Tiroides

La glándula que gobierna nuestro cuerpo

En el cuello, justo debajo de la laringe y con forma de mariposa, se encuentra la tiroides. Esta pequeña glándula endocrina es esencial para el funcionamiento adecuado del organismo, ya que las hormonas que produce desempeñan un papel crucial en la regulación del metabolismo, el crecimiento y otros procesos fisiológicos. Tan importante es para la salud que metafóricamente se la considera como la directora de orquesta de nuestro organismo.
1 marzo de 2024

Tiroides. La glándula que gobierna nuestro cuerpo

La tiroides está presente en todas las fases de la vida, incluso desde la formación del feto en el vientre de la madre. Es indispensable para que todos los sistemas funcionen como deben”, explica Carlos Zafón, coordinador del Área de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). La clave está en su misión: producir una serie de hormonas –las tiroideas–, que son las verdaderas artífices de la regulación, coordinación y control de numerosas funciones corporales:

  • Regulación del metabolismo. Las hormonas tiroideas influyen en casi todas las células del organismo y son necesarias para controlar las funciones de nuestros órganos.
  • Desarrollo y crecimiento. Son esenciales para el desarrollo normal del sistema nervioso central en el feto y en el crecimiento y desarrollo de niños y adolescentes.
  • Regulación del ritmo cardiaco y de la contracción muscular. Tienen efectos sobre el sistema cardiovascular y el sistema musculoesquelético.
  • Control de la temperatura corporal. Afectan la producción y la pérdida de calor del cuerpo.

Una fábrica de hormonas

Las principales hormonas tiroideas son la triyodotironina (T3) y la tiroxina (T4). La tiroides no “fabrica” estas hormonas a voluntad o de manera mecánica, sino que su producción está regulada por la Hormona Estimulante de la Tiroides (TSH), secretada por la glándula pituitaria en respuesta a la concentración de hormonas tiroideas en el cuerpo. Cuando nuestros niveles de hormonas tiroideas disminuyen, la pituitaria libera más TSH con la finalidad de producir una mayor cantidad. Cuando los niveles de hormonas tiroideas son altos, la TSH reduce su producción para disminuir la estimulación de la tiroides. Por eso es tan interesante medir los niveles de TSH en sangre, ya que unos valores anormales nos pueden indicar que hay un desequilibrio en la función de la tiroides: es decir, que está fabricando más o menos de la cuenta.

Este balance hormonal a veces se descompensa debido a un mal funcionamiento de la tiroides. Se estima que alrededor de un 5% de la población española sufre un trastorno tiroideo. De ellos, los más frecuentes son el hipotiroidismo y el hipertiroidismo, que implican, respectivamente, un déficit o un exceso en la producción de hormonas.

El yodo en el embarazo

El yodo es un elemento imprescindible para la síntesis de las hormonas tiroideas, ya que posee una influencia directa sobre el organismo al intervenir en múltiples procesos metabólicos y ningún otro nutriente puede sustituirlo.

En España, la deficiencia de yodo no es la principal causa de hipotiroidismo. Aun así, es importante tener en cuenta que un momento delicado es la gestación. Según el Documento de consenso sobre el manejo de la disfunción tiroidea durante el embarazo, elaborado por la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), “las necesidades nutricionales de yodo están significativamente aumentadas en el embarazo para hacer frente a la mayor demanda de hormona tiroidea que supone un incremento del gasto metabólico materno y fetal. Las hormonas tiroideas intervienen de manera directa e indirecta en la mayoría de los procesos de desarrollo neurológico del embrión y el feto”.

Por ello es imprescindible que la mujer gestante se asegure una ingesta regular y suficiente de yodo, para lo que se recomienda el consumo de sal yodada, pescado, leche y derivados lácteos. Si mediante la dieta no se consigue, puede ser conveniente tomar suplementos farmacológicos, siempre bajo la supervisión del especialista.

Qué pasa cuando los niveles son bajos.

A tener los niveles bajos de hormonas tiroideas se le llama hipotiroidismo y produce síntomas que pueden variar sensiblemente de una persona a otra. “Son muy variables. Con los mismos valores hormonales, algunas personas tendrán muchos síntomas y otras casi ninguno. También son muy inespecíficos, es decir, que pueden tenerlos también muchas personas sin problemas de tiroides”, explica Cecilia Sánchez Ragnarsson, del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Central de Asturias en representación del Área de Trabajo TiroSEEN. Estos síntomas incluyen cansancio, mala tolerancia al frío, tendencia a hinchazón y aumento de peso, estreñimiento, sequedad cutánea… “Algunos son tan frecuentes en la población general, que la mayoría de las personas que presentan alguno de ellos no va a tener hipotiroidismo, siendo imprescindible siempre un diagnóstico analítico”, comenta Sánchez.

¿Y qué lo causa? Entre sus causas más comunes encontramos la enfermedad tiroidea autoinmune o tiroiditis de Hashimoto: el sistema inmunológico ataca erróneamente a la glándula tiroides, lo que lleva a una inflamación crónica de la misma y, eventualmente, a una disminución en la producción de hormonas tiroideas. También provoca hipotiroidismo la extirpación quirúrgica (parcial o total) de la tiroides, y algunos tratamientos y terapias pueden terminar también causándolo. En muchos países, la causa principal de hipotiroidismo es la deficiencia severa de yodo. En cuanto al tratamiento, es muy sencillo: se trata de proporcionar oralmente la tiroxina que falta, por lo que hay que ajustar la dosis necesaria y bastará con tomar una pastilla diaria.

¿Y si son muy elevados?

Es el caso contrario: el hipertiroidismo. Su diagnóstico se produce ante la presencia de una elevada concentración de las hormonas tiroideas en la sangre del paciente. Sus síntomas más habituales, que también pueden variar de una persona a otra, son nerviosismo, ansiedad, irritabilidad, cansancio, taquicardia, palpitaciones, pérdida de peso, temblor de manos, insomnio, intolerancia al calor, sudoración excesiva y un aumento en el número de deposiciones.

La causa más frecuente en jóvenes es la enfermedad de Graves-Basedow, una patología inmunológica en la que el organismo produce anticuerpos que estimulan la secreción y liberación de las hormonas tiroideas. Se caracteriza por la presencia de bocio difuso (aumento del tamaño de la glándula). En cuanto al tratamiento, se cuenta con fármacos antitiroideos, radioyodo o cirugía, dependiendo de la severidad del hipertiroidismo, el tamaño del bocio y la edad del paciente.

Si tienes un problema de tiroides, cuidado con...

Ante un diagnóstico de hipotiroidismo, el tratamiento pasa por tomar de forma oral tiroxina. No obstante, las personas con este problema deben saber que determinados alimentos pueden alterar los niveles de hormona tiroidea en el cuerpo o que pueden interactuar con este fármaco (ralentizando o acelerando su absorción):

  • Soja. Contiene unos compuestos llamados fitoestrógenos que pueden interferir con la función tiroidea. Se recomienda moderar la ingesta de productos de soja, como la bebida de soja o el tofu, especialmente si se consume en grandes cantidades.
  • Vegetales crucíferos. Verduras como el brócoli, la coliflor, el repollo y las coles de Bruselas contienen bociógenos, unos compuestos que pueden interferir con la absorción de yodo y afectar la función tiroidea. Esto sucede cuando estos vegetales se consumen crudos, por eso, para comerlos sin problemas hay que cocerlos muy bien.
  • Cafeína. En grandes cantidades puede interferir con la absorción de hormonas tiroideas sintéticas en personas que toman medicamentos para trastornos tiroideos. Se recomienda limitar su consumo y consultar con el médico sobre la cantidad segura.
  • Algas. Las algas marinas, especialmente el kelp, el dulse y el wakame, son conocidas por ser una fuente de yodo. Su ingesta puede provocar un exceso de yodo en nuestro organismo (lo que puede empeorar los síntomas del hipertiroidismo o empeorar la inflamación de la glándula tiroides en personas con hipotiroidismo autoinmune). También pueden interferir en la absorción de medicamentos.

Otra afección: los nódulos.

Según la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL CCC), la prevalencia de los nódulos tiroideos es muy alta en la población general, ya que “la probabilidad de hallar un nódulo por palpación es aproximadamente del 5%, cifra que llega al 70% cuando se trata de hallar un nódulo oculto mediante ecografía”.

Ante el hallazgo de un nódulo tiroideo, lo primero es establecer si se trata de un tumor benigno o maligno (el 90% de los nódulos son benignos y el 95% asintomáticos). Si es benigno, el tratamiento dependerá de la evolución y, si aumenta excesivamente de tamaño, la intervención quirúrgica para extirpar la tiroides es la solución.

Un cáncer de crecimiento lento.

El cáncer de tiroides se trata de un tumor maligno que se localiza dentro de esta glándula y se origina cuando las células tiroideas crecen de manera descontrolada. Según datos de la Asociación Española de Cáncer de Tiroides (AECAT), en España se diagnostican entre 4.000 y 5.000 casos por año. Además, explican que “al contrario que en el resto de los tumores, la mayoría de los cánceres de tiroides, en concreto los cánceres diferenciados de tiroides, presentan un crecimiento lento. Una vez que se trata al paciente, los resultados son esperanzadores: la mayoría de los cánceres de tiroides se eliminan totalmente con cirugía y tratamiento, según su tipo”.

¿Por qué cada vez hay más casos?

En los últimos 40 años, los diagnósticos de problemas tiroideos se han triplicado. ¿Significa eso que también se ha triplicado el número de casos o es solo una consecuencia de que cada vez se realizan más pruebas y, por tanto, se diagnostican mejor? Es una cuestión difícil de dilucidar, reconoce Zafón: “Es cierto que cada vez se detectan enfermedades tiroideas en fases muy iniciales; está claro que, si las encuentras antes de que haya síntomas, es porque lo vas a buscar”.

Si echamos la vista atrás, la petición de análisis de hormonas tiroideas era una rareza. Hoy, en cambio, forman parte de la rutina de nuestros análisis. Así, la generalización de estas pruebas, antes incluso de que se hayan llegado a originar síntomas, ha propiciado que cada vez se diagnostiquen más casos de lo que se conoce como hipotiroidismo subclínico. Este tipo de hipotiroidismo se da cuando se observa un aumento de TSH, pero tanto la T4 como la T3 presentan concentraciones normales. En esos casos, ¿qué hay que hacer? ¿Se debe dar tratamiento farmacológico? “Por consenso, cuando simplemente está elevada la TSH no hay que hacer nada; de hecho, en el 50% de los casos termina normalizándose. Se trata de ir observando la evolución y cuando se ve que no hay marcha atrás y que en poco tiempo pueden aparecer los síntomas, generalmente se empieza a medicar”, comenta Zafón.

Los disruptores endocrinos.

Pero, más allá de esta avalancha de diagnósticos, hay más posibles razones detrás de este incremento en los casos de disfunciones tiroideas. Entre ellas, los conocidos como disruptores endocrinos, unas sustancias químicas que pueden interferir con el sistema endocrino del cuerpo al imitar o bloquear la acción de las hormonas que nuestro organismo produce de manera natural, entre ellas las tiroideas.

Son muchos los estudios científicos que han asociado los trastornos tiroideos a disruptores como los ftalatos, los bifenilos policlorados, los organoclorados, el bisfenol y los retardantes de llama bromados. El problema es que estas sustancias se encuentran en el agua, el aire, los productos químicos industriales, los productos de cuidado personal, los materiales de consumo… Es decir, en todas partes.

¿Está enfermando nuestra tiroides por estos microplásticos y contaminantes? “Es un tema muy complejo. Se sabe que afectan a su función, pero es realmente complicado definir cuánto y hasta qué punto. Estamos sometidos a muchos disruptores endocrinos y va a depender de la cantidad, del tiempo de exposición y de la vulnerabilidad individual. No hay una clara situación de causa-efecto, sobre todo porque son exposiciones a muy largo plazo”, señala Zafón.

Y hay más dudas en torno a los trastornos tiroideos. Por ejemplo, sabemos que tomando tiroxina por vía oral se proporciona al organismo la cantidad necesaria de hormona, pero ¿no estamos tratando con ello únicamente la consecuencia de la disfunción y no las causas? “La mayoría de los casos de hipotiroidismo se deben a la tiroiditis de Hashimoto, una enfermedad autoinmune que ataca y destruye la glándula. Conocemos el mecanismo, pero no lo que lo inicia”, explica Zafón.

Tampoco se sabe el porqué se trata de enfermedades más prevalentes en mujeres que en hombres. Aquí, una vez más, se vuelve la mirada hacia las patologías autoinmunes, “que se dan con mucha más frecuencia en el sexo femenino por razones que desconocemos. Suponemos que influyen otros factores hormonales específicos de la mujer, pero es verdad que hay una gran diferencia en la prevalencia entre hombres y mujeres”, concluye Zafón.

Tiroides y salud mental

La relación entre los trastornos tiroideos y la salud mental es compleja, especialmente porque a menudo los síntomas, tanto del hipotiroidismo como del hipertiroidismo, son confusos y pueden hacer pensar en una enfermedad psiquiátrica.

  • En el hipotiroidismo son frecuentes la astenia psicomotora, el letargo, la somnolencia y trastornos cognitivos, como pérdida de memoria y falta de capacidad de concentración, todos ellos muy frecuentes en la depresión.
  • El hipertiroidismo puede ser causa de hiperactividad con taquicardia, nerviosismo, crisis vasomotoras e irritabilidad, que pueden confundirse con ansiedad, crisis de pánico o episodios de manía o hipomanía.

Como indica el psiquiatra Ángel Corona, “tanto en las enfermedades tiroideas como en las psiquiátricas a veces hay síntomas que se superponen y se confunden. Esos cuadros hay que saber diferenciarlos”.