechos… Es muy barato y eficiente, es un capital social que tienes a tu disposición. Frente a eso, la persona que tiene que ir a 25-30 kilómetros, que mira a su alrededor y ve un desierto. ¿Sabes cuál es la clave de esas viviendas? La nevera. Sin un espacio de acumulación de productos, estás perdido.

Usted no vivirá en un adosado.

No, no. Vivo cerca de la facultad. Vengo a trabajar andando. Vivo bien porque no tengo un adosado y a mi cuñado le veo poco. Esto último es broma.

“Nuestras ciudades
distan mucho,
pero mucho, de ser
las mejores que
podíamos tener”

Y en este sistema inmobiliario del que habla, ¿qué papel juega el urbanista?

Es quien firma. Todas estas periferias no tienen sin embargo un proyecto urbano. Vivimos una paradoja. Nunca la Humanidad ha dispuesto de mejores medios, pero el progreso material no se corresponde con el progreso de las ciudades. No tenemos las mejores ciudades de la Historia, ni mucho menos. Nuestras ciudades distan mucho, pero mucho, de ser las mejores que podíamos tener.

¿Y eso es porque a los urbanistas no se les tiene en cuenta?

Hombre, ha habido un usurpamiento de poder. Hay un crecimiento inmobiliario que me parece patológico. Por fortuna, parece que hay un cambio de actitud ya en Europa a favor de recuperar la ciudad. Intentemos que las ciudades vuelvan a ser habitables.

¿Cómo se puede conseguir?

Hay que cambiar la fiscalidad, las leyes del suelo… Las leyes del suelo actuales son leyes de crecimiento, para seguir ampliando el perímetro de las ciudades.

La construcción se ha convertido en el problema y no en la solución.

Sí, y a diferencia de lo que sucedió en la crisis de 1929. Esa crisis curiosamente tuvo una salida inmobiliaria. Así fue en Estados Unidos. La construcción es una locomotora que arrastra al resto de la economía. Cierto. Y para ello crearon algo tan particular como el suburbio, ese que sale en películas y que se ha fijado en el imaginario colectivo.

Y que llega hasta la cultura del adosado que vivimos en nuestro país.

Sí. Podríamos decir que es un corolario degradado, castizo, de aquella historia, que por cierto dejó las ciudades vacías. Es verdad que el suburbio ya existía entonces, pero estaba limitado a la gran burguesía, que vivía en la ciudad jardín. Pero aquí lo que se hizo fue masificar el fenómeno, porque la industria funciona con masas. Fue perfecto. La cuestión era también vender un automóvil. No puedes vivir en la periferia si no tienes un vehículo para moverte. Consecuencia: los centros históricos de las ciudades se vaciaron un 80%. Hubo que cambiarles su imaginario. No sé si el cine, el cine negro, tuvo mucho que ver en ese plan de convertir la ciudad en un escenario inseguro. La inseguridad es importante. Tú a una persona le creas inseguridad en un espacio determinado y acaba abominándolo y yéndose a otro. Además, se construyeron suburbios estancos. Si en la ciudad histórica las clases habían vivido más o menos entremezcladas, en el suburbio no se mezclan. Hay una descomposición social que adquiere forma espacial. Y los centros históricos los ocupan los sectores más marginales.

“La ciudad ha dejado de
ser un fenómeno social
para convertirse en un
fenómeno económico”

¿Y eso es lo que está ocurriendo aquí?

En cierto modo. Se habla de las ciudades mediterráneas, como la dieta. Creo que la gente piensa que tienen menos colesterol. Bromas aparte, sí es verdad que vivir en una ciudad goza en España aún de cierto prestigio.

¿Cómo se pueden recuperar entonces los centros históricos?

Cambiando el imaginario colectivo, el prestigio. Si lo mejoras, se produce un movimiento, sobre todo de las clases medias profesionales, de revalorización de espacios, que arrastra al resto.

¿Alguna idea para atraer de nuevo a los ciudadanos a las ciudades?

Hay que reelaborar el patrimonio edificado. Tenemos unas ciudades con un parque de viviendas que necesita mejoras. Necesita, entre otras cosas, pisos más amplios, justo lo contrario de lo que se está haciendo. Se construyen pisos más pequeños porque salen más rentables, claro. Un amigo lo justificaba diciendo que cada vez hay más divorcios. Claro, cómo no se van a divorciar dos personas que tienen que convivir décadas en 40 metros cuadrados. Lo que es milagroso es que se mantenga la unión. Además, en un espacio así no caben niños. Cómo vas a favorecer la natalidad si no tienen espacio. Un niño significa el destierro, porque en la periferia es el único sitio en el que pueden tener una habitación para él. Además, nuestras dotaciones urbanas no están pensadas para tener niños. Sales a la calle y el niño se asfixia, no tienen parques, no hay guarderías… Hemos hecho que la vida de un niño sea muy difícil en la ciudad tradicional, porque antes no lo era. Esos son los problemas. Nosotros necesitamos recualificar nuestros espacios históricos. Necesitamos albañiles para rehabilitar edificios, no para construir adosados a 50 kilómetros.

¿La ciudad garantiza la integración social?

En las ciudades históricas, el sustrato material todavía está muy mezclado. Viene de sociedades donde esta práctica social no había adquirido la precisión con la que hoy se construye ese espacio, y que se refleja en esas hileras de adosados. Por eso hay que reivindicar una ciudad compleja, mezclada. Si hay algo de eso que todavía pervive, hay que buscarlo en el centro de las ciudades, no en las periferias. ¿Cuál es el papel de los urbanistas? Rescatar esos espacios, esa fórmula espacial. Si no es así, la ciudad se estanca, y con ella la sociedad. Es una utopía, pero marca la dirección.

En lugar del teatro cívico que usted ha citado, la ciudad se ha convertido en un espectáculo.

Sí. La ciudad ha dejado de ser un teatro social para convertirse en un espectáculo propagandístico en el que se compite para ver quién acumula un mayor número de obras de arquitectos de renombre. Y que conste que no tengo nada en contra de los arquitectos, yo mismo soy arquitecto y me llevo bien conmigo mismo.

¿La relación entre arquitectos y urbanistas es la deseable?

No. Lo cierto es que no hay una relación fluida. Y estaría bien que la hubiera.

“Se ha abandonado
el carácter de
teatro cívico del
espacio urbano para
transformarlo en
un espectáculo”

En el cambio que usted propone, ¿qué pasaría con las periferias que ya se han creado?

Las periferias actuales repletas de adosados son lugares sin futuro ideados para un hombre medio uniforme, todo lo contrario a la diversidad social que está en la esencia de la ciudad. Hay que terminar con eso, pero no es fácil, en primer lugar porque las personas que viven en esas periferias no quieren. La solución pasaría por reconvertirlas en ciudad, habría que reintroducir en ellas la ciudad que falta. En estos adosados no hay ciudad, no hay comercio…

¿Queda vida en las ciudades?

En las ciudades queda vida, pero muy poca porque se ha saqueado. Se ha desposeido de vida a las ciudades.

Vivimos cada vez más personas en ciudades cada vez menos habitables.

Vivimos más personas en ciudades a costa de destruir la vida ciudadana. No obstante, hay que diferenciar el concepto de ciudad de las estructuras urbanizadas.

No sólo se está maltratando el entorno natural, también el social.

Exacto. No sólo se esquilma la naturaleza, se esquilman las ciudades, que representan la naturaleza social, lo más complejo que la Humanidad ha sido capaz de crear.

¿Hay alguna ciudad en nuestro país que esté bien urbanizada?

No sé. Se suele nombrar a Vitoria como ejemplo. Es una ciudad agradable para vivir, y ésa es la mejor prueba de su buena urbanización. Una ciudad bien comunicada, en la que si la persona quiere acceder a la cultura o a la práctica deportiva puede hacerlo, de la misma forma que puede quedar con sus amigos para charlar o tomar algo sin que esté marcado por compartimentos o urbanizaciones estancas. Es decir, en la que la diversidad social es real.

¿El tamaño importa?

Sí. El tamaño influye. Cuanto más grande es la ciudad, es más difícil que sea habitable.

“No sólo se esquilma
la naturaleza,
se esquilman
las ciudades,
que representan
la naturaleza social”

¿Cuáles serían los límites?

Entre el medio millón de habitantes y el millón estaría el límite.

Usted vive en Madrid, una ciudad que, según ese criterio, no sería habitable.

Es verdad. No vivo en una ciudad habitable, pero vivo en un barrio, barrio, en el que la diversidad social es un hecho.