Irresponsabilidad en el consumo
La proliferación de envases solo se considera un problema cuando se convierte en un residuo
Con la crisis, los consumidores ajustan su compra de alimentos para evitar el desperdicio
Los ciudadanos tienen en su mano la posibilidad de practicar día a día un consumo responsable que contribuya a conservar el medio ambiente, a lograr un mundo equitativo y, también, que les permita ahorrar dinero. Tan solo han de llevar a cabo siete actitudes: reflexionar, rechazar, reducir, reutilizar, reciclar, redistribuir y reclamar.
Y es que, según la Declaración Oficial de Naciones Unidas con motivo de la Cumbre de la Tierra de 2002, “una de las principales causas de que continúe deteriorándose el medio ambiente mundial son las modalidades insostenibles de consumo y producción, particularmente en los países industrializados”.
Con el objetivo de informar, formar y concienciar a los consumidores sobre la importancia de prevenir y reducir el desperdicio alimentario, el consumo responsable y la mejora en la gestión de los residuos generados en el ámbito doméstico, HISPACOOP (la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios, de la que EROSKI forma parte) ha realizado un estudio sobre el comportamiento y las percepciones que tienen los consumidores en la gestión de los recursos y los residuos.
Para ello, ha utilizado una combinación de dos técnicas: cualitativa y cuantitativa. La primera se basa en 3 grupos de discusión (focus group) realizados en Madrid, Valencia y Sevilla a hombres y mujeres de 25 a 65 años. Y la segunda se fundamenta en una encuesta telefónica de ámbito nacional realizada durante el mes de octubre a más de 2.000 consumidores mayores de edad.
Hábitos de compra
Criterios de compra
La compra se encuentra engarzada en los modos de vida de los consumidores. En este estudio se ha detectado que los criterios utilizados a la hora de comprar poco tienen que ver con lo ambiental. Así, en el momento del consumo se comportan como meros consumidores y los criterios que guían sus actos de compra son los de los consumidores.
Así, nueve de cada diez personas consultadas aseguran compran alimentos que se adecuen a sus necesidades y que eviten desperdicios. Otro 86% busca mantener el alimento fresco por más tiempo y un 82% tiene en cuenta la apariencia perfecta de frutas o verduras. Otros criterios se tienen menos en cuenta. Por ejemplo, evitar generar más residuos, impacto medioambiental de los envases o embalajes, el sistema de apertura y cierre del producto, la facilidad del transporte o almacenaje y los materiales del envase o embalaje.
A la hora de comprar alimentos frescos envasados, las ventajas más señaladas por los consumidores que participaron en la investigación fueron la comodidad y la rapidez por un lado y el hecho de que se conserven mejor en este formato por el otro. Esto implica que se prioriza la funcionalidad y la calidad de los alimentos frescos envasados por encima de otros aspectos.
En tercer lugar se sitúa otra ventaja de carácter funcional, que es la de adaptar la compra a las necesidades del consumidor y, en menor medida, se mencionan otras ventajas como que es más higiénico, que así lo venden en su establecimiento habitual, por el precio o la calidad y por la información del etiquetado.
Por su parte, los principales motores de la compra a granel son la adaptación de la compra a las necesidades y el precio. Así, el 37% de los consumidores encuestados aseguran que, cuando compran a granel, lo hacen para adaptar la compra a sus necesidades y otro 21% lo hace porque adquirir en este formato es más barato.
Cabe destacar también que un 9% de los ciudadanos a los que se preguntó señalaron espontáneamente como principal motivo de elección de la compra a granel que los alimentos son más frescos, saludables o naturales. Apenas un 8% señaló que de esta forma se previene el desperdicio del alimento y un 6%, respectivamente, se refirió a aspectos relacionados con la calidad y la confianza (tales como la identificación de la zona del producto, el trato con el comerciante, etc.) y que es el formato en que lo venden en su establecimiento habitual.
Elección del envase: ¿importa?
La proliferación de los envases es, según la investigación, un elemento característico de las formas de consumo actual. Son los jóvenes en mayor medida quienes consideran esta situación como un verdadero problema, para lo cual no se tiene respuesta.
Y es que, hoy en día, resulta prácticamente impensable volver a un tiempo en el que todo se comprase a granel, incluyendo los líquidos. Por consiguiente, es prácticamente imposible evitar la compra de alimentos envasados (incluso los productos a granel o los artículos comprados al peso se embalan después).
Durante la investigación se comprobó que, a la hora de comprar, el consumidor otorga más importancia a las propias características de los productos envasados que a los criterios medioambientales que pudieran presentar los envases.
Así, tres de cada cuatro consumidores encuestados prefieren muchas o bastantes veces envases que preserven los alimentos más tiempo y también aquellos de fácil apertura y manipulación. El 70%, por su parte, opta por los envases con apertura y cierre y otro 59% de los encuestados dice tener en cuenta muchas o bastantes veces criterios medioambientales a la hora de comprar.
Hábitos de consumo
Consumo en el hogar
La gestión doméstica de los alimentos y bebidas es fundamental para entender el modo en que se produce el desperdicio de alimentos en los hogares. De ahí la importancia de conocer el consumo en el hogar y su relación con los envases, los alimentos y sus características, más concretamente con el comportamiento del consumidor en relación con las condiciones de conservación y almacenaje de los alimentos y el papel de los envases en este proceso.
Más de la mitad de los encuestados aseguran aprovechar en muchas ocasiones el producto una vez abierto y también el 45% sigue las instrucciones de almacenaje y conservación indicadas en el envase o etiqueta. Pero es menos frecuente que almacenen los productos en su propio envase, lo que lleva a desechar el original y, en caso necesario, conservar el producto adquirido en otro recipiente, envase o material para conservar.
En cuanto al deterioro de alimentos conservados en los hogares, un 35% de la población afirma que nunca o casi nunca se les estropean, aunque un 57% confiesa que le ocurre pocas veces. Tan solo representan un 7% aquellos ciudadanos que reconocen que se les echan a perder alimentos bastantes o muchas veces.
Un 48% de las personas consultadas a las que se les deterioran los alimentos en alguna ocasión aseguran que el principal motivo es por olvido o despiste y tres de cada diez culpan al exceso de tiempo transcurrido hasta el posible consumo, por lo que el producto perece o caduca. Este motivo no es excluyente respecto del primero, sino más bien complementario.
Además, uno de cada diez consumidores señala no saber aprovechar las sobras o restos para utilizarlos posteriormente o en otros platos. Otro 6% apunta a una mala conservación y en torno al 2%, respectivamente, por desconocimiento sobre cómo conservar y otros motivos.
Uso del envase
¿En qué medida los consumidores consultados consideran que los envases ayudan a desperdiciar menos y a conservar y transportar mejor los alimentos? Nueve de cada diez afirman que ayudan bastante o mucho a transportar mejor los alimentos. Ocho de cada diez señalan que permiten bastante o mucho conservar mejor los alimentos. Y, por último, seis de cada diez declaran que ayudan bastante o mucho a desperdiciar menos alimentos.
Así, sorprende la percepción que tienen los consumidores sobre la funcionalidad de los envases, puesto que no perciben que estos puedan ser un elemento fundamental para evitar el desperdicio de alimentos envasados, bien alargando su vida útil o manteniéndolos frescos por más tiempo.
En este sentido, solo un 36% de los entrevistados afirma que conoce o ha oído hablar sobre los envases que alargan la vida de los alimentos. Pero el 68% estaría interesado en consumir productos cuyos envases informaran al consumidor sobre la frescura del alimento, por ejemplo, a través de un cambio gradual de color del envase o un sistema semejante.
Por último, se consultó a los participantes del estudio sobre la forma en la que congelan los alimentos. Siete de cada diez emplean otro tipo de envase diferente del propio de venta para congelar los alimentos en el hogar, mientras que el 24% sí lo hacen en su propio envase de venta.
Así, es una práctica habitual entre los consumidores el hecho de comprar alimentos frescos (carne o pescado), redistribuirlo y congelarlo posteriormente, bien en bolsas de congelar o en láminas de plástico. Por el contrario, la práctica de congelar en su propio envase de venta es menos frecuente, ya que muchos consumidores conciben que el envase solo sirve para almacenar el alimento y exponerlo en el comercio, y para su transporte hasta casa. En ningún caso para la conservación del alimento a través del proceso de congelación.
Hábitos de reciclaje
Reciclaje en el hogar
Según la investigación, todos los consumidores consultados reconocen la importancia de la conciencia medioambiental en el reciclaje. Se recicla porque hay que hacerlo, porque hay una conciencia más o menos de que los efectos de la actividad humana se nos han ido de las manos.
Así, se comprobó que en torno al 85% de los entrevistados separan en sus domicilios los envases de vidrio y el papel y cartón. Los residuos de envases -latas, plásticos, briks, etc.- los recicla también un porcentaje relevante de consumidores consultados, un 78%, y en proporción similar (un 76%) aseguran que separan pilas, aceites, electrodomésticos y otros desechos reciclables.
En cuanto a los residuos orgánicos, la incidencia de quienes los separan de forma independiente (55%) o junto con el resto de residuos (53%) entre el conjunto de la población es menor, lo cual se produce por el hecho de que el sistema de recogida selectiva de materia orgánica (contenedor marrón) no está implantado en todas las comunidades autónomas.
Pero, ¿consideran cómodo reciclar en casa? Influye la capacidad del hogar y el número de contenedores. En este sentido, el estudio muestra que existe una relación directa según la cual el aumento de los contenedores en los hogares aumenta la incomodidad que estos suponen.
En el estudio se comprobó que un 50% de los entrevistados indica la barrera de la incomodidad en tres contenedores, a diferencia del 74% que la sitúa en cuatro. Así, se confirma que hay un porcentaje mayoritario y relevante de personas para las cuales la acumulación de contenedores en su hogar supone un problema a la hora de separar y reciclar los residuos.
De hecho, el tener que disponer de varios contenedores para separar los diversos residuos generados ha llevado a que muchos hogares hayan optado entre reciclar unos u otros residuos, basándose en criterios medioambientales y de espacio. Así, se puso de manifiesto que algunos hogares tienden a reciclar, por ejemplo, el vidrio, aunque siempre ocupe más que los envases de plástico o latas, por considerarlo que es perfectamente reciclable y por su impacto medioambiental nulo. En otros casos, y de forma negligente, se fuerza a la similitud entre materiales, utilizando los contenedores domésticos como destino final para cualquier objeto que correspondería depositarlo, por el contrario, en un punto limpio.
No obstante, la consecuencia de elegir entre uno u otro tipo de contenedor a la hora de depositar los residuos generados en el hogar, es que el resto de contenedores acoja más materiales de los que deberían, dificultado así su tratamiento posterior. Es el claro ejemplo del contenedor de fracción resto, que se ha convertido en un verdadero cajón de sastre.
¿Persisten las dudas?
La mitad de los ciudadanos encuestados tiene claro cómo se recicla. Así, un 51% de los encuestados afirma que nunca o casi nunca duda a la hora de separar el tipo de basura que se genera en el hogar o a qué contenedor corresponde cada cosa. Tres de cada diez dicen que pocas veces dudan y apenas representan un 15% quienes declaran tener bastantes dudas y muchas dudas.
Con todo, una de las mayores dificultades para reciclar es la falta de conocimiento sobre lo que corresponde a cada contenedor, lo que conlleva a que los contenedores disponibles en el hogar se llenen de objetos inadecuados o impropios que corresponderían a otros contenedores.
Por consiguiente, según la investigación, esto denota que hay un margen de mejora en los sistemas actuales de separación y reciclaje de los residuos de alimentos producidos en el ámbito doméstico.
El sistema de gestión de residuos (SIG) es bien conocido por todos. Pero a pesar de que este modelo de gestión de los residuos ya lleva tiempo implantado, todavía sigue habiendo algunas dudas.
Durante la investigación, se comprobó que lo usual es que no se conozcan los agentes que intervienen en el proceso ni tampoco cuál es la relación que mantienen entre ellos, de manera que finalmente no se tiene claro si la Administración recibe algún tipo de beneficio del reciclaje o bien es pagadora neta.
Tampoco se conoce bien cuál es el ciclo (tan solo a grandes rasgos) y, cuál es la eficacia real de todos los esfuerzos individuales y de la organización de ese sistema. Cumplen con su parte en la medida que entienden que tiene un sentido colectivo y que apunta a esa finalidad razonable o a la conciencia ambiental. Sin embargo, surgen demandas de “compensación” o de “retribución” de ese esfuerzo individual, porque, en última instancia, se desconoce de qué manera concreta se benefician los ciudadanos de su propio esfuerzo por reciclar.
Por lo que respecta a su funcionamiento, se entiende de modo vago que todavía queda mucho por hacer hasta llegar a una situación ideal de reciclaje del 100% de los residuos domésticos.
Sin embargo, consideran que el sistema actual adolece fallos. Algunos de ellos están relacionados con la desigual e incompleta distribución de contenedores en las distintas zonas de una misma ciudad, lo cual constituye el principal límite para la cooperación ciudadana. Resaltan que el esfuerzo individual llega hasta donde el sistema lo permite, de manera que los fallos de ese sistema producen el correspondiente fallo humano: nadie vuelve a llevarse a casa sus basuras sólo porque los contenedores estén llenos.
¿Y sobre el SDDR? El Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) es un sistema que implica el pago de un depósito en el momento de la compra y afecta al 9% de los envases. El depósito se podría recuperar en el caso de que el consumidor devuelva el envase en el punto de venta en perfectas condiciones: sin aplastar, vacío y con la etiqueta intacta.
El estudio ha detectado tres elementos negativos asociados al SDDR. En primer lugar, el incremento del número de contenedores necesarios en el ámbito doméstico, lo que perjudica a los hogares con menos renta y en ámbitos urbanos. En segundo lugar, que los envases deban conservarse y devolverse en perfecto estado. Y, por último, vincular a los momentos de compra la práctica de deshacerse de los residuos, limitada a los horarios comerciales.
Ante la necesidad de coexistencia de ambos modelos, SIG y SDDR, el consumidor cuestiona que el destino final del producto recogido es el mismo que el del sistema actual, el reciclaje, y no la reutilización del envase.
En consecuencia, los consumidores interpretan que se trata de un cambio de modelo en el que prima lo coercitivo frente a la sensibilización ambiental, y penaliza a quienes ya reciclaban mientras que no asegura la incorporación de las personas que nunca reciclan.