Mario Arnaldo, presidente de la Asociación de Automovilistas Europeos

"Comprar un coche eléctrico es aún un 80% más caro que uno de combustible"

AÑO NUEVO, COCHE NUEVO. LAS RECIENTES NORMATIVAS SOBRE EL DIÉSEL Y LA CRECIENTE AUTONOMÍA DE LOS MODELOS SOSTENIBLES LLEVAN A MUCHOS A AÑADIR EL CONSUMO Y EL MEDIO AMBIENTE A LA CESTA DE VARIABLES PARA DECIDIR. PEDIMOS AYUDA A DOS EXPERTOS, QUE NOS DAN PROS Y CONTRAS.
1 diciembre de 2018
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Gasolina, gasoil, eléctrico… El debate está en la calle. ¿Qué recomienda usted?

La mejor opción es la que más se ajuste a las necesidades, el presupuesto y los gustos del conductor, así como el uso que le vaya a dar. Recomiendo un coche de gasolina a alguien que no recorra más de 15.000 kilómetros al año, mitad en ciudad y mitad en carretera. Un diésel e incluso uno de gas (natural comprimido o licuado de petróleo) a quien haga entre 20.000 y 30.000 kilómetros, en recorridos mayoritariamente interurbanos.

¿Y si vamos a hacer un uso sobre todo por ciudad?

Entonces, el eléctrico puede ser una buena opción. Pero el coche de combustible aún es económicamente mucho más rentable. Y si es nuevo, ninguna de las restricciones de circulación que se anuncian les afectaría, al menos durante los primeros ocho o diez años, que es su periodo de amortización.

Uno de los principales retos del coche de combustible es reducir sus emisiones.

Sin duda. Pero la reducción debe ser real y además el consumidor tiene que recuperar la confianza perdida tras los escándalos del dieselgate manipulación de las mediciones de contaminación de varias marcas de vehículos.

¿A qué atribuye la caída en las ventas de diésel en España?

Por una parte, a la pérdida de confianza de los consumidores en este tipo de vehículos. Por otra, a la incertidumbre generada por la difusión de noticias que anunciaban importantes incrementos de los impuestos que gravan este combustible. Pero, sobre todo, a las declaraciones imprudentes de responsables políticos anunciando el fin del diésel sin fijar fechas ni establecer planes de reconversión. También a las restricciones de circulación que pretenden implantar diversos ayuntamientos y comunidades sin aclarar que el problema de la contaminación no son los diésel, sino los coches antiguos y mal mantenidos.

De hecho, las principales ciudades españolas y europeas han limitado el uso de los coches más contaminantes, en especial gasolina y diésel antiguos.

Soy favorable a estas medidas, porque hay que perseguir sin excusas el objetivo de reducir al máximo los niveles de contaminación y mejorar la calidad del aire. Pero deben ir acompañadas de unos planes claros de reconversión, que se lo pongan fácil al consumidor.

¿Cree usted que se mantendrá la tendencia creciente del eléctrico y llegará a desbancar a las opciones de gasolina o diésel?

Sí, pero tardará aún varios años. Aún no se dan las condiciones necesarias para hacer más atractivo un coche eléctrico frente a uno de combustión. Para que eso ocurra, tienen que ser más asequibles. Un vehículo eléctrico resulta un 80% más caro que sus equivalentes de combustión; el usuario tiene que disponer de una plaza de aparcamiento (en España solo un 30% la tiene), y la recarga es ineficiente. Con un minuto de repostaje de un coche diésel se pueden recorrer 100 kilómetros, mientras que uno eléctrico solo recorrería un kilómetro. Además, la red de puntos de recarga públicos es insuficiente y la inversión para la instalación de electrolineras resulta poco atractiva porque el gestor de cargas no obtiene un adecuado retorno de su capital. No obstante, el coche eléctrico tiene a su favor una tecnología de 150 años y un coste de mantenimiento un 40% inferior a los de combustión: por ejemplo, no se rompen ni la correa de distribución, ni el catalizador, los filtros de partículas, la caja de cambios o el embrague. Y el coste por kilómetro resulta entre tres y seis veces más barato que uno diésel o gasolina.

Los defensores del eléctrico aseguran que, aunque comprarlo sea más caro, con el tiempo se amortiza debido al bajo precio del mantenimiento y del combustible. Para ellos, el coche tradicional supone una inversión mayor.

Los cálculos realizados por los servicios económicos de la Asociación de Automovilistas Europeos no evidencian esa afirmación y demuestran que el coste por kilómetro de un vehículo de gasolina (incluyendo los costes de amortización), sale más rentable que el de su equivalente eléctrico. Y ello sin incluir el precio de una plaza de garaje, que es necesario tener.

¿Cree que ha llegado ya el momento de comprar un coche eléctrico?

Sí, pero para un sector del mercado aún minoritario: conductores de recorridos netamente urbanos, así como para empresas y autónomos de pequeño reparto.

Entonces, cree que el coche eléctrico no está preparado para sustituir por completo al coche tradicional.

Hoy por hoy, no. Para que eso ocurra, tiene que darse el mismo fenómeno que en el siglo pasado desencadenó Henry Ford con la producción en serie: en 1909 un Ford T costaba 600 dólares; 15 años más tarde su precio se había reducido a 250. Además, tiene que ampliarse la duración de las baterías, la red pública de recargas y unificar los tipos de conector.

¿Cuáles son hoy las ventajas de escoger un coche tradicional de combustible, gasolina o diésel frente al eléctrico?

El precio, la autonomía y los puntos de suministro. Son mucho más baratos, pueden recorrer muchos más kilómetros sin recargar y una gasolinera se encuentra en cualquier punto de Europa.

Le pido un poco de autocrítica. ¿Cuál es el mayor problema de comprar hoy un coche de combustible en lugar de uno eléctrico?

Sin duda, la contaminación, pero también la incertidumbre de no saber hasta cuándo se va a poder utilizar, lo que provoca una injustificada depreciación de su valor en el mercado de ocasión.

¿Usted recomienda los coches de gas?

Sí, para un tipo de usuario que realice unos 30.000 km y tenga cerca una estación de servicio donde se lo suministren. Además, si te quedas sin gas porque no tienes cerca un punto de recarga, sólo tienes que utilizar el segundo depósito de gasolina.