Rodeados de alcohol

Lo relacionamos con alegría, amigos, risas, habilidades sociales, diversión… El consumo de alcohol está tan interiorizado que es omnipresente en muchos aspectos de nuestra vida. Sin embargo, ¿somos conscientes de sus enormes riesgos para la salud y de que ninguna cantidad es segura?
1 julio de 2024

Rodeados de alcohol

A pesar de la abrumadora evidencia científica sobre los efectos perjudiciales del alcohol en cualquier dosis, su consumo está normalizado en casi todo el mundo. No escuchamos las advertencias de las personas expertas ni queremos hacerlo, porque nuestra experiencia con el alcohol es tan rutinaria, tan cotidiana y está tan arraigada en nuestra cultura que siempre disponemos de una coartada perfecta para pedir otra caña. Mucha gente puede pensar que tampoco es para tanto, pero los datos indican lo contrario. 

La droga que más se consume.

El alcohol es la droga con mayor prevalencia de consumo en España, uno de los problemas de salud pública más importantes y que genera más consecuencias sociales, mucho más que otras drogas como el tabaco, la cocaína o la heroína, por citar algunos ejemplos que sí nos escandalizan, pero cuyo impacto –aunque muy grave– es sensiblemente menor. Un ejemplo: según el informe Monografía Alcohol 2021. Consumo y consecuencias, elaborado por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, es la sustancia psicoactiva legal relacionada con el mayor número de episodios de urgencias y, en 2019, estuvo presente en el 40,3% de las urgencias relacionadas con el consumo de drogas. “El alcohol es la droga más presente, la que más gente consume y la que más gente mata”, explica el doctor Joan Ramón Villalbí, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre las Drogas. “Cada año mueren en España 14.000 personas a causa del alcohol y es la sustancia que lleva a más gente a los centros de tratamiento de adicciones; casi 30.000 personas empiezan un tratamiento de desintoxicación por el alcohol cada año”.

“Cuando hablamos de drogas, tenemos claro que también hablamos de alcohol”, explica la psiquiatra Mercè Balcells, jefa de la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital Clínic de Barcelona. Y en su libro Beber sin sed, el nutricionista Julio Basulto y el pediatra Carlos Casabona abundan en ello: “Las bebidas alcohólicas contienen etanol, sustancia tóxica, adictiva, cancerígena y teratogénica (produce malformaciones en el feto)”.

El consumo de riesgo

Para medir el nivel de alcohol se utiliza la Unidad de Bebida Estándar (UBE). En España, 1 UBE equivale a 10 gramos de alcohol, que es aproximadamente el contenido de unos 120 ml de vino (un vaso pequeño) o 250 ml de cerveza. En España, el Ministerio de Sanidad ha actualizado los niveles de consumo de bajo riesgo de alcohol: 20 g/día (2 UBE) para hombres y 10 g/día (1 UBE) para mujeres, pese a que se asume que cualquier consumo implica un riesgo. Consumir alcohol por encima de estos límites conlleva una mayor mortalidad en comparación con no beber o beber a un nivel más bajo.

La cultura de la bebida.

Según la Encuesta sobre alcohol y drogas en población general en España, EDADES 2022, el consumo de alcohol está muy extendido desde los 15 a los 64 años: el 93% de los españoles ha tomado alcohol alguna vez en su vida y, entre las sustancias más consumidas en los últimos 12 meses, se encuentran el alcohol (76,4%), el tabaco (39,0%), los hipnosedantes (13,1%), el cannabis (10,6%) y la cocaína (2,4%).

Una de las razones que explican la prevalencia del consumo de alcohol es lo que se suele conocer como “la cultura de la bebida”, expresión acuñada en 2016 por el doctor Michael Savic, investigador de sustancias adictivas de la Universidad de Monash de Melbourne (Australia). Hasta hace relativamente poco, los estudios –y las políticas públicas que se basaban en ellos– analizaban el consumo de alcohol en términos individuales, menospreciando la importancia del contexto social. Pero si el consumo de alcohol está tan normalizado es, en buena medida, porque se encuentra en todas partes y porque, al tratarse de una droga legal, el acceso a esta sustancia es muy sencillo: según el informe del Ministerio de Sanidad Monografía Alcohol 2021, el 94,9% de los estudiantes de 14 a 18 años no tuvo ninguna dificultad para conseguir bebidas alcohólicas.

Antes de asumir su cargo en el ministerio, el doctor Villalbí, entre otras cosas, estudiaba el impacto del alcohol en la sociedad. En 2016 participó en un estudio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona y la Universidad Pompeu Fabra que analizó la presencia de alcohol en el entorno urbano de Barcelona. “Con este estudio pusimos de manifiesto que la ciudad está llena de guiños para consumir alcohol. Una parte es publicidad, pero también hay muchas otras cosas más sutiles, como los parasoles de las terrazas, los ceniceros, los servilleteros… todo son vehículos para el marketing. Al final, la calle se convierte en un estímulo muy potente”. El estudio concluyó que la capital catalana cuenta con una media de 8,18 lugares en los que comprar alcohol por cada 1.000 habitantes.

¿Una copita de vino es cardioprotectora?

No hay ningún mito más extendido sobre los supuestos beneficios del alcohol que este. La evidencia nos dice que no es cierto, pero, aunque lo fuera, el vino también incrementa el riesgo de desarrollar algunos tipos de cáncer, así que la elección sería, cuando menos, complicada. Por suerte, ya no hay que elegir, porque la Sociedad Europea de Cardiología dejó muy claro en 2019 que “no debe promoverse el consumo de alcohol para protegerse de la enfermedad cardiovascular”.

El problema añadido de este tipo de mensajes, fomentados por la industria vinícola, aparte de basarse en estudios con un sesgo más que evidente, es que fomentan el consumo, porque las personas solemos pensar que si una copa es buena, tres lo serán más.

Adolescentes más vulnerables.

Los datos de consumo de alcohol entre adolescentes en España son preocupantes. Según datos del Ministerio de Sanidad, el 75,1% de los adolescentes de 14 a 18 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida y uno de cada tres lo ha hecho en los últimos 30 días. El consumo de alcohol suele iniciarse en España alrededor de los 13-14 años. “Nos preocupa. La frecuencia, de repetición y la intensidad favorecen la adicción, y lo que hacen los adolescentes tiene mucha importancia”, analiza Villalbí.

Según Mercè Balcells, uno de los problemas añadidos es que los adolescentes usen el alcohol para resolver problemas de índole emocional. Además, el alcohol es un tóxico neuronal, especialmente en cantidades agudas. “El cerebro de los adolescentes es muy plástico, y está haciendo muchas conexiones y está madurando”, explica.

La baja percepción del riesgo, añadida a la facilidad para comprar alcohol a cualquier edad en cualquier lugar y el bajo precio de los productos alcohólicos, así como la situación actual de buena parte de los adolescentes, que viven su futuro con mucha ansiedad, solo añaden gasolina a un fuego que lleva demasiado tiempo ardiendo. Para acabar de rizar el rizo, en algunas franjas de edad, las mujeres jóvenes consumen más alcohol que los hombres, “lo que a la larga va a ser un problema”, señala Balcells. “Lo estamos viendo en otros países. En Estados Unidos las cirrosis a causa del alcohol empiezan a ser superiores en mujeres que en hombres. Las mujeres metabolizan peor el alcohol por una serie de factores biológicos”, cuenta.

Cómo afecta a nuestra salud.

Pero estos datos no sirven para nada si la población no sabe cuáles son exactamente los problemas que genera el alcohol. Durante décadas, los estudios científicos sugerían que el consumo moderado era mejor para la salud de la mayoría que no beber en absoluto, y que incluso podía alargar la esperanza de vida, porque los datos así lo demostraban. Pero cuando se analizan esos estudios, los errores metodológicos son de bulto. Por ejemplo, un estudio publicado en Jama en 2023, que analizaba 40 años de artículos sobre los efectos del alcohol en la salud, explicaba el sesgo que había en los estudios. Como señalan Basulto y Casabona en su libro, las personas abstemias tenían peor salud que las que bebían de manera moderada, porque, por lo general, no bebían porque tenían una enfermedad previa que les impedía consumir alcohol y, de hecho, en muchas ocasiones, habían sido grandes bebedores o incluso alcohólicos. Además, las personas que consumen alcohol de manera moderada suelen serlo en todos los sentidos: hacen más ejercicio, siguen una dieta más sana o tienen menos probabilidades de padecer obesidad.

Ahora sabemos, sin ninguna duda, que el alcohol es una sustancia peligrosa. Una investigación de The Lancet de 2018 evaluó el impacto del consumo de alcohol en todo el mundo sobre 23 enfermedades y sobre el riesgo de mortalidad. Los datos son contundentes: el alcohol causó 2,8 millones de muertes en 2016 y fue la primera causa de mortalidad y discapacidad en personas de 15 a 49 años.

Además de su potencial adictivo, el alcohol puede incrementar el riesgo de muchas otras enfermedades. Los últimos estudios demuestran que cualquier cantidad de alcohol, por pequeña que sea, incrementa el riesgo de desarrollar algunos tipos de cáncer, como el colorrectal, de hígado, esófago, mama o intestino.  Cuanto más alto sea el consumo, más se incrementa el riesgo, pero no existe ninguna cantidad libre de riesgo como se pensaba.

Un informe de 2018 del Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF, por sus siglas en inglés) lo deja bien claro: “Teniendo en cuenta las evidencias relacionadas con el cáncer, deben evitarse incluso pequeñas cantidades de bebidas alcohólicas. Los datos no sugieren diferencias significativas en función del tipo de bebida, por lo tanto, esta recomendación cubre a todas, sean cervezas, vinos, licores u otras bebidas alcohólicas”.

Además, el alcohol también puede ser causa y consecuencia de trastornos mentales, explica Mercè Balcells. Empezar a beber para reducir la ansiedad, la inseguridad o para encajar en el grupo puede generar adicción, pero es que además también puede enmascarar síntomas de un trastorno: “En muchos casos es una pescadilla que se muerde la cola”, dice la psiquiatra.

Otro de los muchos problemas de salud relacionados directamente con el alcohol es su consumo durante el embarazo, lo que puede conducir al Síndrome Alcohólico Fetal. Se cree que beber solo representa un riesgo para el feto durante el embarazo cuando las madres consumen cantidades elevadas de alcohol o directamente son alcohólicas, pero no es cierto. En la I Jornada sobre el Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF) del País Vasco, promovida por la Asociación Síndrome Alcohólico Fetal de Euskadi (ASAFE) y celebrada este año, se explicó que no existe un nivel seguro de consumo de alcohol durante el embarazo y que el Síndrome Alcohólico Fetal se puede producir cuando una embarazada consuma cualquier cantidad de alcohol, ya que este atraviesa la placenta y llega hasta el feto. Según el Ministerio de Sanidad, se estima que entre un 25% y un 50% de las mujeres en la Unión Europea continúan consumiendo alcohol durante la gestación.

El ejemplo del cine y las series

Don Draper, el creativo publicitario protagonista de la serie Mad Men y sus compañeros, se toman cantidades ingentes de alcohol a todas horas por cualquier motivo. Como sucede en muchas otras series y películas, el consumo de whisky y otros licores son símbolo de estatus. Un estudio publicado en la revista Alcohol, tabaco, comida basura y deporte sobre las series y películas de Netflix, analizó la representación del consumo de alcohol en estos programas y encontró que el 32,7% de los intervalos analizados mostraron contenido relacionado con el alcohol. En Hollywood, el alcohol es un remedio contra todos los males y una herramienta para celebrarlo todo, pero a pesar de que en un solo día los protagonistas de las series pueden llegar a tomarse cantidades ingentes de alcohol, casi nunca se suelen representar los efectos nocivos de una ingesta tan elevada; en otras palabras, no les pasa nada, lo que contribuye a reducir la percepción de riesgo que tenemos sobre el alcohol. Otro estudio publicado en la revista Alcoholism: Clinical and Experimental Research encontró que la exposición a escenas que involucran el alcohol en las películas aumenta el riesgo de consumo excesivo entre los adolescentes.

¿Consumo responsable?

Como hemos leído, en ningún caso existe un consumo exento de riesgos y, por lo tanto, el consumo moderado, a la luz de lo que nos dicen la mayoría de expertos –oncólogos, psiquiatras expertos en adicciones y médicos en general, entre otros– conceptos como “consumo moderado” o “consumo responsable” no significan nada. “Es un eslogan de la industria y una expresión deliberadamente ambigua. Nadie sabe qué significa. A muchos de los profesionales que trabajan con adiciones no les gusta nada. No tiene ningún efecto positivo ni preventivo, y lo que seguramente persigue es evitar que se pongan otras advertencias más basadas en la evidencia”, advierte Villalbí.

Mercè Balcells también es contundente: “¿Pasar la responsabilidad a las personas? Todos tenemos una responsabilidad que podemos asumir cuando tenemos buena información, pero si el concepto de consumo responsable no va asociado a alguna información clara sobre su toxicidad, no sirve de mucho. La responsabilidad es de toda la sociedad”. En este sentido, los intentos de mejorar la información sobre la toxicidad del alcohol en las etiquetas, en la línea de los mensajes que aparecen en las cajetillas de tabaco, han caído siempre en saco roto. “El Parlamento Europeo ha desestimado poner información sobre la toxicidad del alcohol en las botellas”, comenta Balcells. “No hay transparencia y hay mucho miedo a dar la información a las personas”, concluye.

“La gente que no bebe no es de fiar”

En España, 9 de cada 10 personas han consumido alcohol alguna vez en su vida, así que lo raro es no beber. A menudo, los abstemios son objeto de estigmatización en una sociedad donde el consumo de alcohol está tan arraigado. Existe una presión social para participar en eventos donde el alcohol es el centro, lo que puede hacer que aquellos que eligen no beber se sientan excluidos o juzgados. El ‘podcast’ Un tema al día, del periodista Juanlu Sánchez, dedicó un capítulo al tema llamado Renunciar al alcohol también da dolor de cabeza. Pepe, Carola y Cande, los protagonistas del capítulo, explican cómo haber dejado de beber los has convertido en bichos raros. “Me siguen poniendo entre la espada y la pared. ‘¡Venga, no pasa nada! La gente que no bebe alcohol no es de fiar’. A mí me da un poco igual, pero si eres una persona más jovencita o tienes un poco más de inseguridad social, te va a costar lidiar con esos comentarios”, dice Carola. Según el informe ESTUDES, el 6,5% de los jóvenes beben por encajar en un grupo.