Vapear vs. fumar

Diferente calada, mismo daño

Los cigarrillos electrónicos o vapeadores están muy lejos de ser inocuos. Sin embargo, su uso se ha duplicado en apenas siete años. La ciencia ya se ha pronunciado sobre estas bocanadas electrónicas: tienen igual o peor efecto en la salud que el cigarrillo tradicional y, a largo plazo, seguirán produciendo infartos, ictus y cáncer.
1 junio de 2024

Vapear vs. fumar. Diferente calada, mismo daño

El pasado mes de diciembre una investigación realizada por el diario británico The Times revelaba lo que ya era un secreto a voces: detrás de las campañas en Facebook y Twitter que promovían la libertad y el glamur de vapear estaban organizaciones vinculadas a las tabacaleras, que son los grandes accionistas de las compañías de cigarrillos electrónicos. Este trabajo periodístico también mostró cómo la industria de la nicotina ha estado financiando artículos científicos que restan importancia a los riesgos del vapeo. Posicionar estos dispositivos en el mercado como una alternativa menos mala al tabaco tradicional es el principal objetivo de los fabricantes, pero las pruebas van mostrando que son igual de nocivos. “Múltiples estudios –sin interferencias de la industria tabaquera– están demostrando la capacidad que tienen estos dispositivos de producir exactamente las mismas enfermedades que genera el tabaco convencional. Hablamos del empeoramiento de asma, un mayor riesgo de procesos infecciosos y de peor evolución de estos, así como potencial enfisema pulmonar, bronquitis crónica y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la cual ya es la tercera causa de mortalidad global y de pérdida de calidad de vida”, explica Ruth Pitti, vocal del área de Tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).

Cada vez más jóvenes.

A los neumólogos no les está resultando fácil contrarrestar con pedagogía la apabullante presencia del vapeador. El consumo de tabaco, en todas sus formas, ha crecido entre los jóvenes españoles de 18 a 24 años, y en gran parte se ha debido a la normalización de su uso que se hace en las redes sociales. Así lo revela la Asociación Española Contra el Cáncer, que detalla que el 57% de los jóvenes piensa que el vapeo está de moda porque lo hacen actores, streamers e influencers. Mientras la media de edad de inicio en el consumo del cigarrillo es a los 14 años, la primera calada electrónica llega con nueve años, según el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo.

Cada cosa por su nombre

Existen varios tipos de dispositivos para inhalar que se pueden confundir. cada uno tiene sus características particulares.

  • Cigarrillo electrónico o vapeador. Estos dispositivos producen vapor usando un líquido, que generalmente contiene sustancias aromáticas y cantidades variables de nicotina líquida, que se calienta por un atomizador y luego se inhala. Pueden ser desechables, recargables mediante un contenedor de carga o con cartucho.
  • Vaporizador. Al igual que el cigarrillo electrónico, se utiliza para inhalar una sustancia en forma de vapor, pero mientras el primero está diseñado para evaporar líquidos con sabor, estos están pensado para pulverizar sustancias sólidas, como hierbas (cannabis), resinas o aceites esenciales.
  • Tabaco calentado. Estos dispositivos contienen tabaco procesado, picado o en polvo, que se calienta en lugar de producir combustión. La normativa española lo equipara con el tabaco convencional, por lo que su venta está prohibida a menores y no se puede utilizar en los mismos espacios que los cigarrillos.

Un humo por descubrir.

Se sabe mucho de las más de 7.000 sustancias químicas y tóxicos que componen el humo del tabaco tradicional, pero aún queda por descubrir casi todo de los vapeadores. Los científicos llevan desde 1954 realizando estudios epidemiológicos sobre el cigarrillo convencional, mientras que el electrónico lleva comercializándose poco más de 20 años. “Nos queda aproximadamente una década para conocer exactamente los daños generados por el vapeador. No solo en los pulmones, sino en todo el organismo”, indica Ruth Pitti. A pesar de este retraso en la investigación, ya se tiene el suficiente conocimiento para afirmar que las sustancias que contienen estos dispositivos resultan tóxicas para las vías respiratorias y para el sistema cardiovascular.

“Algunas de estas sustancias están aprobadas para su ingesta por agencias como la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), pero no lo están para el consumo por inhalación. Además, contienen agentes conocidos como carcinógenos clasificados como de clase I por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés). Es decir, son capaces de producir mutaciones tumorales en nuestras células independientemente de su concentración”, informa la neumóloga. Esto no es exclusivo del vapeador y ocurre también con el cigarrillo convencional, pero precisamente por esto la comunidad científica llega a la conclusión de que cualquier consumo, ya sea con vapeador o tabaco tradicional, siempre supondrá un riesgo de desarrollar cáncer. “Evidentemente cuanto más se fume o vapee, mayores serán las probabilidades. Pero dada la naturaleza de estos agentes carcinógenos, mínimos consumos en una persona predispuesta genéticamente, puede terminar desarrollando este tipo de enfermedades”, advierte Pitti.

El daño es aún mayor en jóvenes y adolescentes. En general, el aparato respiratorio está diseñado para recibir únicamente aire cargado de oxígeno y expulsar dióxido de carbono, por lo que no lleva nada bien que lleguen a él sustancias tóxicas. “Pero si encima le añadimos el hecho de que ni ese aparato respiratorio ni el sistema inmunológico se han terminado de formar, los daños serán mayores”, indica Pitti. Hay efectos que se observan más a largo plazo, tras años de consumo, como la pérdida de la función pulmonar o la EPOC. Pero también se están viendo consecuencias a corto plazo, sin necesidad de llevar años vapeando. “Hablamos de una mayor frecuencia de infecciones de las vías altas –rinitis, otitis o sinusitis– o de un mal control del asma”, señala.

¿Qué lleva un cigarrillo electrónico?

Al calentar el líquido del cartucho, sus compuestos se convierten en aerosoles, que son inhalados por el usuario. El calor también hace que algunos materiales del dispositivo se disuelvan y se aspiren.

Creando un cerebro adicto.

Otra parte oscura de estos productos es su etiquetado, que hasta la fecha es bastante laxo. Hay diferencias sustanciales entre lo que dice tener y lo que realmente tiene. Un estudio de 2015 que analizó el contenido de los cigarrillos electrónicos en varios países mostró que algunos de los catalogados como “sin nicotina” sí la contienen, aunque en pequeñas cantidades. “Pero mínimas cantidades de nicotina, además de la propia conducta de consumo, ya tienen la capacidad de generar un cerebro adicto. Todo esto da lugar a que el uso de vapeadores se convierta en una puerta de entrada al consumo de tabaco”, añade Pitti.

Esto ya se está observando en la población más joven, tal y como demuestran las encuestas sobre adicciones de los últimos años (ESTUDES 2023 y EDADES 2022). De ellas se desprenden datos que demuestran que el vapeador abre la puerta al tabaco. Según la encuesta del Ministerio de Sanidad sobre el uso de drogas en enseñanzas secundarias (ESTUDES), entre los 12 y 13 años el cigarrillo tradicional no está tan extendido –lo hace un 4,1%– y se prefiere el electrónico, pero el consumo de tabaco se multiplica por cinco entre los 14 y 18 años (21%).

Cuando hablamos de menores todo está en construcción, incluyendo el cerebro, que no termina de madurar hasta los 25 años. La última parte en hacerlo es la que se encarga de la toma de decisiones y del control de impulsos, motivo que convierte a la mayoría de los adolescentes en “cortoplacistas” y con “cierta predisposición” a tomar riesgos que ya, como adultos, ni se les pasarían por la cabeza. “Es en este momento en el que se generan las adicciones, dado que el contacto con sustancias adictivas como la nicotina, con un potencial adictivo igual o superior al de la heroína, es capaz de modificar ese cerebro en construcción”, analiza la neumóloga.

¿Qué sustancias contienen?

No se sabe exactamente lo que contienen estos cigarrillos electrónicos y lo que el organismo se traga al vapear. En primer lugar, porque cuando se habla de las sustancias que llevan, hay que mencionar, por un lado, las que están en el líquido y que han sido en su mayoría aprobadas para su uso en la alimentación y cosmética, pero no para ser inhaladas y, por otro lado, las que se producen como consecuencia de su calentamiento y que se manifiestan a través del vapor. Estas últimas son más o menos tóxicas, dependiendo de la potencia del calentamiento, por la resistencia que utiliza y el material con el que está hecho el dispositivo.

En segundo lugar, porque cada país tiene diferente regulación. Casi todas las normativas, por no decir todas, están repletas de vacíos legales. Además, muchos cartuchos están a la venta, sobre todo online, de manera ilegal, es decir, sin haber informado sobre su composición. En tercer lugar, porque hay millares de fabricantes por todo el mundo y cada uno de ellos añade distintas sustancias con varios sabores que son a su vez una combinación de diferentes sustancias. Sin olvidar lo complicado que resulta calcular la dosis de estas sustancias que se adquieren al vapear, ya que al no indicar las unidades como los cigarrillos, es complicado de valorar. Por el momento, esto es lo que sabe la ciencia de algunas de estas sustancias.

Aerosoles que dañan seriamente el pulmón

Con el tiempo, a medida que continúe el uso del cigarrillo electrónico, los expertos comprenderán mejor cómo afecta el vapeo a los pulmones. Pero lo que se sabe por el momento es que varias enfermedades están asociadas al vapeo.

  • Pulmón de palomitas de maíz. “Los neumólogos la denominamos bronquiolitis obliterante. Es una inflamación bronquial y ya existen estudios que la relacionan con los saborizantes y otras sustancias de los cigarrillos electrónicos, incluyendo el diacetil. Fue descrita en 2001 al enfermar un grupo de trabajadores de la industria alimentaria (que pasaban mucho tiempo inhalando este químico) encargados de hacer las palomitas de maíz con mantequilla para microondas, de ahí el nombre no científico”, explica la neumóloga Ruth Pitti.
  • Epidemia EVALI. Son las siglas en inglés de daño pulmonar asociado al vapeo y cigarrillo electrónico, y fue descrita el verano de 2019 en EE UU, donde resultaron afectadas más de 2.800 personas, de las que fallecieron 68. Esta enfermedad, que causa daños muy parecidos a los de l a covid-19, se ha terminado relacionando con el acetato de vitamina E.
  • Neumotórax espontáneo primario. Esta enfermedad, también llamada colapso pulmonar, se produce cuando hay un agujero en el pulmón por el que se escapa el oxígeno. Esto es algo que puede producirse tras una herida (por ejemplo, de arma blanca), pero también porque en algunas personas se desarrollan unas ampollas en la parte superior de los pulmones que no producen síntomas, pero que sí se pueden romper con el tabaquismo. Recientemente, el prestigioso cirujano torácico del Hospital Johns Hopkins (EE UU), Stephen R. Broderick, ha alertado de numerosos casos de pulmones colapsados en jóvenes que no fuman, pero sí vapean.

Nicotina: una cantidad incontrolable.

Esta sustancia altamente adictiva se encuentra en los cigarros tradicionales, pero también en los vapeadores. “Incluso está presente en dosis bajas en algunos de los catalogados como sin nicotina”, advierte Ruth Pitti. Este compuesto provoca efectos negativos sobre el sistema nervioso central, endocrino, cardiovascular, aparato músculo-esquelético, sistema respiratorio, aparato gastrointestinal, metabolismo en general y desarrollo del feto. Según la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer (American Cancer Society), si un cigarro tiene una media de 8 mg de nicotina y al fumar llega entre un 1 mg y 2 mg al organismo, dependiendo de la marca (necesita una media de ocho succiones para consumirse), en los electrónicos las cantidades varían de acuerdo con cada fabricante, por lo que la mayoría de las veces el consumidor desconoce la nicotina que está tomando. Para consumir totalmente un cartucho se necesita un mayor número de succiones, lo que correspondería a un mayor número de cigarrillos convencionales. Los datos varían de una marca a otra, pero de media un cartucho se consume en 230 succiones, lo que equivale a casi 28 cigarrillos convencionales.

Propilenglicol y otros compuestos.

El líquido base de los vapeadores es el propilenglicol, una sustancia derivada del glicerol y un aditivo común en los alimentos. También se utiliza para hacer anticongelante, disolvente de pintura y humo artificial. Los glicoles que están presentes en complementos alimenticios son inocuos al consumirse oralmente, pero cuando se inhalan tienen efectos negativos para la salud: irritación de las vías que pueden agravar problemas de asma, fibrosis quística y la EPOC. Además, al ser sometidos a la combustión, pueden generar pequeños compuestos como el formaldehído (tóxico que puede provocar enfermedades pulmonares y aumenta el riesgo de cardiopatías), el acetaldehído y la acroleína (herbicida que puede causar daños pulmonares irreversibles), sustancias todas ellas cancerígenas.

Los cigarrillos electrónicos también suelen contener diacetil, una sustancia química relacionada con una enfermedad pulmonar llamada bronquiolitis obliterante. Además, los componentes metálicos que calientan el líquido de los vapeadores pueden liberar metales nocivos como níquel, estaño, plomo o cadmio. Otra sustancia propia de estos dispositivos es el benceno, un compuesto volátil presente en los gases que emanan de tubos de escape.

En los cigarrillos electrónicos también se pueden encontrar algunas sustancias prohibidas en España, como el acetato de vitamina E. Aunque legalmente los vapeadores que lo contienen no se pueden vender en nuestro país, los que se compran online y que proceden de otros países pueden utilizarlo como agente espesante y de distribución. Estos aceites, que son usados en cosmética y en suplementos nutricionales, no están aprobados para su inhalación. Tras el diagnóstico de una misteriosa enfermedad pulmonar que causó 68 muertes en EE UU, una investigación encontró que estos aceites podían recubrir los pulmones y provocar una intoxicación generalizada.

Los daños en el corazón

“Los aerosoles que expulsan los vapeadores hacen daño al corazón. Pero, además, tienen un efecto que no tienen los cigarrillos convencionales, y es que estas sustancias, como la acroleína y nicotina, producen unas alteraciones en el sistema eléctrico del corazón y pueden llegar a producir arritmias, tanto taquicardias como bradicardias, y algunas veces pueden resultar mortales”, explica el cardiólogo Manuel Anguita, portavoz de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Y esto puede ocurrir a corto plazo, sin necesidad de llevar años vapeando.

Además, el uso de estos dispositivos no ayuda a dejar la nicotina. Así lo prueba una información del grupo de trabajo de Abordaje de Tabaquismo, de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), que señala que el 80% de los consumidores de cigarrillo electrónico también fuma tabaco, lo que dispara el riesgo de sufrir un infarto de miocardio e ictus. “Tanto el riesgo de infarto como de endurecimiento de las arterias se observa más a largo plazo, pero a corto plazo en jóvenes se están viendo un mayor riesgo de arritmias y palpitaciones, precisamente porque las sustancias del vapeador entran en contacto con tejidos orgánicos que están aún inmaduros y los efectos nocivos son mayores”, matiza el cardiólogo.