Preparar el vehículo para el invierno
Comenzando por lo en apariencia más anecdótico, en invierno hay que vestir ropas cómodas que no impidan la movilidad (por ejemplo, no debe conducirse con abrigo). Los neumáticos tendrán suficiente profundidad de dibujo y la presión adecuada. De otra parte, renovar cada cierto tiempo el aire interior del vehículo cuando se circula con la calefacción puesta, reduce la posibilidad de que aparezca el sueño, responsable de gran parte de los accidentes más graves.
Continuemos: hay que tener bien preparadas las escobillas del limpiaparabrisas y llevar lleno su depósito de agua, dado que el barro que levantan de la carretera otros vehículos reduce la visibilidad. Es necesario también comprobar el funcionamiento de la luneta térmica trasera y no olvidar el estado de la escobilla trasera, si el vehículo las lleva. Todos estos son elementos de seguridad, y no debe despreciarse ni uno solo.
Cualquiera de ellos puede ayudar a evitar problemas. El hielo, por su parte, constituye un inconveniente de priemr grado, tanto en la circulación como en el arranque del vehículo. Las bajas temperaturas propician que el hielo se apropie del parabrisas, hasta el punto de bloquear los limpias. Es recomendable contar con algún producto para eliminar el hielo. El alcohol, o un poco de vino blanco en el depósito de agua resultan útiles.
Aquaplaning bajo la lluvia.
Los dos grandes peligros de la lluvia son la falta de visibilidad y la pérdida de adherencia. El agua caída mezclada con el barro, los restos de neumáticos y de grasa, forma una película que la rueda puede no romper y sobre la que el deslizamiento es más probable. Es necesario, para evitar que ocurra esta situación, que el dibujo de las ruedas supere los 1,6 milímetros de profundidad. Si el neumático, en lugar de tocar el asfalto, patina sobre una película de agua, se produce el aquaplaning, y el conductor pierde el control de la dirección. Si ocurre, debe soltarse el pedal del acelerador suavemente para disminuir la velocidad de la rueda. No debe utilizarse el freno, se perdería maniobrabilidad durante instantes vitales para evitar el accidente.
La disminución de adherencia también aumenta la distancia de frenado, por lo que , en días de lluvia, aumentaremos la distancia de seguridad con respecto al coche que nos precede. Es conveniente, con lluvia, circular con la luz de cruce, para avisar de nuestra presencia. Si se inunda la carretera, circularemos por la zona más alta de la calzada, que en las curvas suele ser la parte exterior y en las rectas, el centro de la vía. Lo haremos con la marcha más corta y evitando producir olas.
Nieve: cadenas a cuestas.
Es recomendable tener a mano las cadenas, ya que favorecen y potencian la adherencia de los neumáticos en caso de nieve. También conviene utilizar gafas de sol para evitar el reflejo de la nieve en días soleados, y emplear luces de cruce tanto de día como de noche; asimismo, evitaremos en lo posible el uso del freno cuando hay nieve en la calzada, aunque se disponga de ABS, y procuraremos no acelerar bruscamente.
Normalmente, debajo de la nieve hay placas de hielo. Si se tiene que iniciar la marcha después de una parada sobre nieve, se meterá segunda velocidad acelerando suavemente y soltando el embrague con lentitud. Si el vehículo patina, se intentará salir marcha atrás.
Hielo, el gran enemigo del conductor.
Cunado nuestro vehículo sufre deslizamiento sobre calzadas heladas difícilmente controlaremos su trayectoria. El hielo es traidor, no avisa, y nos encontraremos encima de él con nuestro vehículo cuando menos lo esperamos. Por esto, hay que intuirlo a través de señales que nos hace el entorno: la circulación de otros vehículos, el reflejo del sol en la capaa de hielo, los lugares fríos y sombríos son más proclives a tener hielo, nos fijaremos en la orientación del trazado y extremaremos la precaución en los pasos subterráneos.
Ante la presencia de hielo, lo más prudente es mantener una velocidad lenta y evitar cambios bruscos de aceleración ni dirección, además de emplear el freno lo menos posible. Si nos deslizamos, procuraremos desbloquear las ruedas y mantener la dirección firme a la espera de que el vehículo vuelva a adherirse a la carretera.
Ver y ser visto.
Cuando la niebla se ciñe al asfalto sólo hay un aliado para el conductor: las luces. No sólo para ver sino también para ser vistos. Es conveniente (si se cuenta con ellas) utilizar las luces antiniebla, que mejoran un poco la penetración de la luz a través de la niebla. Si se tiene que parar por cualquier razón, debe indicarse frenando de manera reiterada, para que se vea bien la luz, y avise a quienes vienen detrás. En esta época, es normal que se empañen los cristales. Para mitigar este pernicioso efecto, que disminuye mucho la visibilidad del conductor, dirigiremos los chorros de aire de la ventilación hacia el parabrisas y encenderemos la luneta térmica trasera, si nuestro coche la tiene. Y, en su caso, utilízaremos el aire acondicionado para desempañar los cristales, ya que es el método más rápido para lograr una perfecta visibilidad.
Batería y anticongelante.
La humedad y los fríos extremos son grandes enemigos de las baterías. Para evitar que se descarguen, hay que comprobar que el nivel del líquido esté un centímetro por encima de las placas o de la señal recomendada por el fabricante. Si hay que rellenarlo, se hará con agua destilada. Mantenendremos limpios y protegidos los bornes con una capa de vaselina o grasa para evitar que se sulfaten. No se debe apoyar elementos metálicos sobre la batería, y se limpiarán con frecuencia los orificios de los tapones. No olvidemos, por otra parte, que no debe fumarse cuando se realice el mantenimiento de la batería. Un elemento clave para conservar el motor en época invernal es el anticongelante.
Para comprobar su nivel, el motor deberá estar en frío. Los radiadores de aluminio deben rellenarse con un anticongelante específico. Para comprobar la eficacia del anticongelante lo mejor es meter una muestra en la nevera.
La luz, imprescindible en invierno.
Compruébese el funcionamiento de las luces de carretera, cruce, posición, indicadores de dirección, luces de freno y antinieblas. No estaría de más que se limpiaran los cristales y tulipas de estos elementos, ya que la suciedad disminuye la luminosidad. Comprobar y regular la altura del haz de luz también es positivo.
La suciedad del aire, del combustible y de los aceites, se elimina, por medio de los filtros, antes de que llegue a los cilindros del motor. La sustitución debe hacerse una vez cada dos cambios de aceite. Hoy día, la mayoría de coches utilizan aceites multigrado, aptos para para todas las estaciones al poseer una viscosidad adecuada a los extremos térmicos .
El aceite lubrica todas las partes móviles del motor, evita el desgaste por el rozamiento y aumenta la vida del motor. Un nivel por debajo del recomendado produce pérdida de potencia y acorta la vida útil del motor Si el vehículo se usa muy poco, el aceite pierde sus propiedades, por lo que debe cambiarse por lo menos una vez al año.