Pasados de vitaminas
Desde niños hemos oído hablar maravillas de las vitaminas. Tanto y tan bien que hemos terminado por entender, de forma muy simplista, que tomar muchas vitaminas equivale a tener mucha salud, así como por asumir que un producto enriquecido –ya sea un postre lácteo, un pienso para perros, una crema o un champú– es más saludable. A ello se suma la idea generalizada de que los complejos vitamínicos son una ayuda fundamental para combatir el cansancio, los resfriados o los dolores musculares. El hecho de que se vendan sin receta facilita que se abuse de ellos y que sean muchas las personas que los consumen como remedios milagrosos.
Así se ha puesto de manifiesto en el informe Uso de suplementos nutricionales en la población española, realizado por la Academia Española de Nutrición y Dietética en 2021. En él se ve que hasta tres de cada cuatro españoles –un 75%– consume “algún tipo de suplemento con el fin de mejorar la salud”, pese a que la evidencia científica vigente hasta la fecha señala que hay pocas pruebas sólidas sobre la seguridad y eficacia de estos productos. “La elevada frecuencia de uso de este tipo de complementos, el alto grado de autoprescripción y su consumo indiscriminado ponen en evidencia que estamos ante un problema de salud pública”, aseguran los autores.
¿Qué hacen por nosotros?
Analizar el mal uso de las vitaminas no implica minimizar su importancia. Según indica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “las vitaminas son compuestos orgánicos esenciales que desempeñan un papel crucial en numerosas funciones biológicas y metabólicas. Se trata de sustancias que se encuentran en cantidades muy pequeñas en los alimentos, y que desempeñan roles clave para el funcionamiento normal del cuerpo humano”. Entre sus funciones destacan las siguientes:
- Funciones esenciales. Cada vitamina tiene funciones únicas y es esencial para procesos biológicos específicos. La vitamina C es crucial para la síntesis de colágeno, la D es necesaria para la absorción de calcio y las vitaminas del grupo B juegan un papel vital en el metabolismo energético.
- Promoción de la salud. Las vitaminas también se asocian con la prevención de enfermedades crónicas. Por ejemplo, las vitaminas antioxidantes, como la C y la E, ayudan a combatir el estrés oxidativo y pueden tener un papel en la prevención de enfermedades relacionadas con el envejecimiento.
- Fortalecimiento del sistema inmunológico. Algunas vitaminas, como la C y la D, son conocidas por reforzar nuestras defensas.
- Energía y vitalidad. Las vitaminas del grupo B son esenciales para convertir los alimentos en energía. Esto contribuye a mantener altos niveles de vitalidad y promueve un funcionamiento del sistema nervioso.
Una ojeada a las recomendaciones de ingestión de vitaminas puede llevarnos a la confusión, ya que varían según las guías específicas. En Europa, estas pautas están marcadas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), y en España, se pueden seguir las recomendaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Vitamina A
Niños: 300-800 μg | Adultos: 800 μg | Séniors: 800 μg | Un ejemplo para conseguirla: zanahoria (100 g, 942 μg)
Vitamina C
Niños: 20-100 mg | Adultos: 90 mg para hombres. 80 mg para mujeres | Séniors: 110 mg para hombres. 95 mg para mujeres | Un ejemplo para conseguirla: kiwi (1 unidad, 90 mg)
Vitamina D
Niños: 10 μg (400 UI) | Adultos: 15 μg (600 UI) | Séniors: 20 μg (800 UI) | Un ejemplo para conseguirla:sardina (100 g, 17 μg)
Vitamina E
Niños: 6-15 mg | Adultos: 11 mg | Séniors: 11 mg | Un ejemplo para conseguirla: Almendras (un puñado, 10 mg)
Vitamina K
Niños: 20-75 μg | Adultos: 70 μg para hombres. 60 μg para mujeres | Séniors: 70 μg para hombres. 60 μg para mujeres | Un ejemplo para conseguirla: brócoli (141 μg)
Del déficit al exceso.
La FAO y todas las sociedades médicas destacan este papel esencial de las vitaminas. Pero también que, dado que se trata de sustancias que nuestro organismo no puede sintetizar, hemos de obtenerlas de fuentes externas. Ahora bien, “hemos aprendido mal la lección”, señala Carmen Linares, farmacéutica y dietista-nutricionista. “Es indiscutible que las vitaminas son imprescindibles para la salud, pero la cantidad que necesitamos se puede y se debe conseguir fácilmente con una dieta equilibrada y saludable. Atiborrarnos a suplementos es un error, porque un exceso de vitaminas puede no solo ser un gasto inútil para el bolsillo, sino también llegar a provocar problemas, desequilibrios y trastornos”.
Se trata de poner a las vitaminas en su sitio, y esto es algo que comienza a preocupar a las autoridades sanitarias. El último ejemplo lo tenemos en la acción conjunta que han puesto en marcha el Departamento de Salud del Gobierno de Navarra y el Colegio Oficial de Farmacéuticos de la región, una iniciativa encaminada a garantizar la administración segura de los complementos que contienen vitamina D y a alertar de que, si se toma más de la necesaria, se pueden experimentar problemas de salud graves a causa de la hipercalcemia (niveles elevados de calcio en la sangre) resultante.
El de la vitamina D nos sirve como muestra de los bandazos que hemos dado en esto de la suplementación: en los últimos años se dio la voz de alarma ante la constatación de que hay un déficit generalizado de esta vitamina en la población española. Pero, de ahí, se pasó al extremo contrario: tal y como revela un estudio realizado por médicos y farmacéuticos de atención primaria de Castilla y León, “existe una elevada prescripción de dosis altas de vitamina D no justificada”. La situación llevó a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) a emitir en 2019 una nota informativa de seguridad alertando de “casos graves de hipercalcemia ocasionados por una sobredosificación de vitamina D en pacientes en edad adulta y pediátrica”.
¿Es posible una sobredosis?
Llegar a la hipercalcemia no es sencillo, pero hay que ser conscientes de que consumir cantidades excesivas de vitaminas puede conducir a un cuadro que se conoce como hipervitaminosis. Eso sí, aclara Carmen Linares, “esto es algo que solamente puede suceder cuando el consumo se debe a un abuso de suplementos; mediante la dieta no llegaremos nunca a poner en riesgo nuestra salud”.
Este aspecto es importante a la hora de poner en contexto las recomendaciones diarias de vitaminas, que pueden variar según la edad, el sexo, la salud y otros factores individuales. Una ojeada a las recomendaciones nutricionales de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) nos puede hacer ver que basta con 80 mg al día –el equivalente a un kiwi– para alcanzar la cantidad recomendada de vitamina C.
Cabe preguntarse, entonces, qué sucede si tomamos un aporte mayor del que necesitamos. ¿Qué ocurre con el exceso de vitaminas? En este sentido, hay que distinguir entre dos grandes grupos de vitaminas:
- Hidrosolubles. Como su nombre indica, se disuelven en agua y se absorben fácilmente en el tracto gastrointestinal. Si no se utilizan, se eliminan a través de la orina. Estas vitaminas son la C y todas las del grupo B. “Si no tenemos ningún problema metabólico y nos alimentamos correctamente, no necesitamos un suplemento de vitamina C. En lugar de beneficios, los suplementos solo te supondrán un gasto innecesario”, explica Deborah García Bello, doctora en Química y divulgadora científica. En el caso de la vitamina C, por ejemplo, la cantidad que tu organismo no necesita la elimina el riñón en menos de cuatro horas.
- Liposolubles. Estas vitaminas se disuelven en grasas y aceites. Son esenciales para el funcionamiento adecuado del cuerpo y se almacenan en tejidos adiposos (grasos) y en el hígado. Se trata de la vitamina A (retinol), vitamina D, vitamina E (tocoferol) y vitamina K. Estas vitaminas, se almacenan en el cuerpo y son difíciles de eliminar, por lo que pueden acumularse hasta alcanzar niveles tóxicos. Por tanto, su ingestión como suplemento al margen de la dieta debe ser recomendada por un médico.
La idea de que las vitaminas suponen un aporte extra de salud ha llevado a que muchas familias piensen en la conveniencia de suplementar a sus hijos, cuando desde la Asociación Española de Pediatría se dan las siguientes pautas:
- Las vitaminas están en los alimentos y una dieta variada que incluya además productos crudos, como frutas y determinadas verduras, asegura un aporte más que suficiente de vitaminas.
- Es innecesario y puede incluso llegar a ser perjudicial para la salud tomar suplementos vitamínicos en forma de productos farmacéuticos o de herbolario.
- Un error muy extendido es creer que las vitaminas aumentan el apetito de los niños. El apetito no se modifica por la administración de vitaminas, los medicamentos que sí producen este efecto no aportan ningún nutriente esencial al organismo, sino que simplemente provocan una sensación “artificial” de ganas de comer (además de ganas de dormir) en quienes los reciben.
- No se debe hacer ver a los niños que necesitan tomar pastillas o jarabes para estar fuertes y sanos.
Por otra parte, los pediatras recomiendan “la administración a los lactantes, durante el primer año de su vida, de suplementos de vitamina D en forma de gotas. Esto es especialmente importante en los meses de invierno y si se vive en regiones poco soleadas, ya que esta vitamina se fabrica en gran parte en la propia piel, gracias a los rayos del sol”. Las fórmulas adaptadas están también suplementadas con vitaminas, aunque para recibir la cantidad recomendada sería necesario consumir más de un litro de leche al día, por lo que la suplementación es necesaria en estos pequeños.
El exceso y la toxicidad.
Aunque son esenciales para el funcionamiento normal del cuerpo, un consumo excesivo a través de los suplementos (con la alimentación es casi imposible pasar los niveles seguros) puede tener efectos adversos.
- Vitamina A. La administración de vitamina A de forma crónica y en dosis superiores a las recomendadas puede producir un cuadro de toxicidad caracterizado por fatiga, irritabilidad, cefalea, anorexia, febrícula, hemorragias en diferentes tejidos y alteraciones cutáneas. En los niños puede desencadenar el cierre temprano de las epífisis de los huesos largos, lo que ocasiona descensos de la talla. “Megadosis de vitamina A pueden producir una intoxicación aguda que va a estar caracterizada por un cuadro de sedación, mareos, náuseas, vómitos, enrojecimiento y descamación generalizada de la piel. En las personas de edad avanzada el margen de seguridad cuando administramos esta vitamina es pequeño; por tanto, hay que tener especial precaución y ajustar bien las dosis”, exponen los farmacéuticos Mónica Pérez Ríos y Alberto Ruano.
- Vitamina D. Niveles excesivos de esta vitamina pueden provocar niveles elevados de calcio en la sangre, lo que puede afectar los huesos, riñones y otros órganos. Prescribir vitamina D sin justificación clínica y sin revisión periódica puede conducir a la aparición de efectos adversos –hipercalcemia, arritmias cardiacas, cálculos renales– especialmente cuando se utilizan presentaciones de dosis acumuladas”, afirman los investigadores Alfonso Díaz Madero y María Jesús Hernández Arroyo, miembros de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria.
- Vitamina E. Aunque las intoxicaciones por esta vitamina no son habituales –es una de las menos tóxicas–, una ingestión excesiva puede interferir potencialmente con la coagulación sanguínea y causar hemorragias.
- Vitamina K. Aunque es poco común, dosis excesivas pueden interferir con medicamentos anticoagulantes. La toxicidad es rara: la ingestión debe ser entre 50 y 100 veces superior a la cantidad diaria recomendada.
- Vitamina B. En dosis extremadamente altas pueden causar efectos secundarios, dependiendo de la vitamina B específica.
- Vitamina C. Aunque es rara, la megadosis de esta puede causar problemas gastrointestinales. En este sentido, Deborah García Bello explica que “hay una cierta transformación del ácido ascórbico (vitamina C) en ácido oxálico y su sal –el oxalato de calcio–, que es bastante insoluble, puede crear cálculos renales. Por lo tanto, si quieres evitar el riesgo de padecer este problema, o ya lo padeces, no te suplementes con vitamina C, o incluso regula su consumo. Además, su exceso también puede provocar vómitos y diarrea”.
Una vez más, es importante destacar que el riesgo de toxicidad generalmente proviene de los suplementos. La mayoría de las personas obtienen vitaminas a través de una dieta equilibrada y no necesitan complementos alimenticios a menos que haya indicación médica.
Es frecuente que, ante estados de cansancio, debilidad o falta de energía, tendamos a autoprescribirnos suplementos vitamínicos. Esto, en el caso de personas que ya se estén medicando por alguna otra condición, puede ser contraproducente, pues algunas vitaminas pueden interactuar de forma negativa con ciertos medicamentos. Las interacciones pueden tener diversas consecuencias, como disminuir la eficacia del medicamento, aumentar o restar la absorción de nutrientes o causar efectos secundarios no deseados.
- Vitamina C y aspirina. Grandes cantidades de vitamina C pueden aumentar el riesgo de irritación gástrica cuando se toma junto con aspirina u otros medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINE).
- Vitamina D y medicamentos para la hipertensión. La vitamina D facilita la absorción de calcio, y algunos medicamentos hipertensivos, como los bloqueadores de los canales de calcio, pueden terminar afectando los niveles de este mineral. Asimismo, la vitamina D puede influir en la regulación de la presión arterial. En cualquier caso, la relación entre la vitamina D y la presión arterial es compleja, y se necesita más investigación para comprender completamente cómo esta vitamina afecta a la hipertensión y a la respuesta a los medicamentos hipertensivos.
- Vitaminas E y K y anticoagulantes. Grandes cantidades de vitamina E pueden aumentar el riesgo de sangrado cuando se toma junto con anticoagulantes. La vitamina K también puede interferir con medicamentos como la warfarina.
Es fundamental consultar con el médico sobre cualquier suplemento vitamínico que estemos tomando y discutir posibles interacciones con los medicamentos recetados.