A mano o a máquina, hay que adaptarse a las necesidades de la planta
Gran parte del éxito del jardín se basa en un óptimo diseño del sistema de riego. Si se hace a mano, se pueden corregir carencias de agua de algunas zonas del jardin y adoptar medidas adecuadas para que ningún rincón quede sin regar. Pero si se opta por un sistema mecánico, hay que elegir meticulosamente la mejor ubicación de los aspersores, difusores y goteos para asegurar una cobertura perfecta a todas las plantas y zonas del césped. La cantidad de agua necesaria para ajustar el sistema depende del tipo de arbusto, su grado de desarrollo, el sustrato de la tierra, la estación del año, la climatología, el viento, la humedad ambiental, la cantidad de las últimas lluvias, la humedad ambiente, y un largo etcétera. Se puede concluir, pues, que la única manera de acertar con el riego es el mimo: el jardinero ha de observar e interpretar las señales que las propias plantas envían.
Tres maneras de regar
El método que se escoja depende del tamaño del jardín, del coste de los sistemas y del tiempo que se quiera dedicar al cuidado de las plantas.
- Regar a mano. Garantiza entregar agua directamente a las plantas y evita despilfarros. Es el sistema más óptimo si se trata de un rincón doméstico: unos pocos metros cuadrados de jardín o una terraza decorada con macetas ornamentales. En cualquier caso, hay que asegurarse de que se riega profundamente. Para esto hay que tomarse el tiempo necesario, prestar un interés especial por la zona que se riega y conocer algunas pequeñas técnicas, como las que siguen.
- Regar por abajo, o colocar la maceta sobre un plato de agua durante un corto espacio de tiempo -una hora como máximo- esperando a que las raíces absorban el líquido. Si al cabo de este tiempo queda agua en el plato, deberá retirarse: significa que la planta no tiene más sed. La ventaja de esta fórmula, sólo válida para macetas, es que se logra no compactar el substrato. La desventaja, que a la larga se acumulan sales minerales en su tercio superior.
- Imitar la lluvia. Según el tipo de substrato, especialmente en el caso de la turba, la mejor forma de regar es echar el agua por encima lentamente (como si aliñáramos una ensalada). Y en previsión de que la parte inferior del substrato quede empapada mientras la superior aparente estar seca, hay que introducir un dedo en el sustrato para comprobar su humedad y decidir la cantidad de agua que todavía necesita. A menudo bastará con humedecer el tercio superior del substrato, ya que el agua ya bajará hasta la parte inferior. En estas operaciones el agua no sale por los orificios de abajo.
- Riego por goteo. Los sistemas de riego por goteo requieren una inversión de dinero (en torno a 1.000 euros para 10 metros cuadrados, incluyendo temporizador) y de tiempo, pero una vez instalados, son más convenientes que regar a mano y requieren menos agua. Se recomiendan para grupos de plantas, espacios decorativos y macetas. El objetivo de estos sistemas es regar con poca frecuencia pero profundamente. Normalmente, se riega una o dos veces a la semana (1 ó 2 horas cada vez). Hay que ser cuidadoso y no regar en exceso. Aunque la superficie del suelo parezca seca, puede haber suficiente agua en la zona en la que crecen las raíces. En caso de duda, ha de inspeccionarse la tierra.
- La aspersión. Los aspersores tienen la desventaja de malgastar agua porque riegan los senderos y otras partes del jardín o la terraza donde no hay plantas. Se deben destinar exclusivamente a zonas de praderas. Si se usan aspersores oscilantes, es importante que se eleven por encima de las plantas más altas para que éstas no impidan que el agua alcance todo el área.
Plantas del interior: casi al límite
Una planta dentro del hogar recibe mucha menos luz de la que originariamente necesitaría. Para aguantar, los estomas se abren parcialmente, la planta transpira poco y por tanto, consume menos agua. Si anegamos el substrato, éste permanecerá largo tiempo en estas condiciones puesto que hay poco consumo de agua. Las raíces se asfixian y la planta muere. Cuando una planta está en el interior hay que regarla hasta el límite de la tacañería. Incluso conviene que nos acostumbremos a observarla cada día y esperemos a regarla cuando muestre los primeros síntomas, casi imperceptibles, de que necesita agua.
Atención a la humedad ambiental
Un concepto que poco tiene que ver con el riego es la conveniencia de suministrar humedad al ambiente. En el caso de plantas en el interior se puede tener el ejemplar encima de una superficie con agua (un plato grande), cuidando de levantar la maceta con algún objeto sólido, como piedras, con el fin de que el agua no empape las raíces. La evaporación del agua del plato bastará para compensar los ambientes secos de en hogares. Las plantas de exterior suelen estar más a gusto en una zona que contenga una gran cantidad de vegetación, como puede ser un parque. La transpiración de la masa verde a su alrededor proporciona una humedad adecuada. En el caso de plantas en ambientes más secos como pequeños jardines poco frondosos, hay que compensar esta carencia con cualquiera de los métodos que la imaginación y la conveniencia aconsejen. Desde tener un sistema de aspersores que se ponga en marcha medio minuto cada hora (cuidando de que el agua no moje las hojas al sol) hasta rociados manuales con manguera. Cualquier método es bueno con tal de proporcionar humedad ambiente.
La mejor hora para regar
Es cierto que jardineros profesionales recomiendan regar por la mañana en invierno y por la tarde en verano, entendiendo que en el estío se aprovecha mejor el agua en las horas vespertinas porque no se evapora tan deprisa. Pero la premisa, sin ser falsa, olvida que si se riega por la tarde o noche, el agua permanece largo tiempo ahogando las raíces, sin ser utilizada. El mejor momento para regar es pues la primera hora de la mañana. En el caso de un césped en el que los aspersores pueden estar funcionando durante una hora, habrá que ajustar el programador para que el riego finalice al alba, un rato antes de que salga el sol.
Sin importar el sistema que se escoja, el objetivo es siempre el mismo: devolver a las raíces el agua que necesitó la planta, y por tanto usó, y que se evaporó. Se debe considerar el tipo de tierra, la flora que se posee y el clima al decidir cuánto y cómo a menudo se debe regar. El suelo arenoso retiene menos agua que el arcilloso; las plantas grandes usan más agua que las recién brotadas; el tiempo caluroso y ventoso deseca la tierra.
En vez de seguir un horario basado en cálculos o en el calendario, vigile sus plantas para saber cuándo necesiten agua, aunque siempre teniendo en cuenta que:
- Las semillas necesitan que la tierra esté constantemente húmeda, pero se pueden arrastrar fácilmente por un fuerte chorro de agua. Riéguelas con una lluvia suave cada uno o dos días.
- Las plantas ‘adultas’ se deben regar menos a menudo pero más profundamente para que sus raíces crezcan bien. Riéguelas a una profundidad de por lo menos 18 centímetros, y luego deje que los cuatro centímetros superficiales de la tierra se desequen completamente antes de volver a regar.
- Como norma general, las plantas que se han regado correctamente y por lo tanto tienen raíces profundas necesitan agua cada 5 ó 7 días durante la temporada calurosa.