Nutrición en época de exámenes. Lo que comes influye en la nota
El cerebro supone el 2% de nuestro peso corporal, sin embargo, consume el 20% de nuestra energía. Es un órgano muy complejo que para funcionar necesita que le echemos gasolina continuamente. Es decir, nutrientes. Todos ellos son esenciales para su correcta formación, desarrollo y funcionamiento, pero algunos juegan un papel más esencial que otro. Esto quiere decir que la memoria, el razonamiento, la atención o el cociente intelectual pueden verse afectados negativamente por el consumo de dietas poco saludables. Por ejemplo, se sabe por estudios científicos que los alimentos de bajo índice glucémico –verdura verde, frutas y frutos secos, legumbres, cereales y pan integral– pueden mejorar la atención, la memoria y la capacidad funcional, mientras que los ricos en azúcares simples –bollería, refrescos, azúcar, golosinas o mermeladas– están vinculados a una mayor dificultad para la concentración y atención.
¿Hay medicamentos que mejoran el rendimiento?
La respuesta es clara: no. “Los problemas de concentración o memoria en la juventud no suelen estar asociados a ningún problema de salud de base o a una deficiencia de vitaminas, sino a hábitos inadecuados (un mal descanso o la dificultad para establecer una rutina), por lo que es prioritario actuar sobre estos factores”, indica Pablo Caballero, farmacéutico del área de divulgación científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos. Sí existen fármacos que están indicados para el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) y que algunos jóvenes usan para aumentar su capacidad de aprendizaje o concentración, pero esto puede tener consecuencias serias, ya que estos medicamentos suelen estar compuestos por algún derivado de la anfetamina. “Cuando existe una valoración médica de TDAH, su uso es seguro respetando las dosis indicadas. Sin embargo, el consumo de estos medicamentos sin un diagnóstico y una valoración del estado general de salud puede provocar nerviosismo, ansiedad, insomnio o pérdida del apetito. Si se usan en dosis elevadas, pueden causar también alucinaciones, un aumento peligroso de la presión arterial, taquicardia o temblores. Algunos de estos efectos adversos, pueden llegar a poner en peligro la vida”, enumera Caballero.
Nervios, bajones y comida rápida.
Evidentemente el éxito académico no depende solo del menú del día, pero todo indica que llevar una dieta adecuada ayuda a los jóvenes a afrontar una etapa en la que el cerebro necesita energía y descanso. Como señala Cristina Porca, nutricionista de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), “una dieta variada y equilibrada, rica en legumbres, frutas y verduras, cereales integrales y grasas saludables, como omega 3, ayuda a estimular la retención de información y a aumentar la claridad y agilidad mental”.
Sin embargo, es fácil olvidarse de seguir una correcta alimentación en época de exámenes. Normalmente se le quita importancia a la alimentación porque en estos días lo único importante es encontrar tiempo para estudiar. “Muchas veces en estas épocas se siente una sensación de bajón, falta de energía y para solucionarlo se busca una solución rápida. El antojo de algo dulce provoca un chute instantáneo de energía, pero este subidón es momentáneo y a los pocos minutos se vuelve a la situación inicial”, explica Cristina Porca.
La asociación entre un incremento de estrés y nerviosismo con la comida procesada (patatas fritas y snacks salados) y los azúcares refinados, como los dulces o chocolates, está demostrada a través de varias encuestas que se han hecho entre los estudiantes de diferentes partes del mundo. Una de ellas, realizada entre universitarios belgas y que se presentó en el Congreso Europeo de la Obesidad celebrado en Glasgow en 2019, mostró cómo durante el mes de exámenes se abandonaron los hábitos saludables: solo una cuarta parte de los estudiantes cumplía con los 400 g de fruta y verdura recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se entregaban a la pizza, las hamburguesas, las galletas y barritas de chocolate. En definitiva, una comida que no le gusta nada al cerebro.
Desayuno (El 20% de la ingesta total de calorías diarias)
- Una pieza de fruta (kiwi, naranja, piña, plátano, ciruelas, fresas…), pan integral con aceite y tomate, con queso fresco, con aguacate o un huevo escalfado.
- Leche semidesnatada o bebida vegetal enriquecida con calcio.
- Los copos de avena también son otra opción, a la que se les puede añadir arándanos, plátano o fresas.
- Evitar: bollería, dulces, zumo, cereales de desayuno y batidos.
Almuerzo (El 10% de la ingesta total de calorías diarias)
- Una pieza de fruta, como una manzana o pera, o un yogur natural con nueces.
Comida (El 30% de la ingesta total de calorías diarias)
- Una carne baja en grasa o pescado a la plancha, acompañado de verdura y ensalada. Por ejemplo, una pechuga de pollo o pavo a la plancha con brócoli. Una sopa de verdura con pescado a la plancha o al horno.
- Lentejas estofadas y una tortilla francesa o un plato de pasta integral con salsa de tomate casera.
Merienda (El 10% de la ingesta total de calorías diarias)
- Bocadillo de pan integral (de queso, aguacate, humus, jamón york o pavo, con 90% de carne) y fruta. Unos palitos de zanahoria con humus, un trozo de chocolate con (al menos) 70% cacao o frutos secos.
Cena (El 30% de la ingesta total de calorías diarias)
- Puré de verduras o crema de champiñones con pescado a la plancha, plato de espinacas con muslos de pavo o pollo al horno, tortilla francesa con una ensalada de canónigos o de tomate y atún (con aceite de oliva).
¿De qué se alimenta un cerebro sano?
Entonces, ¿qué se recomienda tomar durante la época de exámenes? Estos son los nutrientes imprescindibles:
- Proteínas. Al cerebro le gustan los aminoácidos y necesita un aporte continuado de estos compuestos, que son los encargados de formar proteínas para llevar a cabo la síntesis de neurotransmisores, especialmente serotonina y catecolaminas (dopamina, adrenalina y noradrenalina). Estos neurotransmisores están involucrados en muchos procesos, como el sueño o el estado de ánimo, pero también lo están en la cognición, ya que podemos decir que son aceleradores naturales del aprendizaje y la motivación.
Unos niveles bajos de serotonina están relacionados con una disminución del aprendizaje, el razonamiento y la memoria, y tener los niveles adecuados depende de la concentración de triptófano que tengamos en sangre y cerebro. Se trata de un aminoácido esencial que solo podemos obtener a través de la dieta. El triptófano lo podemos encontrar en huevos, lácteos, pescados, carnes, legumbres, frutas (plátano, piña y aguacate) o en los frutos secos. - Hidratos de carbono. El cerebro tiene un nutriente preferido: la glucosa. Esta molécula, en la que se descomponen los hidratos de carbono, es el nutriente que utiliza el cerebro para obtener su energía, por eso es fundamental siempre mantener su nivel estable en nuestro torrente sanguíneo. Se sabe que los hidratos complejos, que tardan más en asimilarse, permiten que esta glucosa se vaya liberando poco a poco en el organismo, manteniéndola estable. Por el contrario, los azúcares simples, se absorben de manera inmediata y crean un pico muy alto de glucosa que va a descender igual de rápido y que desaparecerá velozmente del torrente sanguíneo. Es lo que se llama hipoglucemia, algo que puede causar ansiedad, hambre de nuevo, nerviosismo, irritabilidad e, incluso si se mantiene en el tiempo, falta de concentración, cansancio o mareos.
- Ácidos grasos esenciales. Todas las células de nuestro cuerpo tienen una membrana que las protege. Para que esta funcione y esté sana, especialmente la que rodea a las neuronas, se necesita una cantidad suficiente de ácidos grasos omega 3, imprescindibles para el desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso. Sin una membrana sana, las células pierden su capacidad de retener agua, nutrientes vitales y electrolitos. También pierden su capacidad de comunicarse con otras células y de ser controladas por hormonas reguladoras. Sencillamente, no funcionan correctamente y además se dañan con mayor facilidad. El aporte adecuado de estos ácidos se puede obtener consumiendo pescado azul (salmón, atún o sardinas), semillas, frutos secos, aguacate, margarina 100% vegetal, cereales integrales, soja, aceites vegetales y germen de trigo.
- Vitaminas del grupo B. Tampoco pueden faltar estos compuestos que realizan funciones vitales para que el cerebro se mantenga en pleno funcionamiento. Es un trabajo de equipo que realizan la vitamina B1 (tiamina), B2 (riboflavina), B3 (niacina), B5 (ácido pantenoico), B6 (piridoxina), B7 (biotina), B9 (ácido fólico) y B12 (cobalamina) con el objetivo de que el cerebro alcance todo su potencial, que es mucho. Todas, en mayor o menor medida, trabajan en la función cerebral. Mientras la B1 interviene en la conversión de los hidratos de carbono que comemos en energía y modula el rendimiento cognitivo, las B6 y B12 están directamente involucradas en la síntesis de los neurotransmisores (dopamina, serotonina) y el ácido fólico colabora en la formación del ADN, favorece la desintoxicación celular y ayuda a la salud cerebral en general, ya que interviene para que los neurotransmisores funcionen adecuadamente. Estas vitaminas están en la verdura de hoja verde (cuanto más verde, mejor), frutas, legumbres, lácteos, salmón, caballa, atún, carne magra o semillas de girasol.
Mayor retención de información
El University College de Londres realizó un estudio sobre los beneficios de compaginar el estudio con el ejercicio físico y concluyó que hacerlo ayuda a memorizar datos con mayor rapidez. El ejercicio libera unas proteínas en el cerebro que pueden ayudar a mejorar la memoria y aumentar el rendimiento cognitivo. El hipocampo, que se encarga de retener la información, es muy sensible a estas proteínas, por lo que hacer ejercicio ayuda a asimilar lo que estudiamos.
Más concentración
Veinte minutos de ejercicio antes de estudiar pueden mejorar la concentración. Al realizar cualquier tipo de actividad física intensa, la sangre fluye hacia el cerebro. Esto, a su vez, provoca la estimulación de las neuronas.
Mejor humor
El deporte aumenta el nivel de endorfinas, la hormona de la felicidad. Esta sustancia química también reduce los niveles de estrés, por lo que salir a hacer ejercicio ayuda a mantener una mentalidad positiva ante la presión del examen.
Cinco errores que hay que evitar.
Tan importante como saber qué comer es conocer qué no se hace bien. Estos son los errores más habituales que se comenten en época de exámenes:
- Pensar que el cerebro necesita dulce. Las neuronas, al contrario de lo que ocurre con otras células del organismo que pueden utilizar las grasas y proteínas como fuente de energía, solo necesitan glucosa. Pero esta no llega solo a través de un trozo de chocolate o unas galletas. “La glucosa es un monosacárido presente en alimentos saludables, como las frutas, pero también lo encontramos en ultraprocesados como refrescos, cereales de desayuno, postres, mermeladas o cacao. Aquí lo más importante será la elección de fuentes saludables”, explica Porca. Eso sí, si alguien quiere darse un capricho, puede. “Dentro de los dulces, se puede recurrir al chocolate negro con un mínimo de un 70% de cacao, ya que es un producto que estimula la memoria”, indica.
- Aumentar las calorías porque estudiar gasta mucha energía. Con la idea errónea de que estamos realizando un gasto extra de energía, muchas personas añaden más calorías a la dieta. Pero el trabajo intelectual no entra dentro de la termogénesis (el proceso por el que quemamos calorías con lo que consume nuestro cuerpo, por ejemplo, al masticar o digerir) ni del metabolismo basal (las calorías que se gastan en reposo, solo en realizar sus funciones vitales). Leer, escribir o estudiar tienen un consumo algo más alto que el estar sentado viendo la tele o durmiendo, pero es un esfuerzo que no necesita un aumento de calorías, ya que si se gasta algo más por el estrés, se compensa con la falta de actividad y el sedentarismo de pasar más horas estudiando.
- No beber suficiente agua. Algunos estudios han mostrado que las personas correctamente hidratadas presentaban puntuaciones más altas en los tests de inteligencia. Una deshidratación leve, del 2%, ya afecta a la atención y la memoria. El agua es un nutriente esencial para el correcto funcionamiento cerebral y no beber la necesaria está relacionado con estados de confusión, irritabilidad, letargia y pérdida de función cognitiva. Esto ocurre porque la deshidratación en el encéfalo perjudica la transmisión nerviosa y disminuye la circulación sanguínea cerebral, lo que puede afectar al rendimiento mental.
- Tomar bebidas energéticas y mucho café. Consumir café en dosis moderadas tiene efectos beneficiosos, ya que nos espabila y nos mantiene alerta. Es difícil pasarse con la cafeína si solo se toma café (la dosis máxima recomendada es unos 400 mg al día, que equivale a unas cuatro o cinco tazas), pero sí que es más fácil hacerlo con las bebidas energéticas en las que está presente en más concentración. Una encuesta realizada con universitarios de 18 facultades de la Universidad de La Laguna (Tenerife) mostraba que el consumo de estas bebidas aumentaba en periodos de exámenes, alcanzando una prevalencia del 33% de los estudiantes. Pero como señala Paula Serrano, de la Academia Española de Nutrición y Dietética, es un gran error. “Estas bebidas son ricas en fósforo y un consumo elevado puede dañar nuestros huesos. A pesar de que prometen disminuir la fatiga, puede generar ansiedad, hipocondría, insomnio, cefalea y síndromes depresivos y de abstinencia”, comenta. “El consumo de una lata de 330 ml al día puede ocasionar insomnio y reducción de la duración del sueño. Una lata de 500 ml diaria incrementa el riesgo cardiovascular, hematológico y neurológico”, añade.
- Estar todo el día picando o saltarse las comidas. En estos días de estudio es importante mantener la rutina y, sobre todo, no saltarse las comidas habituales por el estrés o la falta de tiempo. “Realizar un mínimo de tres comidas al día nos ayudará a cubrir nuestras necesidades de energía y nutrientes, pero debemos centrarnos más en la calidad de lo que ingerimos que en un número en concreto de ingestas”, explica Cristina Porca. Además, es importante no hacer comidas demasiado copiosas, ya que las digestiones serán más lentas y les costará centrarse en el estudio. “Las digestiones pesadas pueden provocar somnolencia y esto impedirá estudiar correctamente o en las condiciones ideales. Tener horarios fijos y mantener cierto control en las comidas ayudará a que esto no ocurra”, concluye.
“El desayuno es una comida más del día, ni más ni menos. A veces pecamos de sobrealimentar nuestro cuerpo porque hay que desayunar o porque hay que tomar equis comidas al día, pero esto no es necesario”, cuenta la dietista-nutricionista Paula Serrano Prado, de la Academia Española de Nutrición y Dietética. La experta explica que lo ideal sería “comer para nutrir nuestro organismo guiándonos de las señales de hambre y saciedad, y teniendo en cuenta que las comidas que realicemos en nuestro día a día sean siempre aproximadamente a la misma hora, favoreciendo el correcto funcionamiento de nuestro reloj biológico”.
Hay muchos estudios que aseguran que los niños que desayuna rinden más en el colegio, pero hay muchos jóvenes que no tienen hambre nada más despertarse. Si se les obliga a comer algo tras levantarse de la cama, puede que no les siente bien o que finalmente acaben aborreciendo determinados alimentos. Lo importante en una etapa de crecimiento es tener una dieta variada y nutritiva que, junto con un buen descanso, ayudarán a los jóvenes a concentrarse en sus exámenes. “En los casos en los que son reacios a comer nada más levantarse, la media mañana puede ser el momento oportuno para tomar un desayuno tardío, con el fin de proporcionar ese aporte energético que el cuerpo necesita”, concluye.