¿Hijos sí o hijos no? ¿cuál es su postura?
Es una pregunta subjetiva. Diría, hijos sí, pero con condiciones. Es decir, que sea una elección. La mujer debe ser consciente de que ser madre implica postergarse una misma, y posponer su desarrollo profesional.
Una de cada cinco mujeres europeas (20%) no son madres y, de ellas, solo el 3% no lo es por motivos de infertilidad. ¿Renunciar a la maternidad es una decisión económica y laboral o, más bien, una falta de deseo de tener hijos?
No hay una sola razón. En ocasiones, la decisión está motivada por la precariedad laboral. La maternidad se posterga tanto que, cuando se opta por el embarazo, físicamente ya no se es capaz. Hay otras mujeres que sencillamente no sienten la necesidad de tener un hijo. Y, en otros casos, es consecuencia de una relación poco afortunada de la mujer con sus propios padres.
¿El instinto maternal existe o es una construcción social?
En mi opinión, se crea.
Las personas que eligen voluntariamente no ser padres, ¿son egoístas?
No se puede enjuiciar a la mujer que renuncia a tener hijos, ni ponerle la etiqueta de egoísta. Estamos en un mundo posmoderno, que ofrece mucha libertad; y las mujeres eligen. Nuestra sociedad promueve valores como el individualismo y la competencia. No facilita que las mujeres puedan ser madres y, a la vez, crecer como personas. En este marco, no se puede tachar de egoísta a quien renuncia a la paternidad. Tener un hijo es complicado. Y las empresas también lo ponen muy difícil.
“La maternidad es una forma de esclavitud”, afirma la filósofa y feminista Elisabeth Badinter. ¿Coincide usted con esta opinión?
No. Si eliges no tener un hijo es, quizás, porque lo consideras una esclavitud, ya que un niño implica un compromiso de por vida. Pero, si escoges tenerlo, es porque hay una parte de disfrute en ese proceso. No obstante, sí es cierto que la maternidad obliga a postergarse. Una pasa a un segundo plano, al igual que la pareja. Muchas relaciones sentimentales se rompen cuando llega el hijo. La tarta afectiva se reparte de otro modo.
Badinter apoya su declaración en el hecho que muchas mujeres se sienten obligadas a abandonar temporalmente sus carreras profesionales por la maternidad. Algo no tan frecuente entre los hombres.
Hay mucha presión social sobre la mujer. Otros países, como los escandinavos, se ocupan más de proteger la maternidad, ofrecen bajas de maternidad de un año, y la gente tiene muchos hijos.
Usted habla de un “cambio en las identidades femeninas”. ¿Tiene esta transformación algo que ver con la creciente renuncia a la maternidad?
Hay una nueva identidad femenina y masculina, más individualista, que piensa más en uno mismo antes que en formar una familia. Sin embargo, las mujeres, además, nos exigimos muchísimo; somos muy perfeccionistas. Y esto es importante remarcarlo. Nos sentimos obligadas a ser una profesional perfecta, una hija perfecta, una madre perfecta… todo perfecto. Sin embargo, si bajas un poco tu nivel de exigencia, y una se transforma en una madre solo “suficientemente buena”, sí será capaz de hacer varias cosas a la vez. Esta idea viene del psicólogo inglés, Donald Woods Winnicott, que decía: “Hay que ser una madre suficientemente buena”. No tiene sentido exigirse ser una madre perfecta ni pedirse el 100%. A veces basta con el 80%.
Las personas que escogen no ser padres, ¿tienen miedo a crecer o envejecer más rápido?
La realidad es que todos envejecemos, con hijos o sin ellos. Pero cuando tienes hijos, eres más consciente de lo rápido que pasa el tiempo, porque los ves crecer. Los hijos, además, te obligan a madurar, porque hay una persona que depende 100% de ti, y te tienes que hacer cargo.
¿Alguna reflexión final?
La decisión de tener hijos o no debe ser adulta: se trata de elegir el camino de la vida que quieres transitar, con sus consecuencias. Cuando uno escoge, siempre hay cosas que gana y otras que pierde. Quien opta por no tener hijos, tendrá más tiempo, más dinero, más libertad. Pero quizás, también, más soledad. Por su parte, quien opta por la paternidad tiene mayores privaciones y responsabilidad. Pero, tal vez, al final del camino, también una vida más plena. Es una cuestión de elección, y de valores.