Vicente Ferrer, toda una vida dedicada a los demás

"El 90% de las familias deberían donar dinero para los países pobres"

1 junio de 2002
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Su Fundación reivindica la ayuda integral al desarrollo, actúan construyendo viviendas, hospitales y escuelas, ayudando a la extracción y canalización de aguas en terrenos áridos, contribuyendo al desarrollo de la producción agrícola, creando estructuras de formación profesional, ofreciendo microcréditos, equiparando los derechos de la mujer a los del hombre. ¿Es este el camino de las ONG de desarrollo?

Nosotros nacimos con la idea de construir una manifestación externa del bien. Fuimos creciendo y multiplicamos los efectivos, adecuando los recursos para que nuestro trabajo llegara no a cientos sino a miles de personas, entendiendo que para ser eficientes teníamos que usar los medios más adecuados. Y así, aquel sueño dejó de ser un pequeño proyecto en mundo distinto: estamos en la India, en un sistema particular, y esto nos diferencia de los que buscan otras organizaciones en otros países aunque en esencia todos nos esforzamos en lo mismo, en la convicción de con muy poca cosa se puede hacer feliz a otra persona. De ahí nace el deseo de poder llegar a millones de seres humanos, en este caso de la India, de contribuir a disminuir el sufrimiento mediante el recurso a la compasión espontánea.

La zona en la que lleva adelante su acción la Fundación tiene la extensión de Extremadura, y llega a dos millones de habitantes. Esto muestra que los problemas tienen solución, al menos paliativa, pero aceptará que no puede pedirse al mundo desarrollado que genere mil padres Vicente Ferrer para acabar con el subdesarrollo en los países más pobres del mundo. ¿Qué debe hacer la Unión Europea y los países más ricos del mundo?

“Para mí, actuar es lo más importante, la última espiritualidad, y va más allá de la oración porque en tus actos buenos movilizas todo tu ser”

Permítame hacerle una pregunta: ¿Cómo podemos restaurar la sociedad si no hay una reacción masiva en los pueblos que pueden dar? Ha de producirse una revolución, que mueva las masas desde el convencimiento de que en esta epopeya necesitamos un heroísmo colectivo. Sin reconocer que la humanidad está enferma no podemos ganar la gran batalla. Es cierto, la sociedad ha podido estar enferma durante toda su existencia, pero es en este tiempo cuando se produce la gran tragedia de una coexistencia entre los recursos abundantes y la extrema pobreza. Una parte de la Tierra lo tiene todo en las manos, y no obstante, sufre también por la desarmonía global del planeta. Los intereses creados desarmonizan al hombre individuo del Norte, que sufre en su lucha entre el bien y el egoísmo, y su desequilibrio se ve trasladado a la sociedad. ¿Por qué no lo hemos solucionado, por qué no tenemos ya resuelto el problema de las grandes diferencias, de seres que están condenados a una vida infrahumana mientras que potros muchos seres viven en la opulencia? Pero soy optimista, pienso en los logros que se han ido consiguiendo y en los miles de años que han tenido que pasar hasta llegar a este momento.

Admitamos que estamos en un periodo inexplicable de la humanidad que a pesar de todo, progresa hacia una evolución positiva, si bien para lograr la solución también ha de pasar mucho tiempo. Yo también quisiera resolver todos los problemas de la India, pero eso es imposible. Por cierto, los organismos internacionales existen porque el mundo no puede detenerse.

¿Por qué eligió la India?

La India me eligió a mí. La casualidad encubre cosas muy grandes, y engloba todo lo que hacemos en un espacio de nuestra historia. Asumo que lo que ha ocurrido en estos 50 años de vida de nuestra Fundación ha sido fruto de decisiones, de reacciones ante imprevistos favorables o desfavorables. Durante la Guerra Civil escogí dedicar mi trabajo a Dios. Tomé esta decisión, y al terminar la guerra estuve mirando en qué podía concentrar mis esfuerzos para ponerla en macha.

Me decidí a entrar en la Compañía de Jesús, siguiendo el carácter aventurero de San Ignacio de Loyola, con aquella mezcla de santo y mercader. Me gustó su espíritu, era un hombre muy práctico, se preguntaba qué hacemos en la vida.

A pesar de sus inicios religiosos, su vida es un ejemplo de anteponer siempre la emancipación de los pobres al discurso evangelizador. ¿Es la ayuda al necesitado la buena acción por excelencia?

Déjeme que le explique. En mi caso, se cumplía el tercer año de mi formación religiosa, es ese el momento cuando has de salir pertrechado con el espíritu pero yo decidí alejarme de la espiritualidad. Decidí que lo más me importaba era escuchar y obedecer a mi convencimiento de que a la santidad se llega por los caminos más terrestres. Para mí, actuar es lo más importante, es la última espiritualidad, porque va un paso más allá de la oración, porque en tu acción buena se mueve todo tu ser: la parte física, el sentimiento, las sensaciones…

Es de suponer que fue entonces cuando acuñó el lema que más le define: “la acción contiene en sí toda la filosofía, todo el universo y al mismo Dios”

Cuando empecé a trabajar en las misiones, todo se fundó alrededor de la acción, de disminuir el sufrimiento de los seres humanos, que no consiste en imponer nada sino en ayudar a mitigar el dolor. Formamos una organización semejante a la de ahora, con mi propio catecismo, hablando a los campesinos y diciéndoles que los dos hijos de una madre no son hermanos, se hacen hermanos cuando uno ayuda al otro. Si queréis ser ricos, dad; si queréis ser pobres no deis nada a nadie. Y así fui elaborando los mandamientos que se pueden resumir en el concepto filial entre los seres humanos. Parto de que todos nos debemos a la sociedad en la que hemos crecido y que le debemos devolver lo que nos da. Si haces cuentas y sólo entregas lo que has recibido, significa que no has dado nada, sólo has devuelto.

¿Es esto una respuesta al espíritu o marca pautas de comportamiento?

El hombre está dotado de unas fuerzas espirituales que no necesitan aditivos para explicarse. Soy enemigo de hablar de revelaciones, sin embargo recuerdo una noche muy oscura durante la guerra, en la que mi pensamiento me puso a prueba. Emprendí mi propia batalla, tenía que escoger el bando donde me alistaba: la oscuridad o la luz, y no entendía por qué me costaba tanto aferrarme a la luz. Desde entonces, estoy en su bando aunque veo la oscuridad de este mundo y la entiendo. Pero lo bueno es que la luz no se apaga: está el amor a los demás, la solidaridad, el querer que este mundo sea diferente de lo que es. Nos quejamos a Dios, si es qué está ahí, de que el mundo está mal hecho y esto nos aparta de los hombres. Es una prueba demasiado fuerte y hemos de quejarnos de lo que nos toca vivir.

Interviene su mujer, Ana, que con una apacible sonrisa afirma que Vicente Ferrer actúa en España como un filósofo mientras que en la India habla sólo de cosas muy prácticas. “Aquí se refugia en mensajes espirituales porque la gente tiene apetito de ellos y los necesita, pero durante los treinta cuatro años que llevo viviendo con él no ha dejado de pensar cada día en que puede hacer para mejorar las condiciones de vida de los demás”.

Será que necesitamos recibir dosis de optimismo y fe, y que nadie mejor que quien trabaja afanosamente, hasta el punto de dedicar toda una vida, por mejorar el mundo.

En España necesitamos un heroísmo colectivo, porque vencer a la pobreza es una gran batalla humana que no podemos ganar sin una enorme dosis de entrega. Por ello, tenemos que conseguir que nuestro país el 90% de las familias donen dinero para los países pobres. Repito, la humanidad está enferma pero siento que tenemos cada día más presente la solidaridad.

Son cada vez más frecuentes las noticias sobre malas gestiones de ONGs y los actos reprochables de las específicamente que trabajan en proyectos de desarrollo. ¿A qué atribuye tantas irregularidades?

Esas informaciones son como una epidemia, un virus. Permite concluir a quien quiera justificar su conciencia que, efectivamente, estaba en lo cierto: que no tenía que ayudar a nadie. Los casos de abusos son lamentables, pero humanos, porque voluntarios o misioneros participan de todas las virtudes y defectos de los seres humanos. Sin embargo, en la gran mayoría de las ocasiones los proyectos de las ONGs están muy controlados. Nuestra Fundación hace 32 años que trabaja en el mismo lugar y es la propia comunidad de destinatarios de nuestras acciones quien vigila lo que hacemos.

Se le ha oído lamentar la burocracia a la que están sometidos.

En vez de tantos papeles, las administraciones deberían pedir y comprobar los resultados. Si pedimos dinero para hacer un hospital, quieren controlar las facturas compulsadas, cajas y cajas de papeles que hay que empaquetar y enviar, y lo que deberían comprobar es si el hospital se ha construido y funciona. Sería más fácil y resultaría más eficaz para todos

Se financian en gran parte a través del apadrinamiento de niños de una comunidad, ¿Por qué esta fórmula?

Es el sistema de solidaridad más perfecto para contribuir al desarrollo de los países pobres, ya que garantiza una donación permanente durante un largo periodo de tiempo. Necesitamos diez o más años de continuidad en los ingresos para asegurarnos de que habrá dinero para acometer cada proyecto.

Unir una familia española con una familia india resulta emotivo y una experiencia muy fuerte para los “padrinos”. Muchos de ellos nos agradecen esta posibilidad de relacionarse con la familia ayudada. Tenemos 64.000 niños y niñas apadrinados, y queremos lograr 30.000 más. Uno de los programas más importantes es impartir educación lectiva a estos niños. En la India los pobres piensan que la educación no es para ellos, y nosotros trabajamos para que, en primer lugar sepan que también tienen derecho a estudiar, y para que, después, estudien de verdad.

Resulta paradójico escuchar esto de la India, un país origen de matemáticos e informáticos de elite que se disputan las empresas de los países desarrollados.

Es verdad, pero los pobres no saben nada de estas cosas. Oyen algo, pero no va con ellos, no tienen fuerza, ni voz. El otro día me asombró leer que la India había comprado unos sofisticados dispositivos logísticos que permiten saber al ejército indio dónde se encuentran el enemigo. Pero no olvidemos que los más pobres son gente feliz y, aunque resulte difícil de entender, cuanto más poseen son menos felices porque viven con menos tranquilidad. Los pobres no tienen preocupaciones, ya dijo Buda que la felicidad radicaba en no desear nada.

¿Cómo se logra entonces el equilibrio entre las necesidades espirituales y materiales?

La India entera es un lugar sagrado. La cultura les eleva a las nubes, a la espiritualidad individual, mientras que en Europa nos conduce al amor a los demás, a servirles y ayudarles, porque es lo que reconforta el alma. La acción, prestar ayuda, es el movimiento natural en nuestra sociedad. En Oriente, la mística, hablar y encontrar a Dios, es lo ordinario, han imbuido algo sagrado en todas las cosas.

Tal vez por ello, la India es vista en el mundo occidental con un halo de misticismo, y mueve a los jóvenes a ofrecer su colaboración o a buscar respuestas personales.

Los voluntarios, sobre todo, han de ser útiles. Deben tener un fuerte espíritu de sacrificio y han de querer encontrar su felicidad proporcionándosela a los demás. El error es querer repetir los esquemas placenteros de aquí en la India. Es un esfuerzo inútil.

Un año más ha visitado España para recabar fondos. A sus 82 años contagia a todo el mundo con su espíritu inconformista y sereno a la vez, pero ¿no le pide el cuerpo descansar un poco?

La Fundación funciona sin mí, pero yo no sin ella. Tenemos un equipo directivo de más de veinte personas completamente dedicadas al proyecto. Y casi todas ellas son indios del pueblo que llevan más de veinte años trabajando en la organización. Eran, en un inicio, pobres e incultos pero han estudiado y se han instruido hasta el punto de que están capacitados para trabajar a este nivel directivo y de organización de proyectos. Y no se van a ir de la Fundación porque son de allí, del pueblo. El proyecto de la Fundación Vicente Ferrer no termina en Vicente Ferrer, sólo empezó con él.

Vicente y Ana Ferrer van a ser abuelos en breve. Tienen ganas de volver a la India que unió sus vidas cuando ella era una joven periodista que se enamoró de un revolucionario de los pobres, y lo que era una noticia para un informativo se convirtió en el prólogo de una nueva existencia. La entrevista con uno de los personajes más destacados del siglo XX, según la UNESCO, candidato al premio Nobel de la paz y galardonado con el Príncipe de Asturias a la Concordia ha terminado, no así el impacto de sus palabras, que tienen un recorrido cuyo fin queda muy lejos de nuestra imaginación.

Quien esté interesado en la acción de Vicente Ferrer puede dirigirse a: www.fundacionvicenteferrer.org y a 902 22 29 29.