Cigarrillos electrónicos, ¿tan inocuos como parecen?
Mientras los cigarrillos convencionales se apagan, los electrónicos se encienden. Las tiendas de “e-cigarrillos” han proliferado de forma muy rápida en los últimos años al mismo tiempo que la ley restringía la presencia del tabaco convencional. Se han erigido como la solución para dejar de fumar, para reducir el número de cigarros, para poder fumar en lugares cerrados donde ahora está prohibido… O simplemente como una alternativa “menos dañina” para seguir fumando al no contener, se supone, las sustancias nocivas del tabaco. Sin embargo, comunidades como Andalucía o Cataluña, o la propia Unión Europea, en el intento de regularlos plantean que la Ley Antitabaco incluya restricciones también para este tipo de cigarrillos. Pero, ¿son tan seguros como se cree o entrañan riesgos para la salud?
Los especialistas empiezan a mirar con lupa los “e-cigarrillos” porque no siempre ayudan a dejar de fumar y porque pueden llegar a crear adicción. Y, aunque se asegura que son menos nocivos que el tabaco convencional, se ha podido comprobar que provocan tos y ahogo. Ahora las investigaciones están encaminadas a estudiar si también contienen sustancias cancerígenas.
El cigarrillo electrónico es un dispositivo con la apariencia de un pequeño bolígrafo metálico que produce vapor a partir de un producto, el propilenglicol. A diferencia de los cigarrillos clásicos, no se quema tabaco, por lo que en teoría, se evita la combustión de una gran cantidad de sustancias cancerígenas.
El propilenglicol se incluye en muchos preparados farmacéuticos, como los inhaladores pero siempre bajo indicación médica. Sin embargo, puede tener algunos efectos tóxicos: puede producir irritación de la garganta o de las vías respiratorias. De hecho, recientes estudios han demostrado que el consumo de cigarrillos electrónicos puede provocar tos y ahogo. Incluso, un informe publicado en ‘CHEST Journal’, en 2012, concluía que fumarlos a corto plazo (solo durante cinco minutos) tiene efectos indeseables inmediatos sobre la función pulmonar.
El cigarrillo electrónico presenta un cartucho donde se cargan sabores de todo tipo, desde vainilla, a chocolate, menta, fresa, café irlandés… que permiten disfrazar el otro compuesto que llevan algunos de los “e-cigarrillos”: la nicotina. Y es este, en concreto, el punto más controvertido que está en estudio. “La producción de estos sabores se vehiculiza con sustancias oleosas que los alveolos de los pulmones no son capaces de absorber, de modo que se depositan en ellos formando una película de grasa que puede conducir a una reacción inflamatoria y provocar enfermedades pulmonares”, expone Joaquim Gea, presidente del Congreso Europeo de Respiratorio y jefe del Servicio de Neumología del Hospital del Mar, de Barcelona.
“Al fumar los cigarrillos clásicos se queman muchas sustancias tóxicas y más de 70 carcinogénicas; pero, en teoría, no sucede con los electrónicos, que se basan en vaporizar las sustancias que contienen. Pocas cosas son tan perjudiciales como el tabaco. Los ‘e-cigarrillos’ no son tan malos, pero esto no significa que no estén exentos de riesgo”, puntualiza Esteve Fernández, doctor en Epidemiología, profesor de la Universidad de Barcelona y coordinador de la Unidad de Tabaquismo del Instituto Catalán de Oncología (ICO).
De hecho, hace poco, la Sociedad Española de Cirugía Torácica y Neumología (SEPAR) ha advertido que se han encontrado sustancias idénticas respecto a las que se hallan en los cigarrillos ordinarios que podrían ser carcinogénicas o cancerígenas. Según la SEPAR, aunque no hay evidencias científicas respecto a la seguridad y los efectos de los cigarrillos electrónicos a largo plazo sobre la salud humana, es muy posible que tengan efectos adversos y piden cautela al utilizarlos.
No obstante, lo más preocupante de los “e-cigarrillos” es que, puesto que lo que engancha a los fumadores es la nicotina, las compañías fabricantes han empezado a incluir una pequeña cantidad en ellos. La nicotina no es cancerígena pero sí adictiva, por lo que incorporarla en estos cigarrillos favorece que haya fumadores que abandonen los convencionales y se pasen a la opción electrónica. Esto explicaría que una parte de sus usuarios fracase a la hora de intentar dejar de fumar. No obstante, diversos estudios avalan la hipótesis de que sí pueden servir para dejar de fumar.
En España, aún no hay datos de qué sucede con los cigarrillos electrónicos. En EE.UU., según su “Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad”, se ha comprobado que muchos adolescentes se incorporan al hábito de fumar a partir de ellos.
En la actualidad, se debate una nueva directiva sobre tabaco en la Unión Europea, en ella se incluirán algunos puntos referentes a los cigarrillos electrónicos. Se discutirá si los que incluyen cierta concentración de nicotina (hasta cuatro miligramos) deben venderse en farmacias o con receta médica y se valorará también si han de prohibirse en lugares cerrados.
A juicio de los profesionales sanitarios, la irrupción en el mercado de los “e-cigarrillos” ha pecado de una falta de regulación, ya que no han tenido que superar los mismos controles que un producto sanitario. Se han regulado como un producto de consumo, cuando las inhalaciones que se realizan con ellos pueden afectar a la salud de las personas. Por eso, también reivindican que se prohíba usarlos en los mismos recintos y espacios públicos, profesionales y lúdicos, donde la legislación española, una de las más avanzadas, los ha vetado.