En guardia contra la faringitis
Cada otoño se repite el mismo ritual: los escotes y tirantes dan paso a la chaqueta, los pantalones cortos a los largos y las sandalias a los zapatos. Pero la llegada del frío no solo afecta al fondo de armario. Con la bajada de las temperaturas, las personas se tornan más susceptibles al enfriamiento de las vías aéreas donde los virus que las afectan anidan con más facilidad, en especial en ambientes cargados donde se favorece la transmisión de infecciones. Es entonces cuando todo un clásico de las enfermedades hace acto de presencia: la faringitis. Por fortuna junto al convencional tratamiento antibiótico, en estos momentos hay disponibles numerosos productos que alivian los síntomas, sin olvidar los tradicionales remedios caseros.
Infecciones víricas o bacterianas
La faringitis es una inflamación de la faringe que puede ser de origen alérgico o irritativo -causado por una excesiva sequedad del ambiente debido a la exposición al aire acondicionado, la calefacción y el humo del tabaco- o bien de origen infeccioso. En este último caso, la faringitis puede ser de dos tipos: vírica -la más numerosa- y bacteriana -que suele atacar a las amígdalas localizadas en la misma garganta-. Cada una precisa su propio tratamiento.
Las infecciones víricas de la faringe predominan en los meses de octubre y noviembre. Se curan en pocos días y su tratamiento consiste en aliviar los síntomas como el dolor de garganta, la tos, el picor, la fiebre, la congestión nasal y la mucosidad. Los niños suelen sufrir entre seis y ocho episodios al año de rinofaringitis o faringitis, en los que el dolor de garganta se manifiesta junto a síntomas nasales, sobre todo en los primeros dos años de edad y coincidiendo con la asistencia a la guardería.
Sin embargo, las faringitis causadas por infecciones de origen bacteriano son más comunes en los meses de febrero y marzo (aunque durante todo el año coexisten ambos tipos). El germen culpable más habitual es el estreptococo que anida en las amígdalas y, a diferencia de las víricas, no se acompañan de síntomas nasales ni de lagrimeo en los ojos, sino que se caracterizan por una exudación blanquecina en las amígdalas, así como una inflamación de los ganglios del cuello (adenopatías). Estas infecciones se combaten con tratamiento antibiótico. Afectan, sobre todo, a niños a partir de 2 años, y se dejan de sufrir a medida que se cumplen años.
De las pistas al diagnóstico preciso
Todas esas diferencias entre las faringitis de tipo vírico y las bacterianas ayudan a los médicos a diagnosticar su causa en las consultas para establecer el tratamiento adecuado ya que las infecciones bacterianas se deben tratar con antibióticos, pero las víricas, no.
No obstante, para no errar en el diagnóstico, también se realizan otras pruebas complementarias. Entre ellas figuran los tests rápidos, como el llamado test de detección del antígeno del estreptococo. Esta prueba consiste en tomar una muestra alrededor de las amígdalas y comprobar, mediante reactivos, si el estreptococo ha sido el patógeno responsable de la infección para iniciar un tratamiento antibiótico. También es posible aislar la bacteria y realizar un cultivo en el laboratorio, aunque el médico sólo lo solicita en casos de faringitis reincidente o crónica. El principal motivo es que es una prueba cara y que se dilata en el tiempo (entre cuatro y cinco días).
en los meses de octubre y noviembre
Por último, en casos muy selectivos también se puede realizar un análisis de sangre para detectar la presencia de las antiestreptolisinas, anticuerpos que demuestran que se ha padecido una infección de estreptococo y que aparecen alrededor de dos semanas después de haberla sufrido. Esta prueba es útil para descubrir infecciones estreptocócicas anteriores o para detectar la fiebre reumática (poco común en la actualidad) que se caracteriza, entre otros síntomas, por dolor en las articulaciones. Para llegar a ese diagnóstico se precisan otros análisis complementarios.
Remedios de antes, de ahora y de siempre
Se recurre, en general, a analgésicos sistémicos (al tiempo que antitérmicos) para combatir el dolor y la fiebre. Los expertos en salud de EROSKI CONSUMER recomiendan utilizar el paracetamol, tanto para niños como adultos, y el ibuprofeno, si no responden al primero. No obstante, los niños con problemas de hidratación no deben tomar ibuprofeno, según las últimas Guías de Práctica Clínica (GPC) de la SING (Scottish Intercollegiate Guidelines Network), publicadas en 2010. Otro remedio a corto plazo es el de las pastillas que se disuelven en la boca. Proporcionan un alivio local en la garganta. Razón por la que los médicos se inclinan por los analgésicos sistémicos, aunque recuerdan que no sucede nada por utilizar estas pastillas. Algunas incorporan un anestésico local e incluso corticoides.
Si hay tos, es posible emplear jarabes antitusivos. Sin embargo, conviene recordar que la tos es un mecanismo de defensa del organismo para expulsar la mucosidad y únicamente si es muy molesta, persistente y no sirve para expulsar secreciones, no es recomendable intentar frenarla. Los antivirales apenas se utilizan, salvo en enfermos con un estado general deficiente: pacientes inmunodeprimidos (con las defensas bajas), enfermos de cáncer, diabéticos o quines se han sometido a un trasplante.
Las infecciones bacterianas siempre deben tratarse con antibióticos. En este caso, el fármaco de elección es la penicilina ya que el estreptococo, que es el principal agente causal, responde bien a este tratamiento. No obstante, también se puede utilizar la claritromicina y la eritromicina, aunque sólo en casos de sospecha de alergia a la penicilina, porque el 40% de estos otros antibióticos son resistentes al estreptococo.
Soluciones caseras y naturales
Estos medicamentos se pueden combinar con otros remedios más caseros. La miel es probablemente la solución más tradicional. Es efectiva para combatir la tos y el dolor de garganta. Las cataplasmas son otro remedio muy popular. Para su elaboración, se mezclan semillas de hierbas y agua fría hasta obtener una pasta consistente. Se calienta a fuego lento y se aplica sobre un paño o una gasa también caliente, nunca directamente sobre la piel. Para combatir la faringitis, la cataplasma se debe colocar alrededor del cuello hasta que se enfríe.
Las gárgaras con hojas de eucalipto y agua caliente también ayudan a frenar la infección, la irritación y la inflamación de las amígdalas. De hecho, consumir a lo largo del día caramelos de eucalipto y de miel es otra solución práctica para que se recomponga la garganta.
Aunque la tendencia al uso de hierbas medicinales en los últimos tiempos es cada vez mayor, las guías de la SING (Scottish Intercollegiate Guidelines Network) de 2010 desaconsejan el uso de la Echinacea púrpura. Es una planta a la que se atribuye el aumento de las defensas del organismo. Sin embargo, según los resultados de un estudio reciente la Echinacea no reduce ni la intensidad ni la duración de los síntomas de las dolencias.
A pesar de ello, los remedios naturales frente al dolor de garganta son muy demandados en las farmacias. Un ejemplo son los sprays de propóleo (o própolis) y erísimo (hierba del cantor). El propóleo es una sustancia que las abejas toman de los árboles y que procesan en su colmena . Se le atribuyen propiedades antisépticas y antibióticas. La aplicación de estos sprays protegen frente a las infecciones de garganta, las suavizan y proporcionan un buen sabor de boca.
Extirpar las amígdalas: sólo en casos contados
En los últimos años, la verdadera revolución en el tratamiento de la faringitis se ha dado en el campo de la cirugía y no en el de la farmacología. Tiempo atrás la extirpación de las amigdalas era una operación que se realizaba a menudo. Hoy, es una intervención que se reserva para casos muy extremos.
En estos momentos, es una opción que se plantea a las personas que sufren más de 7 episodios de amigdalofaringitis de origen bacteriano en un mismo año, 5 episodios en dos años consecutivos o 3 en tres años consecutivos. Y según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), la decisión de extraer las anginas sólo se toma si existe un compromiso importante para la vía respiratoria, como en casos de apnea (una obstrucción durante el sueño que obstaculiza la respiración).
plantea a las personas que sufren más
de 7 episodios de amigdalofaringitis de
origen bacteriano en un mismo año
Este cambio de tendencia se explica después de analizar los resultados de las operaciones de amígdalas de forma objetiva. La comunidad científica ha optado por restringir al máximo su extirpación al considerarlas un órgano defensivo que sirve para que se asienten los linfocitos o células que nos defienden frente a las infecciones bacterianas. Otro motivo es que su eliminación puede conducir a un aumento del tejido linfocitario, del espesor de la garganta y en consecuencia, a la faringitis crónica e hipertrófica. Además, como las amígdalas son procesadores de antígenos -proteínas que nos ayudan a tolerar los alérgenos del medio ambiente- extraerlas puede originar problemas de alergias y de tolerancia.
- Aplicar el sentido común para no transmitir la enfermedad. Para ello, hay que evitar compartir objetos, lavarse bien las manos y permanecer aislado en casa hasta que se pasen sus efectos.
- Hacer reposo y recurrir al tratamiento analgésico hasta que remita la fiebre.
- Beber líquidos para mantener una buena hidratación y evitar la pérdida de hidratación.
- Recurrir a alimentos suaves, de fácil digestión. En el caso de los niños más pequeños, la dieta debe basarse en leche y cereales y para los adultos, en verduras y pescado a la plancha. Siempre que sea posible, es preciso evitar las comidas picantes y los alimentos grasos que empeoran el proceso de digestión.
- Cuando el dolor de garganta dificulte la deglución, es preferible tomar caldos y zumos para nutrirse e hidratrarse.
- Tomar miel a menudo ya que es un buen antitusivo natural.
- Si se fuma, es aconsejable aparcar el tabaco porque merma la capacidad defensiva y espesa las secreciones.
- Ante cualquier posible síntoma, es aconsejable acudir al médico y no exigir tratamiento antibiótico para la infección. No siempre es necesario.
- Si después de seguir tratamiento antibiótico por una infección estreptocócica la situación no mejora en tres o cuatro días, se debe acudir de nuevo al médico. Es probable de que se trate de una infección por virus. El que provoca un cuadro más parecido es el de la mononucleosis infecciosa y que origina la enfermedad del beso.
Fuente: Moisés Robledo, secretario de Información de la Sociedad Española de Medicina General (SEMG), y Manuel Praena, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) .