Una luz en la oscuridad
Ilia es una hembra negro azabache de Labrador Retriever. Con dos años ya es un perro guía, una facultad fruto de una buena genética, una educación sin fisuras, grandes dosis de entrenamiento y mucho cariño. Nació en la escuela que la Fundación ONCE del Perro Guía tiene en la localidad madrileña de Boadilla del Monte. Unas instalaciones de 100.000 metros cuadrados donde trabajan casi 60 personas fijas distribuidas entre administración y los Departamentos de Cría, Cachorros, Perreras, Entrenamiento e Instrucción. Gracias a esta labor diaria y a las familias que acogen y educan a los futuros perros guía, mil ciegos y discapacitados visuales de España pueden desplazarse con absoluta libertad.
De 0 a 2 meses
Los cachorros de perro guía ven la luz en el bloque de partos, el más vigilado y mimado de toda la escuela, pero el ciclo no comienza con el nacimiento. Detrás del milagro biológico hay un selecto programa de cría que lleva décadas seleccionando y cruzando los machos y hembras más adecuados para cumplir el trabajo de lazarillo. Las razas que mejor se adaptan al perfil de perro guía – por su fidelidad, capacidad resolutiva, adaptación al medio, fidelidad, valentía y sacrificio – son la de Pastor Alemán y sobre todo la Retriever, que engloba a Labradores, Golden y Flat Coated.
De 2 a 12 meses
Tras el periodo de cría los cachorros son donados a familias que desean adoptarlos de forma voluntaria y, aparte de vivir en la Comunidad de Madrid por la cercanía, deben superar una entrevista, disponer de tiempo libre y comprometerse a no dejarlo solo más de dos horas diarias. La tarea de la familia durante los próximos diez meses es socializar al perro en los ambientes en los que desarrollará su tarea de guía, aquellos lugares a los que un ciego podría ir, es decir, todos. Este proceso, vital en la formación del futuro perro guía, lo dirige un supervisor de cachorros y la Fundación corre con todos los gastos, tanto de veterinaria, residencia, mantenimiento y asesoramiento técnico.
De 12 a 18 meses
Al año de vida, con pena, pero sin sufrir ningún trauma, la familia se desvincula físicamente del perro y éste regresa a la escuela. Los entrenadores toman ahora la batuta y adiestran al futuro perro guía de forma progresiva en intensidad y dificultad. Comienzan con entrenamientos en la propia escuela, valiéndose de circuitos, y de forma inmediata pasan a bregarlos en la propia ciudad. Entre otras tareas les enseñan a marcar bordillos y obstáculos, a buscar el camino más despejado, a viajar en transportes públicos y refuerzan sus pautas de comportamiento y obediencia. Durante este proceso viven con sus compañeros en el bloque de entrenamiento, donde los cuidadores velan por ellos las 24 horas y los mantienen en las mejores condiciones físicas y emocionales. La familia es informada siempre de la evolución del animal y de la entrega al usuario, momento que ya comparten todos juntos en la escuela.
A partir de los 18 meses
Durante la fase de entrenamiento, los técnicos de la escuela evalúan las condiciones de cada perro y escogen entre la lista de usuarios con discapacidad visual a quienes mejor se adapten a cada animal adiestrado, de acuerdo a su grado de autonomía, sus condiciones físicas y su carácter. El futuro usuario se desplaza a la escuela y desde el primer día se le recomienda vivamente que prescinda del bastón que le ha orientado hasta entonces. Convive y entrena con el perro guía asignado durante al menos dos semanas y pronto los vínculos afectivos dan sus frutos y se forma un tándem perfecto. Así llegó Ilia a convertirse en perro guía y así conoció a su compañero José Luis, que la define como su “luz en la oscuridad”.