Dar con el origen del problema, primer paso para superarlo
El fracaso escolar es uno de los problemas más graves que sufren en la actualidad los sistemas educativos. La trascendencia de sus consecuencias, que sobrepasan el ámbito escolar, y su extensión, en mayor o menor grado por todos los países desarrollados, justifican el interés de instituciones y asociaciones de docentes y de padres por paliar sus efectos. Los datos avalan el alcance de esta realidad. Así, el 72% del desempleo de los menores de 25 años tiene relación estrecha con el abandono de los estudios y el fracaso escolar. Según datos del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), casi la tercera parte de los alumnos adolescentes de nuestro país, estudiantes de ESO, obtiene calificaciones negativas. En la enseñanza media un 32% de los alumnos repite curso, un 35% no termina con éxito 2º de ESO, el 48% no supera el bachiller y en la universidad el abandono de los estudios ronda el 50%.
En nuestro país uno de cada cuatro niños fracasa en sus estudios, con los consiguientes problemas que ello acarrea, incluidos los psíquicos. Matemáticas, lengua e inglés son las materias en las que se registra un mayor fracaso escolar. Frente a la media europea (20%), el índice español de fracaso, cerca del 29%, sólo es superado por Portugal, con algo más del 45%. Las estadísticas oficiales indican que la Comunidad con mayor fracaso escolar es Canarias, con un 35,8%, mientras que la de Asturias es la más baja con un 14,4%, seguida de Navarra, con un 17,3% y la Comunidad Autónoma Vasca, con un 17,5%.
Estos datos, unidos a los que reflejan el elevado nivel de absentismo escolar y de abandono, muestran la existencia de un alto grado de fracaso escolar que requiere una acción global alejada de la creencia de que los alumnos en apuros son «vagos» o «tontos». El hecho de que haya escolares con dificultades para superar con éxito las exigencias del sistema educativo implica no sólo factores individuales, sino educativos, sociales y culturales.
Trastornos emocionales y del aprendizaje
Podemos hablar de fracaso escolar cuando el alumno no consigue los objetivos propuestos para su nivel y edad y existe un desaprovechamiento real de sus recursos intelectuales. Esto suele tener como consecuencia una actitud negativa ante el aprendizaje. Muchas son las causas que pueden originar un fracaso escolar. Las más reseñables son los trastornos de aprendizaje y los trastornos emocionales. Las cifras varían según los diferentes estudios, pero se puede decir que sólo un 2% de los fracasos se debe a factores intelectuales, mientras que alrededor de un 29% está originado por trastornos de aprendizaje, entre los que destaca la dislexia. La misma proporción se debe a factores emocionales de todo tipo, y un preocupante 10% lo ocupa el Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
El fracaso escolar también puede darse como consecuencia de las dificultades en el aprendizaje acumuladas por el niño a lo largo de varios cursos, e incluso puede ser un síntoma claro de la inadaptación del niño al centro escolar, debido a planes pedagógicos mal concebidos, organizados y orientados, con exigencias excesivas y formas de enseñanza ineficaces.
Causas del fracaso escolar
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Intelectuales. Surgen como consecuencia de un desajuste entre la edad cronológica y la intelectual, y se da tanto en niños con algún tipo de deficiencia mental como en niños superdotados. También puede producirse por una falta de base sólida en los cursos anteriores.
Lo más común es que se registren insuficiencias en alguna de las dos áreas generales en que se divide la medición de la inteligencia: el área verbal y el área de ejecución manual. La primera incluye, entre otros factores, la comprensión y el uso del lenguaje, así como formas específicas de memoria, juicio social, pensamiento lógico, concentración y pensamiento asociativo. La segunda abarca la coordinación vasomotora, la organización de la percepción, la habilidad para planear una acción y otros factores.
Si existe una deficiencia intelectual, por muy leve que sea, el niño no va a poder adquirir los conocimientos que debería y desde el principio de la escolaridad se retrasa y se va distanciando de sus compañeros. Este retraso no es recuperable y el niño saca más partido de una educación especial. También se puede tratar con terapia del habla, con terapia ocupacional o con terapia educativa, según corresponda. -
Motivación. Aunque el estudiante tenga una inteligencia normal o por encima de la media, pueden reproducirse serios problemas de aprovechamiento escolar si no se siente motivado a aprender. A este respecto también influyen en el estudiante, y actúan como estímulos que le invitan a seguir manteniendo el mismo nivel de esfuerzo, el reconocimiento por los seres queridos, la aceptación social y el logro de metas a corto plazo. Otro motivo importante de desmotivación es la inexistente correlación entre los contenidos impartidos en la escuela y las necesidades reales de una sociedad tan cambiante como la nuestra. Los estudiantes saben que muchos de sus esfuerzos realizados no les van a servir de nada en la vida real y que el éxito académico no les asegura en absoluto el éxito en su vida profesional futura.
La solución a este problema pasa por averiguar qué ocasiona el bajo grado de motivación. El siguiente paso es comenzar a trabajar para aumentarlo. Este proceso puede llevar su tiempo, y en muchos casos es necesaria la ayuda profesional para conseguir cambios satisfactorios. -
Problemas orgánicos. En ocasiones, el buen rendimiento escolar se ve afectado por un problema físico que provoca cierto grado de absentismo escolar o por una enfermedad crónica que genera cierto grado de cansancio en el niño. Entre estos problemas que pueden afectar al niño de manera física o sensorial y provocar un retraso en la adquisición de los conocimientos elementales globales o parciales, se encuentran los visuales o auditivos (miopía, hipermetropía, hipoacusia, etc.), los problemas de orientación espacio-temporal, la dislexia, etc. También está comprobado que los niños que duermen poco o mal, y los que no se alimentan correctamente, en especial en el desayuno, rinden menos de lo que sería deseable.
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Problemas emocionales. Suelen darse tanto en niños con carencias afectivas como en niños sobreprotegidos, así como en niños hiperactivos, inseguros o con exceso de fantasía o algún sentimiento de inferioridad, niños que hayan sufrido la perdida de uno o ambos progenitores, niños con padres muy severos, con un mal ambiente familiar, etc. Estas circunstancias suelen degenerar en trastornos de carácter acompañados de inestabilidad, cólera y reacciones negativas frente al profesor y los compañeros, lo que acarrea importantes dificultades de integración en el colegio.
El niño también puede padecer “fobia escolar”, que se origina en los primeros contactos con el colegio y se manifiesta con su oposición tajante a la vida y a las tareas escolares. - Técnicas y hábitos de estudio. Muchos son los escolares que no saben cómo estudiar. Nadie les enseña cómo se trabaja o se estudia. Hay que aprender a aprender. Un gran esfuerzo en intentar asimilar una materia sin saber cómo hacerlo trae consigo un pobre resultado con el consiguiente desánimo por parte del estudiante. Convertir el estudio en un hábito es otra de las herramientas para alcanzar el éxito académico. El estudio es una tarea cotidiana, que requiere una práctica constante, pero si no es reconfortante en sí, la formación del hábito es más difícil.
- Programación inadecuada. En ocasiones se exige al niño tareas muy difíciles para su nivel de maduración intelectual. Se pretende que todos los niños del curso escolar rindan por igual. A veces también hay una falta de coordinación entre los distintos cursos o ciclos escolares, o discrepancias manifiestas entre los distintos educadores, o entre los educadores y los padres, que pueden llegar a confundir al niño. Y qué decir de los larguísimos temarios que muchas veces quedan inacabados o, cuando menos, mirados de pasada.
- Los profesores. Clases numerosas, falta de respaldo por parte de sus superiores o de especialistas, hacen que en ocasiones el profesor transmita al alumno sentimientos de inseguridad e infravaloración.
Los padres, pieza clave para superar el fracaso escolar
/imgs/20050101/img.informe.04.jpg Reconozca y acepte que su hijo tiene dificultades. Estudie el problema, localice dónde falla el proceso educativo y ponga los medios necesarios para superarlo.- Demuéstrele que le quiere no por sus éxitos, sino por él mismo.
- Infórmese por todo lo relacionado con su colegio. No sólo por las notas, también son importantes sus problemas con los compañeros o de relación con los profesores. El niño debe sentir que sus estudios son un asunto que interesa.
- Participe en las actividades escolares que impliquen la presencia de los padres.
- Muestre predisposición y atienda sus necesidades y preguntas en casa, pero nunca jamás le haga el trabajo.
- Haga saber a su hijo que usted no conoce la respuesta a todas las preguntas y propóngale buscar juntos aquellas que desconozca.
- Potencie en el niño la confianza en sí mismo. El entusiasmo se contagia.
- Permítale que tome decisiones y asuma responsabilidades acordes con su edad.
- Nunca le compare con sus hermanos o amigos.
- Jamás le haga sentirse inútil o culpable.
- Sea coherente. Si su hijo ve leer en su casa y usted comparte con él conocimientos es más fácil despertar su deseo de aprender.
- Cree una atmósfera que estimule su curiosidad.
- No asedie a su hijo con la idea del estudio. Explíquele cuáles son los objetivos y qué es lo que se espera de él.
- Antes de decidir, hable con el niño para saber cuál es su problema y qué tipo de ayuda puede ofrecerle usted.
- No amenace ni castigue. Apueste, sobre todo, por la persuasión y la estimulación.
- El estudio requiere sus técnicas. Enseñe a sus hijos a estudiar.
- Enséñele a no desanimarse. Explíquele que hay que ser tenaz y buscar alternativas.
- Evite transmitir mensajes negativos del tipo «eres un mal estudiante» porque puede llegar a creérselos y bloquear su desarrollo posterior.
- Celebre sus éxitos, por mínimos que sean.
- Las clases particulares no siempre son la solución. Si lo hace, debe suprimir la ayuda en cuanto se obtengan los resultados deseados.
- Enriquezca su ocio. Que no vea sólo la televisión. Enséñele programas adecuados, llévele a museos, cuéntele historias, haga que tenga contacto con la naturaleza…