Durante la infancia, se cometen errores alimentarios que se agravan en la adolescencia
El 33% de los niños españoles de entre 2 y 17 años padece sobrepeso u obesidad, según la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD). Son datos preocupantes, ya que está comprobado que padecer un exceso de peso tiene un impacto negativo sobre la salud, incluso a largo plazo. Muchas dolencias que aparecen en la edad adulta pueden tener su origen en la infancia: enfermedades cardiovasculares, diabetes e incluso algunos tipos de cáncer. Además de la predisposición a ser un adulto obeso: un 53% de la población adulta en España tiene un exceso de peso.
Los expertos aseguran que la población infantil española presenta una dieta que, en muchos casos, se aleja de las recomendaciones dietéticas, puesto que es hiperproteica, hipergrasa y pobre en hidratos de carbono. EROSKI CONSUMER ha querido conocer cómo son los hábitos alimentarios de los más pequeños de nuestros hogares. Para ello, entre finales de septiembre y primeros de octubre preguntó al respecto a un total de 1.050 progenitores u otros familiares que cuidasen de niños en la familia. Residían en 9 comunidades autónomas: Andalucía, Islas Baleares, Castilla La Mancha, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Comunidad de Madrid, Navarra y País Vasco.
Perfil del adulto y del niño
De los 1.050 encuestados, tres de cada cuatro adultos entrevistados eran mujeres. El 35% tenía estudios universitarios o posgrados y el 23%, formación profesional. El resto, un 18% tenía educación secundaria voluntaria, el 19% obligatoria y el 5% no tenía estudios. Además, un 84% eran padres o madres y el 16% correspondía a otro tipo de cuidadores en la familia (la mayoría, abuelos).
Además de sus características demográficas, también se quiso conocer sus hábitos de vida. Los niños aprenden lo que ven e intentan imitar los comportamientos de los adultos que les rodean. De ahí, la importancia de dar ejemplo. EROSKI CONSUMER consideró que aunque los hábitos de vida de un 74% de los entrevistados eran buenos, el 26% tenía costumbres poco saludables. El 31% admite beber alcohol, el 21% fumar y un 55% no realiza deporte a diario.
Para analizar los hábitos de los niños, se preguntó a los entrevistados por los hábitos nutricionales específicos de uno de los menores o adolescentes que hubiera en casa. Así, un 57% de ellos eran del sexo masculino y, por edad, el 31% tenía de 2 a 6 años, otro 36% contaba con entre 7 a 12 años y el 33%, entre 13 a 18 años.
Diseñar los menús y comer en familia
La conclusión
Aunque nueve de cada diez personas consultadas por EROSKI CONSUMER consideran que sus hijos tienen unos hábitos nutricionales equilibrados, la realidad es diferente. En la encuesta, se constató que se cometen errores que, en ocasiones, se agravan cuando el niño se convierte en adolescente.
El 41% de los niños y jóvenes por los que se consultó nunca incluye fruta en el desayuno y el 57% toma cereales azucarados o chocolateados. Por regla general, el 51% no come verduras ni hortalizas a diario y otro 29% tampoco frutas. Sin embargo, el 14% de ellos toman cada día embutidos, el 12% dulces y el 9% bollería industrial y refrescos. Además, cuando comen, un 39% de los niños siempre ve la televisión.
En la adolescencia, algunos de estos hábitos nutricionales empeoran: no desayunar, no comer frutas a diario, consumir dulces cada día y también beber refrescos. Además, aumenta 17 puntos porcentuales la proporción de jóvenes que ven la tele mientras comen.
Por otro lado, los cuidadores (progenitores, abuelos o con otro parentesco familiar) tampoco siguen algunas rutinas diarias de especial importancia para conseguir que el niño interiorice unos hábitos alimentarios correctos que le permitan desarrollarse y tener una salud fuerte.
En primer lugar, un 30% de ellos no planifican los menús de los niños y el 8% tampoco establece un horario regular para las comidas. En segundo lugar, el 16% no come a diario con los niños y, cuando comen juntos, un 32% utiliza la comida como incentivo (premio o castigo). Por último, el 68% suele tener en casa bollería industrial, gominolas, snacks y alimentos similares que pueden tentar a los niños.
Planificar para regular
Durante la infancia, se establecen una serie de hábitos alimentarios que posteriormente serán difíciles de cambiar. Con unas rutinas adecuadas, se contribuye de forma positiva en la construcción y modelado del cuerpo de los niños y en la mejora de su salud, rendimiento físico e intelectual.
La FESNAD recomienda planificar los menús de los hijos con una periodicidad semanal para incluir en ellos la mayor variedad posible de alimentos. En la encuesta, un 70% de los adultos entrevistados con niños a su cargo asegura que planifican sus menús, en mayor medida cuando se trata de los padres y las madres. Cuando quienes les cuidan son otros familiares se improvisa más y, si el niño es menor de 12 años, la planificación es más frecuente. Sin embargo, al preguntar con qué frecuencia lo hacen, un 62% dice que diariamente y solo el 37% lo hacía semanalmente.
Si el niño va al comedor (ocurre en el 37% de los casos, en especial, cuando tienen entre 2 y 12 años), también conviene conocer los menús escolares para poder diseñar dietas equilibradas. El 86% de las personas entrevistadas que envían a los niños o niñas que cuidan al comedor lo tienen en cuenta para diseñar cenas y meriendas. Precisamente, en el diseño de los menús, la FESNAD también aconseja hacer partícipes de la preparación de las comidas a los pequeños. Así, se aumenta el interés de los pequeños por la comida. Sin embargo, solo lo hace habitualmente un 22% de los adultos encuestados y ocasionalmente el 38%. A partir de los 7 años es cuando se les deja colaborar en mayor medida.
Pero no hay que confundir este hábito con el de preguntar a los menores qué quieren tomar. Según el programa Perseo de la Estrategia NAOS, los adultos tienen la responsabilidad de elegir el menú, de comprar los alimentos y de diseñar una dieta completa. Y es que si se ofreciese esta posibilidad a los pequeños, elegirían alimentos demasiado dulces o salados. Con todo, sí es adecuado ofrecer a los niños la posibilidad de elegir entre dos o tres alimentos que las personas adultas tengan ya previstos, pero dentro de las opciones más saludables.
Otro de los errores más comunes y totalmente desaconsejados por la FESNAD es utilizar la comida como incentivo, alivio al aburrimiento o castigo. El 32% de los encuestados lo cometen, especialmente los cuidadores que no son los padres.
En familia
Uno de los hábitos más importantes es comer en familia siempre que sea posible. De esta forma, se mejora la calidad de la dieta del menor. Incluso hay estudios que indican que estos hábitos pueden evitar comportamientos de riesgo en los adolescentes.
En la encuesta, el 30% de los encuestados aseguraba comer con sus hijos tres veces al día, un 25% dos veces al día y otro 29%, al menos, una vez al día. El resto, un 16%, lo hacía con frecuencias semanales y no diarias: entre 3 y 6 veces por semana y frecuencias superiores. Incluso un 2% reconocía no comer nunca con ellos.
Pero no solo importa crear un ambiente familiar a la hora de comer. La FESNAD también incide en la importancia de dar ejemplo en el ámbito familiar, adoptando hábitos alimenticios saludables. El 69% de los adultos encuestados cree que sus hábitos nutricionales predican con el ejemplo de una dieta saludable (cuando los cuidadores son otros familiares y no los progenitores, esta proporción alcanza el 82%). Sin embargo, otro 27% admite que solo dan ejemplo a veces y un 4%, nunca.
Cinco comidas al día y un buen desayuno
Buenos hábitos, mejor salud
El ritmo de crecimiento y desarrollo del organismo de los niños va cambiando cada día que pasa. Sus necesidades de energía y nutrientes varían en función de su edad y, cuando se van haciendo mayores, también según el sexo. Por ello, la alimentación debe adaptarse a sus características individuales, teniendo en cuenta su ritmo de crecimiento y desarrollo, su apetito, sus gustos, su estado de salud y la actividad física que realizan. No obstante, existen unas orientaciones generales que se traducen en frecuencia de consumo de alimentos y en cantidades aconsejadas (raciones) acordes a cada etapa.
En primer lugar, la recomendación general a la hora de repartir los alimentos es hacerlo en 5 comidas al día: desayuno, media mañana, comida, merienda y cena. Los niños por los que se preguntó en esta encuesta comen una media de 4 veces al día.
Además, es importante establecer un horario regular para esas comidas del día. El 92% de los adultos encuestados asegura hacerlo habitualmente, especialmente cuando el pequeño tiene entre 2 y 12 años.
El desayuno
Según EUFIC (European Food Information Council), comenzar el día con un desayuno es básico porque, después de pasar toda una noche durmiendo, los niveles de energía del cuerpo son bajos. En una semana normal, el 96% de los niños por los que se consultó desayunan todos los días, pero el 4% solo lo hace entre 3 y 5 días a la semana. Esta proporción aumenta hasta el 9% entre los adolescentes de 13 y 18 años.
La FESNAD explica que un desayuno equilibrado para los niños es el compuesto por un lácteo (leche, yogur o queso), un cereal (pan, galletas o cereales integrales) y fruta (preferentemente entera). Ocasionalmente, también se puede completar con aceite de oliva o margarina, mermeladas o jamón york o pavo.
Pese a la teoría, el 41% de los niños por los que se preguntó no incluyen fruta en sus desayunos y el 29% solo lo hace ocasionalmente. Especialmente preocupante es la proporción referida a los adolescentes. El 41% de los jóvenes entre 13 y 18 años no incluyen nunca este alimento y un 30%, solo ocasionalmente.
En este sentido, el programa Perseo alerta de que, en los últimos años, han proliferado preparados a base de cereales que se presentan como “cereales de desayuno”. Según explican, se trata de copos elaborados a partir de trigo, arroz o maíz, que suelen tomarse con leche. A menudo, para hacerlos más apetecibles, suelen ir recubiertos de azúcar, miel o chocolate. Esto aumenta de forma considerable la cantidad de calorías sin aportar nutrientes esenciales.
En la encuesta, un 15% incluye a diario cereales azucarados o chocolateados y el 41% lo hace ocasionalmente. Por edades, sobresalen los niños de entre 7 y 18 años como mayores consumidores de este tipo de alimentos con un alto índice de azúcar. En este punto, la recomendación es tomar cereales sin añadidos en el desayuno, así como pan o tostadas. Y, si son integrales, mejor.
Lo que conviene comer y lo que no
En el equilibrio está la clave
Según el EUFIC, para gozar de buena salud, hay que ingerir a diario más de 40 nutrientes distintos (como las vitaminas y los minerales). Al no existir un solo alimento que los contenga todos, es muy importante seleccionar a diario una variedad equilibrada de alimentos. Es importante conseguir un equilibrio entre la cantidad y el tipo de alimentos que se consumen.
Aproximadamente la mitad de las calorías de la dieta de un menor debería provenir de alimentos ricos en carbohidratos, como cereales, arroz, pasta, patatas y pan. De modo que es recomendable incluir como mínimo uno de ellos en cada comida.
En la encuesta se comprobó que alrededor del 90% de los niños ingieren pan a diario y se suele combinar arroz, pasta y patatas. Pero lo que importa es el modo de cocción que se utiliza y si se incluyen alimentos integrales.
En la encuesta, las técnicas culinarias que más usan los cuidadores de los niños por los que se consultó es la plancha, el cocido o hervido, el horno, el guiso y también la fritura. De hecho, cuando los platos se acompañan con patatas fritas, el 50% de los niños las comen fritas. En cuanto a los alimentos integrales, normalmente no es un opción que se incluya en los menús de los más pequeños. Solo un 8% come habitualmente pan integral (un 12% los adolescentes), un 6% pasta integral y un 4% arroz integral.
Por otro lado, la fruta y la verdura son los alimentos más ricos en vitaminas, minerales y fibra. Todos (adultos y niños) deberíamos comer, como mínimo, 5 raciones diarias. Sin embargo, en la encuesta, se hallaron proporciones sorprendentes. El 44% de los niños de entre 2 y 6 años come verduras con una periodicidad semanal y no diaria, una cifra que se eleva al 51% cuando tienen entre 7 y 12 años y al 53% cuando tienen de 13 a 18 años. Un 2% ni siquiera quiere comerlas.
Algo similar, pero con proporciones algo más bajas, ocurre con las frutas. El 18% de los niños de entre 2 y 6 años las toman semanalmente, el 27% cuando tienen entre 7 y 12 años y un preocupante 31% cuando son adolescentes de 13 a 18 años. El 4% no quiere comerlas.
Además, se ha convertido en un hábito sustituir la fruta natural por zumos comerciales envasados. En la encuesta, un 38% de los menores lo hace ocasionalmente (en mayor medida quienes tienen de 7 a 12 años). Al eliminar la pulpa en los zumos envasados y también en los caseros, desaparece la fibra y parte de las vitaminas, aunque en ocasiones se añadan posteriormente. Además, en proporción, aportan cantidades altas de energía procedentes de los hidratos de carbono (azúcares) y, sin embargo, carecen de otros nutrientes esenciales. Por lo tanto, es preferible que los niños coman la fruta al natural, masticando y saboreando las distintas variedades.
También suele sustituirse la pieza de fruta por el lácteo: lo hace habitualmente el 32% de los niños por los que se consultó y ocasionalmente, el 60%. Este hábito es poco recomendable porque la fruta contiene fibra y vitamina C que ayuda a que se asimile mejor el hierro del resto de los alimentos que se hayan tomado. Según el programa Perseo, aunque los productos lácteos son muy necesarios, algunos niños toman cantidades excesivas de leche o de sus derivados (yogures, natillas, quesitos, etc.).
Deberían ser ocasionales
En torno al 14% de los niños por los que se consultó en esta encuesta come a diario embutidos, cuando su consumo debería ser mucho más ocasional. Y no solo eso. Los adolescentes también comen dulces, bollería y refrescos más habitualmente de lo que deberían. Por un lado, un 17% toma dulces a diario, otro 15% bebe refrescos todos los días y el 10% ingiere bollería industrial cada día.
Aunque, en general, no se puede hablar de alimentos “malditos”, este tipo de productos deben tomarse con moderación. La frecuencia de su consumo debe establecerse pensando en las peculiaridades del niño: obesidad, inapetencia, etc. En general, se deben comer pocas veces al mes, no todos los días.
En cuanto a los refrescos, también deben consumirse en cantidades moderadas, especialmente porque pueden desplazar a otros alimentos (por ejemplo, la leche) de la alimentación del niño. También pueden contribuir a aumentar el consumo de azúcar e incluso alterar la relación calcio/fósforo de la dieta. Además, conviene saber que las bebidas dulces no sacian la sed, sino que invitan a beber más. Por ello, por lo general, un niño debería beber agua.
Para evitar las tentaciones, se debe limitar la cantidad de alimentos insanos que hay en casa. De esta forma, si el niño no tiene a su alcance alimentos llenos de calorías, pero faltos de nutrientes, nadie tendrá que prohibírselos. En la encuesta, un 18% de los adultos entrevistados suele tener en casa bollería industrial, gominolas, snacks y otros alimentos similares. El 50% admite tenerlos en ocasiones y un 32% dice que nunca. Esta última proporción es superior entre quienes no son los progenitores del niño. Además, es necesario evitar que el niño o la niña coma frente al televisor. En la encuesta, el 70% de los adultos consultados admite que el menor del que cuidan lo hace, en mayor medida cuando tienen entre 13 y 18 años.
Según la Consejería de la Comunidad de Madrid, los menores más sedentarios pasan más tiempo viendo la televisión y, como consecuencia, su gasto energético es menor y tienen mayor riesgo de padecer sobrepeso. Además, los mensajes publicitarios parecen modificar las elecciones de alimentos y las dietas de estos niños suelen tener un mayor contenido de grasa y un menor aporte de fibra, vitaminas y minerales.
Por último, una vez comprobados los hábitos de los niños, nueve de cada diez personas encuestadas por EROSKI CONSUMER consideran que la alimentación de los hijos de los que cuidan es equilibrada. Por edades, quienes cuidan de adolescentes tienen más dudas al respecto. Quizás porque el control adulto a estas edades se debilita.
EROSKI CONSUMER también preguntó por el peso y la altura de los niños del estudio para calcular el Índice de Masa Corporal o IMC (que se obtiene dividiendo el peso por la altura en metros al cuadrado). Con este dato y teniendo en cuenta los puntos de corte publicados en un estudio de la revista científico-médica BMJ, se concluyó que el 80% de ellos tenían un peso normal, pero el 15% sufría sobrepeso y el 5%, obesidad.
Por sexos, tanto el sobrepeso como la obesidad afecta más a los niños de la encuesta y, por edad, mientras el sobrepeso tenía una mayor presencia entre los jóvenes de 13 a 18 años, la obesidad era más frecuente entre los pequeños de 2 a 6 años. En la comunidad donde se hallaron más niños con un exceso de peso fue Islas Baleares, el 43% (un 26% tenía sobrepeso y el 17% obesidad). Después, Andalucía con un 23% (17% con sobrepeso y 6% con obesidad) y Galicia con un 22% (15% sobrepeso y 7% obesidad). Con todo, la labor de las instituciones en la concienciación ha tenido su efecto y la población es consciente de la existencia de este problema. De hecho, dos de cada tres adultos encuestados por EROSKI CONSUMER considera que son enfermedades crónicas.
Además, al 87% le preocupa mucho o bastante este tema y consideran que los factores que más influyen a la hora de que un niño sufra un exceso de peso son los hábitos familiares y también la herencia genética. Es más, nueve de cada diez encuestados considera que tener sobrepeso durante la etapa infantil influye después en la salud cuando se convierte en adulto.