Bruxismo: mordiendo estrés
El estrés cada vez mayor de la sociedad moderna, acrecentado aún más por la crisis económica, se deja notar no solo en los bolsillos de los ciudadanos, sino también en sus dientes y mandíbulas. Cada vez hay más personas que sufren el llamado bruxismo, el hábito inconsciente de apretar los dientes, por un factor emocional, aunque también puede asociarse a un mal encaje dentario. Varios tratamientos actuales pueden solucionarlo y evitar la pérdida de piezas dentales, por destrucción del esmalte y la dentina, así como otras terribles consecuencias, como dolor de cabeza y de los músculos de la mandíbula, cuello e, incluso, de oído.
Dolores mandibulares y de cabeza, los más comunes
Apretar o rechinar los dientes de forma continua se conoce como bruxismo, que puede ser nocturno o diurno. Este movimiento inconsciente tiene un componente funcional -se origina por alguna singularidad en la forma de encajar los dientes- y emocional, ya que las personas con estrés acusado tienden a apretarlos más sin darse cuenta. La consecuencia es una sobrecarga del sistema masticatorio que, con el tiempo, produce un desgaste de las piezas dentales y contracturas en los músculos relacionados. Esto se traduce en la aparición de dolor en la zona de la mandíbula y la articulación temporo-mandibular (ATM), que conecta la mandíbula inferior al cráneo y que se sitúa junto a las orejas. Por este motivo, la sensación de dolor en la región que rodea las orejas o de cefaleas son algunas de las señales de este problema.
Desde el punto de vista funcional, el bruxismo tiene su origen en una malformación facial o una mala oclusión dental, es decir que todas las piezas dentales de la arcada superior y la inferior deberían encajar de forma perfecta y cerrar todas a la vez, como si se tratara de una cerradura. Sin embargo, cuando un diente está mal posicionado provoca lo que los expertos denominan “un contacto prematuro de este con los otros dientes”, de manera que el sistema dentario se tiene que adaptar y la mandíbula se mueve a una posición anómala. Es como andar con la espalda torcida. Los músculos se contracturan y duele.
No obstante, en los últimos dos años la situación del sistema socioeconómico ha favorecido un aumento del número de visitas a las consultas por bruxismo derivado de trastornos emocionales, que tienen una clara influencia en el desarrollo de este problema de salud. Las personas que ya sufren de una mala posición de los dientes si, además, acusan el malestar derivado de la pérdida de un trabajo, dificultades económicas o el propio estrés laboral, tienden a apretarlos, y se acostumbran hasta que surgen los primeros síntomas. De hecho, el bruxismo es una manera de vehicular la agresividad, la rabia y las tensiones contenidas en las mandíbulas.
Un problema cada vez más habitual
Se estima que, al menos, el 70% de las personas, en algún momento de su vida, aprietan los dientes de forma pasajera. Sin embargo, constituye un problema real en un 50% de los casos, según datos aportados por el especialista Javier Mareque Bueno, cirujano maxilofacial del Centro Médico Teknon y profesor de Cirugía e Implantología de la Universidad Internacional de Cataluña (UIC), a partir de distintos estudios de la literatura médica. Es más frecuente en mujeres de los 30 y los 50 años que además suelen padecer un mayor número de episodios. El retrato robot del afectado es una mujer de unos 40 años, que vive muy estresada por la dificultad que entraña compaginar la doble faceta de madre y trabajadora.
en algún momento de su vida, aprieta los dientes
de forma pasajera
Otros perfiles que, por sus características físicas, son más proclives a bruxar son las personas con síndrome de Down y los enfermos neurológicos, ya que el sistema nervioso que controla los músculos puede hacer que estos tengan un tono muscular elevado en distintas partes del cuerpo y que este repercuta de manera negativa en el aparato masticatorio.
El bruxismo también afecta a los niños, aunque no tiene nada que ver con el del adulto. En los más pequeños es un trastorno transitorio de mayor o menor grado mientras tienen los dientes de leche, ya que dejan de apretar así los dientes cuando se produce el recambio dental y adquieren la dentición definitiva y, por lo tanto, una estabilidad de la oclusión.
Síntomas delatores
¿En qué momento un afectado es consciente de que debe acudir al médico? El primer indicio del problema es despertar con una sobrecarga matutina en los músculos masticatorios, es decir, en la región de los músculos que mueven la mandíbula y en la zona situada alrededor de la oreja. Este dolor es la consecuencia de haber apretado los dientes durante toda la noche. Algunas personas sufren cefaleas y deciden acudir al neurólogo, que descarta que se trate de un dolor de cabeza típico y les enviará al especialista. Otras veces, en una visita al dentista, cuando este explora la boca, puede detectar que el paciente tiene desgastes dentales y mordisqueos en el borde de la lengua, lo que se conoce como línea alba, que se origina por el roce continuo de los dientes con la lengua y provoca la formación de un callo en las encías.
El tratamiento: largo y según el origen del problema
El bruxismo suele ser una patología infratratada aun cuando puede tener importantes repercusiones para los pacientes: desde la abrasión de las piezas dentales, hasta su caída además de problemas graves derivados de esta pérdida y la afectación del aparato masticatorio: aparición de dificultades nutritivas, malas digestiones, úlceras de estómago, e, incluso, depresión. Los dientes son un elemento de relación social. Las personas que no los tienen no están cómodas sonriendo y rehúyen la vida social.
El tratamiento es multidisciplinar, ya que a menudo deben intervenir varios profesionales como el odontólogo general, al que los pacientes suelen acudir en primer lugar cuando experimentan las primeras tensiones y dolor en los dientes; el cirujano maxilofacial, al que se remiten los pacientes; un fisioterapeuta y un odontólogo especializado en la ATM; así como un psicólogo cuando el origen del problema es emocional. Además la terapia puede ser de dos tipos: conductual y médica.
El tratamiento conductual es el que aplica el psicólogo o el psicoterapeuta para intentar desentrañar cuál es la causa del estrés en la vida del paciente, aquello que le provoca el bruxismo, después de que este haya visitado sin resultado a otorrinolaringólogos, odontólogos y neurólogos, entre otros, en busca del origen de su dolor en la región maxilofacial. Se ha comprobado que, cuando el paciente reduce su nivel de ansiedad, gracias a la psicoterapia, el bruxismo mejora de manera notable.
El tratamiento médico depende de cuál sea la raíz y el alcance del problema: si los dientes están mal posicionados, se coloca una férula de descarga; si se ha producido un desgaste o pérdida de piezas dentales, se realiza una reconstrucción dentaria mediante la coronoplastia para recuperar su anatomía normal, y si el problema está en la mandíbula, porque el mentón se encuentra hacia adelante o hacia atrás, se opera para corregir la base ósea y es necesario entre un 10% y un 15% de los casos de bruxismo, en los que debe intervenir el cirujano maxilofacial.
Tratamientos
- Colocar una férula de descarga semirígida. Es una pieza que se pone entre las arcadas superior e inferior de los dientes para evitar su rozamiento. Está hecha de materiales acrílicos, como las resinas, y de un precio variable, aunque en promedio cuesta unos 500 euros. El principal problema de las férulas, hasta hace pocos años, es que se desgastaban rápido y había que sustituirlas cada año. El gran cambio que se ha producido es que ahora duran en torno a tres años y son mejor toleradas por los pacientes, que pueden hablar con ellas puestas. De hecho, suelen ser transparentes y constan de un enganche metálico en su parte posterior y se pueden llevar tanto durante el día como de noche (a veces es suficiente sólo durante el tiempo de descanso nocturno), según la evolución clínica del paciente y de la severidad de su problema.
- La ortodoncia. Se realiza cuando los dientes aún no se han desgastado por el bruxismo pero se encuentran mal colocados, y se detecta en esta posición incorrecta el origen del problema.
- La coronoplastia. Este tratamiento se completa en pocas sesiones para restaurar los dientes dañados o perdidos por el bruxismo, en el que se añaden composites (resinas sintéticas) muy resistentes que replican la forma de los dientes que tenía el paciente antes de que se desgastaran. Consiste en colocar la parte visible de los dientes (la punta o corona) que se ha ido dañando, de forma que estos recuperen una posición de encaje perfecto en la que el paciente no apriete. Antes de colocar los composites, la reconstrucción de las piezas dentales se realiza en un laboratorio mediante dibujos y esquemas, después se arreglan los dientes. El resultado es como “si al paciente, le crecieran las piezas en una hora”, afirma Mareque. Los composites proporcionan la misma información que la férula, por lo que una vez terminada la coronoplastia, no es necesaria la férula.
- La cirugía de la mandíbula. Esta intervención, que se alarga entre una hora y hora y media, se realiza bajo anestesia general. Requiere de un día de ingreso, tras el cual el paciente recibe el alta a su domicilio. Corregir la posición de la mandíbula es importante ya que si está hacia atrás, se tiende a forzarla hacia adelante (o a la inversa) y eso provoca dolor. Es lo mismo que le sucede a una persona que tiene una pierna más larga que otra: que tiende a andar de lado y ello le produce problemas de espalda y dolor. Con las nuevas técnicas quirúrgicas se realizan cortes muy pequeños para fijar la mandíbula mediante placas de titanio. En el pasado el afectado salía de quirófano con la boca inmovilizada durante todo el proceso de curación y la debía mantener así durante un mes, con importantes restricciones dietéticas. Sin embargo, hoy en día, los avances permiten que, tras la cirugía, el paciente, pasada una semana, ya pueda ingerir alimentos de masticación fácil.
El peor de los escenarios para un paciente con bruxismo es que tenga que pasar por todos y cada uno de estos tratamientos. Esto sucede cuando tiene los dientes mal colocados y el hueso donde estos se insertan también tenga una mal posición. En ese caso, el tratamiento completo del paciente duraría dos años. Pero, si solo necesita la férula o la coronoplastia en dos o tres meses el tratamiento habrá finalizado.
- Acudir a un profesional para que le oriente sobre su situación particular y tratarse por un especialista en patología maxilofacial y por otros profesionales con experiencia contrastada en bruxismo.
- Tener paciencia ya que tras el diagnóstico el tratamiento es largo. No se puede corregir una posición anómala de 10 o 15 años en poco tiempo.
- Utilizar la férula de manera continua, ya que su uso intermitente produce un borrado de la memoria muscular y provoca que los músculos vuelvan enseguida a la posición viciada.
- Estar dispuesto a corregir el problema de base, ya que la férula solo es útil en dientes desgastados, mal posicionados o en los huesos maxilares.
Fuente: Javier Mareque Bueno, cirujano maxilofacial del Centro Médico Teknon y profesor de Cirugía e Implantología de la UIC