En su nuevo libro, ‘Las escuelas que cambian el mundo’, señala algunos ejemplos destacados en España. ¿Qué tienen en común?
Lo primero que tienen en común es que están en España. En los centros que he visitado se hacen cosas maravillosas desde hace mucho tiempo, hay que valorar también lo que hacemos aquí. En estas escuelas invitan a los niños a participar en su centro y en la sociedad, se les escucha y se tiene en cuenta su opinión para que empiecen a ser agentes de cambio. Cuando somos adultos, todo parece que nos cuesta más; cuando somos niños, tenemos la posibilidad de que nos inviten a mirar a nuestro alrededor e intentar mejorarlo.
Antes se decía que los profesores tenían autoridad y, ahora, que no pintan nada. ¿Es cierto?
No creo que se haya pasado de un extremo al otro, aunque hay casos en los que puede suceder. Yo no lo he vivido, ni mis compañeros tampoco. Aunque no se puede generalizar, antes se confundía respeto con miedo. Hace años había maestros buenísimos, todos recordamos a alguno que nos ha marcado para bien. También quiero destacar la lucha absurda creada por algunos entre escuela tradicional e innovación. Hay cosas de hace 40 años que funcionaban antes, ahora y dentro de 50 años. Cualquier cambio debe traer mejoras en los niños y niñas como individuos y desde el punto de vista social. La palabra innovación está un poco manida.
¿Qué debería hacer un profesor para dejar huella, para bien, en sus alumnos?
Por encima de la vocación está la actitud. Pretendemos que los niños sepan muchas cosas, que sean respetuosos, que controlen sus emociones, que vengan con ilusión, etc. Todo eso es la definición de maestro. Solo puedes exigir a los niños lo que puedas darles.
Todos los años el Informe PISA deja a España en mal lugar. ¿Cómo podríamos mejorar?
Mi opinión, que comparto con muchas personas, es que cuando salen sus resultados la educación se convierte en una competición. El informe mide unas competencias importantes, pero hay otras muchas que no se miden. Si queremos educar seres íntegros debemos pensar que la empatía, el respeto al medio, las relaciones sociales, etc., también deberían entrar, pero no para convertir a la educación en una competición, sino para mejorar y aprender unos de otros.
¿El nivel socioeconómico interviene como variable más relevante en el fracaso escolar?
Todo influye. Hay un experto, John Hattie, que midió los factores que influían en el éxito académico. En primer lugar el autoconcepto y las expectativas que se tienen de ti. Yo diría que el peso de las palabras influye mucho. He hecho y seguiré haciendo muchas cosas mal, pero intentaré no repetirlas. Como decirle a un niño, y a un adulto, “eres un desastre”, no eres consciente de cómo les queda marcado, cuando puedes decirle “yo confío en ti”. La unión familia y escuela es vital. Si el niño ve que sus padres trabajan codo a codo con sus maestros, educativamente les hace felices.
¿En qué consiste “La nueva educación”, el título de su anterior libro?
Es una llamada de atención. No hablo de nada extraordinario, ni invento nada, solo hablo de escuchar, de contar con la opinión de los niños, la autoestima es fundamental en la educación. Y esta no solo depende de la escuela o las familias, sino de toda la sociedad. Un mal gesto de un deportista es repetido por los niños en miles de recreos al día siguiente. Y también hablo de la necesidad obvia de trabajar en equipo, entre padres y profesores.
¿Que opina de la reforma educativa, la LOMCE?
Toda la sociedad ha reaccionado, tiene que cambiar. Si de verdad los políticos quieren hablar de un pacto educativo, que recuerden que representan a toda la sociedad y que las decisiones que toman atañen a cada ciudadano. Tienen que tener una visión global porque las ideologías acortan la visión. También me gustaría preguntar si la sociedad está preparada para ese cambio porque queremos que eduquen a nuestros hijos como nosotros lo fuimos.
Sobre los deberes, ¿se está exagerando con este tema?
No todo es blanco o negro. Habrá momentos en que se mande algo para reforzar o para complementar y, sobre todo, para estimular la curiosidad que los niños traen de serie. Paradójicamente, unos padres que quieren ir con sus hijos a una librería o simplemente disfrutar de ellos no pueden porque tienen que hacer deberes, y eso les pasa a miles de niños. No tienen la culpa de que el currículo sea tan largo. Cuando acabas en tu trabajo quieres desconectar y dedicarte a tu familia, tus hobbies, etc. Los niños tienen que disfrutar su infancia y los padres de sus hijos. El tiempo vuela y en un parpadeo dejarán de ser niños.
¿Cuál es el ratio ideal de alumnos en el aula? ¿Y en los grupos de trabajo cooperativo, tan de moda ahora?
No soy experto, soy maestro. Trabajar con grupos grandes te permite hacer cosas interesantes, pero con grupos pequeños, te permite conocerles mejor.
En algunos colegios están sustituyendo los libros de papel por tabletas. ¿Qué opina?
La tecnología es una herramienta más. No se pueden sustituir los libros para hacer cosas similares, sino que hay que dar a esa tecnología un uso diferente para aprender muchísimas cosas y para compartir. Hay que invertir en tecnología, pero también en el tema humano. Los niños no son meros recipientes que tenemos que llenar. Y ahora te pregunto yo: ¿te sientes más a gusto en tu trabajo si te escuchan?
Sí, claro.
Pues los niños igual. Además de escuchar, otro de los verbos clave es compartir, como también nos pasa a los adultos. Si participas, te sientes más a gusto. Y debemos terminar con frases como: “No habéis terminado el libro”. La información está en todas partes, también en la cabeza de los niños, de ahí el compartir. Los niños pueden aprender entre ellos y yo de ellos también. Es genial invitarles a que miren por la ventana y piensen qué hacer para mejorar. Para eso se puede necesitar un libro en algún momento, una tecnología en otro…
¿Los niños usan demasiado el móvil?
Se lo decimos a los niños y luego vas por la acera esquivando adultos con la vista pegada al móvil. Hay que aprender a dar un uso positivo, moderado y con respeto. Un teléfono o una tableta son la prolongación de la persona. Si le dices algo a alguien por esa vía es como si se lo dijeras a los ojos.
¿Para qué sirve repetir conceptos como loros?
Llevamos años así. Hay que invitarles a que busquen información, contrastarla, compartirla, opinar, reflexionar… En una de las escuelas que visité, el centro Padre Piquer de Madrid, cuando acaban cada día les preguntan en un papel qué han aprendido y para qué lo utilizarán. Me ha pasado muchas veces que les pregunto a los niños y me responden que no saben para qué sirve. Tienen que tener muy claro qué estudian y para qué.
¿Cómo y a qué edad se le puede inculcar la lectura a un niño?
A mi me encantaba leer, pero cuando me obligaban lo odiaba. Habría que asociar leer, al menos en los primeros años, al placer. Meterte en una historia, imaginar… Los niños aprenden por imitación. Si nos ven a nosotros leer, ellos también. Y hay que crear espacios que inviten a leer, como unas sillas en una tienda de campaña en una biblioteca, en casa en una caja de cartón grande, hacer una noche de linternas…
¿Hacer todo divertido hace que los niños no asuman responsabilidades como sugieren algunos?
Debemos educar para que los niños vayan contentos al día siguiente y eso no significa que monten una piscina de bolas en clase. Es como con los adultos, si vas amargado al trabajo no rindes. Educar en la felicidad también lo es en la exigencia y la autoexigencia, en la frustración, en la gratitud, en el respeto a uno mismo y a los demás, en el compromiso, etc. Te voy a hacer otra pregunta: si buscas un compañero, ya sea de trabajo o sentimental, ¿te gustaría que trabajara contigo en equipo, que fuera respetuoso y que planteara retos en vez de problemas?
Sí, me gustaría.
Pues así como te gustaría que fuera la sociedad, también la escuela. El conocimiento es muy importante, pero no es lo único que debemos tener en cuenta en la escuela. Hemos de invitarles a que busquen ese conocimiento o compartirlo con ellos para que mejoren su alrededor.
El acoso escolar está en boca de todos. Se habla del programa finlandés KiVa que están introduciendo en algunas escuelas, pero algunos expertos dicen que no es la panacea. ¿Cómo se puede combatir entonces?
Intento mirar siempre todo de forma positiva. Si sirve para algún niño, está bien. Hay mucho movimiento para erradicarlo. Si les toca a tus hijos, es lo más importante del mundo. En la escuela debe ser un tema prioritario. Y no solo para erradicarlo, sino sobre todo para prevenirlo. Para ello nos tienen que dar herramientas y tiempo para crear tutorías, dinámicas de grupo, para que se conozcan, se respeten, aprendan de las diferencias, que se puede aprender del otro, etc.
Parece que vivimos un retroceso en la igualdad de género. ¿Cómo podemos educar en este aspecto?
He oído letras de algunas canciones que escuchan los niños y adolescentes y llaman la atención. Tenemos que educar la responsabilidad social. Cada palabra repercute en las personas de tu alrededor, más como famoso.