La piel de la dehesa
El horizonte tiznado de verde hasta donde abarca la vista se prepara para desvestirse. Artesanos de un oficio ancestral quitarán la piel al bosque. Lo que en otros árboles no supera el milímetro en los alcornoques puede alcanzar los 25 centímetros: la corteza, que se saca y se transforma mudando el nombre por corcho. De ahí que su recolecta anual se conozca como La saca del corcho. El material sobresaliente que permite conservar embotellado el zumo de uva mágicamente fermentada y descubierto por fray Dom Pèrignon.
El alcornoque llega a la edad adulta a los 25 años, tiempo en que se le arranca su piel adolescente, rugosa, recorrida por grietas, irregular y trabada al tronco. Sobre su desnudez comienza a crecer de nuevo la piel, pero habrán de pasar nueve años para recuperar su epidermis. En el momento de la circulación de la savia, los ‘sacaores’ ejecutan el pelado sin tocar el tronco. Con fuerza, habilidad y respeto cosen el árbol con hachas, de arriba abajo, buscan la incisión vertical y limpia que procura un corcho fino, regular y homogéneo. La escena se repetirá a lo largo de más de un siglo. A los 150 años el alcornoque envejecido muere.
Los ‘sacaores’ precisan de media hora para pelar el árbol. Pasan el testigo al rajador quien corta las corchas en tiras pequeñas que facilitan su transporte y aseguran que no se rompan mal. El juntador las apila y el acarreador las carga. Cargados los camiones se dirigen a las fábricas, que todavía hoy resisten el triunfo de las alternativas sintéticas al corcho.
De todos los productos que se extraen del corcho, el tapón es el más valioso y la razón de la industria corchera. La conforman en torno a 600 empresas, muchas de ellas familiares o medianas explotaciones, que dan empleo a tres mil personas. El proceso de trasformación es complejo y mecanizado, y cada día más competitivo, se abre a nuevos mercados. Portugal es la principal importadora, seguida de Francia y Alemania, y entran muy fuerte Chile y Sudáfrica, países donde el vino comienza a ser un referente.
Gracias a su estructura y composición química las propiedades del corcho son numerosas. Es un material ligero, elástico, de gran poder calorífico, fácil manejo, aislante y además, 100% natural y reciclable. La calidad final de un tapón depende, principalmente del tipo de corcho empleado. Para su conversión es preciso un segundo hervido. Con el aumento del nivel de agua en el corcho, aumenta también su volumen, y así pasa a la bodega donde permanece una semana y se prepara para el rebaneo. Mediante el corte con una cuchilla circular, se separan tiras de corcho, de anchura ligeramente superior a la longitud del tapón que se pretende fabricar. Terminado el proceso se desleña, es decir, se separan los tapones con defectos de los útiles. Los desdeñados se incorporarán a otros procesos, en los que el corcho se convierte en colmena, aislantes, parquets y otros elementos de construcción, juntas de automóviles, calzado, papel e incluso tejido de moda.
Cuando la corteza ya es tapón, se procede a reparar el resultado. Por una parte, se refiere este término a recuperar los tapones con defectos corregibles, pero también se amplía la explotación del alcornoque de manera sostenible. Se trata de ejecutar una selvicultura que aproveche la dehesa de tal forma que se asegure la persistencia del suelo, el arbolado y la vida salvaje. Y así, año a año en el horizonte verde, el marrón de los trocos se perderá en la corteza y mudará a naranja. Se mostrará la piel desnuda de la dehesa.