¿Es hoy la carne de vacuno más o menos segura que hace unos años?
Podemos afirmar que hoy tenemos una carne de vacuno segura. Nunca ha habido mayor sensibilidad al respecto y los controles que se realizan son los que razonablemente se pueden hacer. Además, se ha aplicado el principio de precaución. Cuando se definen los MER (materiales específicos de riesgo) se hace por elevación, y se ha adoptado un periodo de tiempo prolongado para ofrecer más seguridad. Si el cerebro de una vaca se retira a partir de 12 meses, no es porque la enfermedad pueda aparecer a los 13 meses, de hecho, los casos más tempranos se dieron en vacas de 30 meses. El Comité Científico de la UE afirma que los controles adoptados son adecuados y hemos de tener confianza y recordar que este Comité no es un elemento estático ni de respuesta, ya que su función investigadora es constante y ofrece periódicamente nuevas medidas para resolver el problema.
El web especializado www.consumaseguridad.com señalaba en un informe que las cifras de la epidemia de las vacas locas, al contrario de lo previsto por la Administración, han confirmado los augurios de la UE para España y que nos encontramos tan sólo “al inicio de una evolución con pocos referentes y para la que se necesitan al menos 10 años para sacar conclusiones estadísticamente significativas”. ¿Qué opina sobre este diagnóstico?
El problema es de alcance europeo, no local, y sus consecuencias son profundas y trascendentes, pues no se recuerda un problema de seguridad alimentaria de esta dimensión en las últimas décadas. Cada semana se producen nuevos casos, y todavía no sabemos dónde estamos porque la información epidemiológica de la enfermedad en nuestro país se reduce al año pasado, el 2001. Hemos descrito ya 81 casos (la entrevista se realizó a mediados de enero), pero no se puede saber qué va a pasar este año y todo va a depender del grado de respeto de las medidas adoptadas en la década de los noventa. En 1994, la UE prohibió para rumiantes el consumo de harinas de origen de carne y hueso rumiante; en 1996, la legislación española prohibió la entrada de MER; en 1998 se obligó a inactivar las harinas para matar el prión sometiéndolas a fuertes temperaturas y en diciembre de 2000 se prohibió el uso de todo tipo de harinas cárnicas para rumiantes y no rumiantes. Sabiendo que el primer caso se detecta en 1996 en Gran Bretaña y que el animal precisa de 5 años para desarrollar la enfermedad, si se hubiera respetado la primera medida, la de 1994, el año 1999 debería marcar el pico en casos detectados y a partir de ahí se comenzaría el descenso. Si somos realistas y tomamos la fecha de la última ley, de diciembre de 2000, hasta 2005 estaríamos en pleno crecimiento de los casos de vacas locas. Cada semana se diagnostican en España uno o dos casos, lo que nos llevaría a entre 50 y 100 casos anuales, pero hemos cerrado un año en que la lucha ha sido fuerte, se han analizado unas 400.000 vacas. Hemos establecido medidas eficaces contra la enfermedad, pero estamos ante un proceso largo cuyo fin no podemos aventurarnos a predecir.
Si fuera usted ministro de Sanidad y tuviera carta blanca para resolver el problema de la EEB. ¿Qué medidas adoptaría?
Las que se están tomando, pero hay que seguir con la campaña de lucha contra la EEB. Estamos ante una enfermedad infecciosa, y como sucedió con la tuberculosis, hay que tener paciencia para erradicarla. Por eso hay que insistir, y yo lo hago ante los ministerios de Agricultura y Sanidad y ante las administraciones autonómicas, en que sigan preocupados con el tema y que no relajen las medidas, porque correríamos el peligro de hacer las cosas mal. Pienso que el retroceso no se va a dar, porque todos los países de la UE están obligados a cumplir con un sistema de control muy riguroso.
¿Perviven las dudas científicas sobre el origen de la epidemia?
Es una enfermedad descubierta en 1986 en la que quedan incógnitas por resolver. Se ha identificado a los agentes que producen la EBB, los priones, pero permanece la incertidumbre en lo referente a la transmisión de la enfermedad, especialmente en lo que afecta a los seres humanos. Tenemos información fiable que nos permite afirmar que el responsable principal, pero tal vez no único, es el uso de harinas de carne y hueso contaminadas empleadas para fabricar piensos, alimentos y elementos lacteoremplazantes y leches maternizadas para animales que, tengámoslo muy claro, nunca se han dirigido al destino humano.
En nuestro país todavía no se ha registrado ningún caso de transmisión de la enfermedad al ser humano
Es cierto, pero en Gran Bretaña ya hay más de cien casos registrados. En la comunidad científica se asume que la variante humana de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob está causada por la transmisión del prión bovino a las personas, pero todo lo que se admite en ciencia debe discutirse. Se sabe que la variante humana tiene un componente neurológico, y que los primeros síntomas son psiquiátricos: comienza con depresión y alucinaciones y después llegan los síntomas neurológicos. En España hay buenos neurólogos, y creo que no van a confundir la enfermedad originada por la EEB con otras posibles patologías. Pero en cualquier enfermedad el número de casos clínicos es sólo la punta del iceberg y lo que se llega a detectar no es todo lo que hay. No sabemos cuántas personas pueden estar infectadas en Europa, pero sí que ha habido 110 casos en Gran Bretaña, cuatro en Francia y uno en Irlanda. Los tres son países con un gran número de casos de EEB. El Reino Unido está a la cabeza con 181.000 vacas enfermas. En Francia se han detectado más de 500 casos y en Irlanda cerca de 700, y son países con la enfermedad descrita ya en los noventa. Pero otros, como Portugal y Suiza, a pesar de que presentan un número de EEB similar a Francia, no han registrado todavía casos humanos. La pregunta es si en los países con menos EEB, como España, no va a darse la enfermedad en humanos. Yo no me atrevo a decir que no van a aparecer porque hacer previsiones sobre esta enfermedad es difícil, ya que no sabemos todos los cauces de transmisión. Pero hay certezas, como que en teoría, sólo un 25% de la población europea está expuesta a sufrir la enfermedad porque que todos los casos humanos detectados respondían al mismo perfil genético. Se comparte también la certeza de que el periodo de incubación es muy largo, en los humanos puede ser de décadas. Y se sabe también que la trasmisión del prión bovino a una vaca es mucho más fácil y eficaz que a un ser humano.
¿Cómo llega el prión hasta el ser humano?
Se asume que es a través de la alimentación, pero no se ha demostrado. En los casos británicos, sólo se ha evidenciado la transmisión del prión por el consumo de carne en un caso, el de una población del sur de Inglaterra en la que cinco personas fueron contagiadas por consumir productos bovinos que se faenaban en una carnicería en la que se manipulaban los restos de cerebro vacuno con los mismos instrumentos con los que cortaba la carne. La alimentación es la vía principal, pero la vía cutánea puede ser otra forma de transmisión, de ahí que se prohibieran las cremas y otros productos origen bovino. Mientras no se demuestre lo contrario, la variante humana de esta enfermedad se produce por la transmisión del prión por vías alimentarias pero no se pueden descartar otras vías aún desconocidas.
El consumo de carne de vacuno en nuestro país está volviendo a los niveles anteriores a la crisis, y el Barómetro del Consumo presentado por Fundación Grupo Eroski revelaba hace dos meses que el consumidor confía en la seguridad de los alimentos, y que a la carne le concedía 6,5 puntos sobre 10 posibles. ¿Qué opinión le merece esta actitud?
Me gustaría conocer cifras de otros países europeos para valorar el dato pero es importante y positivo, porque la crisis puso en tela de juicio la carne de vacuno y la desconfianza llegó a alcanzar a la carne en general. Pero las campañas realizadas han obligado a dar mayor y mejor información, lo que ayuda a aumentar la confianza. La parte positiva de toda esta crisis ha sido la mejora de los sistemas de control y producción de la carne. Se ha perfeccionado el sistema alimentario en toda la UE, pero los consumidores no lo tienen claro y debemos convencerles de que las cosas hoy se hacen bien. Ese es el gran desafío para Europa: el consumidor está dispuesto a asumir riesgos en algunos aspectos de su vida, por ejemplo cuando se sube a un avión, pero no en la alimentación, que no es un acto voluntario sino necesario que, además, presenta un riesgo familiar y no sólo individual. Yo creo que no hay motivo para desconfiar hoy de la cadena alimentaria. No podemos volver a la huerta y animales propios para alimentarnos, porque en la sociedad urbana esta organización no es viable. Estamos obligados a exigir y a confiar en la cadena alimentaria que tenemos.
¿Pueden converger la mejora de la seguridad de la carne y la competitividad del sector ganadero, o tendremos que seguir buscando el origen de las crisis alimentarias en la estrategia de reducción de costes de producción que permita asegurar la rentabilidad del producto?
Ese es el gran debate actual en el mundo agropecuario. La EEB ha puesto en cuestión el sistema intensivo de producción. A todos nos gusta lo natural y la mayoría preferimos consumir carne de una vaca que ha estado paciendo en un verde prado que la de otra que no ha salido de un establo en el que sólo ha comido pienso, pero hemos de preguntarnos si esto es viable. Los ganaderos nos dirían que ese planteamiento entrañaría un mayo precio de la carne y la imposibilidad de criar el ganado en cualquier zona geográfica, porque sólo podrían hacerlo donde haya pasto verde, esto es, lluvias abundantes. Es importante que el debate se suscite y que la solución surja de un pacto entre productores y consumidores: ¿está el consumidor dispuesto a pagar más por la carne, a cambio de que se produzca de una forma más natural y segura? Gracias a estas crisis, ha aumentado la producción ganadera con denominación de origen y hay marcas que apuestan por la trazabilidad de la carne, para que el consumidor conozca el nombre del ganadero, la raza de la res, la zona geográfica en que ha crecido, cómo se ha alimentado y desarrollado… El productor se compromete así a producir ese animal en unas condiciones determinadas y el consumidor lo acepta, lo valora y lo paga. Estoy convencido, en fin, de que el problema de la EEB ha tenido un impacto positivo en los sistemas de mejora en la producción y en la calidad de la carne.