Paloma Bel Durán, profesora de Economía de la Universidad Complutense de Madrid

"Si no hay consumo, no hay producción y si no generamos riqueza, no se desbloqueará el desempleo"

1 enero de 2015
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Según numerosos expertos, la situación económica en nuestro país está mejorando. ¿Podemos creer que, esta vez, sí se puede hablar de “brotes verdes”?

Una cosa es hablar de indicadores económicos y otra de la realidad en la calle. Las últimas revisiones son al alza: la economía española crecerá un 2,4% en 2015, se generarán 330.000 empleos y se reducirá el paro al 22,45% (según FUNCAS). Los últimos estudios realizados apuntan a que cinco trimestres de crecimiento pueden hacer pensar en un cambio de ciclo. Pero la mejora de la economía y de la riqueza medida a través de estos indicadores no llega a los ciudadanos de forma inmediata. Se han alcanzado niveles de pobreza impensables, desequilibrios inmensos y desconfianza en el sistema y en los gobernantes. La duración de la crisis ha provocado males que llegan a hacerse crónicos.

¿Se sigue destruyendo empleo?

No se dan las circunstancias para crear grandes empresas y, según los datos ofrecidos por el Directorio Nacional de Empresas del INE, se sigue manteniendo la destrucción del tejido productivo. Además, más del 50% de las empresas activas son autónomos que desarrollan una actividad de forma individual, lo que indica que se están haciendo esfuerzos para salir adelante. No se dan las circunstancias favorables para generar grandes empresas que creen empleo externo, pero se están dando pasos para generar nuestro propio puesto de trabajo. El principio empresarial de crecimiento, cuando las circunstancias sean más favorables, hará el resto.

El 1 de enero entró en vigor un aluvión de cambios. ¿Cómo cree que afectarán en “la calle”?

En una situación como la actual, no ya de recesión sino de estancamiento, una bajada de impuestos ha de procurar la reactivación del consumo y la generación de riqueza. Ahora bien, dicha reforma no está ni estará exenta de críticas relacionadas con la conveniencia de la misma por la proximidad de las elecciones, con el perjuicio a las clases medias y con la necesaria compensación de la pérdida de ingresos en un momento como el actual, en el que todavía hay recortes que afectan a servicios y prestaciones.

Respecto al mercado laboral, se habla de un paro estructural para España del 18%. ¿Puede un país soportar semejantes cifras de desempleo?

No. Desde hace tiempo se dice que un paro de esa magnitud no podría sostenerse y que la crisis procuraba un incremento de la economía sumergida en torno al 25% del PIB. En efecto, la crisis es el caldo de cultivo para incrementar la economía sumergida y parece hacerlo con mayor virulencia en las zonas donde el paro alcanza niveles superiores y en las que más se ha sufrido la reestructuración del sector inmobiliario y de la construcción.

Esta crisis afecta a muchos jóvenes.

Sí. En España, hay jóvenes desempleados de larga duración, ocupando puestos de trabajo de categorías inferiores a su formación y jóvenes que, según la Organización Internacional del Trabajo, son los últimos en ser contratados y los primeros en ser despedidos. Ese es nuestro lastre y hemos de mirar con optimismo y pensar en una generación capaz de superar las dificultades. Todo ello solo es posible si les procuramos una alternativa y una esperanza.

En 2015, se prevé el crecimiento del consumo privado, lo que acelerará el avance de la economía en general. ¿Es acertada o demasiado optimista?

Según el informe EAPN 2004-2014, nos enfrentamos a unas cifras de pobreza escalofriantes. En España, ya hay tres millones de personas en situación de “pobreza severa” (según la terminología de Cáritas Española), esto es, que viven con menos de 307 euros al mes. Esta cifra constituye el 6,5% de la población española y se ha duplicado desde el año 2007. Este mal acuciado por una crisis de larga duración es de muy difícil reconducción. Hemos de tener en cuenta que los niveles en los que nos encontramos son tan bajos que cualquier variación en términos relativos es enorme, aunque en términos absolutos hablemos de muy poco. Con todo, se comienza a vislumbrar una aceleración del consumo interno que podrá crear una demanda que las empresas habrán de satisfacer.

Hay quienes defienden un mayor consumo para hacer frente a la crisis. Otros, sin embargo, abogan por las restricciones para superar esta etapa. ¿Qué opina?

No hay otra. Si no hay consumo, no hay producción y si no generamos riqueza, no se desbloquearán el resto de las variables, sobre todo, el desempleo.

¿Cómo se pueden minimizar los efectos de la “cuesta de enero”? ¿Hay una regla de oro?

Es inevitable que el consumo pierda su moderación. Una regla básica para las empresas y, por tanto, aplicables a las familias es la planificación. Planificar supone anticiparse al futuro, presupuestar con racionalidad teniendo en cuenta los recursos con los que contamos y las obligaciones de pago comprometidas. Requiere contemplar todos los gastos previstos, los ingresos y todos los escenarios posibles. Basta con preguntarnos “¿qué pasaría si?”.